Te echan de menos las estancias,
verte deambular por la casa,
en silencio, pensativa
con el paso lento, pesado,
como el ánimo al caer desde las alturas
a los pies y encadenarse.
Se hacen nudos
los hilos de tu fragilidad.
Te echa de menos el transparente
cristal con la clara monotonía,
igual que las gotas alegres,
resbalarte por las horas
sin tropiezos ni barreras,
dibujar el traslúcido fondo
de los mundos oníricos.
Te echa de menos la piel
y la carne,
mientras el alma agarra
con avidez el recuerdo de tu voz
para guardarla como un tesoro
hasta el regreso.
Transeúnte
por un paisaje de calendario
Te echan de menos las estancias,
Añoro aquella luz, serena
Añoro aquella luz, serena,
cielo de claridad transparente,
rayos que penetran en los muros
sin hacer sangre en su pétrea carne
que devuelve calor de su frío.
No esta luz llena de estridencias,
cristales rotos que arañan mis ojos,
cargados de una densa memoria
aquel ayer que ya no quiero.
¿Hay alguien detrás de esta puerta?
¿Hay alguien detrás de esta puerta?
¿Por qué nadie responde?
Escucho voces, gente que conversa y ríe.
¿Acaso alguien oye mi llamada?
Dejad de hacer ruido y prestad atención.
¿Podéis escuchar por un instante?
De acuerdo, guardaré silencio,
no molestaré más con mis palabras,
seguiré al lado de la puerta.
Me quedaré sin hacer ningún movimiento,
sentada, quieta, callada,
ni siquiera pronunciaré
un susurro de aliento ni un gemido.
¿No es verdad que nadie sabe
el mañana? Todo podría suceder.
Acaso, esas risas, ese parloteo cese
cuando lleguen sus noches
y se pregunten,
parece que hay alguien ahí dentro.
Sin la materia, no hay sombra.
Sin la materia, no hay sombra.
Sin luz, la materia no se ve.
Persiste la materia sin luz
solo la sombra enmarcada la necesita.
La sombra parece humo,
silueta inexacta de la materia.
La luz y su ausencia todo lo ciegan.
Perfila simples detalles con las sombras
para dar certezas a nuestra razón.
Y, sin embargo,
palpitan tantos corazones,
respira una muchedumbre
sin dejarse ver ni escuchar.
Aprendiz de costurera
Ella guardaba en latas de galletas
todo un batiburrillo de desechos:
botones, cremalleras, elásticos,
volantes de tul de prendas viejas,
cordones de zapatos
y cuentas de pulseras rotas,
bobinas de colores, agujas,
tijeras y dedal.
Aprendiz de costurera
que se sirve de un roto
para un descosido.
La fuente asiste al bullicio de gente
La fuente asiste al bullicio de gente.
Hay un ambiente festivo,
rugido que cubre el rumor del agua.
Sus borbotones caen movidos
por el viento de la noche
y expande su melena transparente
salpicando los rostros que se asoman
para oírla de cerca.
Fue perdiendo la blandura de la vida
y tomó la rigidez de la muerte.
Tejía herrumbre de frío
y su cuerpo se hizo roca.
En el campo se multiplican aromas
En el campo se multiplican aromas
de flores, de frutos maduros, de retamas
y yerbas silvestres,
de arbustos, romero y albahaca
tomillo y yerbaluisa.
Huele a tierra y matacañas.
Despierta el cuerpo a su sensual impulso.
En la ciudad, hierven otras fragancias
de cuerpos juntos, café
y pan de horno recién salido.
Hay olores dulzones que salen de pastelerías,
fritangas de cocinas de bares,
un regusto amargo dejan en la garganta
los gases de los motores,
abrasa la pituitaria el ardor del asfalto.
Por los parterres el perfume
de alguna flor nos fascina
recién brotada entre las ramas del árbol,
ramas que parecían muertas en invierno.
En los campos un denso infinito,
en la ciudad aglomeración y urgencias
en aquel vida y muerte cíclica,
en este muerte que persigue vida.
Vuelvo a estos muros, líquida muralla
Vuelvo a estos muros, líquida muralla
que traspaso para entregarme
al mundo agitado.
Con corteza recia de pino,
visto hoy estos álamos de piel
blanca y suave.
Ufanos, levantamos certezas,
Ufanos, levantamos certezas,
piedras sobre piedras son sus muros
rellenos con la débil argamasa de nuestras palabras.
Ficción creada por la ignorancia
de nuestros oídos y ojos
que interpretan figuras en las nubes de vapor.
Escucho el pisar de las palomas
Escucho el pisar de las palomas
sobre el alero desde mi ventana.
Han hecho nido en la chimenea
y pasean con su grácil contoneo
sobre los tejados.
Escucho sus patitas caminar,
¡tan cerca!
Que creo pienso que van a irrumpir
en la estancia en cualquier momento
pero, nunca entran,
nunca entran.
He dejado ocupada mi mirada
He dejado ocupada mi mirada.
Olvidé ventana y paisaje
por muchos días que hicieron
algunos meses.
Mientras, seguían nubes plácidas
en el cielo
y palomas buscaban las sombras
sobre los tejados.
Revolotean frente a tu ventana
Revolotean frente a tu ventana,
con alegre trino y vistosas plumas,
se pasean ufanas sobre los tejados
alardean de un gozo interminable.
Otros días, sin embargo, desaparecen,
marchan hacia territorios incógnitos.
Dejan el horizonte vacío.
Es fondo monocolor de un cuadro,
sin alegoría, estampa hueca y estática
que traga la luz sin devolverla.
Al deslizar la cortina de la noche
la mañana se presenta sin su alborozo
y se viste de añoranza con sus retales.