Tabula rasa


Le ha crecido a la ola su barba blanca.
Pierde pie su pesado cuerpo,
tropieza y cae sobre la arena,
toma la orilla su beso de muerte.
Algarabía de niños que juegan
a llenar y vaciar cubos de agua
sobre un pozo ya cubierto.
Bebe este vaso de arena
que arrastra por tu garganta
y rompen sus cristales un grito.
Gaviotas que toman el vuelo
al salir de la cueva de tu boca
Calla, mar, escucha el dolor del cielo
el que en su éter insípido
se rinde cada día a tus brazos morenos
de pirata.
 

El vacío del blanco


La pantalla se ha quedado en blanco,
por su rectángulo no transitan imágenes.
Impacta su llena nada en la sala vacía,
oscura como una noche de luna llena,
de aullidos de lobo y ulular de viento.
En el silencio las partículas sordas se agitan
como lamentos de alma hambrienta,
de ligero cuerpo con pesada carga.
En su blanco se ausenta la vida,
su agujero todo lo traga,
allí donde el miedo se instala con soltura
y nos ciega más que el negro.
Cerraré los ojos para buscar los destellos
que se ocultan tras los párpados.
 

Llanto bajo el mar


Lloro en la espesura azul del océano.
Mis ojos son peces nadando en sal,
su encaje de espuma cubre mi mal,
más glacial en el negro ardor de ébano.

Busqué amparo en los brazos de las olas
y mis lágrimas fueron acogidas
salumbre para curar las heridas
bajo la danza de grises gaviotas.

Sobre manto de bruma plateada
ondean lunas en cielo salado.
Un grito ahogado de graznido de ave
 
se fundió con mi alma desesperada.
Yace mi dolor oculto en su arcano
surca el mar mi alarido como nave.

Y eso


Te quiero, porque me acompañas
en mis noches y días,
en mis pasos discordes,
las palabras entredichas.
Te quiero subiendo escalones
que nos llevan al ático
y bajando los dolorosos peldaños
hacia el oscuro y desordenado sótano.
Te quiero con el sí que nos dimos,
el no que gritamos, desolados, cubiertos
de forraje y escombros.
Llega la mañana barriendo las calles.
Estrenado el paisaje con las perlas del rocío,
el sol sube con ardiente abrazo,
quema en su hoguera lo indeseable
mientras el humo eleva a un cielo límpido y azul
nuestros anhelos.
Te quiero.

Impecable destino


A ti me entrego, impecable destino,
débiles son mis fuerzas,
no soy ningún héroe
para poder enfrentarme.
Haz conmigo lo que quieras.
Cuando intenté dar mis propios pasos
piedras y barreras pusiste en mi camino
Desconozco tus intenciones,
cuando fui para un lado me cerraste la puerta
y si entraba en una estancia abierta me echabas la llave.
Salté pequeños muros que a empujones derribé,
ahora estoy perdido frente a tu dominio imponente
sin saber que hacer, ni oponer resistencia,
aquí me tienes, soy tu fácil presa,
Saturno, devora a tu hijo.

Aquella niña


Siento ternura de aquella niña
que paseaba triste y solitaria,
víctima de una guerra pequeña.
Su mirada ilusionada,
entretenida en sus juegos imaginarios.

Siento ternura de su vulnerable alma,
de sus piernitas débiles,
de su dolor tan temprano.

Siento ternura de su fuerza grande
en tan pequeño cuerpo
y sus alas soñadoras.

Siento ternura de cuán limitada agua
necesitan algunas plantas
y cómo les basta a sus raíces
tan poca tierra, a veces simple muro.

Siento ternura de aquella niña
que caminaba entre edificios derruidos
y admiro hoy a la mujer
que aún lucha apenas sin fuerzas.
 

Ser piedra que palpita


Quiso ser piedra por aquello de no sentir
y rodar como pequeño grano de arena
transportado por el viento,
bucear por los fondos marinos.
Se asoció a una concha,
llegó a ser tragada por un pez,
caminó junto a estrellas de mar,
pernoctó entre corales.
Un día, llevada por las mareas,
volvió a la playa hecha ya todo un pedrusco.
Sobre una roca fue abandonada.
El tiempo acumuló sobre su corteza
arena, polvo y lodos,
pequeños cristales que brillaban con el sol.
A veces la bañaban las olas
que arrastraban contra ella
y dejaban a su cobijo pequeños crustáceos
y otros diminutos seres vivos.
Era difícil distinguir qué era materia inerte y qué vida.

Hoy, esa coraza pétrea, siente.
No os confunda su apariencia dura,
porque esa piedra palpita.

Es


Camina una mujer calle abajo,
derrama sobre su cuerpo tibio
la luz del sol de la mañana.
No es ella ese espectro que avanza
paso a paso hacia el destino de su tormento,
ni la materia fluida, deshecha en partículas,
delimitada por unos contornos
que define una claridad engañosa.
Sobre el asfalto,
atada a sus pies,
va su sombra.
No os confunda, que no es ella
esa que lleva un bonito vestido
con estampado de rosas
y esparce aroma de espliego al andar.
Ha pintado sus ojos color canela
y cubre su mueca agria
con lápiz de labios rojo.
Es un reflejo iluminado eso que veis,
porque ella es la mancha oscura
que se arrastra por el suelo.

Eco


Ha pasado el tiempo del escalofrío,
el roce cálido del sol de primavera
y se ha instalado sin darnos cuenta
este pausado y acogedor otoño.
Se fue este invitado sin despedirse,
escabullido entre el resto de asistentes,
sin hacer ruido.
Nadie se percató de su marcha
hasta quedar vacío el amplio salón
con la claridad de su ausencia.

Ven a mí


Ven a mí, tierno corazón,
seré fresca y fina lluvia,
huracán que te agite y suelte
en un desolado territorio.
Encenderé en ti un volcán
y te recorrerán ríos de lava ardiente.
Seré fuego arrollador
que calcine un bosque
o el frío y blanco mármol de tu tumba,
abrigo cálido, paz de un mar en calma.
Te abandonaré al desasosiego,
a la tristeza de una prisión
sin horizonte,
serás alegre risa de niña,
la herida que te desangre lentamente,
el puñal que te desgarre en un instante.
la explosión de colores de fuegos artificiales,
el silencio oscuro del mundo
Seré tu hada buena,
tu bruja mala,
tu suerte.

Toco el aire de esta nueva calle

Toco el aire de esta nueva calle
en una ciudad perdida.
Saboreo su esencia, mezcla metálica,
con el aroma de ácida sangre
del tamarindo en flor.
Mancha la acera su malva pulpa
pisada por caminantes ajenos al crimen cometido.
Bebo la brisa vespertina
que anuncia la densa insolación.
Hay sabores de azahar en el parque
y siembran las risas de niños
sus rincones frondosos.
Calma la sed la venturosa alegría
que palpita como un corazón
entre las paredes de los edificios.
Suena un melódico cantar
con el pulso del motor
y claxon de los vehículos.
Resuenan en mi cabeza
las voces sin palabras
hechas de vital murmullo
con la mirada añorada de un recuerdo.
 

No encuentro la palabra definida

 No encuentro la palabra definida,
el lugar donde esconder mi único tesoro,
mas logré entre tus manos
sembrar una caricia
y de tu boca extraigo el aire
que riega mis pulmones.

Divagas


Divagas a lo largo de la mañana,
estiras los movimientos por las horas
como un chicle estrenado.
Te entretienes, te recreas con los sueños
hasta que la hora punta explota
tu esfera de satisfecha soledad
y pone a la vista tu desorden.
De demasiado lento a demasiado aprisa,
deja en evidencia tu abandono,
ese anárquico deambular matutino
con fresco sabor a menta que al llegar la tarde
se endurece como pegamento
y cuesta hincar el diente al resto de día.
Te cuesta masticar los deberes,
tienes la mandíbula desacostumbrada
y deja en tu boca toda la apatía,
perdido ya el sabor y la textura agradable.
Cada día haces acuerdos
con esa voluntad indómita
y cada día fracasas en el intento
porque hace tiempo que necesitas
masticar un nuevo sabor.

Dios / Demonio

 Dios

Dios, llévame de la mano sobre la nube de los sueños.
que navegue como barco velero sobre su espuma,
y sienta el sosiego y la ternura en su abandono,
el suave migrar sobre el piélago del cielo
ser gaviota llevada por la brisa del cálido estío.


Demonio

Suelta el filo de mi falda,
que no sea alas para tus maldades
Repudio tu astuto anzuelo,
no comas de mis errores.
Apóstata de tu dogma, dejas
al pecador con la miel en la boca.
Perjuro de tus mañas,
juegas con mis deseos.
Volatinero de la vida sin red,
te diviertes con mi suerte,
me sueltas y agarras.
Castigado con sueños inasibles,
soy paja en tu infierno.
Astuto y paciente, esperas mis temores
ya babeas con el placer de devorarme.

Ayer ocurrió la desgracia

 Ayer ocurrió la desgracia,
una más de tantas,
hoy hay trinos de aves,
silbidos melódicos de mirlos,
graznidos de gaviotas,
arrullos de palomas en la fuente.
Danzan insectos sobre bellas flores
que esparcen intensos aromas,
gorjeos de gorriones hambrientos,
gusanos repugnantes reptan y comen
excrementos de ratas.

Ayer la muerte mostró su rostro,
frío témpano, hueco como la sombra
del vuelo siniestro de halcón
tras estas montañas de vísceras rasgadas.
La muerte, perfecta anfitriona,
celebra con júbilo el encuentro:
bienvenido a la fiesta de la eternidad
el recién llegado.
Ayer, uno menos en este valle de lágrimas.

No somos los que quedamos
más privilegiados que aquellos que se fueron.
Tal vez ondeemos un tiempo el espacio,
como pequeñas pompa de jabón
que dispersa el suave aleteo de mariposa,
frágil semilla ligera que surca
el océano de campos sembrados,
mota de polvo, marioneta de comparsa
movida por hilos invisibles
de aire, de silencio, de ausencias.

Ayer se despedazaron cuerpos
en este campo de batalla,
hoy entre cantos de pájaros
estallan sobre un cielo azul
el cráter de un grandioso sol
que rebosa su lava de fuego
como puñales clavados
en la piel quemada.

El hado de este bosque

 El hado de este bosque
se miraba en las aguas cristalinas,
ahora la noche avanza sin tregua
y devuelve simplemente el reflejo
de una luna hastiada
y en su espejo ya no soy el mismo.

Son tus manos y piernas

Son tus manos y piernas
parte de un cuerpo igual al mío.
En tus facciones reconozco
a un semejante.
La tierna carne que vibró
al contacto del frío abismo
te entregó igual que a mí a esta tierra.
La existencia fortuita de un cosmos
regaba por igual todas las células
que germinó en este fruto.
Dicen las palabras y los gestos
que somos idénticos,
corre por tus venas el mismo río.

Se ha agitado el mundo y las palabras

Se ha agitado el mundo y las palabras
en los diccionarios se han trastocado,
mezclando sus definiciones
como quien habla en idioma extranjero.

El tiempo tiene su tiempo

El tiempo tiene su tiempo,
la luz cegaba la vida, la piel contra piel,
el cielo –ay, el cielo–,
los pasos iniciados, sin prisa,
la mirada, la espera, la lucha
y el mundo desaparecía, solos tú y yo.
Ahora, sobrecargada las vísceras,
mueren lentamente los espacios
hacia el expectante recorrido de un futuro
que ilumina esos caminos farolas mustias y lánguidas
como pétalos de flores desfallecidos.

Virgen


Es difícil que hoy estrenen mis ojos lo nuevo,
pisar por primera vez un lugar
sin que su imagen no se haya dibujado
antes en la mente.
Diseñamos el presente con el mismo tejido
de las prendas que nos vestían en el pasado.
Nos gusta caminar las mismas carreteras
asfaltando los baches,
recorrer los paisajes con la misma mirada,
aquella que se acomodó a la lente
de la perversa costumbre.

Inauguremos a cada instante el mundo
con la sorpresa de lo desconocido,
con la palabra que aún no existe,
el sentir extraño, sin color ni sabor
ni registro, ausente.
Descubrir lo virginal de una nueva tierra
como el desnudo del cuerpo del otro.

El espejo


El espejo descubre mi rostro
y se sorprende de esos ojos
que le miran.
Cruzan por su cuerpo brillante
escamas de peces en un océano platino.
Invaden muecas de alas de aves nocturnas
la alcoba de sus sueños
de deseos prohibidos de mi memoria.
Son pesadillas de hormigas blancas
los puntos salpicados del dentífrico.
La noche se apaga tras este foco
y silencia esa boca que escupe
borbotones de espuma.
Calla también el espejo,
no me dirige la palabra ni me mira,
soy un intruso que irrumpe sin permiso,
ni hizo cola ante la mesa de esta fría sala
donde se extienden elementos de mi mundo
sobre su fondo insensible y ausente.
Aburridos funcionarios cumplen
rutinas de rígidos deberes,
rellenan documentos que no te eximen
del pago de una deuda con el tiempo.
Sella con tampones manchados de tinta
la estampa oficial sobre mi rostro.

De vuelta al lugar de la costumbre


Pasada la tempestad, dejó sembrados
los campos de estrellas centelleantes.
Doblegadas las plantas ante la fuerte lluvia,
ahora levantan orgullosas al cielo sus cabezas.
Vuelve la risa a los pétalos de las flores
como labios de amantes,
se saborea aromas de aire fresco y puro.
Pletórica renace la tierra prometida,
ajena a los gritos de los hombres.
Hay miedo en los ojos y dientes apretados,
rabia, angustia, dolor, inundando estos valles.
Son estos brillos efímeros puntos de luz
que en el mañana serán opaca negrura.
Regresará a su uniforme, planchado y limpio,
mientras levantan el polvo con sus ruedas
estos domados caballos,
relinchan sus gargantas roncas
y escupen hollín negro.
Cabalgan sobre el duro asfalto
soñando la libertad de las praderas.
Van hacia la dirección prevista,
sin desvíos, a la rutina de sus cuadras.

Paredes de algodón


Uno quiere protegerlos,
salvarles de cualquier abismo,
evitar sus caídas,
curar el dolor de sus fracasos.
Uno quiere beber sus lágrimas
y respirar sus desalientos,
librarlos de cuánto malo
les pueda acontecer por los caminos,
luchar contra los rivales
de la felicidad de sus días
y la paz de sus sueños.
Corregir con mis fallos sus escritos.

A estas alturas diviso mi impotencia,
conozco hoy mi endeble armadura.
Entregué al mundo sus alas
volar es su libertad sin garantía.
Si intuyo algún peligro, lo sufro
y acallo gritos de desasosiego.
Me aterran sus riesgos y errores.
Cumplida mi función, solo me resta
con el corazón en vilo
observar su vuelo desde la lejanía.

Heráclito

 

Volveré a beber de aquella fuente,
mas no de sus aguas cristalinas,
su sabor recogió la sal de la tierra
y tomó de grises nubes su tóxico alimento.
Volveré quizá a saciar mi sed,
al menos, confía mi carne.
Porque ella, que es esencia pura,
ella, que domina la tierra,
inunda sus continentes,
atraviesa sus entrañas,
muere y renace una y mil eternidades,
se arrastra por el suelo
o al cielo asciende como áureo ángel.
Ella, que fue madre antes que esta madrastra,
que nos subyuga y cubre nuestros muertos,
dará de beber al sediento en su árido peregrinar
con las manos llenas de su oasis.
Tan sólo habrá que esperar
a que se desate la tormenta
y vuelva el gorjeo del cristal de sus gotas
a inundar de verde los valles,
brote el jardín del edén
con su frescor sin sombra.

Aniversario

 Volviste a la eternidad de donde viniste
y estos cuerpos que te añoran
envejecen sobre la tierra.
Nuestras retinas guardan
perfiles de tu rostro
y la memoria juega a capricho
entregando retazos con difusos detalles.
Tus huesos se hacen polvo en una tumba
a la que unas manos limpian
y llevan flores.
Este sueño es un relato
de cadáveres que velan fantasmas.
Somos pétalos marchitos
que el viento en su rumor
nos lleva con engaños.
Yacer en el lecho de la nada
es la vida
y esta, una efímera pausa.

Muerte

Muerte de siglos, muerte histórica,
muerte inmediata, muerte cotidiana,
muerte del otro, siempre el otro,
comentador de muertes ajenas,
lamento de muerto próximo.

Falsa lejana distancia entre vida y muerte,
mínima cuestión de cercana medida.
Un día seremos parte de esa estadística.
¡Vivamos pues! No hay más opción ante la muerte.

Muerte ilustre muy llorada,
muerte anónima indolora,
indiferente, muerte de nadie,
muerte itinerante de oca a oca y tiro porque me toca,
la que suma y sigue, añadiendo a la cuenta.
Aquella que multiplica dos por dos cuatro,
diez por cien mil, mil por mil un millón,
muerte que juega a la gallinita ciega,
corre que te pilla pero te encuentra allí
donde te escondas.

Aunque anduvo de la mano contigo
desde que vida fuiste,
nunca se presentó para ti en pasado
si hoy eres.
Aunque vigila tu futuro,
ataca siempre en presente.
Muertes en vida existen,
más muerte muerte, sólo una.


Santo Sanctorum,

ruego a dioses,

ave de mal agüero,

velas y oraciones,

entrega voluntaria,

muerte suicida,

lucha a muerte.


Soldado de la vida, tienes con ella perdido el combate,
no esperes que nunca saque la bandera blanca.
De nada sirve tu grito de guerra: ¡muerte, ríndete!
Porque ni muerta se rinde.

Qué fue de aquellos rostros

¿Qué fue de aquellos rostros
de nombres olvidados hoy?
Apenas quedan unos trazos,
una imagen, ciertas palabras,
el diagnóstico de un instante,
el pequeño ramillete de flores secas
que olvidamos en un jarrón
cubierto de polvo
en alguna estantería.
¿Hacia dónde les llevaron sus pasos,
qué relatos construyeron?
¿Vagan por el tiempo de los vivos
o hacen cola para entrar en la gloria?

Perdí la identidad de algunos,
que anónimos se mezclan
entre la muchedumbre.
Me mueve la curiosa duda,
cómo transformó el tiempo su materia.
cómo adornó con detalles sus contornos.
En mi memoria huidiza
respira el desconsuelo
de lo perdido en la nada,
de nuestras perecederas eternidades.

Vamos por el sendero de nuestra vida,
tomamos algún descanso
en un remanso de la vereda,
bebemos del mismo río,
compartimos comida,
sentimientos, sueños.
Volverán aquellos rostros,
quizá,
en algún recodo del recorrido,
a traernos su presencia
entre los desvíos y encrucijadas
que el destino nos depare.

Caminamos las horas de lo cotidiano

Caminamos las horas de lo cotidiano
que esconde basura bajo su alfombra.
La dejó un dios perezoso
que no cuida bien de su casa.

El fantasma del olvido


¿En qué me diluiré,
fantasma de mi memoria,
cuando vengas a robar
los objetos más valiosos
de mi morada?

Tengo puntos suspensivos en mi piel

 Tengo puntos suspensivos en mi piel,
punto y coma en mis labios,
dos puntos que ordenan mi pensar.
Hago punto y seguido con mis pasos,
pongo coma al tiempo,
corchetes para proteger el rostro.
Ya no hablo con entrecomillado,
aunque me protejo entre paréntesis
y fijo el punto final cuando quiero.

Niña Leonor (corto poema para corta memoria)


Como el olmo viejo es la tumba
que te acoge, Leonor.
Al igual que su tronco,
un musgo amarillento cubre la lápida
de mármol blanquecino,
óxido por tantas añejas lluvias.
Una flor sobre el sepulcro
de mustia piel de plástico
marchita su semblante
quemada por el sol.
El aura de macilenta tristeza,
de abandono y olvido,
la entrega a la mugre del tiempo.
En un estrecho pasillo,
junto a un cadáver anónimo,
frente a los urinarios,
quedó allí la niña muerta,
amortajados sus níveos huesos
con traje negro de novia.
Caen las tristes horas
en estas bocas calladas
que gritan eternas soledades.
De la mano del poeta,
navega por nuestra memoria,
frágil e irreverente,
su corto relato de fechas exiguas
y arrinconados recuerdos
en una intimidad austera.
Condensa su vida el leve soplo
de un suspiro,
la llama tenue de una vela.