Somos frágiles aviones de papel
en la borrasca, en el ojo del huracán
o cuando la nave
rebasa la barrera de la luz.
Una corriente contraria,
una nube nos protege,
nos recoge en su vientre,
recompone y de nuevo nos lanza
al cielo con la ayuda del aire.
Una vez más, nos elevamos
en la atmósfera de la consciencia.
Sin embargo, eso no ocurre siempre,
y desaparecemos en la nada.
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