Pudo ser la pereza, quizá.

 Pudo ser la pereza, quizá.
El dolor disimulado
con la analgesia de la rutina.
Alguien dirá, fue el miedo,
y otros, que el secreto
imposible de callar.
Pudieron ser tantas inclemencias del tiempo,
mas no del que dibuja paisajes
en el horizonte, en la tierra,
sino sobre un camino en el aire
entre infinitos.
Cansa hacer cálculos
y que no salgan las cuentas,
hacer razones con el universo
de un loco.
Pudo ser cobardía, impotencia, destino
y el mar dejó de ser la luz de un cielo.
El mundo fue esto,
un espacio reducido
con una ventana pequeña
abierta a un lugar descartado
por las agencias de viajes.
Un reloj sin agujas,
el calendario de un día
y huir, huir de nada y todo.
Huir por una misma línea trazada
con el dedo invisible,
de un pentagrama sin notas.

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