El tiempo implacable

 

Mantente a flote por todos los medios;

pero si te es imposible, ten valor de hundirte sin ruido.

Rabindranath Tagore

 

El tiempo implacable
ejerce maña sobre el nudo
en la soga del ahorcado.
Pero no lo desata.
Podrido, se convierte en polvo,
materia corrupta en el aire que respiras.

Un vacío llena mi estancia.

 Un vacío llena mi estancia.
Hay un eco que choca contra las paredes,
comprime el aire y rinde
sobre un lecho hueco.
Es extraño todo a mi alrededor,
por los rincones quedan los sueños ofuscados,
balancea en el techo un péndulo
que amenaza el comienzo de una nada.
Desnuda y desatada va la conciencia,
no encuentra la causa ni su efecto.
La ausencia absoluta de anclajes
hace desaparecer el mundo cada vez más aleatorio.
Entre bruma vestida de noche
pierde razones la madrugada
y este náufrago llama a gritos un velero
que se balancea dulcemente sin tripulantes
sobre las aguas de un ancho océano,
ignorando mi llamada desesperada.
No hay consuelo ni remedio,
expiran sin dramas las ilusiones,
dejando este cuerpo ya marchito.
Reposa inerte sobre la arena del tiempo,
ese que oscila entre un mar de cristal
y vuelca su tremendo cansancio
de cuenco a cuenco.

Acaso soy adolescente y celebro hoy

 ¿Acaso soy adolescente y celebro hoy
el enérgico sol que brilla,
pinto de rosa los árboles
o presto al cielo la pasión del rojo?
Cuando el amor brota como flores
sobre el jardín del universo
es infante vida.

Desalientos


La hermosa blanca crin de la ola
que el viento despeina y agita
como caballo que galopa el ancho mar
desbocado, rompiendo muros en la dura tormenta,
trota alegre, salta sobre las rocas
y manso acude a los brazos de la orilla.

Escamas

No puedo quitarme esta piel deshidratada,
esta cáscara seca y dura.
Un sutil vapor sube hacia mi cabeza
y trata de alcanzar las alturas
pero se vuelve nube que suelta
sobre mí su aguacero.
Soy árbol clavado a esta tierra
que estira sus ramas para rozar el sol.
Resiste los vientos y tormentas
mi viejo tronco, herido por el rayo,
sin embargo, me dejó con vida.
Es mi sino permanecer en este suelo
que me alimenta y me pudre.
Sueño que mis hojas son pájaros
cuando remontan el vuelo sin retorno,
como el tiempo que deja desnudo su esqueleto
Formarán nidos las aves migratorias
pero sé que, llegada la hora,
buscarán otros refugios.

Esclava de las palabras



No soy yo quien pone palabras
una al lado de la otra,
quien combina adjetivos y crea metáforas.
En ese mundo del lenguaje
ellas son las dominadoras,
pétreas en sus formas,
sensibles en fondo y concepto,
díscolas y agitadoras también,
firmes como un ejército.
Bailarinas en zapatillas de papel,
tutú de garabatos y rúbricas,
paso a paso describiendo su camino
y yo dejándome llevar de sus manos.
No soy yo ni siquiera la que siento
un impulso, un resorte.
Tal vez la invisible cuerda
que a ellas me ata
y tira de mí para salir al escenario.

Lo innombrable


Esa palabra que no quiero nombrar
tiene nombre.
Es el soniquete constante de un goteo
que va llenando un reloj de mar,
la alarma que cumple su amenaza,
lengua que muerde la angustia
y encierra el sollozo en la boca,
río de sal que lleva
torrentes de piedras al alma,
la verdad que se traiciona sin remedio
y miente cuando habla
para cubrir de su desnudez al tormento
que hace infierno de las cosas

Caelum Caeli


Haces de luces falsas a ambos lados de la carretera, líneas continuas y discontinuas. Y  adelante más luces a cada lado y líneas continuas y discontinuas. En el horizonte una fiesta de puntos luminosos me dejan atrás.
La culpa de la monotonía la tienen los días de la semana y los meses del año que vuelven una y otra vez. Las continuas vueltas sobre los mismos números de las agujas del reloj. El nombre idéntico que te hace girar el rostro cuando te nombran. La cansina retahíla de refranes y las mismas mentiras. Es rutina mis pasos mientras los pies del mundo camina sobre mi como otra persona distinta.

Que cada uno limpie su cocina

 Que cada uno limpie su cocina
y barra los rincones de su casa.
No acumule polvo sobre los muebles
más allá que el decoro cubre
al ojo ajeno.
Escapar de ese murmullo pegajoso
que se adhiere a nuestras alas,
seamos mariposa inconsciente
que ignora donde aguarda su presa.
Pero no se mienta, fue oruga un día
y volverá a serlo.
No te confunda su alegre danza
entre bellos colores y aromas.
Oculta su verdadera tragedia,
ser fiel sin saberlo
a la impronta que la encadena.
Luego si queréis darle poesía,
sueños bucólicos,
y hasta otorguémosle que sea capaz
con su frágil aleteo
de provocar grandes proezas.

A pesar de la herencia que promete

 A pesar de la herencia que promete,
lucha, dolor y muerte,
persisto inconsciente por la fugitiva llama
que vierte el veneno de su mentira en mi boca.

Con otra mirada


Son las mismas piedras y los mismos edificios.
Pisas como pies descalzos los viejos adoquines.
Lugares estáticos en el tiempo permanecen
bajo un cielo que dibuja idéntico paisaje.
Recorres por laberínticas callejuelas,
paseas por aquellas plazas y rincones.
Reconoces sus muros centenarios.
No incordian los rostros presentes,
tan anónimos como antaño,
ni que hayan invadido los espacios elementos distintos,
pero te sientes extraño en tan reconocido lugar
porque ya lo vistes con otro traje

y miras hoy el mundo desde un antifaz.

Desprenderse de sí


Desprenderse de sí y encontrar el punto exacto
entre las coordenadas de posibilidades
en este espacio infinito.
Ser y estar libre de todo temor
de la angustia del fracaso.
Situarse en esa burbuja de satisfacción,
saciar al estómago con las ansias de los deseos
y llenarlo de los manjares que nos hacen salivar.
Hallar el bienestar entre los límites impuestos
de nuestro cuerpo físico.
Mirar atrás y reconocer tus imperfecciones,
los descuadres entre lo aceptado y detestable

Un extraño que siempre observa desde el pasado
marca en la pantalla allí donde fallaste.
Son errores que uno inventó para sí mismo
de igual modo que soñó con las virtudes sustituibles,
el traje que se ajustara como un perfecto guante
para recrearnos no sin cierta vanidad y orgullo
frente al espejo mágico donde coincidir
nuestros actos con sus proyectos
respondiendo al milímetro el programa
que dibujó la imagen sonriente
del héroe que alcanzó su propia cima.


Equivocarse una y otra vez,
volver a sufrir por las mismas heridas
y no conseguir una noche de alivio
ni una mañana de epifanía.
Sin salir ileso ni limpio como de un baño en el río,
sino manchado del lodo de su fondo oscuro,
pegado a la dermis como una capa más de piel.
Mientras el reflejo convulso de su superficie
remueve las aguas de tu memoria
mostrando el rostro de un monstruo
de aspecto deforme e insoportable
que camina contigo.
Impedido para volver la cabeza sin ver tu propia espalda,
como eterno Sísifo,
ese eres tú, sin engaños ni artilugios.

Renovada la esperanza con alardes,
anhelas siempre su roce y sin embargo,
tan escurridizo pez desaparece.
Escapa la presa creando tu prisión.
Desamparado quedas en esta lucha agónica
sin el equilibrio jamás de su recompensa,
solo la tristeza será el fiel invitado
que acude presto al desastre.
Acerca su gentil mano
y te confiesa
que no habrá jabón que elimine
la mancha de dolor en tu maltrecho ropaje.
Recogidos todos los residuos de tu camino,
recompusiste prendas y cabellos.
Tal vez imaginaras que abandonando peso
eliminabas carga y, al recomponer
ciertos cambios en el mapa,
darías con el refugio prometido.
Pero no encontraste más sombra que la tuya.

Tocar fondo


Naufragas en este amplio océano,
ceñido en un espacio limitado
por la línea gruesa del horizonte.
No muro, sino abismo tenebroso,
vacío, de aparente calma,
pero terrible enemigo amenazador.
Día y noche relevan su turno
en esta agónica vigilancia.
Quedan exiguas fuerzas  
y rendido haces el muerto.

Sobre esas aguas profundas,
ya no nadar,
abandonarse a la nada
que su voluntad ofenda,
dejarte llevar por el viento o la brisa,
arrastrada por su autoridad caprichosa,
bañar el cuerpo con la sal de tus lágrimas
y hacerte uno con el mar.

Basta

Basta, acabaron los lamentos,
que queden en el silencio los sollozos,
que la soledad absorba tu amargura.
Sal ahora fuera, mira la luz
que anuncia el próximo verano.
Sabes que llegará el invierno pronto
con su contrato oficial
y una página en blanco
donde se irán escribiendo
los versos de la vida cotidiana.
Escucha los hermosos trinos
de los gorriones que alimentas,
les bastan tus migas y agua poco clara,
¿por qué vas a pedir más a los ángeles
cuando ellos son los alados?

Ruego

¡Dios mío! ¡Universo!¡Eso que eres y no conozco!
No impongas dolor en su sendero,
libérala de yerbajos y piedras,
sacúdele el polvo con dulzura,
que no le hagan daño tus manos.
Ábrele las puertas del cielo
y muéstrale sus colores maravillosos.
Que tu brisa más suave acaricie su semblante
y si vienen algunos vientos irritados
que la tumben o empujada la tambaleen,
ponle rápido un remanso en su camino,
un oasis de paz, una lluvia fresca y ligera,
una pradera donde tumbarse
bajo un sol cálido.

¿Quiénes somos?


Sientes perder parte de tu vida.
Se escapan poco a poco los detalles de un pasado,
desdibujados quedaron episodios trascendentes,
borrados aquellos actos en los que entregaste
todo el ser. Apenas un resumen escaso queda,
una sinopsis defectuosa que transforma la película,
reduce el viaje a elementos caóticos,
confundidos pasos y  lugares.
Te altera el vacío que otros reconocen:
pasé por allí, te dices, lo confirman las fotografías.
Necesita la vida de la documentación
que certifique que hemos existido,
el camino que anduvimos y marcamos
con señales que fuimos dejando en los árboles,
por donde recorríamos con la guía de un hilo
que iba tirando de nosotros. A veces se rompía
y teníamos que hacer nudos, recomponer nuestra historia.
Quedaron los días cotidianos en un engrudo negro,
en algo apretado, imposible de deshacer
sin tener que romper, a veces, algunos trozos.
El pasado es un edificio en ruinas
donde entraron enredaderas rompiendo la piedra.
Sus ventanales tienen los cristales rotos
y el frío heló la vida que un día caldeó todos los rincones.
Las paredes con los colores perdidos
se agrietan y se levantan heridas en su piel.
Todo tiene un aspecto decrépito,
pero guarda el encanto de la recreación.
En ocasiones encuentras materiales
que no le pertenecen.
Metieron en sus estancias elementos ajenos.
Te preguntas qué hacen esas abandonadas barcas
ahí, fuera de su mar.
¿Quiénes somos realmente
si cuándo estábamos teníamos siempre al frente la mirada?
Fue el consejo que te dieron cuando
aprendiste a montar en bicicleta,
busca el punto en el horizonte,
la meta donde quieres llegar.

Eras entonces, tal vez, un extraño de ti mismo,
con una identidad hecha del fraude de muchos pasados.
¿Quién es éste que hoy te habita?
Quizá, un usurpador de aquel que tampoco fuiste.
Nunca somos nosotros mismos,
si nos construimos con andamios de falsas interpretaciones,
si el cemento de los recuerdos va
mezclado con demasiada arena.
¿Qué ser tenemos entre manos?
Ese que situado en un punto
toma referencia de una brújula desimantada.

Cada instante se imprime con la dosis de emoción
que cambiará la pócima y la bruja
se convierte en hermosa princesa o el príncipe en sapo.
Luego el tiempo, el implacable tiempo,
transformará el paisaje que ya no reconoces,
ni sus lugares que un día recorriste.
Sentado en una parada del autobús,
sin equipaje, tan solo una simple mochila
donde guardas un hatillo frágil.
Al final, qué simples somos,
cómo vamos perdiendo en este naufragio de la vida
todas aquellas pertenencias que creíamos
tenían tanto valor y sin embargo,
qué feliz si, al menos, alcanzas la isla
con lo verdaderamente importante,
eso que amas más que tu propia vida
y aprietas para que no se te escape
con el puño cerrado.

Implacable Saturno



¡Ay, el tiempo, que acabará devorando a sus propios hijos!
¿No quedó reducido aquel hermoso y jovial presente a cenizas de un pasado?
Del mismo modo, ¿no engullirá este nuevo ser que se gesta en un futuro?
¿No colmará su hambre con futuros de otros presentes?
Progenitor insaciable con voraz apetito de eternidades
que convive sin escrúpulos entre sus muertos.

Silencio


Hablé quedo y no me oían.
Con mi aliento dejé escapar un murmullo
y, aunque me escucharon,
no obtuve respuesta alguna.
Alcé la voz y giraron hacia mí
sus rostros irritados.
Grité con fuerza,
casi con desesperación y con rabia,
gritaron aún más fuerte ellos.
Sus reproches cerraron mis labios.
Ahora guardo silencio
y solo yo, a mí misma, me contesto.

Antes que llegue lo peor


Antes que el cáncer devore mi cerebro
y mi carácter se agríe como vino rancio
convirtiéndome en mi propio extraño,
cuando nadie me reconozca
en lo que quede transformado
y yo mismo ante el espejo me sienta ajeno,
deseo decirte cuánto te quiero.

Antes que el roce de tu mano me incomode,
me molesten los ruidos, y la gente
nos miren con compasión,
cuando te insulte, grite y desprecie
tu consuelo con palabras hirientes
que salgan de mi boca como vómitos,
cuando ya no recuerde tu nombre
y nuestros hijos sean unos rostros anónimos,
quiero deciros que os adoro.

El día que las líneas de tu cara,
que ahora recorro emocionado
con mis dedos no signifiquen ya nada,
tu sonrisa, mirada y dulces gestos
sean sólo detalles imprecisos de un entorno,
donde no diferencie entre un semblante y un mueble,
quiero dejarte la huella de mi deseo.

Cuando mi cuerpo innoble
convertido en simple despojos
porque el hombre que fui ya no es,
quedando los residuos únicos de un animal
y sus miembros como trapos rotos,
sin identidad, ni autonomía
pegados a una base, igual que proyecciones
de un espacio confuso y enemigo,
cuando esa materia informe sea menos que un árbol
porque este florece en primavera
después de la aparente muerte en otoño,
mientras yo me pudro sin remedio
pues no volverán en mis ramas a estallar la vida,
quiero que no olvides nunca mis besos.

Si en mi locura, en ese mundo caótico
donde mis neuronas navegarán
extraviadas  en un océano oscuro y profundo
ya no añore tu bello cuerpo,
ni el aroma de tu cuello o el color de tu voz dulce,
y, al intentar pronunciar tu nombre, no pueda,
porque tú ya habrás desaparecido en mi oscuridad,
cuando no lo susurre a tu oído,  
sino que grite un insulto,
porque aullaré y morderé como un perro rabioso,
quiero que en tu dolor más íntimo
guardes en tu memoria el calor de mis abrazos.

Cuando noche y día sean para mí lo mismo,
alimentes a un muñeco estropeado,
luches y te desesperes en silencio
y duermas en el lecho que compartimos
con un hombre que sea tu martirio,
quiero que recuerdes cuánto nos amábamos.

Yo me quedaré con este instante de gozo,
con el peso ingrávido de tu cuerpo sobre el mío,
entregados en ese fuego que nos quema.

Sé que cuando el agua limpie
mi abandono y fragilidad,
y su caricia tibia resbale sobre mi piel,
viajarán sensaciones por mi interior
evocando quizá la suavidad de tus labios.
Buscarán entonces los míos tus contornos
sin llegar a alcanzarte, me agitaré desesperado
porque estaré perdido en esa pesadilla.
Quiero, a pesar de este castigo
que no nos merecemos,
y aunque me creas ausente,
llenes el aire que aún respiro con un te quiero.

Cuando las señales del fin sean inminentes,
y aún empeñada la vida siga su pulso,
obstinada en seguir sosteniendo los jirones
de carne que ya abandonó el espíritu,
quiero, vida mía, que no llores ni sufras.
Nada importa el bautismo de este calvario
que nos expulsó de nuestro paraíso
porque no hay destierro, si mi tierra eres tú.

Ver no es creer


En la noche abro los ojos
y en la oscuridad todo desaparece.
Del mismo modo que no dudo
que los objetos siguen en el lugar acostumbrado,
donde los dejé antes de caer
en los brazos del sueño,
calculo con pasos inseguros camino al baño,
intuyendo sus contornos,
porque la experiencia me demostró
que de nuevo serán devueltos a la vida
cuando la luz los haga otra vez presentes.
Así creo que existe un mundo
pletórico y vivo tras nuestra opaca mirada.

No ver es saber que cuando la noche me rodea,
la claridad del día me devolverá el mundo
con la mirada más limpia, ofreciéndolo por entero.
Poco a poco irán surgiendo de la penumbra
todo lo que ya estaba desde siempre, en su lugar.

Abandono


Abandono los rincones oscuros de esta estancia
que persisten en ocultar la belleza de su entorno.
Invito a entrar a los lánguidos rayos de luz
que pasean por mi jardín en el nuevo día,
en espera que estas obstinadas sombras desaparezcan
del tétrico paisaje de los malos presentimientos
y la triste aura de pesadumbre de la desilusión
salga cabizbaja por las ventanas abiertas
para que entre el sol con su traje de mañana
y permita a estas pesadas taciturnas
cobijarse de nuevo al amparo de la noche.
Pero advertidas quedan de levantar al cantar el gallo
que anuncia la llegada del rey de la esperanza.
Sumisas vuelvan a las calles entre muros y bajo árboles,
donde encuentre el caminante el consuelo de mi destierro,
haga penitencia con su ofrenda generosa
por todos sus pecados cometidos,
dé respiro mientras tanto a mis negros presagios
para distinguir la realidad de los bellos colores
que fluye entre los barrotes de la tristeza.

Colapsada la burbuja de la espera

 Colapsada la burbuja de la espera,
la mente embrollada en un nudo,
angustia sin tregua mientras no se alcance el objetivo:
convertir el presente en pasado y el futuro en presente.
Tal vez sus alrededores serán fetiches del deseo logrado
o quizás solo memoria de su decepción.

Lloverá

 Lloverá y se limpiarán las calles de polvo, las plantas recobrarán su intenso verdor, olerá a tierra fresca y formaran charcos sus desniveles, los canalones convertirán el suelo en pequeños torrentes, la sombra revivirá una orgía con los espacios, cesará el canto de los pájaros y brotará en su lugar una bella melodía, calará humedad en nuestros zapatos y correremos al mejor refugio. Lloverá y después de la lluvia parecerá todo distinto y el mundo se estrenará con el vestido de la vida.

Bajo la higuera

 Bajo la higuera el hombre descansa.
El sol arde a esta hora de la siesta.
Estuvo retirando rastrojos,
regó con un cubo cada planta,
aquella tierra seca bebió sedienta
como boca ansiosa por un beso.
Una fina película de polvo
cubre los higos escondidos
entre sus grandes hojas.
Quema el aire y la luz ciega
No hay más señal de humedad
que las marcas de sudor
sobre la camisa del hombre.
Un sombrero de paja
le tapa el rostro.
oculta las muecas de sus sueños
y evita las molestas moscas.
En el denso silencio la tierra vibra
con la danza frenética de las chicharras
y el pecho del hombre se inflama y cede
igual que olas rendidas a los pies de la arena.
Un reloj invisible lo despierta,
se retira el sombrero
y recoge con el puño de la camisa
un pequeño rio de baba.
Vuelve el hombre a su trabajo
y abandona a la sombra
la huella de su cuerpo
sobre la tierra.

Cuántos rostros cruzaron el horizonte

Cuántos rostros cruzaron el horizonte
de esta especie extraña
que marca las horas y días en un calendario,
obstinándose en perpetuar lo caduco,
reteniendo en el desván de su conciencia
cada palabra, cada nombre y su historia.

Ocurre nada más despertarnos

 Ocurre nada más despertarnos
que los hilos frágiles
de aquel espacio ignoto
se rompen,
se escapan
como agua por el desagüe.
Casi siempre los sueños son huidizos.
Una vez abrimos los ojos de la conciencia,
aunque tengamos los párpados cerrados,
ellos comienzan a esfumarse
igual que amantes prohibidos,
igual que la noche abandona la mañana.
La oscuridad desaparece subrepticiamente,
se evapora haciendo nubes
que planean sobre nuestras cabezas
por breves
segundos.

Nada entiendo, si hay Dios

 Nada entiendo, si hay Dios
benévolo o perverso ser,
si son magos estelares o alienígenas.
Solo sé que si me dio lágrimas, lloro,
si sangre corre por mis venas,
me desangro al abrirse heridas;
si golpean mi cuerpo, mi carne es tierna;
si conciencia sembró para crear
ficción y realidad empañada;
si adorno toda materia con etérea
alma o espíritu.
Quién soy yo, para ser escarcha fría
que no deje penetrar
mi mano en su agua.

La vida es nido de aves

 La vida es nido de aves
en continuo vuelo
que escapan perdidas en el horizonte.
Instante fugaz que no vuelve
dejando la lejana línea oscura
de su presencia.
Aves que nunca reposan,
si acaso, toman asiento en
el territorio de los recuerdos.
No hacen cobijo en la cuenca
de las manos
son hoja llevada por la brisa.

Somos almas que añoran lo ausente
y sueñan un mañana,
pajarillo que rompe el huevo
se cubre de plumas y vuela.
Es la vida un vacío pozo
por donde el agua corre
y nada la retiene.
No hay voz que advierta: ¡Atesora!
El tiempo no espera,
lanza sus segundos al aire
y es huracán que arrastra sus horas
hacia la nada.

Qué hermosa lluvia de hojas

 Qué hermosa lluvia de hojas
cae en este otoño
sobre mi cabeza.
Reposan dulcemente
en mis hombros.
No mojan ni pesan,
son tierna caricia,
dulce beso de un adiós.