Ay, Dios, no gastaré ni una sílaba
para decirte qué siento.
Antes de llegar a mí sus sonidos,
antes de forjar la palabra adecuada,
ya tú entendiste mi plegaria
incluso sabes más de mis necesidades
que yo misma
pues no soy capaz de expresar
este nudo apretado en mi pecho.
Y la garganta regurgita
un gemido indescifrable,
de un querer y no saber
qué quiero,
de un hambre y no llevarme
nada a la boca.
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