Qué solo está Dios

 Qué solo está Dios en su eternidad.
Va perdiendo a todos sus hijos.
Qué solo estaría Dios,
si cuando marchan
no se unieran con él
en el infinito.

Como las piedras

Como las piedras son arrastradas en la orilla del mar, puliendo sus aristas, doblegándose los finos bordes como pétalos por la suavidad de manos de agua, así los días pasan y mientras avanzan y retroceden con el vaivén de las olas, ahora dentro, ahora afuera, la sal los envuelve.

La vida es el mar donde limamos asperezas y sobre la arena giramos envueltos de espuma.

Poeta, no te afanes por encontrar las respuestas, solo déjate hipnotizar por su belleza.

Inperfesta


Soy dios mediocre
de mis cosas imperfectas,
en su sustancia modelo
una imagen diferente.
Anulo el soy por un será,
larva de un no ser,
materia innoble de su múltiple potencia.

Porque un día te hizo llorar

 Porque un día te hizo llorar,
porque un día la desesperación
en tu carne abrió llagas
y la rabia echó espuma por la boca.
Porque trajo por ventura la tarde
aires de desaliento y tristeza,
dijiste no hay Dios
ni ser omnipotente más allá
de las estrellas.
Pero hay estrellas y en cada una
se agota un fuego.
Y dijiste, soy tan ignorante
que no pretendo alcanzar la razón
que todo lo mueve.
Acepto con conformidad.

Porque el milagro no ocurría,
porque la magia era un fugaz truco,
porque del corazón creíste brotar emociones,
y mientras tanto, un absurdo pálpito
se obstinaba en soplar el vaho de una intuición.
Porque la conciencia tiene
más preguntas que respuestas,
dijiste no existe Dios.
Porque viste cuántos cuerpos
el tiempo dio vida y muerte,
dijiste no puede existir un Dios.
Construir un ídolo, un ente único,
el uno indivisible,
sea quizá un sueño humano.

Dijiste cómo va a existir un Dios
y dijiste también, sí, Dios existe,
aunque no lo entienda mi torpe razón
ni lo vea mi conciencia.

Porque en el sufrimiento,
dijiste no hay Dios que escuche,
ni sea socorro en nuestras desgracias.
Olvidabas los días prestados de vida,
amaneceres con dulce trino de pájaros,
de cielo claro y azul,
y lo dabas por hecho,
concedido premio por nada.
Cuando las horas transcurrían
con tranquilo ritmo, sin sobresaltos,
en confiada cotidianidad
con todo controlado y el orden
en los cajones.

Porque no viste la bondad de sus presentes
llevado por la avaricia
y el deseo de tener en tus manos
el regalo más grande.
Porque tu soberbia te hizo creer ser Dios,
pusiste en tus labios la palabra,
el torpe simulacro del Verbo
hecho carne en la voz imperfecta.

Era un tipo vuelto hacia adentro

 

Era un tipo vuelto hacia adentro, como si él mismo se hubiese tragado. Taciturno, dicen los románticos, antisocial los postmodernos.

Cuando la casa se le hace grande y muchedumbre quienes la habitan, cuando la tristeza convierte a los muebles en enemigos que amenazan con sitiarle y las voces que le rodean no le hablan, sintiendo un mundo que lo hace ajeno, y su soledad es aún más grande cuando se vuelve incomprensión, atravesaba la puerta como el que escapa de una jaula y se lanzaba, libre de miradas y de encuentros, en un caminar por calles solitarias.

Eran momentos en los que necesitaba hablar con sus pensamientos, como dos colegas que se conocen bien aunque se enfaden a veces. Desdoblarse y sacar al otro calcetín del bulto deforme que, en pareja, se guarda en el cajón.

Un recorrido vacío de otros rostros, escogiendo la acera protegida por los coches aparcados y entonces toma a grandes bocanadas el aire y se siente elevarse como un globo de helio, ligeros sus pasos de peso; pausados de ánimo.

Conversa con ese amigo, personaje un poco loco, en ocasiones sensato y casi siempre esquizofrénico, de sus pensamientos que, con entidad propia, le dirigía y hasta a veces le manipulaba. No perder el equilibrio, la homeostasis imperfecta, le tranquilizaba, consolándole en ciertos asuntos emocionales. Exigente e incorruptible en sus argumentos que creía incuestionables. Con el brazo echado sobre su hombro le hacía confesiones a veces inaceptables pero, como dijo aquel, nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio.

En ese devenir que tienen los diálogos, acaban enredados en premisas racionales, en hipótesis verificables por experiencias no muy fidedignas y enredan en los debes y haberes. En noches muy tristes, avergonzados lloran por los errores, pero quedan lavados y planchados como ropa limpia para volver de nuevo a los muros de su particular palacio.

Un día le llegó su princesa al rescate, le llamó con el dedo índice, con ese gesto pícaro solícito e inequívoco y él bajó de su torreón.

Ahora son cuatro, ella y él y sus respectivos colegas, los pensamientos.

Leo

 

Leo las emociones de una vida imaginada o tal vez vivida. El escritor ha sabido transmitir esas sensaciones cotidianas con maestría. Me conmueven, son verdaderas, conectan con el corazón porque transmiten autenticidad. Y ahora el escritor está muerto, ese ser que vivió para saber comunicar la vida de modo tan hermoso ya no está aquí para seguir contándonos su percepción de las cosas, de las vivencias, de lo cotidiano y no por eso menos importante.

Me entristece ver cómo la vida es y termina, y otros vendrán haciendo lo mismo. Siempre existirán ese tipo de personas, capaces de tener una mirada sensible e inteligente para recoger esos aspectos que nos rodean cada día, rutinarios, sencillos, simples en su estructura, sin complicación más allá de la complicación propia de la vida.

Lloro por lo que me habla en sus escritos y lloro por él porque ya se fue, porque sus ojos secos mirarán, quién sabe otros mundos. Recuerdo otro escritor también ya muerto, se quedó la fuente de su creatividad convertida en piedra.

Sentimos, vivimos, seguimos hasta que un día se para nuestro tren y debemos bajar. El camino lo seguirán otros, este tren que se dirige a todas las estaciones y nunca llega a ningún lugar. La compañía de la red ferroviaria solo marca los puntos importantes, miles de pasajeros todos los días llegan a sus anónimos destinos, miles de pasajeros aterrizan en hermosas y grandes estaciones muy importantes marcadas en rojo en el mapa de redes ferroviarias, pero quedan igual que aquellos perdidos, aún mareados por el traqueteo rítmico y repetitivo del tren al que estaban acostumbrados y andan con cierto desequilibrio al pisar tierra firme en una ciudad aún desconocida.

Buscaba rosas y encontré espinas

 Buscaba rosas y encontré espinas,
mar y solo hallé desierto.
Buscando el aire no encontré oxígeno.
Encontré sin embargo piedras
cuando mis pies querían pisar
arena tibia. Solo llantos en el sonido
cuando buscaba risa.
Encontrando olvido cuando buscaba
entre los recuerdos
y soledad cuando buscaba compañía.
Si busqué lo que nunca hallaba
y a cambio encontraba aquello
otro que no quería,
si equivocando siempre el camino
no me quedó remedio que dudar
de este mapa.
Rompí entonces todos los itinerarios
y sin buscar hallé el mar, la tierra,
el cielo saciando al fin mi ansia infinita.

Bienaventurados los que nada buscan
 porque ellos heredarán el universo,

Al menos eso debería decir la Biblia.

Yo soy esto que deforme

 Yo soy esto que deforme
se dibuja en un espejo turbio
de azogue viejo.
En sus espacios transparentes
no queda atrapada la luz,
no hay reflejo
la forma lo traspasa y entra en su vacío.

Pero, yo también soy campo
sembrado de olivos,
soy roca quebrada por lluvias y vientos,
soy tierra gris y dura donde germinan
semillas de escuálidas plantas
y tierra de roja arcilla,
blanda y moldeable
donde crece el suave algodón
y la púrpura remolacha.
Soy campo de girasoles
y campos de trigo amarillos y verdes,
seca paja y tiernos tallos,
bosque de encinas con apariencia engañosa,
su corteza dura cede frágil al hacha.

Soy valles y llanuras,
colinas suaves
abruptas montañas.
Soy asfalto por donde corren bólidos
y ríos de sangre y fluidos.
También soy cielo con aves
de ligeras plumas y recio acero.
Soy invisibles parásitos y adorables
convecinos amables y solidarios.
Soy esa casita perdida en medio  
de la soledad del campo
con blanca cal y tejados rojos.
Soy refugio y escondrijo
y también vivienda y rascacielos,
donde se conjuran tras sus finas paredes
milagros y hechicerías para el bien o el mal.

Soy un sol luminoso y ardiente,
a veces con brillo apagado
y soy nubes blancas y negras.
Soy calle, avenida y callejón,
esquina y centro de una ciudad amiga,
clandestina y traicionera.
Territorio cálido y frío,
transparente y sórdidos barrios.

Ay, soy una pradera verde
cubierta de gran variedad de flores
que llenan el aire con sus dulces aromas,
lecho de amantes y zarzas de espinas.
Y soy terreno árido, triste y abandonado,
soy camposanto donde reina silencio y muerte.
Soy río que corre, mar calmo y agitado,
lago de aguas estancadas,
tumba de cadáveres y lodo que da
de beber a bocas sedientas ,
fuente clara para ávidos labios.
Soy túnel y puente,
frondoso bosque
y tundra raquítica-
Soy arcén cubierto de basura,
luna en un cielo de día y lumbre
de noches enamoradas de las estrellas,
de ulular de lechuzas y cantos de grillos.
Soy jardín caótico y descuidado,
de bellos senderos y glorietas clandestinas,
de un hermoso parque y ordenado sembrado,
pozo y caño, muralla y campo abierto,
isla y continente.
Mas, no soy océano sino su fondo de arena
que sus corrientes y mareas
arrastran a horizontes insospechados
a playas tranquilas y olvidadas,
cubiertas de huellas que pronto
borran los vientos.

Cuántos años

 Cuántos años con todos sus días, sus horas y segundos. Cuántos instantes  llenos con los colores del arco iris. Cuántas palabras dichas, todo un alfabeto gastado de convivencia, desde aquellas estrenadas hace ya algunas lunas. Cuántos soles por venir, porque cada día amanece. Y es cierto que es el mismo sol y las mismas lluvias, que recorrieron torrentes y ríos, finalmente perdidas en los océanos de la existencia. Esencia de vida que flota una y otra vez en nuevas nubes, otras distintas que nos recuerdan, tal vez, las mismas imaginarias figuras

Vuelve a llover

 Vuelve a llover,
es una lluvia dulce.
Acaricia suave los adoquines,
resbala por la piel de los muros,
hace charcos sobre las losas.
Hay un viento que la agita y la doblega.
Ella deja su pulso rítmico en el aire
y al chocar contra el suelo
oigo sus melodiosas notas
dando calma en esta noche
vestida con mantilla negra de cuaresma.

Quién, cuando sea vieja

 

Quién, cuando sea vieja, me quitará ese pelo duro que sale de mi lunar, ahora coqueto, que inspira tu romanticismo. Ese mismo que rehuyen los nietos, quienes, esquivando el beso, ante la insistencia de sus padres, protestan diciendo, es que la abuela pincha.

Quién se acercará a mi cama o sillón sin una mueca de desagrado por el olor a ropa vieja y humedad. Ese olor rancio y ácido de orines de un pañal no cambiado. Olor a piel añeja de sudores que no logran escapar por el desagüe de la ducha. Son las feromonas de la muerte en un cuerpo otrora con esencias florales, perfume fresco y natural que hacía apetecible el contacto.

Quién soportará las incomodidades de un colchón que antes cobijaba dos cuerpos ardientes y luego albergará los huesos doloridos e incómodos en posturas nunca apropiadas. Que se hunde con la pesada carga de lentos y costosos movimientos. Todo duele pasado el tiempo, el cuerpo y los recuerdos, los tristes, los felices, los perdidos. Los sueños interrumpidos por continuos despertares,  los que uno se obstina en mantener durante la vigilia.

Quién, dime, estará ahí cuando esto ocurra, cuando a la vida le quede escasa perspectiva, cuando desengañada espere quizá ya sola, la soledad eterna. Cansada de esta rutina de vida, arrastrada en esta inconsciencia inevitable que nos oculta la implacable verdad. La trayectoria del misil hacía su programado objetivo. No defiendo un hermoso cadáver, pero detesto un decrépito destino.

 

Al santo Juan de la Cruz



Tú, que pisaste esta tierra,
entre las ramas de estos olivos,
que tocaste estos muros,
que dejaste tu voz en este templo,
en estas calles empedradas.

Tú que aúllas tu silencio para mi oído,
otórgame tu gracia,
la bondad de tu espíritu.
Atiende esta súplica
que en el ayer no estaba
y el hoy habita,
en ti mi fe y mi confianza,
de tu mano rozar el cuerpo divino,
esperar con paciencia tu respuesta.
Tu hablar callado grite a los fríos vientos
y devuelva el aliento cálido de tu boca
a este corazón herido.

(Dios sabe de mi camino
y yo estoy para cuando él me llame)

Abrió la boca la gran ballena

 Abrió la boca la gran ballena
y se tragó el mundo.
Trepó la hormiga el tronco del árbol
y alcanzó la hoja.
El edificio de 1.125 vertiginosos pisos
logró tocar las nubes.
El satélite auto-pilotado
danzó su baile solitario por el espacio.
El hombre estiró su espina dorsal
y trató de comerse el mundo.
Le salió mal coger la fruta.
Perdió el sentido común soñando en las nubes
y anda confuso y solo por el espacio de su desconocimiento.