A veces, el silencio es la única opción
y aguardar en su pétrea urna
a que el huracán calme su ímpetu,
su rabia y violencia.
Y retomemos el equilibrio,
la sagrada monotonía
a la espera de salir del refugio
no haya dejado demasiados destrozos,
apenas unos enseres tirados
que puedan ser sustituidos
o restaurados.
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