Tiempo de calma


Se ha vaciado el aire de voces,
cae la calma sobre el cuerpo,
acaricia el sol los espacios
con sus rayos benévolos.
Un arrullo de palomas
viene desde los tejados
a contagiar de reposado ritmo
nuestro fatigado ánimo.

Revive en la memoria
la huella indeleble
de una dulce dicha.

Cuánta tristeza

¡Cuánta tristeza en este vacío,
cuánta soledad en este viaje!
Desde esta ventana,
perenne se divisa
el mismo muro.
No le salen alas al lomo,
y le sostienen flacas piernas
a este esqueleto frágil.
No cesan los sueños
de ser campo florido,
persisten con ávidas ansias
que la vida frustran.
Abandonado descampado
donde crecen hierbas salvajes,
con raíces profundas y firmes
que han echado una fuerte
lazada al suelo.
Anclado a la tierra
sin ramas crecidas,
¡el cielo queda tan lejos!

Segunda persona


Sabías que la noche
cerraba el día
y vendría a llenar el aire
una danza de tinieblas
entre nubes de pájaros,
con algarabía de trinos,
buscando el refugio
por las oquedades de los tejados.
Sabes hoy que el mismo sol
se oculta tras esta cortina
del crepúsculo,
anaranjado y púrpura,
de un hermoso cielo
estival, aún luminoso.
Mas no sabrás
en qué alba, cenit
o brumoso ocaso
se cerrarán para siempre
tus párpados,
y te den la bienvenida
un reloj sin agujas
y un calendario sin meses.

A ciegas


Caminas con los ojos abiertos,
pero vas a tientas.
Llevas en tu boca
el sabor amargo del miedo.
Ciega caminas
sobre un suelo donde
mantenerte firme
o caer
es un accidente fortuito
                                    y caprichoso.

Diáfano instante


Bajo la sombra de un árbol
descansa un perro viejo,
pasea distraída una mariposa
sobre la hierba salvaje.
El invierno ha sembrado
un caótico manto verde,
oasis de mirlos y gorriones.
Monótono zumbido de moscas
en la pereza de la tarde
de soleado poniente.
Alegra este bullir sensual
mientras ecos de tristeza
quieren atraparte.
Bella simplicidad de la vida,
que, obstinados, descomponemos
en complejas divisiones.
Escucha ese canario
que desprende la intensa energía
de sus trinos
en esta dulce calma
y mira de nuevo ese perro,
duerme plácido sin que nada
le moleste.
Pasa el instante diáfano
conteniendo el infinito tiempo.
En la puerta entreabierta,
un gato acecha codicioso
pero ahora no es hora de caza.
¡No hieras la paz!
Ahora también busca el sosiego.