La verdad es peregrina

La verdad es peregrina
en un tiempo sin cronómetro
cuya esfera contiene
infinitas agujas.

Nuestra ciega sabiduría
sueña con la verdad
dibujando relojes.

No es mala estrategia saltar

No es mala estrategia saltar
de un lado a otro,
no permanecer demasiado
tiempo en un mismo sitio.
Mira la mosca cómo escapa
a mi acecho,
saltando de la mesa al cojín,
del cojín al sofá,
del sofá al libro,
del libro al suelo.
Juega con mi impaciencia
que pierde ante su audaz recurso
y hábil se libra de mi golpe mortal.

Pero, ¡ay, cruel destino!,
durará poco su osadía,
la muerte aguarda el momento.

Se oscurecen los colores de ese cuadro

Se oscurecen los colores de ese cuadro,
entre manchas se ocultan los detalles.
Qué apagado azul tiene su cielo
y sus nubes blancas parecen ahora
avecinar una tormenta.
En el valle, el verdor de un prado
cubierto de flores
son trazos opacos sobre un manto turbio.
El bosque que lo rodeaba
con su gama de verdes y ocres
y los dorados destellos
de unos rayos de un sol
a través de sus troncos
son ahora lanzas abandonadas
a la herrumbre de un lejano combate.
Las montañas del horizonte
son rocas grisáceas
y la nieve de sus cumbres
derretido rímel de unos ojos llorosos.
Recorría desde la ladera
un río lleno de peces,
sin embargo, es una línea pintada
a grafito sobre el lienzo,
hollín salpicado
sobre su transparente superficie.
Unos puntos marrones en esa senda
fueron antes peces de brillantes colores.
Surcaban el cielo de antaño
aves luminosas de alas plateadas,
hoy, pájaros de mal agüero.
¿Nada se salva en este viejo cuadro?

Ni una silvestre flor guarda su encanto,
el tiempo ganó su pulso,
el curso de la vida todo lo transforma
en deteriorada belleza.
¿Por qué ruin razón el polvo
todo lo empaña y degrada?
¿Qué quedó de aquella estampa hermosa?
En su fuego se ha quemado
y convertido en cenizas
la fe de un sueño.
 

En el escenario del viento

En el escenario del viento
las hojas interpretan una tragedia.
Después del tumultuoso aplauso
vuelven exhaustas a sus camerinos,
se retiran la máscara grotesca
del drama y regresan de nuevo
a la tierra, al fuego, al mar,
al infinito cielo sin rumbo.
 

No es boca sin alimento

No es boca sin alimento,
es voz que el viento oye
que su ser habita y nutre.
Tantas voces repiten un eco
y se creen dueñas de su origen.
La verdad está bajo las piedras,
se levantan y salen los sonidos,
circundan todas las cosas.
Son buena reserva que madura
en la noble madera
de la cuba del cosmos.

Cuando las manos escarban
encuentran su tesoro
y se embriagan de su belleza.

Vida, muerte son palabras únicas

Vida, muerte
son palabras únicas
en boca de todos.
Y no es más
vida o muerte
por ser compartidas.
Acaso, ¿al cantar a solas
no hay canción?
¿No está la melodía en el alma?
¿Quién, al cantar, no se impregna
de vida, recorren sus entrañas
partículas reparadoras y es placer único?
Dirán, de otra voz vino.
Sí, con el aire.

¿Quién si con las palabras juega,
inventa o crea, no siente más allá
de hacer sentir a otro corazón?
¿Es menos deleite el recreo solitario?
¿Espera la risa a compartir para ser risa?
¿Quizá no disfrutó al romper
en soledad la carcajada?

No es más el todo por ser repartido,
ni quema más un fuego con otro.
El amor, como el tiempo,
es indivisible,
sólo nuestra incertidumbre lo encierra
en urna de cristal o pergamino sellado.  
Corre libre la palabra
sin necesidad de firma y rúbrica.
El aire la recoge,
es polen que sobre la tierra cae,
el oído la escucha,
la boca la devuelve,
el corazón la siente y fructifica.

Los pies que caminen, ¿qué importa?
La verdad es el camino en sí mismo.
Habrá señales confusas,
trampas y engaños interesados,
serán parloteo de trileros,
semillas que la eternidad desprecia.

Pon la voz en el silencio.
Su vientre, tal vez, parirá mañana
o será embrión malogrado.
La voz es más que la palabra escrita,
es la emoción sin cárcel,
podrá ser murmullo o coro.
En el principio fue el Verbo
y habitó nuestra carne,
aliento de vida,
en el uno está el otro.
Hacerlo distinto es creer
que no somos un mismo respirar.

Un entero misterio nos contiene,
ser único que habla,
un sólo corazón que palpita.
No fue necesario compartir
lágrimas para ser llanto.
Todos llegamos a la vida
entre sollozos.

¿Quién desea el invierno?

¿Quién desea el invierno?
La fuente estéril,
la tierra hambrienta de agua,
el desierto sin oasis,
un cielo que añore las nubes,
abandonar el mar el reflejo
de un sol por ser uno con la lluvia,
los niños para chapotear en el charco,
el aire abrazar la tormenta,
la vida recibir el bautismo,
volver a la pureza de un renacer.

Sabías que la noche

Sabías que la noche
cerraba el día
y vendría a llenar el aire
una danza de tinieblas,
entre nubes de pájaros
con algarabía de trinos,
buscando el refugio
por las oquedades de los tejados.

Sabes hoy que el mismo sol
se oculta tras esta cortina
del crepúsculo
anaranjado y púrpura,
de un hermoso cielo otoñal,
aún luminoso.

Mas no sabrás
en qué alba, cenit
o brumoso ocaso
se cerrarán para siempre
tus párpados
y te den la bienvenida
un reloj sin agujas
y un calendario sin meses.
 

Tierra, árbol, valle, montaña

Tierra, pisada, domada.
Tierra, sometida.
Tierra, arada, fértil.
Tierra árida y anegada
de soledades.

Árbol, invisible semilla
que brota en humilde tallo.
Árbol, vestido por capas de cortezas.
Árbol, fuerte, firme, torcido,
doblegado al suelo.
Árbol, orgullosa cúspide.
Árbol, cuyas ramas se funden
en apasionado beso con el aire.

Valle, profundo vergel.
Valle, habitado por muchedumbre.
Valle, abrazado por montañas
rodeado de bosque.

Montaña, solitaria y silenciosa,
tierna arena convertida en roca dura.
Montaña, eremita alejada del mundo
cuerpo que nadie cobija.
Montaña, pedestal recio
de helada cumbre.
Montaña, qué risa la brisa
que te acaricia.
Montaña, tú que eres lecho de nieve.
Montaña, de áridas laderas.
Montaña, sublime belleza.
Tu lucha contra el viento,
pretende morderte y solo es capaz
de arañar tu polvo de siglos.

La pequeña fuente borbotea

La pequeña fuente borbotea
y es murmullo en el dulce silencio.
En los bancos se besan parejas jóvenes,
unas mujeres charlan de sus cosas,
un viejo piensa y calla.
Hay un gato gris pacífico
que ha hecho su hogar
al cobijo de un muro de seto
que hacen senderos en cruz,
brazos que van a la fuente.
El gato bufa al perro
y olisquea la bolsa
de un carrito de bebé.
De un lado a otro se cruza gente,
miran iglesias cerradas.
Hay estrechas calles
de adoquines y piedras del río,
bares bulliciosos,
plazas llena de chiquillos, padres y abuelos,
perros y amos.
En las esquinas se pierden los rastros,
por eso los perros las marcan
con sus orines.

Es un día de un siglo
con largo pasado,
mañanas de otros trayectos. 

Amo el sueño de soñar dormida

Amo el sueño de soñar dormida
porque estoy cada noche
en su laberinto prodigioso.
Paraíso o infierno, no importa,
solo entonces y en la muerte
recorro la infinitud del espacio
donde somos tiempo eterno.

La belleza

 Es cuestión de belleza
más allá de la mostrada
ante un espejo.
El exhibido arte,
el encanto que rodean
a las cosas hermosas,
la armonía del mundo.
La belleza
trasciende la superficie,
traspasa la piel,
atraviesa carne y vísceras,
penetra el espíritu
que se entrega
a su bien y a su dulzura.
Es perfume etéreo,
melodía que baila con las palabras,
el amor que habita también
en las oscuridades.

Vivir en paz

 Vivir en paz
para morir en paz.

Vivir,
que palabra más grandilocuente
para tan breve y duro recorrido.

Cómo mirar de frente a la vida
y aceptar sus contradicciones,
acceder a sus consecuencias
con sumisa voluntad.

Vivir es un esfuerzo sobrehumano ,
no es simple supervivencia,
ni tiene sentido
a no ser que lo llenemos
de justificaciones.
La razón primordial, el amor,
la recompensa, los elogios en los logros,
las creencias que sostienen las dudas.

Al final, es una recreación este vivir,
el motivo impuesto,
la rutina de un caos
que tira por inercia
aun sabiendo que nos conduce
al precipicio.

Esto que llaman vivir,
es un tormento
si no es por engaños de ratos felices,
el peso para restablecer la balanza.
Pero es de ignorancia supina,
orgullo vencido en persistir,
a cambio de un miserable tiempo.
La vida es posponer la muerte
con días, alargar el contrato
hasta poner fin al arrendamiento,
préstamo caprichoso que selecciona.

Qué absurdo luchar y qué torpe
rebelarse contra la vida.
Ella nos regala con dulces instantes
y la promesa de futuros presentes,
la espera de lo venidero mejor,
llevados por una ingenua confianza.
Termina haciéndonos desaparecer.

¿Qué vas a conseguir que no pierdas?

Pobre humano, con el artificio
de tus palabras creas solo pensamientos,
cómicos o trágicos,
con tus sentidos, placeres y dolor,
y encima llevas la consciencia
siempre alerta,
aunque se hace la despistada
y mira para otro lado.

Vivir y saber de la vida
más de la cuenta es peligroso,
por eso vamos todos un poco inconscientes,
aletargados, ingeniosos, meditabundos,
filosofando sobre este desquiciado existir.

¡Bah! todo son teatrales ademanes
para estar vivos.

¿Hacen faltan más datos para rendirse?
De nada servirá decir carpe diem,
gocemos del aquí y ahora.
Otro engaño de párvulos.
Vivamos pues, tropezando,
errando el camino,
mintámonos anhelando la paz
de una mente maquiavélica.

A ratos buenos, casi siempre
torpes y dañinos parásitos.
Motivados al bien y por mal hábito,
penetramos a lo más oscuro.
Que es bella la vida,
que el mundo es maravilloso,
que el amor todo lo puede,
que el premio no existe
sino al hacer obras buenas,
que cuando dañas al otro
el castigo es la causa de tu mal,
que mañana empezarás de cero,
que pasado mañana volverás a caer
y al día siguiente levantarte.

No hay mayor demostración
de amor hacia un posible Dios
creador
que volver a la vida
una y otra vez cada amanecer
para complacer su propósito,
hasta sucumbir y penetrar
en la sublime hermosura
de las tinieblas de un ocaso
hacia un nuevo territorio.

Entremos a la pureza de su alba.

Todo esto es pura analogía
contagiada costumbre en el ser
que inventa sobre inventado,
sueña con sueños ajenos,
vive con prendas prestadas
y solo él muere su muerte.

El lenguaje de las campanas

 El lenguaje de las campanas
escapa a mis oídos,
tres toques y silencio,
dos y calla hasta llegar a uno.
Redoble fuerte y continuo
o el vaivén al compás
de un dos por dos.
Unas se responden a otras
o cada cual va a lo suyo.

No solo con palabras
nos habla el aire,
es transparente el gesto,
insinuada la mirada
y son ignoradas voces
hasta el cuerpo pétreo
de los vastos edificios
con sus carcomidas piedras,
por golpe o roce de viento,
por caricia de mano o pisadas.

Nos habla la vida
y vamos sordos
repitiendo un eco.

¡Qué placer la pereza!

 ¡Qué placer la pereza!
Afloja los cordeles
que sujetan nuestros miembros,
deja al cuerpo liberado,
flojo, ligero, sin gravedad.
Fluye un lento arroyo,
son rumor del agua
los pensamientos.
Qué placer mecerse
por los minutos,
abarcar sin prisas las horas
siempre y cuando
el apetito sacie
a los sentidos adormecidos
rodeando la nada.

Qué pesadez el tiempo
que es larga pausa,
obstinado pie
que no rompe a dar el paso,
atascadas agujas
del reloj del día,
con sus largos segundos.
Qué aburrimiento el tictac
que amenaza y grita
la letanía de su eco.

Ha amanecido el día frío

Ha amanecido el día frío.
Hay una claridad grisácea,
se escucha a lo lejos
el avance de la tormenta
con alardes de truenos.
Aparece una fina lluvia
que cae perpendicular a la tierra
sin mojar los cristales,
salvados por un pretil de ancho muro.
Dibuja formas oscuras
sobre la acera seca
y deja en su piel un lustre de charol.
Agradece el cuerpo su agradable frescura.
Sus gotas suaves
con ternura besan el suelo
sin hacer apenas ruido.
Son días de otoño
saboreados en la soledad
de la estancia en penumbra.
El corazón necesita de menor esplendor.
Es dulce su abrazo
en el refugio clandestino
de la sombras púberes.
 

La arqueología de la vida

La arqueología de la vida
indaga los territorios del tiempo.
Hablan la piedra, los objetos,
los restos de un pasado.
A veces sin palabras nos cuentan
un relato arbitrario,
vestido de certidumbres,
levantada sintaxis
con la gramática del presente.
Soberbios, creemos tener la verdad
sobre un suelo de frágiles pilares.
¿Qué habrá mañana
en los vertidos archivos
de la historia?

Soñamos que el progreso,
lleno de elementos consistentes,
dejará en un infinito futuro
el reflejo de su ayer.
Ilusos, ignoramos la fuerza del fuego,
la bravura del agua,
la convulsa tierra,
el viento iracundo,
la locura de una humanidad
capaz de borrar todos los cimientos.
Generaciones desaparecen
al leve soplo del cosmos
y el mundo, este conocido mundo,
será polvo de partículas en órbita
sin huella de nuestros pasos.

Aún soñamos, ¿nos guardará
memoria la eternidad?
Dicen orgullosos algunos
que un nombre nunca muere
cuando en su vida fue honorable y exitoso.
Ignoran cómo arrasa
toda la medida de siglos
el dedo de un gigante
y deja al ser mayúsculo,
en minúscula nada.
 

Nos mentimos

 Nos mentimos,
todos nos mentimos,
mirándonos a la cara,
sin bajar los ojos.
Mentimos sin intención,
mentimos porque,
cuando hablamos al otro,
miramos el ideal,
ignoramos los hechos,
borramos del recuerdo
las horas nefastas,
los días tristes,
el tiempo que es fugaz.

Mentimos y son todos los meses
primavera,
gozosos y alegres sus minutos.
Mentimos y en el cielo pintamos
siempre un sol falso reluciente.

Al mentir nos hemos creído
su mentira.

¡Habla, boca y escucha, oído!,

 ¡Habla, boca y escucha, oído!,
una misma voz que recorre
los oscuros espacios interiores,
iluminado por estas estrechas ventanas
por donde ve un paisaje
lejano y confuso.
Creemos oír otras palabras
fuera de esta cárcel.
Aferrados a la idea de un más allá,
buscamos las llaves que abran
este cerrado cofre.
Lástima, es solo nuestro eco
que retumba en el vacío
de nuestra angustia.

En la desesperación probamos
distintos itinerarios,
arrastrados por la locura
y el envanecido ego,
sombras que nos mienten
de la verdadera figura y esencia
de nuestro ser.
Nos rodean altos muros,
esquinas que a otros muros
nos llevan.
Hay un cielo que nos mira
y lanzamos de nuestras gargantas,
un grito de espanto.

Tranquilo, insignificante átomo,
deja que el privilegio de la palabra
construya la ilusión de este mundo,
levante castillos aunque sean
de arena protegidos por torreones,
almenas, murallas y fosos,
adornados palacios con hiedras
que lleguen más alto
que tus anhelos.

Admira la belleza reflejada en un cristal,
urna de esta prisión,
tendrás la equívoca imagen
en un traslúcido fondo,
fraude que alimenta los sentidos.

Goces o sufras, ¿qué importa?
Concluyes con la argamasa
de tus palabras,
quizá, obtengas premio
o algún día
tenga merecido castigo el deudor,
sea todo un sueño y despiertes
de sus frágiles límites
para entrar en la sólida realidad
convertido en piedra,
bestia llevada por impulsos,
mosca entre la podredumbre,
mujer y hombre que juegan
con un caprichoso Dios
sobre el que dejar la carga
de sus ignorancias y miedos.

Dejar la voluntad y entregarse

Dejar la voluntad y entregarse
a los pasos del día
dirigidos por el sol
hacia un horizonte indefinido,
dibujado paisaje a pinceladas
por una mano oculta,
comprendido cuadro con el trazo último.

No es sucumbir ni conformarse,
rendir la voluntad no es perder
ninguna batalla,
sino darse a la vida.

Porque este cuerpo se hizo

Porque este cuerpo se hizo
con la materia del deseo,
nos sitúa en perpetuo malestar
cuando lo persigues,
cuando lo obtienes.
El deseo nos hace infelices
y nos alienta
a seguir buscando,
a caminar llevados por su guía.

El deseo y sus hermanas,
esperanza y voluntad,
forman el trío pérfido
que te atrapa en su abrazo
equívoco,
te quiere, te odia,
te salva, te hunde,
te miente o es la única verdad.

Vivir sin deseo es la muerte,
desear es sumergirnos
en un continuo desaliento.
La decepción es su punto y final,
a no ser, que transmute
el orden
y desees lo que obtienes,
no esperes más que lo dado,
sea lo recibido aceptable
para no morir mientras estamos vivos.

Cuántos vieron en el deseo
la traición para la paz del alma
pero le pusieron boca
para buscar su alimento.

Es nuestro destino ir de un lugar a otro
con la mirada puesta en su vacío,
sujetos a su silencio,
a un cuerpo sin cabeza,
a la aceptación humilde
de nuestra voluble sustancia.

Dejar de desear es para la materia inerte.
O tal vez, la montaña desee
ser valle y espera al viento
para que la diluya en polvo y arena
y, siendo valle frondoso,
tenga la recompensa de ser
de nuevo montaña
y hagan las lluvias crecer su bosque
de troncos y ramas elevadas hacia las alturas,
para estar otra vez
más cerca del cielo y casi rozarlo.

En el blanco perfume de la nada

En el blanco perfume de la nada
por donde nos aventuramos,
navega un hálito de mugre
que se adhiere al pavimento
después de una lluvia de azahares.

Entre las manos

Entre las manos llevo la vida.
De porcelana frágil,
la descuido y se fragmenta,
quedando los trozos
desperdigados por el suelo.
Recompongo su cuerpo tullido,
lleva en su superficie
las señales de la tragedia.

Olvido sus pecados
pero no perdono mis errores.

¡Vengan, vengan, vengan!

¡Vengan, vengan, vengan!
Llaman las campanas
de la iglesia a misa.

¡Vengan, vengan, vengan!
Con sus miserias y pecados,
a sentir el miedo del infierno,
a rogar el derecho al paraíso.

¡Vengan, vengan, vengan!
Con sus temores
y la vergüenza de la culpa.
Aquí os abraza un cristo
cubierto de oprobios e injurias,
sufriendo dolor humano
que es injusto padecer.

¡Vengan, vengan, vengan!
Tú eres la mano ejecutora,
la lanza que lo hiere,
la piedra que le golpea,
las espinas que se clavan
en sus dulces ojos.

¡Vengan, vengan, vengan!
Repican las campanas
y yo sonrío cómo espantan
a las palomas de los tejados.
Llenan el aire de algarabía,
alzan el vuelo mis miedos
y me hacen alcanzar la gloria.

Son de nuestros sentidos

Son de nuestros sentidos
los ojos los reyes.
Súbditos los demás
sucumben a su poder.
Ciegos marchamos
por muy abiertos
que llevemos los ojos
si no tocamos, olemos,
oímos o saboreamos
la realidad que nos rodea.
Es cierto que el mundo conocido
se basa en su primacía
y olvidamos aprender
a través de otras sensaciones.

Tocar los objetos,
sentir su dureza
o su blandura,
la suavidad o aspereza,
su calidez o frialdad.

Oler la tierra, el mar, el aire
que nos circunda
y que abraza a los cuerpos,
integran su esencia
más allá de la piel
falseada por perfumes,
muestran sus humores
de bondades o malicias.

¿Cuánta vida hay detrás
de un sabor,
cuánto perdido y no se encuentra
en el bocado que mordemos?
La lengua lame aquel recuerdo,
la boca intenta atrapar
su sutil presencia
y le hace salivar de gusto.

Más olvidado queda el oído,
porque las voces son ecos
que con el tiempo se diluyen
y es difícil extraer aquel timbre,
el tono, la nota precisa.
Ni siquiera su melodía
nos fluye en una completa partitura.
Sin embargo, qué avalancha
de emociones nos transmite
la música, llena de sensualidades,
compendio de todas las emociones.

Sienta el ser por sus aberturas
y con todos sus poros,
no otorguemos exclusiva razón
a los ojos, miran engañados
por un espejo traslúcido,
perturbado por contrastes,
llevados por juegos de colores,
marcados por los límites
de su impotencia.

Ciegos guiados por otros ciegos,
sordos, ignorantes, sin la intuitiva
razón de otras fuentes.
Despreciamos el agua que fluye
por no ser oída correr,
ni cogerla en nuestras manos
para llevarla a la boca
y sacie nuestra sed, refresque
y limpie la garganta
de tanto polvo.
Que ancle sus partículas etéreas
en nuestra pituitaria
y que brote el estallido
de placer.
Dejemos todas las ventanas abiertas,
que entre sin barreras
el paisaje en plenitud
y penetre profundamente  
nuestro templo.