Es una figura diluida
en este líquido tiempo,
pizca de sal echada al río.
Claros destellos entre ramas
de un bosque imberbe,
lánguidas manos abrazan
las confusas señales
y en la garganta un grito
se traga y vomita rutina.
Abandona la razón cualquier causa,
la casa no espera visita
y se siente planta a la que nadie sube,
a ningún ático llega.
Quiere escapar, romper sus paredes,
cruzar la calle,
avanzar hacia el único territorio
este que dibuja con continuo desengaño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario