Preguntan la mujer y el hombre

 Preguntan la mujer y el hombre,
¿qué es mejor, la palabra o el silencio?
Y el eco propagado desde las altas montañas
al profundo valle de la humanidad
proclama el secreto de su derrota,
quisieron alcanzar el cielo y su gloria
y dejaron en el aire el lamento de su fracaso.

Responde el eco:
el silencio, 
el silenci, 
el silenc, 
el silen, 
el sile, 
el sil,
el si, 
el s, 
el, 
e, 

Él guarda todas las palabras,
las dichas, olvidadas y oídas,
las pensadas, reprimidas y por decir,
las nunca por labios susurradas,
el grito por la garganta lanzado,
profuso río o manantial seco.
Creadas y muertas palabras,
naciente flor en otras bocas.
El silencio sellado en el último suspiro,
podridas palabras, larvas de gusanos.
Soñadas palabras de un infinito,
derramada lluvia sobre la carne y el lodo,
semillas que germinarán 
en nuevas palabras.
Encarnación del verbo, el silencio,
diálogo del alma con Dios.

Qué agreste naturaleza

 Qué agreste naturaleza,
supura la tierra la esencia rancia
del tiempo.
Las lluvias de siglos han sembrado
un apretado nudo de verdes intensos
y atraviesan los muros de las casas
vistiéndolas con un añejo ropaje,
prendas roídas por infinitas gotas
que penetran silenciosas por sus poros.
Arriba un cielo plomizo rodea 
las cumbres de las montañas
y el paisaje adquiere la superficie opaca 
de la plata sucia,
que relucirá brillante
cuando el sol salga airoso de esta nubes.
Un miedo se instala en el pecho
entre corazón y alma,
¿y si esta fría atmósfera,
esta bruma espesa
se cuela por los nervios solidificándolos?
Qué extraña sensación
nos produce el lugar desconocido
donde el cuerpo debe aprender
otras voces y colores
y un mismo cielo parece
tan distinto.
Eres tú el rostro forastero,
el extraño que se extraña
de lo que un día le será cotidiano.
¿Llevará este río más agua en invierno?

Al menos

 Al menos, 
aprenda su corazón a resistir,
cree en la fiel rutina
y, asida a las agujas de un reloj,
esparza la plegaria de los minutos por el aire,
alcance ese mar su horizonte 
y se haga un todo con el cielo.
Naufraguen sus maletas con sus pertenencias,
pero llegue salvo a tierra su cuerpo
y encuentre el verdadero tesoro,
la dulce paz para su alma 
que no se la lleve el último suspiro.
Amén.

La casa torcida


No se sabe cómo trazó en el plano estos espacios el arquitecto, si fue que le tembló el pulso. Tal vez el maestro de obra dejó sin supervisar al peón novato y puso los ladrillos sin nivel. El dueño al final, dio por buenos los tabiques. Pero en esta casa, no hay ni un cuadro derecho. Las puertas por la inclinación del piso se desvencijan y los muebles ceden hacia un lado. Hasta los grifos andan confusos y dan agua fría por donde debía salir la caliente. Ya nada más subir las escaleras hay descuadre en la altura de algunos peldaños. Sin embargo, qué amplio su ventanal abierto a un grandioso horizonte.

En esta casa escorada van enfilados los sueños, entregados a este bello paisaje. Qué importa el eje inclinado, cambiar el hábito en la ducha, tener el cajón atrancado, la losa hundida, los defectos en su construcción, el encaje difícil de las estanterías. El cuerpo hará anécdota con sus rarezas, le perdonará el corazón sus veniales pecados, la boca recordará sus méritos y las palabras harán en la memoria alabanzas. Pero, ay, sus ojos cómo añorarán su luz cuando ellos se llenan con su brillo.

La firmeza del puente

 La firmeza del puente,
la resistencia de tu piedra,
el pulido brillo de unos ojos
detrás del ramaje de unas pestañas.
Roca hollada por lluvias,
playa devorada por la arena,
bosques de frondosas hojas 
picoteadas por gorriones hambrientos.
Mira ese escuálido árbol,
tiene vencido su tronco,
esmirriada sombra que no da consuelo
a las tardes solitarias.
Perdidos sus frutos,
se hacen desechos,
buena cosecha para gusanos.
Morirá si un clemente sol
no se apiada,
si no rompe esa nube
y lo riega.

Así sin darte cuenta

 Así sin darte cuenta,
despacio,
suave,
sigiloso,
entra el ladrón.
Te engañó con regalos,
puso primero en tu oído
la palabra,
entre tus manos jugosos frutos,
en tus pies el primer paso,
sobre tus ojos la primera mirada de deseo
y dentro de tu corazón, el amor.
Ese traidor fue robando de noche,
clandestino,
astuto diablo enredado entre los sueños
y, con aquellos cabos atados,
cortó sus hilos.
Deshilachadas pendían las prendas
sobre las anudadas cuerdas
que se deshacían.
Jugaba con trampas,
aprovechaba tus horas distraídas.
mientras bordabas quehaceres inocentes
y, poquito a poco, grababa
su estigma sobre tu piel.

Tú creíste intuir una sombra insignificante
cuando en realidad penetraban densas tinieblas 
hasta hacer completa oscuridad.
Pensaste que era un desvelo sin importancia,
un olvido fugaz,
una simple raya en el lienzo blanco,
el ascla rota de un cristal transparente 
que aún ponía a la mesa tu alimento ,
la losa que cubría tu suelo firme.
Se hicieron hileras de minutos,
esa larga procesión de hormigas
abría heridas en tu tierra,
labraba laberintos,
roía tus raíces
sembraba de excrementos
tu sagrado trono
y se echaba cada noche
en tu lecho cálido,
cada día más frío,
cada invierno más helado.
Cada mañana se formaba escarcha 
sobre tus blancas sábanas.
Y así, sin percatarte del desastre,
te borró de los labios los besos
y de tu garganta las risas,
rosas crecidas en otros jardines
que fueron arrancadas de tu patio.
Y barrió del diccionario 
las flores de la primavera,
verde
luz,
nube de terciopelo.
Y, a cambio cayeron
las hojas secas
en temprano otoño,
fuerte viento,
bruma,
tormenta.
Los pies caminaron espacios
cada vez más vacíos
y retumbaban los ecos 
de recuerdos lejanos.
Y descubrió aquello que estuvo
siempre presente,
lo delataron sus ojos.
Tras la cortina de lágrimas
reconoció el rostro del enemigo.
Debimos aprender
a perderlo todo sin miedo,
la voluntad del destino es férrea.
La vida es la ingenua niña
que va perdiendo su tesoro
mientras camina sin propósito 
por un bosque oscuro.

Llovía y cubrió su cabeza

 Llovía y cubrió su cabeza
levantando sus brazos,
plegadas alas de mariposa
protegida del aguacero.
En aquel prado de amplias avenidas
y loco tráfico mecánico y humano,
eran flores silvestres
sobre un denso magma
por donde pululan insectos
libando su néctar
mientras arrecia la tierra
bajo sus pasos.

Ha venido el viento

 Ha venido el viento.
Arrastró todo a su paso,
arrinconaba el lodo
por las esquinas,
rodaban desechos
calle abajo.
Agitaba los toldos
de las terrazas
y campanilleaban sus cadenitas
contra el hierro.
Llegó la calma después
y las ventanas cerradas 
se abrieron al mundo.
Comenzaron los pétalos
de las flores a desplegarse
como niñas desperezándose del sueño.
Brillaban los cristales,
tragaban la luz de un sol enérgico.
Lento, indolente, regresó el gato
a buscar su cojín en el balcón
pero lo asustó el crujir 
de una persiana al levantarse 
y salió como rayo a esconderse
baja la cama.
Silenciosa, lánguida, con los párpados 
echados sobre los ojos, 
la soledad se mecía al compás
monótono del reloj.

Ha llovido, rugía el cielo

 Ha llovido, rugía el cielo, 
levantaba en el aire humaredas
de polvo y esparcía ese olor
caliente y dulce de la sangre
vertida por las entrañas de las piedras.
Espero con impaciencia llegue la noche
y saber si de esta batalla 
salió victoriosa la luna.
Traiga el esplendor en su rostro
y entre a mi castillo 
a desvelarme su misterio
y repose su luz en mi lecho.

Somos reflejos de un sol

 Somos reflejos de un sol.
Si él no nos alumbra,
la noche nos traga.
Desaparecidos del mundo,
seguimos vivos en su útero.

Volver al inicio, recoger la madeja

 Volver al inicio, recoger la madeja
que nos condujo al olvido.
Habrá que desatar nudos,
quitar vueltas retorcidas,
meter el cabo por un sitio
y liarlo aún más.
Retroceder,
probar por otro agujero,
buscar otro camino.
Encontraremos hilos tan apretados 
unos con otros,
que el regreso
nos parecerá imposible.
Dudaremos si cortar por lo sano,
abandonar el intento,
quedarnos entre las manos
el trozo liberado y continuar 
tejiendo con el resto que nos quede.
Mas no, nunca rendirse,
esta es nuestra única meta,
volver al inicio,
deshacer esta maraña,
ese enredo confuso.
Es necesario volver sin miedo, 
libre de ataduras,
alcanzar el principio,  
la fuente pura y clara.
Y después, que la piedra nos revele
sus profundidades.

Nuestro existir es un absurdo

 Nuestro existir es un absurdo
al que damos nombre
y le buscamos una razón de ser.
Nuestra vida es una madeja,
enredada, mancha oscura en la distancia,
confuso discurso de palabras inconexas
que quizá un día podamos descifrar.

Recojo las cosas que ocuparon

 Recojo las cosas que ocuparon
estos espacios que hoy abandono.
Los libros que aún quedan por leer
vendrán conmigo a otra casa.
Las prendas que pretendieron vestirme
y a la espera guardé en los armarios
tal vez salgan a tomar otros aires.
Estos objetos sin utilidad,
sin embargo, tan valiosos,
seguirán pegados a mi mirada.
Dejaré polvo, hilos sueltos, 
polillas hambrientas
y larvas de moscas por rincones
preparadas a recibir otros cuerpos.

Cargo cajas llenas con mis pertenencias
y aunque envueltas del ligero aire
es grueso peso de futuros sueños.