No soy barro fresco y húmedo
entre los dedos,
no soy pétalo de luz
en ojos extraños,
no soy quién sueña este sueño.
Porque nunca es pasado, ni futuro,
ni siquiera presente,
son ecos de ninguna voz conocida,
lágrimas de astros
o risas de otros cielos.
No soy, no seré, no ser
es esta bruma sin forma.
No soy barro fresco y húmedo
A veces la desgracia
A veces la desgracia
es una roca que se desploma
sobre tu cabeza,
la nube oscura
que abre sus entrañas
y deja caer sus vísceras,
piedras y lodo sobre tu cuerpo.
A veces de la ira del huracán
sales ileso por milagro,
pero, a veces, ay horror,
quién resiste un dolor tan tremendo.
La vida dulce y tierna a veces,
cuánto hedor desprende
de su hálito.
La vida senda fértil
se vuelve árido sendero.
Te echan de menos las estancias
Te echan de menos las estancias,
verte deambular por la casa,
en silencio, pensativa.
Con el paso lento, pesado,
como el ánimo al caer desde las alturas
a los pies y encadenarse,
se hacen nudos
los hilos de tu fragilidad.
Te echa de menos el transparente
cristal con la clara monotonía,
igual que las gotas alegres,
resbalarte por las horas
sin tropiezos ni barreras,
dibujar el traslúcido fondo
de los mundos oníricos.
Te echa de menos la piel
y la carne,
mientras el alma agarra
con avidez el recuerdo de tu voz
para guardarla como un tesoro
hasta el regreso.
Añoro aquella luz, serena
Añoro aquella luz, serena,
cielo de claridad transparente,
rayos que penetran en los muros
sin hacer sangre en su pétrea carne
que devuelve calor de su frío.
No esta luz llena de estridencias,
cristales rotos que arañan mis ojos,
cargados de una densa memoria
aquel ayer que ya no quiero.
¿Hay alguien detrás de esta puerta?
¿Hay alguien detrás de esta puerta?
¿Por qué nadie responde?
Escucho voces, gente que conversa y ríe.
¿Acaso alguien oye mi llamada?
Dejad de hacer ruido y prestad atención.
¿Podéis escuchar por un instante?
De acuerdo, guardaré silencio,
no molestaré más con mis palabras,
seguiré al lado de la puerta.
Me quedaré sin hacer ningún movimiento,
sentada, quieta, callada,
ni siquiera pronunciaré
un susurro de aliento ni un gemido.
¿No es verdad que nadie sabe
el mañana? Todo podría suceder.
Acaso, esas risas, ese parloteo cese
cuando lleguen sus noches
y se pregunten,
parece que hay alguien ahí dentro.
Sin la materia, no hay sombra.
Sin la materia, no hay sombra.
Sin luz, la materia no se ve.
Persiste la materia sin luz
solo la sombra enmarcada la necesita.
La sombra parece humo,
silueta inexacta de la materia.
La luz y su ausencia todo lo ciegan.
Perfila simples detalles con las sombras
para dar certezas a nuestra razón.
Y, sin embargo,
palpitan tantos corazones,
respira una muchedumbre
sin dejarse ver ni escuchar.
Aprendiz de costurera
Ella guardaba en latas de galletas
todo un batiburrillo de desechos:
botones, cremalleras, elásticos,
volantes de tul de prendas viejas,
cordones de zapatos
y cuentas de pulseras rotas,
bobinas de colores, agujas,
tijeras y dedal.
Aprendiz de costurera
que se sirve de un roto
para un descosido.
La fuente asiste al bullicio de gente
La fuente asiste al bullicio de gente.
Hay un ambiente festivo,
rugido que cubre el rumor del agua.
Sus borbotones caen movidos
por el viento de la noche
y expande su melena transparente
salpicando los rostros que se asoman
para oírla de cerca.
Fue perdiendo la blandura de la vida
y tomó la rigidez de la muerte.
Tejía herrumbre de frío
y su cuerpo se hizo roca.
En el campo se multiplican aromas
En el campo se multiplican aromas
de flores, de frutos maduros, de retamas
y yerbas silvestres,
de arbustos, romero y albahaca
tomillo y yerbaluisa.
Huele a tierra y matacañas.
Despierta el cuerpo a su sensual impulso.
En la ciudad, hierven otras fragancias
de cuerpos juntos, café
y pan de horno recién salido.
Hay olores dulzones que salen de pastelerías,
fritangas de cocinas de bares,
un regusto amargo dejan en la garganta
los gases de los motores,
abrasa la pituitaria el ardor del asfalto.
Por los parterres el perfume
de alguna flor nos fascina
recién brotada entre las ramas del árbol,
ramas que parecían muertas en invierno.
En los campos un denso infinito,
en la ciudad aglomeración y urgencias
en aquel vida y muerte cíclica,
en este muerte que persigue vida.
Vuelvo a estos muros, líquida muralla
Vuelvo a estos muros, líquida muralla
que traspaso para entregarme
al mundo agitado.
Con corteza recia de pino,
visto hoy estos álamos de piel
blanca y suave.
Ufanos, levantamos certezas,
Ufanos, levantamos certezas,
piedras sobre piedras son sus muros
rellenos con la débil argamasa de nuestras palabras.
Ficción creada por la ignorancia
de nuestros oídos y ojos
que interpretan figuras en las nubes de vapor.
Escucho el pisar de las palomas
Escucho el pisar de las palomas
sobre el alero desde mi ventana.
Han hecho nido en la chimenea
y pasean con su grácil contoneo
sobre los tejados.
Escucho sus patitas caminar,
¡tan cerca!
Que creo pienso que van a irrumpir
en la estancia en cualquier momento
pero, nunca entran,
nunca entran.
He dejado ocupada mi mirada
He dejado ocupada mi mirada.
Olvidé ventana y paisaje
por muchos días que hicieron
algunos meses.
Mientras, seguían nubes plácidas
en el cielo
y palomas buscaban las sombras
sobre los tejados.
Revolotean frente a tu ventana
Revolotean frente a tu ventana,
con alegre trino y vistosas plumas,
se pasean ufanas sobre los tejados
alardean de un gozo interminable.
Otros días, sin embargo, desaparecen,
marchan hacia territorios incógnitos.
Dejan el horizonte vacío.
Es fondo monocolor de un cuadro,
sin alegoría, estampa hueca y estática
que traga la luz sin devolverla.
Al deslizar la cortina de la noche
la mañana se presenta sin su alborozo
y se viste de añoranza con sus retales.
Solo juego de hojas que caen
Solo juego de hojas que caen
sobre la luz de una farola
en este pequeño jardín con murmullo de fuente.
La brisa dulce de la noche las agita
y su fulgor aparece y desaparece
como por arte de magia.
Nada es cierto y todo es engaño.
No hay malas intenciones,
solo torpeza de unos pies
que caminan por un sendero de simulada claridad.
Siempre una verdad a medias,
rostros multiplicados en un espejo roto.
Inventados diccionarios
para escalar una montaña sin cima,
obviedades sobre sombras.
Las palabras que escribo no son mías
Las palabras que escribo no son mías
ya muchos otros antes las pronunciaron.
En este buscarle hueco
a un sentimiento brota esta voz
de aquel manantial
de la roca del silencio.
Si yerran en su conjunto,
no es mal que de ellas provenga,
sino esta que escoge y coloca
como un escriba que puso en desorden,
en el ritmo un compás de torpes notas,
en lo sublime la pobreza de la ignorancia.
Aquí tienen ustedes
el fracasado intento,
las frágiles herramientas
de este artesano.
El sama
Ese silencio tuyo
frente al espejo para afeitarte.
Aquel silencio sosegado,
meditando con las aves
y la tierra germinada.
Tú, callado, sin palabra suelta,
unos ojos perdidos, quién sabía por dónde.
Y cuando aquella paz se rompía,
un silencio atronador de rabia
que hacía sangre en los oídos y en la carne
y agitaba la tierra en su centro.
Quién era entonces aquel ángel,
¿un monstruo, una bestia herida,
una víctima de los que no supieron quererte?
Ahora, en tu silencio eterno,
cuántas cosas espero oír desde ninguna parte,
porque andas por todos los espacios.
Cae tu silencio lleno de todas las voces,
sin estar sujetas ni en gargantas ni libros.
Tus pesares de hombre son suave lluvia
y esta tierra los acoge con compasión.
Porque ya no son látigos, sino alas
que abrazan mis oscuridades.
Aniversario
Hay un día marcado en el calendario,
lacrado y sellado para resguardar
su preciado secreto.
En ese día adornado con grecas
se escribe un relato hermoso.
Pasan similares días por distintos años,
fue sábado, viernes, jueves, miércoles
martes, lunes y domingo.
Volvió a repetir mes y distinto año,
marcó la misma hora en otro reloj.
Como estas aves caprichosas
Como estas aves caprichosas
que, a veces, inundan el paisaje
y, sin razón, lo abandonan,
así vienen los días, con alas
que surcan el azul de un cielo
con pinceladas de infinitos colores.
En ese ángulo agudo
En ese ángulo agudo,
cuando las agujas del reloj
apuntan a su hemisferio sur,
en porción equitativa
entre este y oeste, luz y sombra,
sopla un viento tempestuoso,
flota en el aire su roce helado
golpea el cristal del equilibrio
de las razones cotidianas.
Alma y cuerpo caen
en un vacío sin fondo,
pozo oscuro como la noche eterna.
Entra en avalancha por los resquicios
de tu casa la hojarasca,
abandona lodo por los rincones
forma bajo el sofá un remolino,
la tristeza.
Y un razonable apetito se vuelve
hambre loca imposible de saciar.
Oye, amigo, he regresado con estos
Oye, amigo, he regresado con estos
mismos ojos y distinta mirada.
Sabes que te conté este paisaje,
dibujé palomas sobre tejados
y llené este cielo con asombro inocente.
Aunque sus nombres fueran los mismos,
parecían recién inventados.
Recuerda que para mí
era el estrenado juguete,
el amor primero,
la voz que nacía en palabra.
Oye, amigo, aquí estoy otra vez,
este tren sigue por la misma vía
y el telón del horizonte
se ha hecho acostumbrado.
Me dirás, ¿acaso pensaste
que estas nubes dibujarían figuras
nunca imaginadas?
Tienes razón, tú ya me conoces,
caigo siempre en el mismo error.
Sin embargo, te puedo asegurar
que he aprendido.
No menees la cabeza
descreído de mi intención,
no es otro sueño de hadas.
Antes busqué y esperaba,
ahora espero para descansar.
Soy caminante que lleva
un paso lento.
Piso muchas piedras hasta llegar
a la arena blanda.
Un tarareo llevo en mis labios
para despistar a la tristeza.
De vez en cuando un escalofrío
zarandea a este corazón viejo
que palpita sin escucharse.
Prefiere distraer al aire
con juegos sin códigos.
Sabes, mi buen amigo, que soy sombra
que huye de la luz
con necesidad de ella.
Sabes que la noche es larga en la esperanza
y corto el día para la ilusión.
Sabes que callo y solo a ti te digo.
Sonrío al ver cómo te dejas engañar
y confiar en mis promesas sin credo.
En la madrugada
En la madrugada
¡qué solo está el campanario!
Callado, descansa entre las sombras,
arrullado por palomas
que pernoctan en su torre.
Asustado por un improvisado siseo,
se estremece y otea
si hay enemigo a la vista.
Regresa a su sosiego
tras comprobar que solo era una lechuza
en busca de su caza.
En la madrugada el insomne
se recrea en un oscuro paisaje
donde se perfilan los contornos de los muros
iluminados por la tenue luz de unas farolas.
En la madrugada el brumoso cielo,
cercado por una hueste de nubes,
vigila a distancia este mundo.
Hay unos ojos abiertos de par en par
enfrentados a un sobrecogedor vacío.
El oscuro firmamento es techo
que cae sobre su cabeza.
En la madrugada las calles están solitarias,
las voces duermen para velar los sueños
de cuerpos que yacen apacibles
como muertos en sus tumbas.
En la madrugada navegan sus espíritus
por universos lejanos y extraños.
En la madrugada el insomne deliraba,
naufragó en aquella oscuridad misteriosa
envuelto en un clamor de almas.
El mundo con atuendo oscuro,
trata de ocultar su verdadera identidad.
El insomne cree intuir el misterio
protegido bajo su máscara.
En su perfil creyó ver su verdadero rostro
y fugaz se escabulló entre las sombras
diluido en el alba.
La mañana con su fulgor diáfano,
sus agitadas voces y bullicio de rutinas,
abren claros en la penumbra de la estancia.
Los objetos van recuperando sus formas
devueltas de nuevo a su sitio,
después de andar perdidos por la madrugada.
La mañana da razones a la trasnochada locura,
pone una vez más sobre los ojos cansados
el velo de la consciencia.
Ahora el campanario se recorta
sobre un fondo luminoso.
Erguido hacia un cielo azul
se muestra orgulloso y solemne.
Las campanadas espantan a las palomas
vuelan sobre los tejados,
se anuncia el ángelus en los relojes.
En la madrugada su figura pétrea y fantasmal
fue custodio del gran secreto
susurrado al insomne.
A la claridad del día lo pregona
cuando nadie ya lo escucha.
Se dibujan en estas piedras
Se dibujan en estas piedras
de un denso muro
nuestras sombras
caminando juntas de la mano.
En la noche la plaza está
poco concurrida,
son sombras sus paseantes.
Clandestinos, pausados,
miméticos en la espesura
de una vegetación no domada,
rondan los gatos,
son sombras que persiguen sombras.
Quedarán nombres que serán exaltados
Quedarán nombres que serán exaltados,
pero cada vez que admiramos un bosque,
un jardín romántico, unos campos de olivos ,
tierras de vides que harán bodegas de terratenientes,
extensos campos cubiertos de trigales dorados
regados con sufrimiento y sudor,
cada vez que admiramos un monumento,
una catedral, un edificio emblemático,
sin darnos cuenta, sin percatarnos,
ignoramos admirar las manos
de los hombres y mujeres anónimos
que pusieron piedras y semillas
para hacer posible esa grandeza.
De sus cosechas quedaron hambrientos
y en nuestro desierto, ignorantes trazamos
un camino arado, la senda
de todos aquellos que son olvido.
Las notas sueltas para no perderse
Las notas sueltas para no perderse
se unen en la agenda,
los apuntes del día en un diario,
los datos de la vida en la biografía,
los meses en los almanaques,
muchas páginas se juntan en un libro.
Adónde van a atarse las hojas secas
del árbol.
Desmenuzadas quedan las nubes
Desmenuzadas quedan las nubes
sobre este azul claro del cielo.
Después de este largo y caluroso día,
se acerca un atardecer más aliviado.
Ya vuelven las palomas
y en breve harán presencia
los vuelos en círculos de los vencejos.
Cuando se abracen las sombras
para hacer clandestina noche,
el cuerpo amodorrado
estirará sus piernas,
a sus pasos dará ritmo.
Casi en letargo le dejó este ardiente sol,
se espabilará y con tropiezos se verá obligado
a salir de la guarida.
Quién fuera oso para dormir
todo un frío invierno y despertar gozoso
en una hermosa primavera y un ferviente verano.
¿Adónde se van estos días?
¿Adónde se van estos días?
Los arrastra este monótono tic tac
a un lugar imposible de volver.
Quizá, si tuviéramos aunque solo fuera
el plano viejo de un callejero,
pero ya ves, por qué erróneos caminos
nos lleva el mapa de la memoria
con sus rotos y borraduras.
Por qué falsos desvíos
unimos trayectos, ponemos puntos
fuera de sus coordenadas.
Estas tardes de verano
Estas tardes de verano
se filtran por las horas,
tierra húmeda de tiempo infinito.
No abre fuente fresca
en la boca de los deseos,
deja caer lánguidos hilos de nada
y vierte a gotas un sorbo dulce.
Estas tardes de verano
tienen sus eternos silencios de siestas
donde reina la calma
con rumor distante.
Hay aleteos de palomas que cruzan
de sombra a sombra,
el eco de un motor que se aleja,
un crujir seco en el vacío.
Con el repentino zumbido de zángano,
el cuerpo pesado y en reposo
se contrae y se aligera,
luego, abierta a los párpados,
deja sobre el aire la desgana.
Puedes quitarte las ropas
Puedes quitarte las ropas,
vestirte de limpio cada día,
inventarte un mismo reflejo.
Caerán invisibles y minúsculas capas de piel
como hojas secas de un árbol,
transformando líneas y ángulos.
La savia salvaje se calmará
y hará pesado caudal en su recorrido.
Este árbol creció y llegó a su límite,
deja en las grietas de su corteza
anidar arañas que tejen con finos hilos
un nuevo traje para su tronco.
Espera que el aire le anuncie
la nueva estación que dará comienzo
y repetir con otras cláusulas
el débito marital con la existencia.
Desnudo de hojas, lluvias
limpiarán de forraje sus cuencas,
sus retorcidos nervios se desperezarán
y confundirán el crujir de truenos
con un corazón latiente.
Es torpeza que lo llame el aire
con el mismo nombre,
pues este árbol ha cambiado tanto de ramaje,
que el que dio sombra ayer,
cubre y deshoja espacios hoy,
ha quebrado el viento alguna rama.
Que los sentidos no lo engañen,
quieren en su cárcel retenerle.
No hay vereda que contenga
el espejo del cielo.
En sus infinitos destellos se miran
sin ceñirse a sus raíces.
La tierra siempre se renueva.
A cada paso renuncio y acepto
A cada paso renuncio y acepto
el siguiente.
De este camino anduve un buen trecho.
Bajo hileras de árboles dejé mis sombras
que hacen profunda oscuridad
en su fondo abandonado
y abre la luz del sol
un oscuro horizonte cada día,
con distinto rostro.
Breve como la distancia
Breve como la distancia
de aquí al cielo,
breve el suspiro olvidado
sobre lozanos pétalos,
breve nuestras medidas
y breve el sueño que dibujamos
con nuestros gestos.
Qué extrañado anda el cuerpo
Qué extrañado anda el cuerpo
entre estos aires,
los pies se resisten a su impulso
y las manos se pierden
en las costuras de viejas prendas
recias de años y polillas.
Qué extrañada la voz en su eco.
Reclama la garganta sus nuevas sílabas.
El regreso no siempre es a casa,
sino a buscar entre las sombras
los refugios de nuevos senderos.
Me aburro
Me aburro, sí, me aburro
con el peso encima
de una eternidad desganada.
Me aburro y presiento los días
llenos de hastío.
Hay tantas cosas por hacer
y, sin embargo, Dios, cómo me aburro.
De pronto el cuerpo despierta
de ese letargo de horas apáticas,
bosteza sobre un reloj parado
con sueño profundo o con pesado insomnio.
Deja reposar sus agujas,
cansadas de rodar
por un mismo camino,
entre las sábanas frágiles
de vidrio aun sabiendo
que este ahora
en nada se parecerá al siguiente.
Me aburro como si el tiempo
tuviera idéntico semblante
y, a fuerza de mirarlo,
perdiera el interés de estos ojos.
Me aburro y callo,
porque llega apuntando la veleta
un cambio de aires
hacia un invierno incierto.
Y hay que espabilarse,
tomar la azada de los minutos
y cavar bien la tierra y cuidar
de sus semillas.
Allí donde la luz no entra
Allí donde la luz no entra
se ciñe la más densa oscuridad.
¿Podrán acostumbrarse los ojos
a ella y discernir que le rodea?
Donde las manos palpan
y dan nombres aleatorios
a lo que no ve,
¿podrá dar forma si la luz no
le enseñó a diferenciar del fondo?
Cuando en el espacio insonoro
la locura se apodera de la mente,
¿podrá algún Dios darnos razones?
Entre las tinieblas de una estancia
por donde se cuelan por ínfimos resquicios
algunos rayos de claridad,
la mirada poco a poco intuye
los contenidos de ese espacio
y, a imitación de un misterio, les da certezas.
¿Podrá el alma ser luz y hendir
el vacío de la nada?
Volcado entre las sombras
de nuestra ignorancia
brillan destellos de verdad,
la que por compasión
nos otorga un creador bondadoso.
Qué sola está la playa
Qué sola está la playa
en esta noche de verano.
Qué oscura inmensidad este mar
donde se divisan en el lejano horizonte
los puntos de luz señalando la posición
de los barcos.
Y, arriba, un cielo igual de negro,
salpicado por el brillo de algunas estrellas,
las más capaces para competir
contra el resplandor artificial
de los edificios de costa
donde la vida bulliciosa vive su desenfreno.
Al romper la ola dibuja
un borde de espuma plateada,
y arrastra hacia la orilla su cola
de volantes de encaje blanco.
Mis pies descalzos se abrazan
con las dóciles olas.
Callado a nuestro oído está su ronco rumor
en los profundos abismos
y deja en este cargado silencio
un dulce canto, tierno susurro de oleaje
y rodar de guijarros y conchas.
En este caudal se encuentra
una muchedumbre de gotas parlanchinas,
juguetonas e inquietas,
que besan la arena empapándola.
Pierde su dorada y porosa textura
por un apretado y oscuro manto,
donde la huellas desaparecen tan rápido
como los instantes que son borrados por otros.
Nos queda siempre
Siempre se queda una faena por hacer
al terminar el día.
Se pospone, quizá, para la mañana siguiente,
escrito en la agenda su hora, mes y año.
Siempre hay un poso que no se rebaña,
una cita incumplida,
el itinerario previsto del viaje
que fue solo al país del soñar.
Nos queda siempre
la posibilidad de convertirla en hecho,
rellenar el hueco o vaciar el vaso,
culminar y conseguir redondear la cifra.
Y un día cualquiera,
un día de tantos,
madrugada, amanecer,
cénit, ocaso del sol,
noche profunda negra o estrellada ,
dejamos en el aire un aliento sin retorno.
Quedarán ropas sucias en el cesto,
desorden en los cajones,
ventanas abiertas,
llaves olvidadas,
palabra pensada sin voz,
labor sin terminar,
bobina enredada con nudos.
Para que no se pierdan
Para que no se pierdan
unimos las notas en agendas,
el discurrir de las horas en el diario,
los datos y detalles de una vida en biografías,
las hojas de los meses en un calendario.
Las voces sueltas ancladas sobre el papel
hacen un relato por escapar al olvido.
La palabra de un dios se hace
sagrada escritura.
El sueño humano de eternidad
hila hebras del tiempo
para retenerlo entre las páginas de un libro.
Somos ave de paso
Somos ave de paso.
Dejamos en el vacío nido
abandono y reliquias de ayeres.
Buscamos otro mañana en cada hoy,
olvidamos las plumas desprendidas,
la resistencia del aire y el empuje
de la bandada.
Ansiamos libertad y vamos atados
a un rumbo.
Aprendemos en el viaje una certeza,
la soledad de nuestro vuelo.
Si esta envoltura no deja ver
Si esta envoltura no deja ver
la desnudez de este cuerpo.
Si su abrigo no nos alivia el frío
ni nos protege del polvo
que empaña nuestro mirar.
Si la arena que el viento arrastra
araña la piel hasta hacernos sangre.
¿Por qué nos engaña esta lucidez,
aprieta el corazón y exprime
lágrimas de hiel y veneno a la vida
en lugar de ser tibieza?
Si cubre un velo la clara verdad,
haciéndonos reales los falsos reflejos
la luz de un sol con sus juegos de sombras.
Si entre los sueños de esta locura,
pudiéramos restarle invierno a la primavera
y hacer de este páramo jardín eterno.
Si a la alegría de horas,
no le ceda el llanto de días.
Si los sentidos estuvieran libres
de un corrompido pensar
que nos lleva siempre al borde
de un precipicio.
Si no tuviéramos que esperar a la vigilia
para despertar,
ni a la oscuridad de la muerte para ver,
seríamos peces que nadan
en un inmenso océano
sin miedo a caer en la red,
ni ser presa fácil en las fauces
de un voraz depredador.
La fuente asiste al bullicio
La fuente asiste al bullicio.
El ruido festivo en la noche
cubre con su grueso manto
su tierno rumor.
Brota alegre el agua
y el aire impetuoso
mueve su melena transparente
que cae lánguida
sobre su lecho de piedra.
Era solo una sombra tras el cristal
Era solo una sombra tras el cristal,
vestida de negro, plateados ríos
en una melena morena.
Nubarrones en un cielo roto
en mil pedazos.
humedecen la tierra de un abandonado jardín,
corro de canalones, percusión de rondallas,
dulce timbre de tejas goteando.
Caen sobre charcos, espejos de negrura,
lava de azabache de la ira de un volcán.
En su mirada, soledades de otoño,
herida de un sueño de primavera.
Su boca murmura tristeza agría,
araña la aguja el disco y las vísceras
de su corazón.
Canturrea como una niña vieja:
“Y si me dices que no,
ay, amor, no me dejes rota
que la vida ya me rompió.”
Trazaron su figura las hordas
Trazaron su figura las hordas
de vientos del aquilón,
fríos y tempestuosos.
Hicieron escarcha en su piel
y en las entrañas ardiente fuego.
Ya venía vieja su consciencia
con la mirada de muy ayer.
La ira del norte ahuyentaba las nubes,
alejaba las lluvias
y convertía el prometedor valle
en abandonado desierto.
Rellenaron su fondo de flores silvestres,
cubiertas de espinas y sin olor
y, al lado, un jardín lleno de dulces aromas
y pétalos de terciopelo.
Su memoria camina de puntillas,
deja espacios sin pisar.
Es funambulista en la cuerda floja
sin red, hace piruetas por el empuje
de un reloj que marca las pautas
en esa distancia de soledad.
Repite cada día sin convicción
un sueño de esperanza.
Lo difícil es sostenerse
mientras en el foro, abajo, en la lejanía,
un público animado
escucha al maestro de ceremonias
anunciando el siguiente número.
Siente el aire el tañido
Siente el aire el tañido
de las campanas
y se alteran las aves.
Espantadas, alzan el vuelo.
Mis ojos se clavan en una nube
desmenuzada,
entre sus ecos quedo embebida.
Atraviesa su clamor los espacios
como lanzas de plomo.
Gracias
Mis palabras no son las tuyas,
me diste un vocabulario abierto,
el pentagrama de tus ocultas notas.
Desde mi cárcel mi mirada
se encontraba con un muro,
el corto horizonte de un pasadizo estrecho.
A mi ruego respondiste
y en mis manos pusiste este regalo sencillo,
del silencio y la soledad sonora.
Adoro de este paisaje sus oblicuos contornos
los tejados que se unen a un cielo
que cambia a cada instante sus perfiles.
Imito a las aves con sus alas extendidas
cuando bailo al son de las horas monótonas
y me acompaña el zumbido
de las pequeñas moscas
que a mi alrededor danzan.
No entiendo y me entiendes
y hago por comprender tus incógnitas.
Lejos de estos sonidos,
dibujas tu voz entre los bordes
con esta luz que derramas
y entre sus sombras busco
el sentido de las cosas.
Hice un pajarillo de cartón
Hice un pajarillo de cartón,
por alas puse un manojo de hilos.
El viento entró por la ventana
y esparció por la habitación
su frágil plumaje.
Llegará la estación de la vejez
Llegará la estación de la vejez
que todo lo convierte en duda.
Desnudas de sus horas
quedaron las agujas del tiempo.
Las promesas de la primavera
caen a tierra convertidas en lodo.
Presiente ya este árbol
el frío del invierno.
Somos puntos entre estas líneas
Somos puntos entre estas líneas,
la arena, el mar, el horizonte,
ese velero aislado, perdido, clavado
sin derecha ni izquierda,
simplemente sucediendo.
Desde esta estancia
Desde esta estancia
los ojos se pierden en esta geometría de tejas,
el aire es agradable, sereno.
Es la tarde de domingo
el segundero imparable
va desesperado buscando
engancharse al siguiente
sin salirse del rail,
Es el ritmo uniforme
de la sucesión de los días,
agujas con paso marcial que giran
en círculos viciados por la química
de nuestro paladar.
Este tren no silba como antaño
ni los relojes dejan oír su tic tac,
en el móvil los números avanzan
cambia un día por otro,
vienen y van de una estación a otra.
Al fondo suena un disco,
voces agitadas en la tele
niños que gritan o lloran.
Si es esto un sueño,
la inclinación del deseo,
el hechizo de la materia,
el tacto de la vida...
¡cómo será su despertar!
A parchones se cubre la colina
A parchones se cubre la colina
con sombras de nubes.
En estos campos abiertos
qué pequeños se sienten los ojos
para llenarse de su grandeza
mientras las ruedas giran y giran.
Hoy luce un sol de verano.
Hoy luce un sol de verano.
Es de esos días en que el cuerpo
siente una alegría ingenua,
aquella que viven los niños
cuando juegan a ser adultos.
Es tan lozano este sol
tan fuerte su abrazo,
se hace inevitable dejarse
llevar por sus caricias.
Engañados, creemos
en la dulzura de la vida,
porque hoy en este día de invierno
que parece verano,
la vida no enseña sus dientes,
a cambio, te da un beso en los labios
tan dulce como el caramelo,
tan tierno que te derrites.
El cielo se entrega en cuerpo y alma
y su resplandor baña las cosas
con plata líquida.
Este horizonte es aún más hermoso
que cualquier otro día,
los azulejos del campanario
son espejos que reverberan en mis ojos.
Sus rayos de luz entran por las ventanas
abiertas de par en par,
rozan las hojas verdes y las florecillas,
amarillas de unas macetas,
que toman el sol sobre el pretil,
si estamos atentos
podríamos escuchar sus risitas de placer.
Vuelca en mi corazón la luz de su magia,
fuera está el ruido de la calle
se escuchan los gorjeos y silbidos de los mirlos
y lanzan graznidos una pareja de cernícalos
apoyados sobre la cruz de piedra.
Una paloma se ha posado
en la unión de los aleros del tejado,
altiva, mira hacia el infinito.
Sueño que hoy el mundo está
en equilibrio y confío,
no sé en qué, ni por qué,
pero confío, que lo eterno es hoy,
que en la transparencia de este día
está la eternidad.
Por qué me da tanta paz este paisaje
Por qué me da tanta paz este paisaje
de tejados que recortan
un cielo de intenso azul.
Por qué en tan corto horizonte
presiento tanta eternidad.
Por qué me consuelan
los arrullos de palomas
y sus vuelos llenan mis ojos tristes
de destellos de felicidad.
Porque este preso se siente libre
tras los barrotes que lo encarcelan.
Solo quiero la noche
Solo quiero la noche,
la madrugada fría y solitaria.
Solo quiero entregarme
al cobijo de su abrigo,
abrazarme a la almohada
y olvidar el mundo.
Se ha ido esta tarde de sábado
Se ha ido esta tarde de sábado,
el día se fugó sin camuflarse.
Iba vestido de luz
paseando por los espacios,
con el descaro de seductora primavera.
Por suerte la tarde se alarga,
flexible y elástica
como chicle tierno en la púber boca.
Hacen pompas los instantes
y se explotan en los labios
pegados a la piel.
Transparente sustancia
de sabor dulce con fragancia a fresa.
Su esencia recién saboreada,
blanda en sus primeros mordiscos
se endurece bajo los dientes del tiempo.
Exprimido hasta el último jugo,
ya casi piedra mordida
con el regusto perdido en la lengua
hasta convertir en ansioso empeño
por retenerlo en el paladar
antes de que se haga insípido.
Esta tarde de sábado
es una tarde cualquiera
que marcha sin detenerse hacia
el ocaso
y el corazón siente un repetir
que el día ignora.
Mientras el devenir sigue al sol,
nosotros buscamos obtener y retener
su dorada riqueza.
Nos cuesta aceptar su efímero placer,
insistimos en hacer de las horas
una alegría perpetua.
Extraer del detalle más inútil
la proeza de logro.
¿Qué perseguimos?
¿Qué pretende la consciencia
sino crear una pompa que explote
en nuestra cara?
Ora triste, ora alegre,
ora desgraciado, ora jubiloso,
todo es burbuja llena de vacío.
¿Para qué tanto ritual
con elementos nimios?
y si es vacío,
¿por qué no llenar una pompa dentro de otra
y otra, y otra, y otra..,
hasta que rebose o reviente?
Todas las muertes se parecen
Vi gente morir,
Abrían la boca,
buscaban aún el aire
ya sin ritmo continuo.
La mirada esperaba la siguiente exhalación
que venía con retraso.
Las pausas cada vez más largas,
creías iba a ser la última
y aún venía otra y una más,
hasta que entró el aire y no volvió a salir.
Vi morir gente
y también animales,
pajarillos con los ojos y el pico abiertos.
Vi mi perro morir
del mismo modo que al hombre.
Tomaba el aire,
la sangre se paralizaba,
los músculos tensos tiraban de los miembros
con estertores. estiraba las patas.
Tenía los ojos y la boca abiertos
reclamando vida.
Casi obligado a seguir en este mundo,
respiró por última vez,
dejó entrar un poco de aire y salir.
Volvió el aliento postrero y
la muerte lo atrapó en su red.
Quedó su boca levemente abierta
mostrando su dentadura.
Sus ojos, profundamente abiertos,
eran dos luceros negros brillantes,
parecían mirar ya el infinito.
Todas las muertes se parecen,
aunque vivos tengan múltiples diferencias.
Cuando se escapa la vida,
agita y tensa el cuerpo,
exprime hasta la última
gota de oxígeno
y deja seca la cáscara
de carne y vísceras.
Marcha una etérea sustancia,
huye de aquel estercolero
alimento para otras bocas
y regresa con forma indefinida,
plasma caliente en el cosmos
sin volumen fijo,
oculta para nuestros sentidos.
Vísteme los pies
Vísteme los pies
con esos calcetines,
abriga sus torcidos dedos
los tendones contraídos
por un arduo caminar.
Vísteme la piel,
no cojan frío
esos huesos agujereados
que los blandos músculos
a duras pena sostienen.
Vísteme el alma con miel
y esparcido aromas florales,
mane la fuente almíbar.
Vísteme esta desnudez fiel
amante de su soledad,
cubra el lecho con margaritas
amarillas,
la sombra de sus perfiles
con rayos de luz.
Vísteme con hiel
de amargo ajenjo,
que la boca escupa
el odio hacia los abismos,
florezcan las mieses
y alimenten a la muchedumbre
sus semillas de amor.
Silencio, deja oír brotar la fuente
Silencio, deja oír brotar la fuente
cómo acaricia los espacios
con su cándido rumor,
canto de ángeles
de un tiempo eterno que fluye.
Murmullo de gotas,
¡deja en mi memoria
tu dulce eco
para cuando ya no esté aquí!
Un día tendré que abandonar
Un día tendré que abandonar
este paisaje que hoy inunda mis ojos,
embebida de luz mi mirada.
Me rodea la amable caricia
de vuelos y cantos de aves,
el tierno piar, arrullo y silbido
de estas criaturas aladas.
Mi corazón teme la ausencia
que vendrá y se espera,
y siente agradecido este regalo.
Vino el alma con la carga
de su cuerpo,
sumida en silencio, herida,
se abrieron estas ventanas
llenaron de aromas su claustro
y dio de beber su fuente
a esta tierra árida.
Parecen guirnaldas de luces esas aldeas
Parecen guirnaldas de luces esas aldeas
sembradas en la ladera de aquellas colinas.
Apiñados los tejados vestidos de volantes
sobre pilares de piedra.
No es solo un cuadro de pintoresco paisaje,
dentro existen almas labrando conciencias,
cuerpos con nombre y orgullo,
indefinido ser con razón y locura.
Los ojos desde la lejana distancia
borran cualquier rasgo de vida.
Son tejas de barro y muros de piedra,
son luces perdidas entre los huecos
de estos altos montes
verdor de árboles y arbustos
y seres agitados que se esconden
como armadillos en los laberintos de tierra.
Asomadas sus cabezas por sus madrigueras
miran a un sol de ocaso.
Encrucijadas de calles
enredadas hiedras trepan un infinito
desde este mundo de barro y cemento.
Esta escalera de piedra
Esta escalera de piedra
culmina en una cruz también de piedra.
Es una escalera que no suben
piernas humanas sino patas de aves.
Sus altos escalones son descanso
para sus cuerpos,
campo de cultivo las plantas
crecidas en sus grietas.
Desde esa escalera,
ellas otean el horizonte,
reposan en calma
miran la extensión de un cielo,
estudian sus nubes y sus formas
si vienen con bravura o benevolencia
y hacia qué otro paisaje,
obedientes al viento, se marchan.
En este instante de vuelos
la escalera está solitaria,
sin gorjeos de pájaros,
fría y gris, cubierta de humedades,
a la espera de un pronto atardecer
que traerá sus sombras
y entonces regresen de sus paseos
antes de abrigarse en sus casas.
Son redondeados sus contornos
las aristas fueron domadas
por el tiempo.
Parece una muralla que fácil
se atraviesa,
igual que esta bandada de vencejos
vence la resistencia del aire,
libres van sus alas.
Es como un camino, la senda
que nos lleva a la cima de su cruz
con forma estrellada.
Ahí, firme y silenciosa,
herida por siglos
y por los azotes que da la vida,
vieja, cansada, abandonada a la suerte,
mas ¡qué bella es su estampa!
¡Qué hermoso regalo para los ojos
que en ella se posan!
Está empañado el paisaje
Está empañado el paisaje
de este anochecer
cubierto de brumas
en la apretada oscuridad,
solo luces artificiales
resisten el denso aire
preñado de tinieblas.
La noche no está fría
y huele a tierra y yerba
el campo,
la besa oscuras nubes,
en esta alcoba duerme
el cielo con dosel de estrellas.
Mira este calmado mar
Mira este calmado mar,
qué dulce mecen sus olas,
¿acaso crees que permanecerá
así todos los días?
¿No sabes que tiene este basto manantial
sus caprichosas mareas,
se contagia de los barruntos del cielo,
igual que imita su color y formas
y desencadenan sus entrañas
grandes tempestades y naufragios?
¿No ves que abajo sus nubes
son de espuma
y sobre ella vuelan gaviotas,
hunden sus cabezas en su vientre
preñado de peces
como gotas en la tormenta?
Mira esta planicie
donde los rayos de un radiante sol
se recrean en su espejo,
acaricia los oídos su rumor
besa el rostro una brisa cálida,
y deja en la piel el roce de su tierna orilla.
¡Déjate bañar por esa ola atrevida,
sueña sobre su arena dorada!
¿Acaso crees que eso durará para siempre?
No seas ingenua, no son tus ojos
de niña los que miran abiertos
de par en par como amplias ventanas,
prendidos de luz sus iris de negro azabache
un paisaje perpetuo,
eran papel de calendarios pasados
y fueron corroídos por lepismas.
Andas confundida por un reflejo,
este ahora con un siempre.
Con cada parpadeo el horizonte cambia,
¡y pretendes que este instante sea eterno!
Lentas fueron pasando las horas
Lentas fueron pasando las horas
sobre la columna vertebral del día,
parecía eterna la tarde
que ahora oscurecía este cielo
perfilando los tejados sobre un fondo añil.
Pronto se pondrá la noche
su negro camisón de satén
caerá el borde de su volante,
sobre la cúspide de las espadañas.
Y abajo, desde tierra,
brota la cálida luz de las farolas
para no ir a tientas los ojos
de estos ciegos.
¿Por qué este sendero?
¿Por qué este sendero?
¿Por qué estas piedras y hoyos?
¿Por qué después de subir
la alta pendiente rodar hacia abajo ,
arañada la piel por zarzas,
cubierta de espinas la carne?
¿Por qué el mapa tuerce
y retuerce sus esquinas,
rompe puentes y su agua
cruza por callejones oscuros
que vierten arroyos de barro?
¿Por qué ha llegado a este lugar hostil,
de camino pedregoso
que hace arduo su andar?
¿Por qué seguir?
Hoy desea apoyar su espalda
sobre esta piedra.
Le cubre la sombra de una cornisa
con la boca seca,
con el cuerpo herido,
con el alma fría muy fría.
Tirita de desesperanza.
Las figuras en el espejo
Las figuras en el espejo
están sin sentimientos,
se ofrecen frías en su cristal
y nosotros, que creímos eran
reflejos fieles,
les pusimos a los ojos lágrimas,
a la boca sonrisa
y a la voz que en su interior
no sonaba
la hicimos resonar en eco.
Ni el llanto era dolor,
ni alegría la risa,
solo muecas sobre un fondo
que vestimos con nuestro mirar.
Irrumpen recuerdos de un ser
Irrumpen recuerdos de un ser,
ya tan extraño, pero que aún vive
de inquilino en este cuerpo,
alojado en el ático,
con el que apenas cruza palabra
sino miradas de evocación.
Perdida entre error y acierto
Perdida entre error y acierto,
quizá todo sea torcido camino.
Y cómo saber esa gracia,
reír de una alegría,
escurridiza agua que huye
que atraviesa mi pecho,
alcanza mi garganta,
humedece la lengua
asoma a los labios
y se seca en mi boca.
La vida no es poesía
La vida no es poesía
porque la vida no contiene palabras.
El poeta solo presta la ilusión
de detenerla un instante,
echarle el lazo a la hoja
que se desprende de ese árbol
y atraparla entre las páginas de un libro,
derramada tinta sobre el papel,
lanzado eco al aire
que se diluye en el valle del olvido.
La vida está entre los dedos,
al borde de los labios,
en la mirada soslayada,
tras un velo se vislumbra.
Cuando la quieres sujetar
de las manos se escapa,
la encarcela la boca,
su luz ciega los ojos.
La vida es ave libre,
muere si está en jaula.
Solo tendremos un pájaro cantor
de tristeza y engaños,
de esperanza y promesas.
Nos deleitará con su sonora melodía,
su bello plumaje de colores brillantes.
La vida se respira, se siente,
es un don inefable,
regalo que se esconde
bajo las apariencias.
Escurridiza su piel,
nos llega su aroma indefinible.
Se presiente en el silencio,
detrás de la luz artificial del bullicio.
Ella es luminosa sombra.
La vida, eternidad dulce y salada,
siempre florece detrás de nuestras tinieblas.
Intuimos una mustia llama
y recibe el alma su calor
pero nunca será su fuego.
Padre, da calor a ese vagabundo
Padre, da calor a ese vagabundo
que duerme en ese banco de piedra.
Gracias por darle la botella de vino
que le entregó el calor de su fuego
y el olvido de su soledad.
Padre, gracias por dar luz
a las frágiles gotas y hacerlas visibles
a los ojos.
Gracias, Padre, por crear
con el vaho del mundo
nubes de todos los colores.
Padre, gracias por hacer magia
para el dolor das ternura
y cicatrizas la herida.
Gracias, Padre, porque un mismo paisaje
lo pintas de distintos contrastes y perfiles
llevando de la mano al sol por el horizonte.
Gracias, Padre, por entregar frío
y ofrecer el abrigo de un hogar,
porque entre las tinieblas de la noche
ciegas nuestros ojos
para caminar los senderos ocultos.
Padre, gracias por dar desperdicios
a este pobre,
restos que ha encontrado
en un contenedor de basura.
Gracias por conceder a unos despreciar
lo que otros necesitan.
Gracias, Padre, por llenar de ambición
las manos de un mundo
y dejar vacías a tantas
para buscarse entre ellas.
Gracias, Dios, por ese aparcacoches
que me dio bendiciones por una mísera limosna.
Dios Padre, gracias por dar a este
mendigo sus pocas posesiones
unos cartones, una manta vieja
y un paquete de cigarrillos.
El amparo del recodo de las paredes
de unas viviendas
para resguardarse del frío y la lluvia
de los vientos y peligros,
al pie de una gran avenida
concurrida y luminosa
que lo protege de los desaprensivos.
Padre, ¿qué castigo merecen
estos viandantes que cruzan sin mirarle
temerosos quizá de su presencia?
Él también los teme
o tal vez no tenga miedo aquel
que todo lo ha perdido
y solo le queda un cuerpo viejo,
un trozo de vida miserable,
sin techo que le cubra,
ni seres que le quiera.
Sin un lecho y comida caliente.
Nada tema, solo al frío
que hiela sus huesos
el vacío en el estómago
y el hambre en sus entrañas.
Pero, Padre, gracias por dar
a este pobre humano razón
para cuidar su abandono.
No camino, voy abriendo sendas
No camino, voy abriendo sendas
de horas.
Mis pies son las agujas que giran
unidas a un centro
de un reloj abandonado.
Estas lágrimas calladas
Estas lágrimas calladas
rompen con sus esquirlas de cristal
mis corneas.
Araña la tierra su torrente
pero no alcanza la luz del cielo.
Se quiebra la tierra,
es espejo roto en mil pedazos
que no escurre líquido su azogue
para limar sus aristas,
sino que, pegado a su piel,
destila óxido el dolor y el tiempo.
Esta mariposa blanca revolotea
Esta mariposa blanca revolotea
por este día lleno de luz,
cruza por delante de mi ventana
sobre los tejados,
retuerce la esquina y desaparece.
Hay ramilletes de flores blancas
cobijadas entre las tejas.
Pronto será un jardín seco.
Pocas lluvias vendrán,
quizá un pequeño chubasco
refrescará sus pétalos.
Viene el verano con su sol ardiente,
convertirá el asfalto en fuego,
los muros enfriarán el interior
de los monasterios
y en la calle las moscas buscarán las sombras
incordiando el descanso de las siestas,
mientras, en el silencio de la tarde,
el zureo de las palomas nos adormece.
Brotaba el agua por el caño
Brotaba el agua por el caño
de la fuente.
El viento movía su melena
clara
y el aire esparcía su risa.
Hay un hueco que nunca se rellena
Hay un hueco que nunca se rellena,
está al fondo del cajón
de la mesilla de noche,
entre sujetadores y bragas.
Ese espacio se niega a ser invadido,
es un rincón sin nombre
sin adjudicación propia.
Podría llamarse vacío,
inquietud, esperanza.
Es el lugar de un sueño
y como nada encaja,
no admite intrusos.
Solo en el curso alto
Solo en el curso alto
lleva el río aguas transparentes,
cascadas plateadas,
torbellinos de espuma.
Al final de su recorrido
arrastra barro y reposa
en su fondo oscuro
podredumbre.
Sus aguas opacas, densas,
pardas y terrosas
son melena castaña
que cae sobre su lecho.
No se escucha su rumor
de voces cantarinas,
el eco de sus gotas,
espejos llenos de luz diáfana.
Van tranquilas, a paso lento,
avanzan pendiente abajo,
perdiendo su dulzura.
Entregado, su cuerpo
se cubre de sal.
El pasado es tan grande
El pasado es tan grande,
tan extenso su territorio
que mirado desde la distancia
parece un país diferente.
Has cruzado varias fronteras,
no se distingue del paisaje abandonado
tan solo detalles sueltos,
que vienen y van forjando un relato.
Algunos de esos detalles se cargan
a tu mochila como cachivaches,
igual que sus remiendos.
Son reliquias y cicatrices,
partes tan usadas que no se distingue dónde
acaba la verdad y empieza la mentira.
Ves por sorpresa al echar la vista atrás
otros contornos que ni recuerdas
haber recorrido
y te asombran por su belleza.
Otros prefieres dejarlos
allí perdidos en la lejanía.
Se juntaron tantos ayeres
que piensas que pocos serán
desde este punto.
Sigues el camino,
quizá aquel de un tiempo remoto
no seas tú.
Si pones tus pies sobre sus huellas,
seguro que no coinciden.
Eres otra persona,
algo habrá de aquella, seguro.
Estos detalles
que reconocen los mismos ojos
con brillo distinto.
Cuántas palabras deformadas
Cuántas palabras deformadas
por llegar erradas a torpes oídos.
La voz repite un eco
que perdió la razón en la boca
del que la lanzó desde la cima.
La palabra es falsa grafía
de un eco hecho tacto.
Es una figura diluida
Es una figura diluida
en este líquido tiempo,
pizca de sal echada al río.
Claros destellos entre ramas
de un bosque imberbe,
lánguidas manos abrazan
las confusas señales
y en la garganta un grito
se traga y vomita rutina.
Abandona la razón cualquier causa,
la casa no espera visita
y se siente planta a la que nadie sube,
a ningún ático llega.
Quiere escapar, romper sus paredes,
cruzar la calle,
avanzar hacia el único territorio
este que dibuja con continuo desengaño.
Aún sabiendo que la muerte está
Aún sabiendo que la muerte está
recostada en el hombro,
no siente el cuerpo la urgencia
de la vida,
sino la calma del olvido de la búsqueda,
ceder el paso lento a la costumbre
de lo cotidiano
y abandonarse al recreo de la pereza.
No fueron los años de condena
la quiebra de la voluntad,
en las ramas siguen brotando hojas
verdes en primavera,
la corteza se eriza con el hielo
y por sus venas corre y su savia le nutre.
La muerte pudo ser
aliento para la vida,
pero a la vida ya no le importa.
Y. sin prestar razón al desatino,
crea con lo justo el relato de una alegoría.
Con qué prestada identidad
Con qué prestada identidad
vive esta mariposa, a cuyas alas
los ignorantes dedos
quitaron sus polvos mágicos
para poder volar.
Sabe que pudo vivir tan distintas vidas,
ser diferentes sustancias,
nacer en cualquier territorio.
Esta es su vida,
este su ser,
esta su tierra.
Busca su flor en este pequeño jardín
cubierto de hierbajos
que nadie cuida.
Como estuvo herida durante largo tiempo
sus alas quedaron mustias
y ya apenas vuela, da saltos cortos
en breve espacio.
Acogida entre una maleza
de los tallos de una planta,
tiene su refugio y alimento,
sombra cuando el sol aprieta,
techo cuando llueve.
Es tan frágil su cuerpo,
tan insignificante su presencia,
que ni los depredadores la quieren disfrutar
entre sus fauces.
Sabe que pasan los días
porque ruedan las horas
entre luz y oscuridad,
frío y calor,
hojas secas en el suelo
y florecillas que brotan.
La claridad no le ofrece
mayor gozo que la noche.
Pasa sin dejar huella, la una y la otra.
No es que esta mariposa
esté impasible a los cotidianos
acontecimientos,
se acomoda y sueña.
Tuvo días tristes, dolorosos,
donde el miedo se instaló
tan fuerte en su pecho,
que temió por su fortaleza.
Se sintió sucumbir, meter la cabeza
bajo las alas,
pero algo divino tiraba de sus miembros,
no la dejaba que se rindiera.
En este transcurrir disfruta
de los detalles del paisaje
que le reconforta.
Vive, con la imagen
que la naturaleza dibujó en su figura,
reconocida en el reflejo de un charco
de agua.
Pudo ser cualquier otra cosa
haber tenido otra vida,
quizá maravillosa o trágica.
Este es su rincón y lo protege
como la más especial joya
en el cofre de su alma.
A brochazos blancos
A brochazos blancos
sobre azul claro y luminoso
se viste hoy el cielo.
Entre los espacios corre
un aire frío, penetra y calma
los ardores recientes
y la piel busca mayor abrigo.
Llevan una inquietud las horas,
arrastrada con pesadez por el día.
Quizá sea la víspera de un programa
trazado en la agenda.
Se marcó la equis sobre una incertidumbre.
Desea poder romper la nota,
borrar lo pendiente
y rubricar tranquilo el símbolo de visto.
Paloma reposada de nuevo
en su refugio seguro.
Acaba de morir mi perro.
Acaba de morir mi perro.
Se llamaba Puchi, había cumplido
hacia un par de meses los dieciséis años.
En estas últimas semanas
se fue deteriorando mucho,
se cansaba al caminar
parecía un caballito trotador.
Enfermó, le salió un tumor y después otro
y otro, incurables.
Pero era tan fuerte que no perdía
las ganas de comer
y, a pesar de estar ya casi ciego,
distinguía desde lejos un papel blanco.
Recuerdo cuando lo cogí por primera vez
en brazos, tan pequeñito,
con esa carita de bueno
que siempre ha tenido.
Lo elegí de toda la camada a él
porque sentí la nobleza
en su mirada.
Era desde pequeño tan nervioso,
tan voraz con escarbar la tierra,
arrancar las plantas
y secar las flores con su orín,
que tuvimos que cercar una parte
del patio: una zona para él
y otra protegida de su desenfreno.
Era un perro muy humano.
Creo que haberlo retirado
de su clan antes de la cuarentena
no le permitió aprender de sus congéneres
sus propios instintos.
Y, cuando llegó a la pubertad,
en su comportamiento sexual fue tan torpe,
que ante una hembra no supo cómo hacer,
sin poder llegar a culminar el acto.
Aunque sí que se agarraba a cojines
y a piernas de extraños.
Ha muerto en casa, tranquilo.
La muerte iba arañando cada aliento,
la sangre se congelaba en sus patas.
En unos estertores suaves sin violencia,
abrió la boca tomando el poco aire
que sus pulmones débiles le permitían.
Llevaba tres días sin probar agua,
ni comida y aún respondía
a nuestra llamada, a una caricia.
Como no podía ya andar,
lo bajábamos en una bolsa
para hacer sus necesidades.
Hasta anoche mismo
fue capaz de sostenerse un poco
en pie y caminar alrededor del parterre
de la plaza donde olisqueaba su territorio
y levantaba la pata.
Hacía tiempo que ya no podía.
Con dificultad se mantenía en cuclillas,
hasta que ni siquiera pudo hacer eso.
Hace apenas una hora que aún
estaba, aunque ya casi no estaba.
Puchi, pequeño Puchino,
corretea por otros campos,
sé feliz, escarba la tierra,
cómete todas las servilletas
que te apetezca,
olisquea todas las esquinas y troncos,
goza de amar y ser amado.
Mi querido Puchini, te recordaré siempre.
Te quiero, amigo.
Pronto pasan las nubes
Pronto pasan las nubes,
no te sofoques por su negrura,
ni te confíes en su lecho
de esponjoso algodón.
Ayer, por el poniente, hicieron
apiñada bravura ,
descargaron toda su rabia,
desataron la fundida luz,
atravesaron los espacios sus afiladas lanzas,
centelleaban a ráfagas surcando el aire como aves
de mal agüero.
Desplegadas sus negras alas,
se batían los espadachines
en el fragor de la lucha.
Tras esa furia desbordada,
al llegar el sosiego,
dejó sobre la tierra la intensa fragancia,
fermento de pasión,
entregada la amante agua,
a su amada tierra
despliega sus aromáticos efluvios.
Sus pétalos encendidos por el sol
avivan las entrañas y la sangre
desecha la bilis negra por los canalones,
recorren sus arroyuelos turbios
hacia el abismo de las alcantarillas,
llevados lejos a purificarse de su aflicción.
Reclama la vida su derecho al gozo.
El paisaje de nuevo se ilumina.
Por cada resquicio del cuerpo
supuraba su amargura
y entra a raudales la luz del júbilo.
Cantemos por ahora, ¡aleluya!
Ayer nubes negras hundían
su peso sobre nuestras cabezas,
hoy ha sembrado el cielo
la blanda alfombra de espuma blanca.
Brotan ecos de risas,
arrullos de aves,
vuelos de palomas
y el alma, en paz, sin miedo ni tristeza
vuelve a su natural ser,
el amor.
Un día el ego se ausenta
Un día el ego se ausenta,
deja el cuerpo con sensación de vacío.
Una cierta incomodidad
recorre nuestros miembros,
se mueve al ritmo de los relojes
por pura inercia, no por propia voluntad.
Todo el entorno se dibuja
con sus formas acostumbradas.
Nada de lo que hay
podrás decir que no lo reconoces,
sin embargo, eres un elemento ajeno
incluido en ese paisaje
sin identidad ni certezas.
Pierden los pilares este edificio
que con firmeza lo mantenían.
Fluía la vida por sus amplias y abiertas ventanas,
salía y entraba en busca de sueños y sol.
Un pez que ligero se mueve en el agua,
es ave de un perfecto cielo.
Haber sido uno más en el mundo,
parte de un todo y ahora no ser
nada, disuelta forma sobre un oscuro fondo.
¿Qué rostro se mira
cuando son extraños los ojos?
Hablan de una realidad que no entiende,
la boca repite un eco,
obedece la rueda y gira.
Los otros visten sonrisas,
traje que un día llevaron tus labios.
Comentan, hacen, se mueven
en un reconocido camino,
comprenden las señales
mientras el ausente se pregunta
qué sentido tiene.
Ha perdido la razón del símbolo,
ese actor que, tan metido en su papel,
creyó ser el personaje
de pronto, como quién despierta de un sueño,
se ve sobre una tarima,
diciendo palabras aprendidas de memoria,
intercambiadas con otros interlocutores.
Ha perdido el guion
de la obra y su cabeza
no entiende qué tipo de estupidez
relata, qué ridícula apariencia lleva,
quiénes son esos que escuchan y miran
sintiendo ser uno en esta historia.
Un día el ego se diluye, como nube
en el cielo
y claro se distingue su fondo.
Tanta claridad que su luz ciega.
En lugar de abrir los ojos,
estallar el corazón de alegría,
la mirada se turbia, se oscurece todo,
porque los cuentos no tienen sentido
cuando se pierde el argumento.
Quedan las palabras sueltas,
cada elemento,
cada personaje,
objetos del decorado,
son un absurdo, una figura inexistente
sin nombre, sin plano, sin valor.
Estando en un bosque, te sientes habitar
un desierto.
Cubres tu rostro con las manos,
lloras desconsolada al hallarte perdida
en un punto sin retorno.
Solo volver al espejismo ayuda a recobrar
esa locura sana de creerte ser alguien.
Tu mirada sin vida
Tu mirada sin vida,
gélidas órbitas de cristal
negras y brillantes.
Mirada estática sin asombro,
perdida en el infinito
llena del vacío de eternidad.
Mi mirada en tu mirada,
separada distancia
entre vida y muerte.
No saldrá tu alma de la prisión
de tu cuerpo, nunca estuvo encadenada.
Quizá busque a la mía
y graviten fuera de los límites
de esta inmóvil ignorancia.
¿De qué modo se penetran
las almas que tienen diferentes moldes?
¿Acaso son sus arcillas texturas
que nunca se podrán mezclar?
Entender la muerte vestida
de máscara humana,
aquello que de ti permanece
en mí, sustancia impalpable.
Una parte me ofrecerá
el eco de su reclamo.
Se han unido todas las tristezas
Se han unido todas las tristezas
y se hacen noche apretada y oscura.
Ni una estrella fugaz brilla en el cielo,
ni tan siquiera el halo entre nubes
de una incipiente luna.
Quiero arrancarme estas prendas
Quiero arrancarme estas prendas,
desvestirme de estos harapos malolientes,
dejar desnuda la piel,
quitar la costra que el tiempo labró
con polvo y arena.
Quiero desprenderme de sus colores oscuros,
de su dura textura.
Se espera y no extraña el amanecer
Se espera y no extraña el amanecer
el trazado recorrido del sol
hasta el ocaso.
Se espera y no extraña
hacer rito de la rutina.
Sin ser obligado repetimos un eco.
Se espera y no extraña
llegar a un acuerdo tácito
y confluyan partes del ser
en único espacio y tiempo.
Se espera y no extraña
que los días vayan de lunes a domingo,
los relojes den sus horas
y dividan sus esferas en cuartos.
Parezcan volar los mismos pájaros
por un mismo cielo.
Cuando la carne está herida
Cuando la carne está herida
y el cuerpo cede al gélido beso
del bisturí, el alma desaparece.
Vencida se postra sobre un tálamo de sacrificio
y todo duele, ojos, espalda, aliento,
la boca vacía de palabras,
los labios ribera en sequía,
seca está su garganta,
tierra arañada por dientes de acero.
¿Adónde marcha el alma
cuando la carne es frágil fortaleza
rodeada por un paisaje ajeno
de voces huecas?
Y luego todo es silencio.
Dibuja en la piel
su desagradable oruga
ese amasijo de vísceras retorcidas,
zurcido tejido al capricho de la aguja,
Los días pasan y tejen hojas en ese tallo
y las ramas se enderezan.
De nuevo el aire puro
recorre los nervios,
abre canales de savia.
Se ausentó el alma de aquel desierto,
regresa y se acomoda confiada,
olvidada la traición.
Ella, como el agua
que brota del manantial puro,
deja rodar un murmullo sutil,
se sumerge enigmática
en la intimidad de su estancia.
Acogida en su lecho,
se envuelve entre satinadas sábanas
y duerme plácida.
Anhela la paz cese la batalla
Anhela la paz cese la batalla
de esta espera.
Celebre alcanzar la orilla
y repose el cuerpo
en el lecho blando
de su arena dorada.
Qué loca deformidad nos atrapa
Qué loca deformidad nos atrapa
con el paso de los años.
Y llegamos a la vejez
que, no conforme en convertir
la tierra regada y fresca
en árido territorio
de apretados terrones secos,
se afana en dibujar un esperpento.
¿Por qué ocurre el suceso extraño
que se hace más gruesa la nariz,
más grandes las orejas,
mientras se encogen los ojos
y los labios finos aprietan
un limón que deja su sabor agrio?
Si la piel se vuelve vestido
cubierto de manchas,
la memoria es lienzo cada vez
más blanco y fino
por tantos lavados.
Queda el tejido al tacto,
por unas manos azuladas,
venas rotas como cristales,
nieve derretida por el sol de los días.
Qué artesano creó tan descabellado
artilugio, qué arquitecto levantó
esta casa frágil
ante el vendaval y las lluvias.
Desvencijados quedan los marcos,
cuelgan de las bisagras las ventanas,
entra el invierno por sus galerías,
brotan bultos por las paredes.
La losa del suelo,
por muy limpia que esté,
se cubre de un tono cetrino y opaco.
Enferman los pilares, se agujerean
y fácilmente se quiebran.
Todo el edificio se hace añicos,
acumula escombro por los rincones.
Su aspecto lustroso recién pintado
se vuelve triste abandono,
reflejo de un rostro que aprendió a mirarse
en las aguas de una irrealidad
y ahora se deshace entre sombras
por donde penetran intrusos rayos,
juegan con las chispas de las neuronas
a crear sueños fatuos.
Por qué a mejor conocimiento,
mayor torpeza.
Por qué cuánta menos voz,
más errores hay en nuestro texto.
Admiramos estos muros
de piedra de siglos
mientras esta endeble fortaleza,
llegada su ruina,
será olvido en la miradas de otros ojos.
Uso la palabra para jugar
Uso la palabra para jugar,
para llorar y reír,
para gritar a los cuatro vientos
de mi habitación
y que sus ecos reboten sobre mi consciencia
en un intento loco
de reconocerse en su reflejo.
La vida me dio la palabra
y yo la expuse al auditorio
de mi morada interior.
Usé la palabra para hablar
a mi corazón y sus sentimientos
y al abstracto lenguaje del cerebro.
Puse discursos equivocados,
prestados de quién ignora
el manantial que recorre
las entrañas de su comarca.
Usaba la palabra en silencio,
la saboreaba en mi boca.
Entre mis labios dejaba escapar
un leve murmullo,
iba a la puerta de la calle
y volvía hacia adentro.
Uso la palabra, salvadora
de mis soledades.
Frente a miedos construí murallas
y un puente levadizo
que no siempre evitó el asalto.
Con dolores pequeños, medianos y grandes
usé distintos vocabularios
y nunca fue el grito más alto
que el clandestino gemido.
El agua fluye por el cauce
con su ronco rumor
como la voz recorre todo el cuerpo
y no solo desborda su caudal la ribera
sino holla hasta lo más hondo.
De sal fuimos creados,
la palabra es roca que la filtra
para brotar de su cuenca
pura y transparente,
pero arrastra limo y piedras,
arcilla modelada por el cuello
angosto de nuestra garganta.
Uso las palabras,
gotas dulces buscando
abrazar un océano.
¡Mira esa niña!
¡Mira esa niña! Apenas tendrá
tres o cuatro meses.
Está desnuda sobre una sábana de flores
que cubre una mesa de patio
adornado con macetas.
Sonríe a unos ojos que la miran
y ella también los mira.
Ojos inmensos como un océano de noche,
mofletes carnosos donde se esconde
el pedacito de carne de una nariz,
la boquita amplia,
las manitas sobre su vientre prominente
los brazos y piernas rollizos.
Es un bebé feliz, bien alimentado,
aún no se cebaron alimañas por sus piernas,
ni alcanzaron los territorios prohibidos
hasta aquella noche entre abril y mayo.
Casi cumplido el año y su rostro
se entristeció, en sus ojos el brillo febril,
sus mejillas ardientes rojas.
A la mañana siguiente la tragedia,
el derribo de una fortaleza frágil.
Y de ahí hacia adelante
por un camino complicado,
cubierto de piedras y grietas,
con un sol implacable,
sin alivio de sombra protectora.
Rozando los cardos aprendió a amarlos,
agarrada a su tallo espinoso
como caracoles.
* * *
La vida pasa y a veces,
parece transcurrir muy lenta,
hasta despertar por una alarma insistente
y entonces, todo va deprisa.
Tan deprisa que se cansa la voluntad,
ceden las fuerzas y ansía el reposo.
El cuerpo transformado en otro cuerpo,
amado y odiado, despreciado y compadecido.
Los ojos miran otros ojos
que no son aquellos,
la sonrisa es a regañadientes,
aunque fluye con alegría en horas punta,
como las campanas de la iglesia.
Es la vida, que pasa por un tiempo infinito.
Se oyen correr por callejones
unos pasos ligeros,
mientras despacio van estas agujas
de un reloj de frenéticas horas.
Un miedo disfrazado de angustia
atenaza los nervios,
lo deposita por rincones ocultos,
encarcela la confianza
y la hace presa sin barrotes.
Desde alguna colina descubre el paisaje recorrido,
a tramos se muestra y lo esconde la maleza.
Como una serpiente muda de piel,
se mimetiza con las entrañas de la tierra,
enredada entre sus tripas,
va haciendo nudos, apretado horizonte
imposible de desatar,
de discernir sus colores,
entre cielo y territorio telúrico.
La vida tiene cada día nuevas noches
con sus albas,
lluvias que alivian la sed,
aunque no llegan a limpiar un dolor
que se incrusta en las arterias.
Vientos se llevan penas aullando
por los resquicios.
Ilumina de vez en cuando un sol
el rostro que recuerda aquella inocente sonrisa.
Pronto viene una nube y la oscurece.
Frente al espejo se pregunta
qué restos quedan de aquel naufragio,
si las olas arrastraron, cuánto hubo.
Qué hay todavía entre lunares
de luna y agua sino sutiles destellos.
Una capa de sal cubre unos despedazados trozos,
no reconocen ya su forma
tal vez, descubra en la quebrada arcilla
una rendija de brillante celadón,
recuerdo de su verdadero color y esencia.
Hoy ha quedado barro seco
Hoy ha quedado barro seco
a la orilla del río.
Sediento bebió el sol sus aguas.
Se han borrado los caminos
que brotaron con la fuente
y entre risas cándidas
aprendieron su rumor.
Crecieron sus púberes arroyos,
temblaban de gozo sus dedos
al rozar la piel de la tierra.
Ahora, aunque son cristales rotos sus gotas,
aun confían en llegar a un verde mar
y ser majestuosas olas con destellos de nácar.
Un deambular lento y aburrido
Un deambular lento y aburrido
lleva la hormiga entre los pétalos
de una flor deshojada por el viento.
Arrancado polen por inquietas manos,
arañándola la muerte, se pone mustia.
Lento caminar y aburrido rumbo
lleva la hormiga ,
va en un zigzag torpe.
Olisquea, avanza a tientas
a la espera de llegar a la pulpa
con ansias de hambre.
Mientras, cava inocente
la tierra para llegar a la raíz
que nunca alcanza
porque nunca tuvo raíces
la flor de un jarrón.
No desvisto este cuerpo
No desvisto este cuerpo
ni lo cubro con tejidos suaves y blandos,
dejo que el viento lo desnude,
recorra sueños de azoteas
donde el sol ribetee
ondas de destellos dorados.
Pero, ay, este sol hiere
con su fuego y su luz engaña.
Los días colgados de sus vestiduras,
golpeadas por vientos,
se mojan de lluvias y rocío.
A duras penas aguantan la noche,
empapados de polvo de estrellas,
de rayos de luna plateada.
Sujetos a un cordel,
van enganchados unos a otros.
Se dejó a la suerte su devenir.
Bañados con promesas de horizontes,
niegan y reconocen su reflejo en los turbios charcos.
Pasan por sus estaciones rutinas e imprevistos.
Todo es calendario fortuito.
Alimentan sus bocas vacías
moscas y pétalos.
En sus senderos hay repudio y olvido,
la razón lucha y cede,
cede y lucha.
Y gana la desidia.
Hueca vasija sin fondo
Hueca vasija sin fondo
donde todo líquido cae
y se pierde.
Hasta el aire se funde
en la hoguera de su vacío,
se hace humo elevado hacia la nada.
Guarda la mirada la forma completa
a pesar de las ausencias en sus contornos.
No retiene en cobijo la duda,
sino el desastre de la evidencia.
Ocupa un espacio inútil,
le cuelgan telarañas de sus brazos.
Es arcilla cubierta de grietas
y no lámpara de luz.
Absurda diametría de los
pedazos rotos.
Que se llene el aire de melodía
Que se llene el aire de melodía,
que crucen las ondas los ecos
de este silencio,
que forje en la lejanía una plegaria
de trinos de pájaros,
que cabalguen sobre sus alas
los suspiros de tristeza,
la escarcha de los miedos,
el limo de las semillas del dolor.
Regresen en bandadas
con alegres cantos
celebrando la vida.
Hay días, a veces, horas
Hay días, a veces, horas,
por donde corre un aroma rancio
a carne podrida.
Muestra el rostro cadavérico
este existir que, de normal,
se cubre con un velo de seda.
Hay una daga clavada en el pecho
que rasga las vísceras
y se recrea en remover su mango
dejando correr una espuma agria
por la comisura de la boca.
Hay atardeceres más oscuros
que la noche.
Perfuma de hedor la carne,
vierte silencio la garganta
y el nudo del miedo se aprieta
con firmeza.
Hay una tenue luz que asoma,
son rayos de una luna doncella.
Abre esta flor sus pétalos de terciopelo,
embaucada va la mirada
a caer en su belleza.
Ese nudo se desata,
se sosiega el corazón,
la razón se vuelve a engañar.
Este es un segundo tiempo
Este es un segundo tiempo.
Ha pasado el sol por su órbita
y ha vuelto a pisar la misma senda.
Recuerdan los ojos su entrega virginal
a la luz del paisaje,
en el horizonte íntimo se recreaba la mirada.
La agenda recorre los mismos días
con otro cuerpo,
sosegada la pasión,
acostumbrada a sus contornos.
Convaleciente, cura la herida aún abierta,
aunque no sangra, cicatriza lentamente,
a puntadas cierra el deshecho cosido.
En el calendario los meses agitaron
semanas y cambió un sábado por un lunes,
el trueque marcaba la desventaja.
Este es un segundo tiempo.
En el cielo vuelan más palomas,
habitan en estas tejas y hacen sus nidos
sobre un jardín de ramilletes de flores blancas
donde las sombras llegan más tardías.
Ignoraba el rostro complaciente
la ventura del mañana,
el arrastre de las redes sobre
el lodo de un fondo.
Este es un segundo tiempo
y, a pesar de todo el dolor infringido
por la arista de su cristal,
la promesa resiste un rugir
oculto entre la maleza.
Confía el alma esté guardada la bestia
tras altas murallas.
Fuerte es la lánguida amapola
Fuerte es la lánguida amapola,
casi flotan sus pétalos
sobre su largo tallo.
La mueve con violencia el viento
y su flor se agarra firme
al cáliz.
Mas, si la cortas queda su corola mustia,
se apaga su brillante rubí ,
pierde la tersura su piel,
parecen alas de una mariposa muerta.
Un día quise lanzar una botella
Un día quise lanzar una botella
al mar
mostrando la radiografía
de mi cuerpo herido,
el dolor de mis huesos,
la calcamonía de mi alma,
triste en su soledad,
con la esperanza del náufrago
que suspira desde su isla
por divisar las velas altas y blancas
de un barco.
Como esta nube son los sueños
Como esta nube son los sueños.
Nada sobre el lago del cielo un pato
y, en breves segundos, se deshace
diluida blancura en el azul.
Hoy fue víspera de un hermoso
Hoy fue víspera de un hermoso
acontecimiento,
guardada felicidad en el vientre
de la memoria
devuelto al útero del tiempo infinito.
Brotó la semilla germinada,
flor que va por la vida presente
recogiendo polvo y echando pétalos.
Hoy fue víspera de otro mañana,
los ojos de un corazón la sienten
con bruma de melancolía,
pues no hay otra forma
de mirar al ayer a la cara,
sin sufrir el vacío
de una belleza perdida.
La mariposa de nuevas primaveras
La mariposa de nuevas primaveras
es cada vez más oruga,
más frágiles sus alas,
menos bellos sus colores.
No sabes si duele la felicidad
No sabes si duele la felicidad
que se intuye en el otro,
no sabes si son sus sonrisas
promesas o logros.
Tal vez tienen razones sus alardes
de alegría, puede que estén
en lo cierto y sea tu camino
errado, llevados tus pasos
por un territorio hostil.
No hay vuelta atrás,
sus huellas se borraron
las cubrió la maleza,
imposible retomar en el cruce,
el desvío acertado
por un paisaje más hermoso.
No sabrías si tu deseo
es deseo del otro
que araña la piel y golpea tus huesos,
si son ilusas sus amplias sonrisas.
Quizá es fe por una causa
que no entiendes.
Entonces, ¿por qué sufres
la penitencia del desaliento
por culpa de un reflejo?
Acaso eres la niña que hace
¿Acaso eres la niña que hace
ñoñerías para que la miren
y le rían las gracias?
¿Acaso no te basta ese bocado
que muerdes para tu hambre?
¿Acaso esperas el aplauso,
el vanidoso halago?
¿Acaso es tu valor moneda
con un precio?
¡Ay, amiga! ¿Es acaso tu soledad
espacio recorrido por el vuelo
de una pluma?
¿Acaso no son alas libres
para un sueño?
Aunque nadie te vea volar,
disfruta de su deleite.
¿Cómo hacer ausente esta angustia?
¿Cómo hacer ausente esta angustia?
Es fácil olvidar la muerte
que vendrá mañana.
Envolverse con la rutina de los días
y negar que acabará con un suspiro el aliento.
Pero esta angustia que destroza lentamente
devoran las entrañas sus fauces,
roen la carne sus gusanos,
da herida mortal al alma,
la desangra gota a gota.
Ese morir no se olvida.
Nos mentimos todos
Nos mentimos
todos.
En el éxito, en el fracaso,
en la línea recta, en la curva
de lo perfecto, que es error.
Hasta en medir la felicidad,
con una balanza trucada,
el adorno, el pongo y quito
la pequeña modificación,
el detalle insignificante.
Nos mentimos
todos,
vamos con el trapo dando
brillo al metal
donde nos miran los otros.
Hay colores más intensos,
la torre es aún más elevada,
la fortaleza. vigilada por dragones
para hacer aún mayor los méritos,
más dulces los besos,
grande la fuerza,
eterno nuestro amor.
Nos mentimos
todos
y maquillamos la resaca
de nuestros días,
el acumulado insomnio en nuestros sueños,
la boca seca, las palabras gastadas
en la lengua que bebe de ecos vacíos.
Nos mentimos
todos,
porque la magia no existe,
sino el milagro de mentirnos
para seguir mintiéndonos.
Este cansino camino que nunca acaba
Este cansino camino que nunca acaba,
esta pesada mochila que va vacía.
Y sin embargo,
¡qué bello paisaje
envuelve esta soledad encontrada!
Habla de los árboles,
cuenta sus ramas, siembra flores secas
entre las páginas.
Le canta al río y a los pájaros
con el silencio de su boca.
Los poemas de amor han quedado
Los poemas de amor han quedado
bajo las sábanas,
en los cajones de la mesilla.
En invierno se enreda su frío
entre las mantas
y en verano se pega su ardor
a los cuerpos desnudos.
Son palabras que el tiempo traen
y llevan con sus barruntos,
como ave migratoria
busca el territorio propicio
el alimento que sacie,
la calidez y el albergue
donde anidar en lugar seguro.
Suelto los versos
Suelto los versos
como quién suelta el bolso
sobre una silla al llegar a casa.
Me olvido de él hasta que busco las llaves
para cerrar la puerta.
Cuántas veces saco algo
y meto otra cosa,
o cambio de bolso
y me llevo al nuevo
lo que preciso.
El alma tiene memoria y salta
El alma tiene memoria y salta
como estos pajarillos inocentes
de cualquier malicia.
Busca el placer de existir sin más,
sin interrogantes ni dudas, vivir
en plenitud su impulso.
Vuela también esta alada alma,
lleva reflexiones y recuerdos entremezclados,
algo de dolor, muchos sueños,
alguna decepción, asumida conformidad,
calma ya sin límite.
La sal de un mar sobre su piel,
el frío de las noches de invierno,
la acogedora soledad en su celda.
Risas y tristezas dieron sus pasos cortos,
la alegría siempre es compartida.
El gozo es íntimo.
Gracias, susurra el alma pensativa,
por todo lo legado,
conocidos o no contribuyeron
a reforzar sus muros.
Aquellos que su memoria recuerda y olvida.
Gracias por la semilla implantada,
el germen que, sin intención
o con ella, dio cosecha.
Y el tiempo y la magia
que se escapa a la razón,
la recomponen, una y mil veces.
Aún sigue levantándose de sus caídas,
elevada al nivel que le corresponde.
Perdona a los que la hirieron a sabiendas.
Aquellos inocentes de sus pecados
no necesitan de ningún perdón sino lástima.
No oculta su rostro, sus ojos buscan
su verdadera mirada y ahora,
en sosiego, en su pequeña casa,
ordena sus bártulos,
abandona la resistencia
y se entrega.
Abandona el corazón las urgencias
Abandona el corazón las urgencias.
Nada humano le distingue,
está unido al todo,
puede ser ave, piedra,
verde hierba, nube,
gongs de campanas, murmullo, silencio,
viva materia, aire, infinito,
amor eterno.
Luego, el nuevo día regresa
Luego, el nuevo día regresa
con su orden establecido
y, desmemoriados,
como iniciados discípulos,
nos entregamos a la vida.
Cuando comenzó a morir
Cuando comenzó a morir,
hizo callar la música
para que hablara solo el silencio.
Son estrellas fugaces
Son estrellas fugaces,
suspiros de aliento,
ecos que avanzan entre las montañas,
trenes que cruzan de paso
por la estación sin parar.
Soplo, vuelo de ave migratoria,
gotas que caen en un chaparrón,
aguja del segundero,
lo que dura pronunciar una vocal.
Así de rápido cruzan las semanas
y vuelven otros viernes
con sus promesas de descanso y disfrute.
Este engaño pasa por delante
de nosotros muy deprisa,
difumina su rostro la velocidad.
Por eso repetimos los mismos vicios,
cometemos las mismas torpezas.
La muerte no es buena ni mala
La muerte no es buena ni mala,
importa y preocupa el cómo morir,
aunque a cada instante se muere.
¡Cómo llevar lo soportable
y cómo asumir lo insoportable.
¡Cómo renacer!
Lloran sus naufragios
Lloran sus naufragios
en la soledad de sus islas.
Quizá ninguno sepa
de las lágrimas del otro,
ocultas tras los muros de sus silencios.
Cae la lluvia sobre sus espaldas
y se junta el caudal dulce
con aguas de un salado océano.
Secará el sol el húmedo rastro,
dejará impregnado en la piel,
el salitre del baño de sacrificio.
Este cielo de hoy
Este cielo de hoy, cuando
el sol ha cubierto su cénit,
parece un cuadro pintado
por una mano infantil.
Azul claro su fondo
y, sobre él, nubes pequeñas,
esponjosas y muy blancas.
Estas pinceladas de colores
no son formas verdaderas,
este cielo que siempre nos engaña
es aire y vacío que el cuerpo atraviesa
sin notarlo.
Así es este cielo de hoy
en esta tarde apacible.
A pesar de ser viernes, la gente
guarda calma a estas horas.
HAIKUS 2
Cuna de luna
mece olas del mar negro,
hoja sin ramas
Punto brillante,
luz fiel sin esperanza.
El búho ulula
Líneas parejas,
luces rojas y blancas.
Gato nocturno
Luces pululan
de ventanas con vidas.
Colina ámbar
Mil direcciones
indican el camino,
río sin cauce.
Haikus
Noche espesa.
Bruma, frío y lluvia.
El oso duerme.
Guirnaldas verdes.
En el manto de tierra,
madre montaña.
Velocidades,
ciento veinte por hora.
El galgo corre.
Nombres extraños.
Perdido sin el mío.
Senda vacía.
Busco agua en la noche
Busco agua en la noche,
a oscuras agudizo la vista,
atenta a cualquier crujir.
Rápido vuelvo al lecho
para seguir dibujando
el cielo de plata.
La vida te abraza
La vida te abraza,
te aprieta,
te golpea,
te empuja,
te tira,
te arrastra.
La vida te alimenta
para después cortar tu frágil tallo
y arranca tus raíces
La vida te cuida,
te ama,
te protege
te calienta en su útero.
La vida te calma la sed
para después secar los ríos
y hacer de tu cuerpo desierto.
No nos busca la muerte, sino la nada
No nos busca la muerte, sino la nada.
No persigue nuestros pasos,
va adherida a nuestras suelas,
De la nada venimos a la nada regresaremos.
Estos ojos que tanto nos mienten
sirven sólo para la tierra que pisamos.
En el iris de su mirada la nada navega,
sobre el horizonte la bruma oculta
la luz que hoy no vemos.
Palpará nuestra materia otras formas,
finitas muertes vendrán,
mas ella paciente nos espera.
Esta materia errante,
eternidad intermitente,
como una redonda luna
alumbra una llena nada.
La presbicia
La presbicia
de nuestros cansados ojos
nos ha vuelto niños
locos que juegan
en un charco
de dudas y miedos.
Solo el aire recoge mi lamento
Solo el aire recoge mi lamento,
solo en esa parte invisible
queda mi vacío.
Allí no hay sonrisas ni abrazos,
el denso silencio no emite
palabra alguna.
Se mece en la brisa la vida,
siempre de los otros.
Esta máscara que se mira
Esta máscara que se mira
al espejo
buscando su identidad
es una ficción indescifrable.
Sin poder acogerse
a ningún rostro, se hace mueca.
Juega como un niño puro,
sucio de barro,
teje hilos de hechos y sueños.
Somos nada y la sensación
insoportable de vacío
prefiere llenarse de humo
o huracanes
antes que sentirse rota vasija,
fruto hueco.
Un día mi nombre será diluido eco hasta hacerse vacío
Un día mi nombre será diluido eco hasta hacerse vacío
un día mi nombre será diluido eco hasta hacerse
un día mi nombre será diluido eco hasta
un día mi nombre será diluido eco
un día mi nombre será diluido
un día mi nombre será
un día mi nombre
un día mi
un día
un
un día
un día mi
un día mi nombre
un día mi nombre será
un día mi nombre será diluido
un día mi nombre será diluido eco
un día mi nombre será diluido eco hasta
un día mi nombre será diluido eco hasta hacerse
un día mi nombre será diluido eco hasta hacerse vacío
En este bosque perdido
En este bosque perdido
entre brumas de niebla,
el espíritu es el engaño
para espantar los fantasmas.
Voy sacando de la maleta
Voy sacando de la maleta
ropa vieja, casi trapos,
documentos antiguos
cajas con candados sin llaves.
Vestigios de algo que un día estuvo
nuevo, cadáveres de insectos,
larvas que perecieron antes
de convertirse en mariposas,
imágenes mate en blanco y negro,
en sepia o colores deslucidos
con parchones de óxido,
rostros que no sonríen,
oscuras figuras cubiertas de polvo,
cristalizado instante.
Saco y saco,
no tiene fondo esta maleta
o es que tiro de una rueda
con los mismos desechos.
Mis palabras no son mi propiedad
Mis palabras no son mi propiedad,
más allá de pronunciar o escribir,
sus sílabas me llegaron,
da igual quien las suscribe.
Fueron préstamo por un tiempo
y devueltas a la vida.
Pesa el tiempo sobre los hombros
Pesa el tiempo sobre los hombros
y convierte en cansados nuestros pasos.
Roba el tiempo los días
y deja su olvido en nuestra boca.
Entrega el tiempo sus presentes
envueltos en papel arrugado.
Murió el ciruelo
Murió el ciruelo,
ese que, valiente,
mudó de tierra y de cuidados sabios
por el abandono,
sujeto a las lluvias
y torpes manos.
Murió el ciruelo
que tuvo la osadía
de sobrevivir a tu carne.
Ahora también es seca corteza
como tus huesos.
¿Qué viento rompió sus ramas,
qué sierra cortó sus venas,
desangró su cuerpo
y cubrió su piel
con el ámbar de la muerte?
La vida y sus preposiciones
Mi amor es a la vida,
mis dudas ante la vida,
mis sombras bajo la vida,
mi caminar con la vida,
mi odio contra la vida.
Mi dolor es de vida,
mi huida desde la vida,
mi lucha durante la vida,
mi fe en la vida,
mi mentira y error entre la vida,
mi libertad hacia la vida,
mi perder hasta la vida,
mi sujeción mediante la vida,
mi morir para la vida,
mi soñar por la vida,
mi vencer sin la vida,
mi rebeldía sobre la vida,
mi olvido tras la vida,
mi alma vía vida,
mi brevedad versus infinito.
Mi temor desde la vida,
mi alegría con la vida,
mi sueño por la vida.
Esto es un teatrillo sin guion
Esto es un teatrillo sin guion
formal ni profundo,
una mediocre tragicomedia
con actores sobreactuados,
sainete ridículo y soez.
Deambulan los actores
de un lado a otro,
diálogos absurdos,
vacíos y banales,
gritan sobre el escenario
que tiene mala acústica
y no llegan claros a la platea.
Es un nudo apretado
Es un nudo apretado.
Es insistente, provocador, incisivo,
contumaz, agresivo, impío, ciego,
sordo, sin modales.
El dolor.
En la brevedad de un suspiro
En la brevedad de un suspiro
hay un largo lamento,
el pesado cansancio
de un resentimiento profundo,
el abandono de la paciencia,
la valiente rendición,
la sabiduría de un vivir,
el aliento cálido
entregado a la helada nada.
Ella es tierra
Ella es tierra, le brotan
yerbas y flores por la piel,
tiernas raíces y roca dura,
agua y fuego van por sus entrañas.
Bosques crecen por sus costados
con claros ocultos,
refugios de un sol naciente
y silencioso abandono
al atardecer, de sombras.
Ella es tierra y de piedra
son sus muros y pilares,
aunque es frágil su fortaleza
cuando su pesada carga
se estremece.
Tiene un corazón de matorral
de plantas aromáticas.
Ella se deja acariciar por las olas
de un mar caprichoso,
entregado amante
o arisco e hiriente
le araña y muerde con iracundo ímpetu.
Los vientos y aguaceros
son lametazos que la tumban
y la levantan.
Las nubes cuando se rompen
abren surcos sobre su cuerpo,
cauces de violáceos ríos,
aguas saladas y dulces.
Caen cascadas de sus brazos
y rocío de sus dedos.
En su vientre hay volcanes
y también escarchas,
derretido glaciar
de algún invierno.
Sobre su espalda se apoyan
montañas y colinas,
tienen una ladera frondosa,
regalo de un cielo generoso
y otra que el viento árido
la convierte en páramo hostil.
En su profundo valle habita
la fauna de variadas emociones
y el calmo reposo de un prado
con alegres cantos de aves.
Nada en ella es seguro ni eterno,
todo lo entrega y absorbe,
nace y muere.
Ella no es olvido,
sino desmemoria ignorante
de los que niegan o dañan su recuerdo.
Tierra pisada, suelo de un cosmos
surcado por estrellas,
celestiales ángeles,
súbditos de un dios ausente.
Ribera de arroyos,
playas de océanos.
Contorno siempre,
nunca frontera.
Tierra es carne de mi carne,
tengo sus aromas
y ella tendrá mis sabores.
Tierra conmigo siamesa,
moriré en ti,
morirás conmigo.
Renaceremos.
Desaliento de la hoja que cae al vacío
Desaliento de la hoja que cae al vacío.
Desolada flor sin sus pétalos.
Deslucido cielo sin un sol.
Despoblado corazón lleno de olvido.
Desorientada veleta por estos aires locos.
Deshabitada alma del dolor.
Desprotegido cuerpo a la intemperie de la vida.
Desatada ilusión de ser inmortales.
Desechos de rutina son los presentes.
Descrédito del amor por tanto odio.
Descansados pies de nuestros torpes pasos.
Deshago de humo para crear nubes de ilusión.
Desatino del destino es desobedecer su voluntad
y desfallece en el empeño.
Desconfía de aquellos que dicen saber,
desvirtúan la única verdad,
desolada existencia.
Desconsuelo de cielo es la lluvia.
Desesperado reloj de la impaciencia.
Desatado hilo del nudo es la muerte.
Desperezarse cada mañana de las pesadillas.
Desquiciado sin punto de apoyo, nuestro ser.
Desvencijada puerta entre nuestros días
y la eternidad.
Des-pacio
des-vario
des-pertar
de-ceso
de-cepción.
La vida sigue siempre para los otros
La vida sigue siempre para los otros,
otros pasos, otras voces
con otro lenguaje,
otro espacio y tiempo ajeno,
pero el mismo sentimiento de abismo.
Agua que fluye
Agua que fluye,
bebe mi boca,
pisa mis pies.
Agua que se desvanece
en la cuenca de mis manos.
Vacíos cántaros sin río
que los lleven al mar.
Cae tu lluvia desde mis ojos,
calma tu sal la sed.
Ven, agua bendita,
de tus montañas,
cubre mis valles,
siembra de flores
este jardín.
Agua, agua, eres luz y verso.
Se han colocado las baldosas
Se han colocado las baldosas
cuadrando el suelo,
alisando los picos,
limando las aristas,
buscando la belleza
para cumplir la función
de sostenernos en pie.
Aquello que fue tormento
Aquello que fue tormento,
aquello que hizo resistencia,
aquel rechazo y dolor,
aquel desierto sin oasis,
es calmado océano
donde el cuerpo nada libre.
Protégeme, Dios mío
Protégeme, Dios mío, de vengar
mi dolor contra otro,
protégeme de la ira, de la tristeza,
de la rabia de injusticia por sentirme reo
sin cárcel.
En este camino solitario
ofreces belleza a un ciego.
Protégeme, Dios, de sentir impotencia
o resignación,
pues temor no hay
frente a tu implacable palabra.
Protégeme, Dios, de esta falsa consciencia
que dicta un confuso texto,
deja la mente abrumada y al alma perdida
por vericuetos oscuros.
Protégeme, Dios, de envidias,
de recelos que son breñas
en un corazón seco
y prende rápido fuego en sus ascuas.
Protégeme, Dios, de esta condena,
de esta estancia vacía
que llenas con tus sencillos dones.
Pero mi boca ha perdido el gusto,
niega su dulzura y la escupe
como amargo hueso de un fruto jugoso.
Protégeme, Dios, de mis miedos
y dudas,
abrázame en este desamparo,
en el destierro de la alegría,
esta clausura de silencio.
Protégeme, Dios, soy frágil tallo
que se doblega a tierra
con la más leve brisa.
Dame tu mano cálida,
déjame reposar en tu sosegado pecho,
dirige mis pasos con señales claras,
échame el lazo para asirme
de este profundo abismo.
Protégeme, Dios, entre tus brazos,
que sienta en mi rostro tu aliento,
no siembres negrura en mi carne,
pon luz a mis ojos,
risas en mis labios,
arrastra y llévate al olvido
los malos pensamientos.
Dime qué hago, dime qué busco,
solo sosiego proclamo
y llevarme a la boca
un buen trozo de vida.
Estaban los relojes parados
Estaban los relojes parados,
por el suelo con las patas hacia arriba,
cadáveres de cucarachas,
el polvo había hecho nudos.
Bajo los asientos y las camas
buscaron lugares oscuros
para hacer piña contra sus miedos.
Recobraba la memoria,
los detalles de las cosas.
Las piezas queridas esperaban
el tacto de unas manos.
Descubrían los ojos lo ya hallado,
encontraban lo no perdido.
El tiempo abrió las alas de una ventana
para volver a cerrarlas de nuevo,
cuando empiecen a brotar
de la hierba verde
las margaritas amarillas
de polen negro,
con sus pétalos de esperanza.
Qué fuerte es esta ilusión profunda
Qué fuerte es esta ilusión profunda
y amplía su niebla que confunden
los contornos.
Puesta la fe en que serán gotas de rocío
al llegar la aurora
y entregará al paisaje
la luz de sus destellos.
A veces en la negrura, se abren
estrechos pasillos que solo
dejan ver
una oscuridad aún más grande.
Por suerte, pronto la cubre otra nube
que aunque gris soportaremos su lluvia,
mas qué terrible serán los aguaceros
que arrastran nuestras certezas.
Caminamos entre brumas,
cortina traslúcida de engaños,
arañamos los perfiles
de unos rayos entre sombras
y ciegos de un sol
caminamos aun sabiendo
que nuestra piel
acabará quemada.
Vamos entre herida y herida
lamiéndonos las cicatrices.
Qué bártulos dejaré
Qué bártulos dejaré en esta
maleta abandonada,
restos en un profundo océano
que la marea del tiempo
arrastre a la playa cubiertos de olvidos,
repetidos ecos anónimos,
rumor de olas.
A medida que los días dan
A medida que los días dan
sus cortos pasos
y el tiempo recorre millas
entre el ramaje de un denso bosque,
la memoria cavila y se perdona.
Reconcilias enfrentados enemigos,
abandonas afectos y apegos no recomendables
y, lejos de fuertes apasionamientos,
te encariñas con la imagen opaca
que camina a tu lado.
A la simple luz de la vela
distinguir lo elemental y verdadero,
tener la fuente cercana a tu boca
y brote su eco claro y transparente.
Añadiremos olvidos y otros detalles
de un paisaje que se transforma
con elementos añadidos o restados.
Arrastrará su caudal más o menos profuso
guijarros y hasta pesadas piedras,
ajenos al rencor o remordimiento
dejémoslas depositadas a los márgenes,
mas llevemos, en nuestro interior
el limo de la experiencia,
sin poner en el horizonte mayor esperanza,
que el yugo del dolor, por compasión,
no nos apriete demasiado.
Fluya este río con sosiego,
se reflejen en sus aguas
los tornasoles de un sol
y sus rayos no jueguen con las sombras
a crear fantasmas entre los árboles
si acaso, hadas de sueños.
En busca del mar voy
y de su abrazo.