Era solo una sombra tras el cristal

 Era solo una sombra tras el cristal,
vestida de negro, plateados ríos
en una melena morena.
Nubarrones en un cielo roto
en mil pedazos.
humedecen la tierra de un abandonado jardín,
corro de canalones, percusión de rondallas,
dulce timbre de tejas goteando.
Caen sobre charcos, espejos de negrura,
lava de azabache de la ira de un volcán.
En su mirada, soledades de otoño,
herida de un sueño de primavera.
Su boca murmura tristeza agría,
araña la aguja el disco y las vísceras
de su corazón.
Canturrea como una niña vieja:
 “Y si me dices que no,
ay, amor, no me dejes rota
que la vida ya me rompió.”

Trazaron su figura las hordas

Trazaron su figura las hordas
de vientos del aquilón,
fríos y tempestuosos.
Hicieron escarcha en su piel
y en las entrañas ardiente fuego.
Ya venía vieja su consciencia
con la mirada de muy ayer.
La ira del norte ahuyentaba las nubes,
alejaba las lluvias
y convertía el prometedor valle
en abandonado desierto.
Rellenaron su fondo de flores silvestres,
cubiertas de espinas y sin olor
y, al lado, un jardín lleno de dulces aromas
y pétalos de terciopelo.
Su memoria camina de puntillas,
deja espacios sin pisar.
Es funambulista en la cuerda floja
sin red, hace piruetas por el empuje
de un reloj que marca las pautas
en esa distancia de soledad.
Repite cada día sin convicción
un sueño de esperanza.
Lo difícil es sostenerse
mientras en el foro, abajo, en la lejanía,
un público animado
escucha al maestro de ceremonias
anunciando el siguiente número.

Siente el aire el tañido

Siente el aire el tañido
de las campanas
y se alteran las aves.
Espantadas, alzan el vuelo.
Mis ojos se clavan en una nube
desmenuzada, 
entre sus ecos quedo embebida.
Atraviesa su clamor los espacios
como lanzas de plomo.

Gracias

 Mis palabras no son las tuyas,
me diste un vocabulario abierto,
el pentagrama de tus ocultas notas.
Desde mi cárcel mi mirada
se encontraba con un muro,
el corto horizonte de un pasadizo estrecho.
A mi ruego respondiste
y en mis manos pusiste este regalo sencillo,
del silencio y la soledad sonora.
Adoro de este paisaje sus oblicuos contornos
los tejados que se unen a un cielo
que cambia a cada instante sus perfiles.
Imito a las aves con sus alas extendidas
cuando bailo al son de las horas monótonas
y me acompaña el zumbido
de las pequeñas moscas
que a mi alrededor danzan.
No entiendo y me entiendes
y hago por comprender tus incógnitas.
Lejos de estos sonidos,
dibujas tu voz entre los bordes
con esta luz que derramas
y entre sus sombras busco
el sentido de las cosas.

Hice un pajarillo de cartón

 Hice un pajarillo de cartón,
por alas puse un manojo de hilos.
El viento entró por la ventana
y esparció por la habitación
su frágil plumaje.

Llegará la estación de la vejez

 Llegará la estación de la vejez
que todo lo convierte en duda.
Desnudas de sus horas
quedaron las agujas del tiempo.
Las promesas de la primavera
caen a tierra convertidas en lodo.
Presiente ya este árbol
el frío del invierno.

Somos puntos entre estas líneas

 Somos puntos entre estas líneas,
la arena, el mar, el horizonte,
ese velero aislado, perdido, clavado
sin derecha ni izquierda,
simplemente sucediendo.

Desde esta estancia

 Desde esta estancia
los ojos se pierden en esta geometría de tejas,
el aire es agradable, sereno.
Es la tarde de domingo
el segundero imparable
va desesperado buscando
engancharse al siguiente
sin salirse del rail,
Es el ritmo uniforme
de la sucesión de los días,
agujas con paso marcial que giran
en círculos viciados por la química
de nuestro paladar.
Este tren no silba como antaño
ni los relojes dejan oír su tic tac,
en el móvil los números avanzan
cambia un día por otro,
vienen y van de una estación a otra.
Al fondo suena un disco,
voces agitadas en la tele
niños que gritan o lloran.
Si es esto un sueño,
la inclinación del deseo,
el hechizo de la materia,
el tacto de la vida...
¡cómo será su despertar!

A parchones se cubre la colina

 A parchones se cubre la colina
con sombras de nubes.
En estos campos abiertos
qué pequeños se sienten los ojos
para llenarse de su grandeza
mientras las ruedas giran y giran.

Hoy luce un sol de verano.

 Hoy luce un sol de verano.
Es de esos días en que el cuerpo
siente una alegría ingenua,
aquella que viven los niños
cuando juegan a ser adultos.
Es tan lozano este sol
tan fuerte su abrazo,
se hace inevitable dejarse
llevar por sus caricias.
Engañados, creemos
en la dulzura de la vida,
porque hoy en este día de invierno
que parece verano,
la vida no enseña sus dientes,
a cambio, te da un beso en los labios
tan dulce como el caramelo,
tan tierno que te derrites.
El cielo se entrega en cuerpo y alma
y su resplandor baña las cosas
con plata líquida.
Este horizonte es aún más hermoso
que cualquier otro día,
los azulejos del campanario
son espejos que reverberan en mis ojos.
Sus rayos de luz entran por las ventanas
abiertas de par en par,
rozan las hojas verdes y las florecillas,
amarillas de unas macetas,  
que toman el sol sobre el pretil,
si estamos atentos
podríamos escuchar sus risitas de placer.
Vuelca en mi corazón la luz de su magia,
fuera está el ruido de la calle
se escuchan los gorjeos y silbidos de los mirlos
y lanzan graznidos una pareja de cernícalos
apoyados sobre la cruz de piedra.
Una paloma se ha posado
en la unión de los aleros del tejado,
altiva, mira hacia el infinito.
Sueño que hoy el mundo está
en equilibrio y confío,
no sé en qué, ni por qué,
pero confío, que lo eterno es hoy,
que en la transparencia de este día
está la eternidad.

Por qué me da tanta paz este paisaje

 Por qué me da tanta paz este paisaje
de tejados que recortan
un cielo de intenso azul.
Por qué en tan corto horizonte
presiento tanta eternidad.
Por qué me consuelan
los arrullos de palomas
y sus vuelos llenan mis ojos tristes
de destellos de felicidad.

Porque este preso se siente libre
tras los barrotes que lo encarcelan.

Solo quiero la noche

 Solo quiero la noche,
la madrugada fría y solitaria.
Solo quiero entregarme
al cobijo de su abrigo,
abrazarme a la almohada
y olvidar el mundo.

Se ha ido esta tarde de sábado

 Se ha ido esta tarde de sábado,
el día se fugó sin camuflarse.
Iba vestido de luz
paseando por los espacios,
con el descaro de seductora primavera.
Por suerte la tarde se alarga,
flexible y elástica
como chicle tierno en la púber boca.
Hacen pompas los instantes
y se explotan en los labios
pegados a la piel.
Transparente sustancia
de sabor dulce con fragancia a fresa.
Su esencia recién saboreada,
blanda en sus primeros mordiscos
se endurece bajo los dientes del tiempo.
Exprimido hasta el último jugo,
ya casi piedra mordida
con el regusto perdido en la lengua
hasta convertir en ansioso empeño
por retenerlo en el paladar
antes de que se haga insípido.
Esta tarde de sábado
es una tarde cualquiera
que marcha sin detenerse hacia
el ocaso
y el corazón siente un repetir
que el día ignora.
Mientras el devenir sigue al sol,
nosotros buscamos obtener y retener
su dorada riqueza.
Nos cuesta aceptar su efímero placer,
insistimos en hacer de las horas
una alegría perpetua.
Extraer del detalle más inútil
la proeza de logro.
¿Qué perseguimos?
¿Qué pretende la consciencia
sino crear una pompa que explote
en nuestra cara?
Ora triste, ora alegre,
ora desgraciado, ora jubiloso,
todo es burbuja llena de vacío.  
¿Para qué tanto ritual
con elementos nimios?
y si es vacío,
¿por qué no llenar una pompa dentro de otra
y otra, y otra, y otra..,
hasta que rebose o reviente?

Todas las muertes se parecen

Vi gente morir,
Abrían la boca,
buscaban aún el aire
ya sin ritmo continuo.
La mirada esperaba la siguiente exhalación
que venía con retraso.
Las pausas cada vez más largas,
creías iba a ser la última
y aún venía otra y una más,
hasta que entró el aire y no volvió a salir.

Vi morir gente
y también animales,
pajarillos con los ojos y el pico abiertos.
Vi mi perro morir
del mismo modo que al hombre.
Tomaba el aire,
la sangre se paralizaba,
los músculos tensos tiraban de los miembros
con estertores. estiraba las patas.
Tenía los ojos y la boca abiertos
reclamando vida.
Casi obligado a seguir en este mundo,
respiró por última vez,
dejó entrar un poco de aire y salir.
Volvió el aliento postrero y
la muerte lo atrapó en su red.
Quedó su boca levemente abierta
mostrando su dentadura.
Sus ojos, profundamente abiertos,
eran dos luceros negros brillantes,
parecían mirar ya el infinito.

Todas las muertes se parecen,
aunque vivos tengan múltiples diferencias.
Cuando se escapa la vida,
agita y tensa el cuerpo,
exprime hasta la última
gota de oxígeno
y deja seca la cáscara
de carne y vísceras.
Marcha una etérea sustancia,
huye de aquel estercolero
alimento para otras bocas
y regresa con forma indefinida,
plasma caliente en el cosmos
sin volumen fijo,
oculta para nuestros sentidos.

Vísteme los pies

 Vísteme los pies
con esos calcetines,
abriga sus torcidos dedos
los tendones contraídos
por un arduo caminar.

Vísteme la piel,
no cojan frío
esos huesos agujereados
que los blandos músculos
a duras pena sostienen.

Vísteme el alma con miel
y esparcido aromas florales,
mane la fuente almíbar.

Vísteme esta desnudez fiel
amante de su soledad,
cubra el lecho con margaritas
amarillas,
la sombra de sus perfiles
con rayos de luz.

Vísteme con hiel
de amargo ajenjo,
que la boca escupa
el odio hacia los abismos,
florezcan las mieses
y alimenten a la muchedumbre
sus semillas de amor.

Silencio, deja oír brotar la fuente

 Silencio, deja oír brotar la fuente
cómo acaricia los espacios
con su cándido rumor,
canto de ángeles
de un tiempo eterno que fluye.
Murmullo de gotas,
¡deja en mi memoria
tu dulce eco
para cuando ya no esté aquí!

Un día tendré que abandonar

 Un día tendré que abandonar
este paisaje que hoy inunda mis ojos,
embebida de luz mi mirada.
Me rodea la amable caricia
de vuelos y cantos de aves,
el tierno piar, arrullo y silbido
de estas criaturas aladas.
Mi corazón teme la ausencia
que vendrá y se espera,
y siente agradecido este regalo.
Vino el alma con la carga
de su cuerpo,
sumida en silencio, herida,
se abrieron estas ventanas
llenaron de aromas su claustro
y dio de beber su fuente
a esta tierra árida.

Parecen guirnaldas de luces esas aldeas

 Parecen guirnaldas de luces esas aldeas
sembradas en la ladera de aquellas colinas.
Apiñados los tejados vestidos de volantes
sobre pilares de piedra.
No es solo un cuadro de pintoresco paisaje,
dentro existen almas labrando conciencias,
cuerpos con nombre y orgullo,
indefinido ser con razón y locura.
Los ojos desde la lejana distancia
borran cualquier rasgo de vida.
Son tejas de barro y muros de piedra,
son luces perdidas entre los huecos
de estos altos montes
verdor de árboles y arbustos
y seres agitados que se esconden
como armadillos en los laberintos de tierra.
Asomadas sus cabezas por sus madrigueras
miran a un sol de ocaso.
Encrucijadas de calles
enredadas hiedras trepan un infinito
desde este mundo de barro y cemento.

Esta escalera de piedra

 Esta escalera de piedra
culmina en una cruz también de piedra.
Es una escalera que no suben
piernas humanas sino patas de aves.
Sus altos escalones son descanso
para sus cuerpos,
campo de cultivo las plantas
crecidas en sus grietas.
Desde esa escalera,
ellas otean el horizonte,
reposan en calma
miran la extensión de un cielo,
estudian sus nubes y sus formas
si vienen con bravura o benevolencia
y hacia qué otro paisaje,
obedientes al viento, se marchan.
En este instante de vuelos
la escalera está solitaria,
sin gorjeos de pájaros,
fría y gris, cubierta de humedades,
a la espera de un pronto atardecer
que traerá sus sombras
y entonces regresen de sus paseos
antes de abrigarse en sus casas.
Son redondeados sus contornos
las aristas fueron domadas
por el tiempo.
Parece una muralla que fácil
se atraviesa,
igual que esta bandada de vencejos
vence la resistencia del aire,
libres van sus alas.
Es como un camino, la senda
que nos lleva a la cima de su cruz
con forma estrellada.
Ahí, firme y silenciosa,
herida por siglos
y por los azotes que da la vida,
vieja, cansada, abandonada a la suerte,
mas ¡qué bella es su estampa!
¡Qué hermoso regalo para los ojos
que en ella se posan!

Está empañado el paisaje

 Está empañado el paisaje
de este anochecer
cubierto de brumas
en la apretada oscuridad,
solo luces artificiales
resisten el denso aire
preñado de tinieblas.
La noche no está fría
y huele a tierra y yerba
el campo,
la besa oscuras nubes,
en esta alcoba duerme
el cielo con dosel de estrellas.

Mira este calmado mar

 Mira este calmado mar,
qué dulce mecen sus olas,
¿acaso crees que permanecerá
así todos los días?
¿No sabes que tiene este basto manantial
sus caprichosas mareas,
se contagia de los barruntos del cielo,
igual que imita su color y formas
y desencadenan sus entrañas
grandes tempestades y naufragios?
¿No ves que abajo sus nubes
son de espuma
y sobre ella vuelan gaviotas,
hunden sus cabezas en su vientre
preñado de peces
como gotas en la tormenta?

Mira esta planicie
donde los rayos de un radiante sol
se recrean en su espejo,
acaricia los oídos su rumor
besa el rostro una brisa cálida,
y deja en la piel el roce de su tierna orilla.
¡Déjate bañar por esa ola atrevida,
sueña sobre su arena dorada!
¿Acaso crees que eso durará para siempre?

No seas ingenua, no son tus ojos
de niña los que miran abiertos
de par en par como amplias ventanas,
prendidos de luz sus iris de negro azabache
un paisaje perpetuo,
eran papel de calendarios pasados
y fueron corroídos por lepismas.
Andas confundida por un reflejo,
este ahora con un siempre.
Con cada parpadeo el horizonte cambia,
¡y pretendes que este instante sea eterno!

Lentas fueron pasando las horas

 Lentas fueron pasando las horas
sobre la columna vertebral del día,
parecía eterna la tarde
que ahora oscurecía este cielo
perfilando los tejados sobre un fondo añil.
Pronto se pondrá la noche
su negro camisón de satén
caerá el borde de su volante,
sobre la cúspide de las espadañas.
Y abajo, desde tierra,
brota la cálida luz de las farolas
para no ir a tientas los ojos
de estos ciegos.

¿Por qué este sendero?

 ¿Por qué este sendero?
¿Por qué estas piedras y hoyos?
¿Por qué después de subir
la alta pendiente rodar hacia abajo ,
arañada la piel por zarzas,
cubierta de espinas la carne?
¿Por qué el mapa tuerce
y retuerce sus esquinas,
rompe puentes y su agua
cruza por callejones oscuros
que vierten arroyos de barro?
¿Por qué ha llegado a este lugar hostil,
de camino pedregoso
que hace arduo su andar?
¿Por qué seguir?
Hoy desea apoyar su espalda
sobre esta piedra.
Le cubre la sombra de una cornisa
con la boca seca,
con el cuerpo herido,
con el alma fría muy fría.
Tirita de desesperanza.

Las figuras en el espejo

 Las figuras en el espejo
están sin sentimientos,
se ofrecen frías en su cristal
y nosotros, que creímos eran
reflejos fieles,
les pusimos a los ojos lágrimas,
a la boca sonrisa
y a la voz que en su interior
no sonaba
la hicimos resonar en eco.
Ni el llanto era dolor,
ni alegría la risa,
solo muecas sobre un fondo
que vestimos con nuestro mirar.

Irrumpen recuerdos de un ser

 Irrumpen recuerdos de un ser,
ya tan extraño, pero que aún vive
de inquilino en este cuerpo,
alojado en el ático,
con el que apenas cruza palabra
sino miradas de evocación.

Perdida entre error y acierto

 Perdida entre error y acierto,
quizá todo sea torcido camino.
Y cómo saber esa gracia,
reír de una alegría,
escurridiza agua que huye
que atraviesa mi pecho,
alcanza mi garganta,
humedece la lengua
asoma a los labios
y se seca en mi boca.

La vida no es poesía

 La vida no es poesía
porque la vida no contiene palabras.
El poeta solo presta la ilusión
de detenerla un instante,
echarle el lazo a la hoja
que se desprende de ese árbol
y atraparla entre las páginas de un libro,
derramada tinta sobre el papel,
lanzado eco al aire
que se diluye en el valle del olvido.
La vida está entre los dedos,
al borde de los labios,
en la mirada soslayada,
tras un velo se vislumbra.
Cuando la quieres sujetar
de las manos se escapa,
la encarcela la boca,
su luz ciega los ojos.
La vida es ave libre,
muere si está en jaula.
Solo tendremos un pájaro cantor
de tristeza y engaños,
de esperanza y promesas.
Nos deleitará con su sonora melodía,
su bello plumaje de colores brillantes.
La vida se respira, se siente,
es un don inefable,
regalo que se esconde
bajo las apariencias.
Escurridiza su piel,
nos llega su aroma indefinible.
Se presiente en el silencio,
detrás de la luz artificial del bullicio.
Ella es luminosa sombra.
La vida, eternidad dulce y salada,
siempre florece detrás de nuestras tinieblas.
Intuimos una mustia llama
y recibe el alma su calor
pero nunca será su fuego.

Padre, da calor a ese vagabundo

 Padre, da calor a ese vagabundo
que duerme en ese banco de piedra.
Gracias por darle la botella de vino
que le entregó el calor de su fuego
y el olvido de su soledad.
Padre, gracias por dar luz
a las frágiles gotas y hacerlas visibles
a los ojos.
Gracias, Padre, por crear
con el vaho del mundo
nubes de todos los colores.
Padre, gracias por hacer magia
para el dolor das ternura  
y cicatrizas la herida.
Gracias, Padre, porque un mismo paisaje
lo pintas de distintos contrastes y perfiles
llevando de la mano al sol por el horizonte.
Gracias, Padre, por entregar frío
y ofrecer el abrigo de un hogar,
porque entre las tinieblas de la noche
ciegas nuestros ojos
para caminar los senderos ocultos.
Padre, gracias por dar desperdicios
a este pobre,
restos que ha encontrado
en un contenedor de basura.
Gracias por conceder a unos despreciar
lo que otros necesitan.
Gracias, Padre, por llenar de ambición
las manos de un mundo
y dejar vacías a tantas
para buscarse entre ellas.
Gracias, Dios, por ese aparcacoches
que me dio bendiciones por una mísera limosna.
Dios Padre, gracias por dar a este
mendigo sus pocas posesiones
unos cartones, una manta vieja
y un paquete de cigarrillos.
El amparo del recodo de las paredes
de unas viviendas
para resguardarse del frío y la lluvia
de los vientos y peligros,
al pie de una gran avenida
concurrida y luminosa
que lo protege de los desaprensivos.
Padre, ¿qué castigo merecen
estos viandantes que cruzan sin mirarle
temerosos quizá de su presencia?
Él también los teme
o tal vez no tenga miedo aquel
que todo lo ha perdido
y solo le queda un cuerpo viejo,
un trozo de vida miserable,
sin techo que le cubra,
ni seres que le quiera.
Sin un lecho y comida caliente.
Nada tema, solo al frío
que hiela sus huesos
el vacío en el estómago
y el hambre en sus entrañas.
Pero, Padre, gracias por dar
a este pobre humano razón
para cuidar su abandono.


No camino, voy abriendo sendas

 No camino, voy abriendo sendas
de horas.
Mis pies son las agujas que giran
unidas a un centro
de un reloj abandonado.

Estas lágrimas calladas

 Estas lágrimas calladas
rompen con sus esquirlas de cristal
mis corneas.
Araña la tierra su torrente
pero no alcanza la luz del cielo.
Se quiebra la tierra,
es espejo roto en mil pedazos
que no escurre líquido su azogue
para limar sus aristas,
sino que, pegado a su piel,
destila óxido el dolor y el tiempo.

Esta mariposa blanca revolotea

 Esta mariposa blanca revolotea
por este día lleno de luz,
cruza por delante de mi ventana
sobre los tejados,
retuerce la esquina y desaparece.
Hay ramilletes de flores blancas
cobijadas entre las tejas.
Pronto será un jardín seco.
Pocas lluvias vendrán,
quizá un pequeño chubasco
refrescará sus pétalos.
Viene el verano con su sol ardiente,
convertirá el asfalto en fuego,
los muros enfriarán el interior
de los monasterios
y en la calle las moscas buscarán las sombras
incordiando el descanso de las siestas,
mientras, en el silencio de la tarde,
el zureo de las palomas nos adormece.