Espejo, ¿soy acaso yo tu reflejo?
Calavera, ¿soy acaso yo este rostro?
Vida, ¿soy esta muerte?
por un paisaje de calendario
Espejo, ¿soy acaso yo tu reflejo?
Calavera, ¿soy acaso yo este rostro?
Vida, ¿soy esta muerte?
Dónde está esta compañera huidiza,
aventurera de inquieto espíritu
que no reposa nunca,
más que un rato a nuestro lado
y toma asiento ligero.
Marcha rápido a otro destino,
nada detiene esta alma pura,
cándida pluma que cae sin peso.
Fue mi deseo de niña
dejar llevarme por su mano,
fundirme en su abrazo cálido,
hallar su preciado sosiego
en los efímeros días,
no esta ausencia suya
que a perpetua angustia,
me condena.
Antes que vieran mis ojos
ya veía mi cuerpo
el entorno que habitaba
sus objetos y voces.
Sus palabras modulaban
en mi boca su lenguaje,
tragadas, las asimilaba mi esencia
hollaban los surcos de mi mente
la consciencia del mundo
y su difusa realidad.
Antes de ver mis ojos,
mi boca probó el alimento
de la vida
y la sal de su océano,
sintió el calor de una caricia.
El frío de las madrugadas
depositaban escarchas por los rincones,
mi alma refugiada entres soledades
levantaba las paredes de su cobijo
con saliva, sudor y tierra,
nido abierto al cielo.
Por eso, antes de abrir mis ojos
al espacio que me acogía,
aprendía ya a vivir,
ajustaba mis líneas con las otras
describiendo mi propio paisaje
por el que transitar descalza y desnuda.
Antes de desplegarse estos pétalos
y se llenaran de luz, de color y de ilusión,
ya morían para despertar
al universo.
Tan afuera me quieren
que cierran ventanas y contraventanas,
echan cerrojos y llaves
a las puertas.
Apenas un resquicio abren
por donde asomo la mirada
y veo un deformado paisaje.
Imagino con los detalles el todo,
trato de intuir el interior que contiene.
Qué hacer sino esperar
a que se expresen sus corazones,
que inviten a mis ecos a entrar con el aire
y fluyan con los suyos.
A sus llamadas yo acudo rápido,
sin sospechas ni incertidumbres,
con el respeto con el que uno pisa
un jardín cubierto de hermosas flores.
Al río no se le pide oro
que solo a los crédulos
engañe por su brillo.
Al río se le pide
que lleve agua fresca y pura
que sacie la sed y dé vida.
Hoy mi piel coge frío
con este tiempo lluvioso,
mis ojos se distraen
por el paisaje.
Pide pan y agua mi boca
siente los sabores mi ser,
caminan mis piernas,
mis manos palpan,
mi corazón se conmueve.
Ayer viví, en mi voz estoy
y un mañana incógnito,
un día, una hora, un instante,
seré partícula en el cosmos,
una gota de nube,
el germen de vida sobre la tierra.
No todas las mañanas
dibujan un sol en su horizonte.
Ni todos los días
tienen un cielo.
Cuántos infiernos bullen
entre ascuas
y convierten en cenizas
sueños y promesas.
No todos los amaneceres
abandonan la oscuridad de la noche
por la claridad de un fuego.
No todas las vidas palpitan,
sin embargo, en todas,
la muerte late.
No es una fuente de luz
ni un sol brillante,
es el fulgor de un manantial
que brota en tu pecho.
Pensó la cabeza sin prestar
oído al corazón,
se dejó llevar por su laberinto
de dolor y miedos,
silenciado su latir.
Y las palabras obstinadas
en ser fieles a la verdad
se ajustaban mal a ese cuerpo.
Buscó engañado la llama,
el destello, la claridad,
el calor de una hoguera
la lámpara encendida
en la noche.
Caminó a tientas
con los párpados cerrados,
esperaba el ojo ver
el fondo del túnel,
abandonar las sombras
alcanzar el alba del nuevo día.
Mas no encontró un sol luminoso ,
sino lava de volcán
arrasando la pendiente
abandonando cenizas a su paso.
Fue un rumor de agua,
la clara transparencia
de sus reflejos plateados
la cierta guía para estos ciegos.
Creyó despertar
deslumbrado de fantasía ,
engaño descubierto
bajo su espejo diáfano.
Es caricia de céfiro
cascadas sus centellas,
resplandor manado
de la piedra viva.
que vierte a la boca
la lucidez de sus ecos.
Ellos me veían, mas no me miraban,
me vieron entrelíneas.
Ellos me veían y trataron
de sumar de aquí y restar de allá.
Ellos me vieron como se ve la muchedumbre
y el paisaje anodino.
Ellos no vieron ni mi sombra,
ignoraron mis pasos,
creyeron oír algún rumor
y se dijeron, no es nadie.
Ellos me vieron fugaz
cuando los ojos por el instante pasan,
que apenas retienen
algo que se agita
y no se sigue su trayectoria.
Ellos me vieron sin jamás percibirme.
Yo los miro y no dejo verme,
interrogo al reflejo,
paso mi mano sobre su frío cristal,
con mis dedos lo acaricio,
con las uñas lo araño,
con el puño lo quiebro,
deformo su imagen creada,
dividida en diminutos trozos
llenos de aristas ,
rompo su redondez imperfecta.
Y aunque sangren mis dedos
al retirar uno a uno
hasta que solo quede
el fondo opaco,
vacío de reconocimiento alguno.
Como bola de paja seca,
ruedas por la vida
con la mirada a la espera
de su regalo
y la sorpresa triste
de su monotonía.
Es boca tímida que susurra
y caricia su silencio.
Son sus copos pisadas de bailarina
cuando danza.
Siembra con su mansa blancura
la mezcolanza de un paisaje.
Es un suspiro su voz,
son besos tiernos
sobre los labios de la tierra.
Cae como lánguida mano de dama
tendida al noble caballero
que recoge su pañuelo y extiende
la capa a sus pies.
Esta novia se cubre
con un delicado velo,
lienzo blanco de su pureza.
Son alas de ángeles sus carámbanos,
suspendidas de tejados y ramas,
cinturones ceñidos contra ventanas y puertas.
Cubre de los troncos un lado
mientras deja al descubierto el otro
mostrando su corteza desnuda,
como caras de una moneda
como el ying y el yang de la vida.
Es la nieve belleza sin mácula.
Dura tan breve tiempo su inocencia,
pronto el pecado la seduce
y su ingenua alma se pervierte
por los deseos de lascivos amantes
y corrompen su pureza
por el placer de ser dueño de ese territorio.
¿Adónde se fueron las nubes
que tan fieras dominaban este cielo?
¿Adónde huyeron que ha dejado
esta casa vacía de oscuridad
y la ha llenado de un azul claro
de vuelos de pájaros y arrullos de paloma
en los tejados?
El sol anida por los rincones, las esquinas
y los altos muros
y son sus sombras blancas vestiduras
de las calles.
La luz venció
a los oscuros pensamientos.
Hasta que no llegue la primavera
a mi corazón otoñal,
no busques color en mis ojos.
Opacos están sus cristales,
cubiertos de hojas ocres, secas, caducas,
y olvido.