Ser piedra que palpita


Quiso ser piedra por aquello de no sentir
y rodar como pequeño grano de arena
transportado por el viento,
bucear por los fondos marinos.
Se asoció a una concha,
llegó a ser tragada por un pez,
caminó junto a estrellas de mar,
pernoctó entre corales.
Un día, llevada por las mareas,
volvió a la playa hecha ya todo un pedrusco.
Sobre una roca fue abandonada.
El tiempo acumuló sobre su corteza
arena, polvo y lodos,
pequeños cristales que brillaban con el sol.
A veces la bañaban las olas
que arrastraban contra ella
y dejaban a su cobijo pequeños crustáceos
y otros diminutos seres vivos.
Era difícil distinguir qué era materia inerte y qué vida.

Hoy, esa coraza pétrea, siente.
No os confunda su apariencia dura,
porque esa piedra palpita.

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