El ambiente está fogoso

 El ambiente está fogoso,
van los ánimos alegres,
engrudo de voces que no dicen palabras.
Hay una música festiva,
juegos para niños,
reuniones en las terrazas,
gente que comen y beben.
Alimenta cuerpos y almas
este domingo bendecido
por un sol radiante,
con aire calmo y pesado,
un cielo de azules aguas,
sin rastro de nubes.
Brillan las tejas como espejos
bajo los rayos del sol,
hacen opacos los cristales
de una buhardilla.
Los muros de un templo
parecen más claros,
es playa de arena dorada.
Sus sillares apretados y firmes
no se doblegan al calor
de la forja del herrero.
Mis ventanas están abiertas,
entra el rugir de un mundo amable,
el goce de los otros se contagia.
Aunque ellos estén fuera
y yo dentro de estas paredes,
participo de sus ecos.
En esta fina distancia,
qué líquida se siente la vida,
con qué ansias a los sueños se agarra
como si fuera columna de mármol
y no polvo que lleva el viento,
ni granos de arena que arrastrará
la marea al fondo del océano.

A veces, el silencio es la única opción

 A veces, el silencio es la única opción
y aguardar en su pétrea urna
a que el huracán calme su ímpetu,
su rabia y violencia.
Y retomemos el equilibrio,
la sagrada monotonía
a la espera de salir del refugio
no haya dejado demasiados destrozos,
apenas unos enseres tirados
que puedan ser sustituidos
o restaurados.

Yo soy


Yo soy este bulto deforme
dibujado en un espejo turbio
de viejo azogue
con trozos borrados
de una completa figura.
Espacios transparentes que no
atrapan la luz ni su reflejo,
queda el vacío cristal
sin su imagen.
Pero, yo soy también
un campo sembrado de olivos,
soy roca quebrada por vientos
y lluvias,
soy tierra dura y gris  
donde crecen semillas resistentes
nutridas de cal y de hierro.
Soy tierra roja y arcillosa,
blanda y moldeable,
acogedor nido de plantas de algodón
ciruelos y remolacha.
Soy campos de girasoles
y campos de trigo,
verdes y frescas espigas,
secas y amarillentas hojas,
dorada paja.
Soy tallo tierno y dócil  
y retorcidos sarmientos,
encina de ancho tronco
con corteza de engañosa apariencia,
pues parece ser coraza recia
este corcho que se rinde
manso a las cuchilladas.
Soy colina suave, abrupta
montaña, valle y llanura,
planicie y ondulado territorio.
Soy asfalto para mis células
por donde fluye caliente sangre.
También soy cielo con extrañas y bellas aves
con plumas de vistosos colores y gris acero.
Respiro el aire de millones
de imperceptibles parásitos
y duendes, benévolos volátiles,
entran por mis orificios
para hacerme más etérea.
Soy casitas repartidas
por los campos, solitarias,
embebidas en la densa vegetación,
refugios y escondrijos
de animales salvajes.
Soy vida, fugaz instante
por días y noches.
Soy esos altos y llamativos edificios
que el tiempo vuelve escombros,
cuadriculados compartimentos
donde se conjuran sueños y hechizos,
desgracias y milagros.
El bien y el mal fluyen
entre sus tabiques endebles.
Soy un luminoso y ardiente sol,
a veces con brillo apagado
y soy nubes blancas y negras,
piezas de un juego de estrategia y suerte,
tramas de un tejido con hebras de hilo
y cuerdas apretadas de metal.
Soy avenida y calle,
callejón sin salida
y esquina de una encrucijada.
Soy un centro vetusto y sabio,
reliquia de un tiempo pretérito,
reconciliador y amigo,
traidor y fabulador.
Soy cálida y fría anfitriona
de un no lugar,
soy habitante de un barrio de extrarradio
de sórdidos y oscuros antros
donde malviven las miserias del mundo
y soy barrio de plebeyos domesticados,
fieles perros que se lamen sus heridas.
¡Ay, soy una pradera verde
cubierta de silvestres flores!
El aire lleva sus dulces aromas
y melodías armónicas.
Soy lecho de amantes,
lenguas de fuego que se rozan,
guijarros de un arroyo.
Rápidas corren sus ansias
para dibujar la ribera
de una postrera melancolía.
Soy terreno árido, triste y abandonado
y soy campo santo donde reinan
silencio y muerte
y una eternidad adornada
con jarrones de ramos mustios
y marchitos pétalos de plástico.
Soy todo ese bullir sin lápidas,
de cipreses altos
y hambrientos gorriones alimentados
por insectos voraces
que muerden la carne y carcomen los huesos.
Yo soy todo y vacío,
soy río que corre, mar calmo y agitado,
lago de aguas estancadas,
tumba de cadáveres y lodo
que da de beber a bocas sedientas
y fuente clara para los labios ávidos.
Soy túnel y puente,
frondoso bosque y tundra raquítica.
Soy arcén vertedero de basura,
luna en un cielo de día
y lumbre de noches
enamoradas de estrellas fugaces,
de ulular de lechuzas,
de cantos de grillos,
del sordo crujir de una soledad
primigenia llena de lamentos
bajo el amparo de sus sombras.
Soy jardín caótico y descuidado,
laberinto de parterres y glorietas
de clandestinos amores,
hiedra trepadora de pérgolas
de un hermosa plaza.
En sus bancos sueñan los viejos
sus recuerdos
y olvida el dolor su inocencia.
Soy pozo y caño que brota de la roca,
muralla y canto sin puerta,
isla y continente.
Soy nada donde lloran
los espíritus desgraciados.
Mas no soy océano sino
gota sobre su fondo de arena
que las corrientes arrastran
hacia horizontes insospechados,
playas tranquilas y olvidadas
y acantiladas costas.
Soy errante que cree pisar
una tierra virgen,
sembrada de continuas huellas
borradas por el viento y las olas.
 
Yo soy, un mío, tuyo, suyo,
un ayer, un hoy y un mañana,
el gajo de un entero fruto,
misterio guardado en las entrañas.

Aquí en este templo

 Aquí en este templo
se respira solemnidad,
el murmullo de almas
buscando lo divino,
en los alientos que contienen
las piedras de los gruesos muros,
en los rezos enredados en las columnas
trepando hasta el ignoto cielo.
El orbe contenido en su bóveda
se sostiene sobre los ábsides
de una fe bondadosa
que nos deja ver su misterio.
En sus vidrieras están cristalizadas
las lágrimas liberadas en el perdón
de nuestros pecados,
dibujando haces de luz
sobre los espacios y el vacío.
Estos cristos y vírgenes,
estos santos y apóstoles
de rostro cetrino con brillo de cera
son alivio y miedo al castigo.
Entre sus brumas alumbradas
por las frágiles llamas de los cirios,
palpitan las promesas y gracias
que el fuego consumen.
Hay deseo agarrado a un paraíso
y miedo a la nada.
Aferrados a la tierra
que sangra y escupe bilis,
es mejor este infierno
que el eterno olvido.

Las manos juntas tratando
no rozarla para que no huya
en la desesperación,
la esperanza.

Somos sombras que caminan

 Somos sombras que caminan
por el día,
pequeñas al nacer,
sujetas al suelo apenas ocupamos un palmo.
Toman forma con las horas
de la vigilia al crepúsculo.
Al avance del sol crecen
hasta hacerse más grandes y alargadas
y confundirse con la noche.
Volverán en un nuevo amanecer
sobre la tierna recién plantada
semilla brotando su germen.
Alimentadas por el sol
sus tallos irán tomando altura.
Se abrirán sus pétalos
y, al llegar el ocaso,
se fundirán sus contornos
con la oscuridad total.
De nuevo la aurora
con sus primeros rayos
dará vida a nuevas sombras
que nacen para morir en la noche.

Si le pedimos a la vida

 Si le pedimos a la vida
mejor trato
es como esperar
que el agua no se seque
en tus manos por su fuego.

Por qué reír se hace tan breve

 Por qué reír se hace tan breve
y el llanto tan largo.
Por qué los días dulces saben a poco
y dejan por mucho tiempo
el amargor en los labios.

Por suerte son mayores los instantes
con la sonrisa a medias,
la lágrima fugaz,
la tristeza agazapada,
y la apariencia de un benévolo sueño.

Ay, Dios, no gastaré ni una sílaba

 Ay, Dios, no gastaré ni una sílaba
para decirte qué siento.
Antes de llegar a mí sus sonidos,
antes de forjar la palabra adecuada,
ya tú entendiste mi plegaria
incluso sabes más de mis necesidades
que yo misma
pues no soy capaz de expresar
este nudo apretado en mi pecho.
Y la garganta regurgita
un gemido indescifrable,
de un querer y no saber
qué quiero,
de un hambre y no llevarme
nada a la boca.

Como todas las cosas por el uso

 Como todas las cosas por el uso
se van estropeando,
ajados sus tejidos pierden color y firmeza,
se apagan como un fuego
y dejan las ascuas, aún ardientes,
que al tocarlas quema la mano,
                                                 y se perderá la piel para nacer otra.

Fotografía


Se ha roto en pedazo este instante,
la imagen de una realidad tranquila
y se recomponen sus trozos
en el esperpento que unen el caos
a los afilados bordes de los miedos.
 

Creatura creativa


Las hojas secas no saben
que son melodías para el alma
pasos etéreos que bailan
una hermosa coreografía.

Desde el sosiego de esta habitación

 Desde el sosiego de esta habitación
admiro un cielo pintado de azul
con pinceladas de nubes blancas,
velos de novia ondulantes,
espuma de bordes plateados
sobre olas de un mar etéreo
bañado por los rayos del sol.
Cruzan el horizonte oblicuos tejados
donde reposan y se distraen acicalándose
las hermosas palomas
y los oscuros mirlos regalan
sus armónicos trinos,
caricias en el silencio de la tarde.
Frágiles aves que otean el infinito
apoyadas sobre los brazos
de una cruz de piedra que corona
el chapitel escalonado de una iglesia.
Son olvidos mecidos en el aire,
alzan sus alas abiertas
sobre la breve eternidad que abraza,
un tiempo sin horas,
solo claridad y sombras
son sus elementos de guía.
Pájaros que rondan nuestras jaulas
que no saben de nuestros tormentos
ni entienden la estupidez
de nuestros calendarios.
Por sus hojas vencidas aletean
las palomas vestidas de plumas,
barquillos que ondean en el diáfano océano
sembrado de sueños desvanecidos.
Respiramos el mismo aire
pero ellas van ligeras de peso
de nostalgia de un pasado,
de sueños de futuros.
Repiten los mismos actos
recorren esta cóncava esfera
sin forzar trayectorias,
trazando laberintos,
desvían muros y chimeneas apagadas
que humearan en los fríos inviernos.
En bandadas envuelven los campanarios,
lechos de sus noches
y nuestros ojos dormidos
toman prestadas sus alas.

En esta cara inocente

 En esta cara inocente
hay una mácula,
en esta mentira
siempre una verdad,
sobre la carne escrita
y el perdón de la lágrima.

Esperar lo esperado

 Esperar lo esperado,
esperar lo posible,
esperar sin promesas
su llegada.
Desesperar en el banco
de la paciencia,
agitar el pañuelo del olvido.

Baste el engaño
del silbido de un tren,
confundido por el deseo,
para un corazón que anhela
partir de viaje

...y morir todos los días
para que reine la total noche
y aun así,
esperar el alba.

Brilla la luz en los cristales

 Brilla la luz en los cristales
mientras ventanas opacas
se abren a un interior oscuro.
El mundo camina
con su paso acostumbrado,
el monótono ritmo de relojes
marcan con sus afilados tacones
el desfile de fantasmas de los sueños.
Y la vida, aún vestida
con trajes de colores,
ha dejado la figura
perfilada de su sombra.

Al amparo de los muros

 Al amparo de los muros
buscaba refugio
como toro herido.
Escondido por rincones,
ayudado por las sombras,
desaparecer bajo mantas
como pesadas piedras.
Huir siempre sin saber de qué
y buscar el vacío de calles,
desprenderse del ruido
para hallarse en la calma
del silencio
tras la muralla con puerta
de la soledad.

Entre las calles solitarias

 Entre las calles solitarias
llega un bullicio festivo,
se han apagado los focos
que alumbraban el tiempo
y deja apenas perfiladas en bordes
sus contornos.
En un cielo oscuro
brilla en su fondo una luna creciente,
luminosa como una perla,
luna de espejo plateado,
duerme su otra cara en su azogue.

Aquellos que se traicionaban

 Aquellos que se traicionaban
caían en los infiernos de la carne.
Aquellos hermanados eran dioses
en sus paraísos.
Aquellos otros amantes puros
se convierten en eternos.

Eternos no somos
ni dioses existen,
solo la carne sometida
a este infierno.

Entre las hojas de un libro viejo

 Entre las hojas de un libro viejo
descubres la tinta de un ayer.
Una infantil mano fijó las palabras
sobre una página ahora amarillenta.
El vértigo de un tiempo frágil
se siente en esas huellas anónimas
un alma sin cuerpo.

Estamos demasiado acostumbrados

 Estamos demasiado acostumbrados
a que el reloj siga fiel el rodar
por su esfera,
cuando es demasiado fácil
quebrar su urna.
Confiados en tan frágil coraza,
vamos sobre sus piernas cortas
convirtiendo horas en días.
Creemos con ilusa certeza
que su curso fluye
sin que nada le ponga freno,
ni pensar en la sombra
que dibuja en la pared
sus afiladas agujas.
Amenaza la pendiente
el inoportuno guijarro,
nos salva el puente
sitiados por una muralla.

Estamos demasiados ciegos
con sueños y trazos claros
de una perfecta vida,
negando esta otra realidad
vestida de ilusión y caos
en la que el pie tropieza
resbala o cae por precipicios.
Se interponen en nuestro camino el muro,
la mano que se cierra,
la ventana abierta a un paisaje
que se nubla,
la sinfonía fracturada
al dar la errada nota.
La calma del mar azul
se convierte en revuelto oleaje,
la suave brisa levanta la arena
por sorpresa,
araña el iris de tus ojos
y enturbia la transparencia
de la mirada.
El trino alegre de los pájaros
se vuelve ronco graznido,
triste lamento de aves de oscuras alas.
El río sigue su tranquilo cauce
hasta chocar con una piedra
y romper su unidad en mil fragmentos.
La vida no es una senda
recta de delimitados contornos,
es un ecosistema en movimiento,
un trayecto andado sin mapa.
¿Por qué sigue engañada la consciencia
de un tiempo que juega con nosotros
con apariencia de fijo horario
y controlada agenda?

Este tic tac marca un ritmo acompasado
y de pronto salta la alarma,
abre su pérfida boca,
suelta una amplia carcajada
al rostro de nuestras previsiones,
rompe nuestras torpes reglas
de fracasada prepotencia.
Un alma fresca y libre
al corazón previene
para no quedar en vilo
ni vencer su vuelo.
Solo el alma esclava
de un paraíso falso
sucumbe al derrumbe.

Somos espigas de un campo de trigo,
sujetas a la tierra por un fino tallo
quebrado por el infortunio
de una postrera cosecha.
Y somos también montaña que no cede
a una cumbre de hielo,
sino que espera al calor que lo derrita.
Aceptemos los caprichos del destino,
engendrados en el útero del cosmos,
vinimos a este mundo inocentes
como árbol crecemos guiados por un sol
a expensas de la tierra que lo alimenta
y a los vientos que modela su tronco.
Seamos como la rama
que, al encontrar el obstáculo,
se desvía buscando siempre la luz .

Quién no tiene un desván lleno de tiestos

 ¿Quién no tiene un desván lleno de tiestos
en lo más profundo de su casa?
Olvidamos que estaban allí
y un día, bajamos con prudencia
con miedo y con asombro descubrimos
el inútil intento de guardarlos.
Ahí, llenos de tiempo,
se ríen sus telarañas en nuestra cara,
el óxido cubrió sus brillos,
raídos trapos mordidos por insectos.
Solo ellos
sacaron provecho de nuestro afán
por agarrar la nada.

Ha salido el cadáver de su ataúd

 Ha salido el cadáver de su ataúd
convertido en crisálida.
Se posó sobre las flores frescas
de una sepultura reciente.
Dejó sus larvas y murió la mariposa,
blandas cayeron sus alas
como los pétalos de su oasis.
Sobre la tierra serán semillas
germinadas en otra primavera.
Sus retoños crecieron
y tuvieron destinos diferentes.
Algunos, breves como un suspiro,
quedaron aplastados bajo la suelas
de zapatos de un cortejo fúnebre.
Otros buscaron lejanos territorios
y nunca más se supo de ellos.
Uno, tímido y temeroso,
decidió cobijarse
entre las cortezas de un árbol
del campo santo.
Vino un gorrión y acabaron sus días
en la cárcel de su pico.
El gorrión, al llegar la noche,
se echó un sueño
con tan mala suerte
que entre las ramas
estaba una lechuza
y no hubo para él otro amanecer.

Llegó la primavera
con su exuberancia
y la naturaleza en su máximo esplendor
entregaba sus delicias.
Sintió la lechuza
el impulso maternal,
voló a una torre
desde allí divisó en la oscuridad
unas hermosas alas.
Seducida por sus encantos,
olvidó el peligro que siempre acecha
y, sin cautela ni medir los riesgos
de su lance,
llevada por la ardiente pasión,
fue a su encuentro
cruzando la noche oscura.
En el cielo ya se insinuaba la tragedia,
bruñida en su capa sombría,
la sutil línea plateada de la luna
se perfilaba como el filo de una navaja.
Larga era la distancia,
mayor su urgencia.
Echada la red cae
esta Julieta loca de amor
en las garras de un falso Romeo.
La rapaz con su conquista
voló a un risco alto
donde la esperaban en un mullido nido
unos polluelos con apetito voraz.

Y la vida es muerte
y la muerte vida.

Lejos está el refugio de unos pies cansados

 Lejos está el refugio de unos pies cansados.
Se hizo un paréntesis al silencio
y en un rumor de estío
este río discurre sosegado.
Los pies buscan el fiel de la balanza,
sobre un fino cordel
y sin red va el funambulista
de lo confuso a lo oscuro.

La noche es paraíso sin riesgos
donde no hay lucha a muerte,
sino contra los fantasmas
de un país mágico.

Teme el corazón las ausencias
en las tinieblas ,
pero es la carne a la claridad del día
que desnuda se presta al martirio.
Juegan oscuros pájaros
a esconderse tras las nubes blancas
y sobre el horizonte la luz se pierde
llevada por el solano
hacia el inhóspito desierto.

Cuando la palabra tiñe la pureza

 Cuando la palabra tiñe la pureza,
discurre su tinta el pensamiento,
la líquida emoción
deja parte de la verdad
y se interpreta.
Cuando el otro recibe
su eco, respira su humo
y, ajeno al fuego original,
prende mechas de un nuevo discurso.
La verdad se diluye, es gas
que se condensa
en la frialdad de sus nubes
y salpican a la tierra
sus gotas diminutas,
esparcidas, menguada agua virginal
que solo unidas las fuentes,
manantiales, pozos, ríos, océanos
y aire nos mostraría
un entera transparencia.

El mundo de las ideas,
el sentimiento que conmueve
y agita materia y espíritu
son relatos deformados,
atribuciones siempre imperfectas.
Sujeta queda la cometa,
anclada por nuestros engaños.
En un mar de incertidumbre,
echamos las redes,
recogemos algunos peces
del cardumen de la verdad.
Conforma su alimento frugal,
la boca se nutre con su reflejo.

Esta llama resiste

 Esta llama resiste
el soplo con firmeza
y el aire aviva vehemente.
Llama que la corriente impulsa
a prender con mayor viveza
alza sus lenguas de fuego,
reta al oponente
y, al ganar en la lucha,
desprecia su brío de vela
para seguir preso pábilo inocente
en el corazón de su cera dura.

Si Romeo y Julieta no hubiesen

 Si Romeo y Julieta no hubiesen
muerto por amor,
ellos hubieran matado al amor
con el tiempo.

Qué urgencia tiene la pasión
y qué corto recorrido.
Más le valiera ir despacio
y guardar más tiempo sus fuerzas.

Ah, el amor, cuánto de invento
y qué poco de amor.

El amor es fruta comida
de la que tiramos su hueso,
ignorantes que esa es su semilla.

El amor se viste de elegancia
y exquisitos adornos
y olvida que en la desnudez
está su verdad.
Todo lo demás es comercio.

Hasta que la muerte os separe,
dijo el cura,
pero no especificó
de qué muerte física.

Pudo ser la pereza, quizá.

 Pudo ser la pereza, quizá.
El dolor disimulado
con la analgesia de la rutina.
Alguien dirá, fue el miedo,
y otros, que el secreto
imposible de callar.
Pudieron ser tantas inclemencias del tiempo,
mas no del que dibuja paisajes
en el horizonte, en la tierra,
sino sobre un camino en el aire
entre infinitos.
Cansa hacer cálculos
y que no salgan las cuentas,
hacer razones con el universo
de un loco.
Pudo ser cobardía, impotencia, destino
y el mar dejó de ser la luz de un cielo.
El mundo fue esto,
un espacio reducido
con una ventana pequeña
abierta a un lugar descartado
por las agencias de viajes.
Un reloj sin agujas,
el calendario de un día
y huir, huir de nada y todo.
Huir por una misma línea trazada
con el dedo invisible,
de un pentagrama sin notas.

A destiempo escriben las palabras

 A destiempo escriben las palabras.
Llegó a la boca el impulso
después de recorrer la conciencia
de un deseo.
Urgente vino la voz a romper el silencio,
dar explicación al gruñido,
al gemido y sus ecos.
El aliento brota modulado,
la risa viste con colores,
el fuego estalla en suspiros,
la tierra siembra sus semillas
y el agua corre por los senderos
dejando en el aire su rumor.
Murmullos y desenfreno
los calla el roce suave de unos labios
y labios con labios, el beso.