Qué extraña ilusión en este vacío,
recobrar de su fondo
los perfiles saturados
por las luces de tantos soles.
Parece que el tiempo siembra
y recolecta,
dejando los fantasmas
de aquellos cadáveres.
Que extraño volver y sentir
la ficción de ser aire.
Qué extraña ilusión en este vacío,
Mi perro se ha hecho viejo
Mi perro se ha hecho viejo,
camina como los viejos.
Está casi ciego y sordo,
como los viejos.
Lo mantiene aún alerta
al mundo, su olfato
para la comida y advertir
presencia amiga y enemiga.
Aunque, torpe, tropieza
contra un árbol, una esquina, una farola.
Mi perro tiene caprichosas manías,
como los viejos.
Le ha dado por comerse
las servilletas que se encuentra por el suelo.
Como los viejos, su salud flaquea
por el paso inevitable del tiempo.
Y como los viejos, duerme a todas horas,
se desvela desorientado
y se guía por la claridad del día
para sus horarios.
Solo quiere comer y dormir
y hacer sus pequeños paseos
para retomar su rincón,
enroscarse y soñar.
Mientras, como los viejos,
va muriéndose.
Le miro a los ojos y en su iris ya turbio
presiento la oscuridad
y en su ruina, la ruina de mi cuerpo.
Cuando no me veas
Cuando no me veas,
búscame en la ventana
asomada al mundo.
No te acostumbres
a verme en el rincón
de mis horas,
a veces cierro su puerta
de cristal
y en el aire me disuelvo
para jugar con sus eternidades.
Esa que ves es mi sombra.
En la claridad de afuera
se me confunde
con los rayos de sol
al bañar de perfiles la nada.
Voy enganchada al ala
de una paloma
por este cielo impenetrable,
me poso abandonada a mi sueño
sobre las tejas de una iglesia
al amparo de la torre del campanario.
Me sumerjo entre los resquicios
de grueso muro de esta quimera.
No serás capaz de distinguirme,
etérea sin la carga de esta carne,
estaré en el cobijo de mi soledad
en años que son segundos.
Cuando no me veas,
sigue los pasos de mi silencio,
me hallarás con la mirada
sobre los objetos que tocaron mis manos.
Marcadas llevan sus huellas
mientras cavo en esta tierra dura,
ablandada con agua de mar,
una profundidad sin nunca encontrar
su fondo.
Siempre es corto
Siempre es corto
el relato de la vida.
Aunque el índice
prometa muchos capítulos,
los ojos pasan distraídos
por sus letras
sin saber cuándo encontrará
el punto final.
A esta altura de la historia,
uno sabe que lleva
más páginas leídas
que por leer
y aunque cuando empezó
sin entender la trama
fue descubriendo en los signos
el argumento de una traición.
Tras la comedia
siempre se agazapa el drama .
Naciste desnudo y cubriste
Naciste desnudo y cubriste
tu cuerpo con las escamas
que dan los años.
Fue tu voz a tientas
de la mano de la ilusa ignorancia.
Se alzaba altiva la rebeldía
y acallaba los miedos
con hilos frágiles
que creíste gruesas cuerdas.
Llena la boca de vocablos aprendidos,
tuvo la fuerza de una recia voluntad.
Hoy los labios escupen decepciones,
miedos que estaban ocultos a los ojos.
Soberbios se manifiestan
y horrorizado evitas mirarlos.
Quizá pensabas que aún quedaban
los restos de un yo resistente.
Te sorprendes rodeado
de una niebla impenetrable
cada vez más densa y fría,
que hace invisible el horizonte.
Desprendida la piel por el camino,
huérfana de los sueños,
entre un griterío absurdo,
en tu templo reina
un silencio solemne.
Entre sus ruinas presientes la muerte.
Mueren mis palabras
Mueren mis palabras.
O simplemente duermen.
Espero esos días
donde los pájaros
dejan esparcidos en el aire
sus trinos, traducir
el lenguaje ignoto
de sus vuelos.
Hace horas, muchas horas
que mi voz se calla
o suelta murmullos,
brotes de sonidos inconexos.
Anda extraviada la palabra,
la voz en la boca no articula,
se abre y cierra como el pico
de un pajarillo agónico.
Hace días, muchos días
que olvido en un cajón
los diccionarios
y el baile descrito con pasos
ligeros, casi rítmicos,
de dulces soledades
que son estruendo de silencio.
Hace un tiempo, tal vez
algunos meses,
o quién sabe sino un aglutinamiento
de eternidades,
se han abalanzado al abismo
y dejan un pie en volandas.
El otro no sé,
el otro pie es frágil,
está herido,
es enfermo y pálido crío
entre sábanas de mortaja.
Cuánto daría la boca
Cuánto daría la boca
por las alabanzas de un paisaje,
llenar los ojos de intenso brillo
y no esperar la barca
en un río sin corriente.
Llenas de hastío caminan
Llenas de hastío caminan
las agujas del reloj
y a los calendarios
le pesan los días.
Aunque la vida se estrena
a cada instante,
el cuerpo se contagia
de engaños
y hace cargar al alma
con sus errores.
En esta noche que roza ya
En esta noche que roza ya
el último día de agosto,
piso la arena fría de la playa,
entro al cálido útero
del océano.
Me acarician sus aguas
y la luz de una esplendorosa luna.
Aprendieron mis ojos
Aprendieron mis ojos
a distinguir en los colores del mar,
su ánimo benévolo y su rebeldía,
en sus olas y espuma ver aproximarse
el melancólico septiembre.
Se llenaron mis ojos
de tantos azules y turquesas,
de ardiente brillo dorado,
bullicio y rumor de olas,
rumiar cansado,
violento bramar.
Peregrina, busco en este otoño
los infinitos verdes de un valle
de aquel horizonte llano,
sentir el abrazo de lejanas cimas
y al cobijo de árboles,
hacer la cabaña donde el cuerpo guarecerse
de los vientos áridos
que levantan las muchedumbres
y en soledad acompañarme
de sosegados deleites
arrullada por las voces de mi vida.
En unos minutos serán las diez de la noche
En unos minutos serán las diez de la noche, el aire ha estado pesado todo el día. Una calima empañaba el paisaje y el cielo es el reflejo turbio de un espejo de azogue viejo. Aún no ha salido la menguante luna, decepcionante rostro de aquella hermosa y seductora luna llena con embriagadoras curvas que hacían girar todas las miradas con admiración y deseo.
El estío esparce al anochecer su brisa marina, bajan las brasas de su fuego. No hay claridad de estrellas sino un azul oscuro y espeso. Son los árboles sombras, nudo de ramas, silencio de pájaros dormidos. En la tórrida tarde, los enjambres de chicharra se entregaban a su frenético parloteo, convertían la solitaria calle en un bullicioso ajetreo de muchedumbre invisible, mientras, en la playa, se apiñada la gente bajo las coloridas sombrillas, dejando en el pesado aire su murmullo incomprensible, ahogando el rumor de las olas.
Qué fugaces son el verano y sus urgencias, qué pronto se acaba ese infierno disfrazado de paraíso. Y sueña el tranquilo paseante los acogedores vacíos del otoño, el dulce sosiego tras esa tormenta de sueños de inmortalidad.
Viene la oscuridad cada día unos minutos antes. Sin darnos cuenta, la luz que nos rodeaba en horario tan tardío, nos irá restando el reloj reclamando su tiempo y, sorprendidos, veremos una tarde aún temprano y ya sea tan oscuro.
Si pudiera retener el mar
Si pudiera retener el mar
como el agua su sal,
sería la playa mi lecho
sobre su arena de cristal.
Cuántas horas giraron en el reloj
Cuántas horas giraron en el reloj
mientras los pensamientos
labraban la tierra de un horizonte,
donde los segundos y minutos
marcaron el rostro árido
de un inmenso desierto.
Volviste a la eternidad
Volviste a la eternidad
de donde viniste
y estos cuerpos que te añoran
envejecen sobre la tierra.
Nuestras retinas guardan
perfiles de tu rostro
y la memoria juega a capricho
entregando a retazos
difusos detalles.
Tus huesos se hacen polvo
en una tumba
que unas manos limpian
y llevan flores.
Este sueño es un relato
de cadáveres que velan fantasmas.
Somos pétalos marchitos
que el viento con su rumor
nos lleva con engaños
a yacer en el lecho de la nada.
Es la vida
y esta un efímera pausa.
Cómo engañar al dolor
Cómo engañar al dolor,
cómo reírnos del sufrimiento,
cómo enajenar la materia del espíritu,
dejar al alma intacta,
pura que nada la manche.
Cómo no sentir el puñal clavado,
el corazón sangrante,
la angustia y el terror
de un cruel destino.
Cómo nacer sin morir
muchas veces,
antes de caer muertos.
Trémulas parecen las hojas
Trémulas parecen las hojas
del álamo,
su envés blanco son espejitos
donde hace destellos la luz.
Trémulas de frío invierno,
trémulas de miedo al anochecer,
trémulas perlas de rocío
agonizando bajo los rayos
hirientes del sol.
Trémulas alas de mariposa
abrazadas a las ramas del árbol.
En aquellos tiempos, cuando la distancia
En aquellos tiempos, cuando la distancia
no era mayor que la puerta de frente,
la calle de al lado,
el piso de arriba,
los familiares y amigos
estaban próximos.
Bastaba llamar a gritos por la ventana,
encontrarse en la plaza o en el mercado,
subir o bajar unas escaleras,
desplazarse apenas algunos kilómetros
y poder informar de cualquier noticia,
conversar con alguien,
ponerse al tanto de la familia
de algún asunto más o menos importante.
En aquellos días, cuando la distancia
era tan larga que ni el eco
llegaba a ser oído,
cuando alcanzar la otra orilla
no se podía de un salto
y en la playa el naúfrago
quedaba a la suerte del azar,
guardaba la esperanza,
la carta dentro de una botella.
La estructura del mensaje
se exponía de forma clara y definida,
el protocolo con sus mismas palabras
y repetidas perífrasis,
un Dios presente
y adecuado lenguaje según nivel de confianza
entre el remitente y el destinatario.
Partes de historias de vidas quedaban impresas,
sujetas por la tinta al papel
a lo largo de los años.
Patentes los encuentros y desencuentros,
los amores públicos y clandestinos,
las necesidades, las rogatorias,
hasta en aquellas con un formulismo oficial
decían tanto del solicitante
como del que concedía o denegaba
tal requerimiento.
Entre los renglones, en las tachaduras,
en los saludos y despedidas,
incluso a los márgenes
se mostraba la verdad,
hasta en lo callado.
Sutil omisión, repetición e insistencia,
anhelos y logros,
enemistades y pleitos,
palpitaban amor y odio de los corazones
en aquel pliego doblado,
manchado a veces con pintalabios,
perfumado, un retrato escondido,
un pétalo de flor, una palabra enigmática,
un encuentro apasionado sin piel,
un descarado vocablo,
ternura, ira, celos, engaños,
venganzas, confesión,
guardados como oro en paño
dentro de la frágil coraza
de idéntica sustancia al protegido.
Un sobre cerrado con las señas y sello
prometía guardar el secreto
hasta llegar a la mano de su dueña.
Esa paloma mensajera se sabía el recorrido
aunque, algunas veces se despistaba,
se perdía o en el intento desaparecía.
Seguía su rumbo por tierra, mar
y en altos vuelos ceñidas a las patas,
surcaban estas aves sin alas los grandes espacios
con la certeza de alcanzar su objetivo.
Qué letras hablarán de nosotros,
qué voces constreñidas
en códigos ininteligibles
para la humanidad del futuro
sobre un duro material
que fácil se quiebra
al roce leve de un dedo.
Sujeta su fortaleza
al caos de sus componentes,
resiste huracanes y aguaceros,
sin embargo, más delicada víctima,
sucumbe con inocencia
y cae presa de sus traidores.
(postdata)
Los pobres no tienen abrecartas,
rasgan con urgencia el papel,
buscan su veneno o tesoro.
Mientras el rico no tiene premura,
no teme ni ansía,
aquel que lo tiene todo
nada puede perder o ganar
por manchurrones de tinta.
Al enemigo reta a la cara,
el perdón lo compra
o lo niega,
la pasión con un reclamo
de susurro y caída de párpados.
La distancia no le supone engorro,
mas, cuidado,el material que ahora manejan,
arma de doble filo,
abre las puertas del maléfico genio.
Estos ojos ven cumbres
Estos ojos ven cumbres
que otros no vieron.
En este cielo azul diluido
bajo la luz de un atardecer,
viene en alto vuelo
una paloma.
Unos ojos la miran
sin saber que la paloma
los mira quizá también.
Le rodean al observador
cielo, aire, vida,
materia inerte
de muros y tejados,
ecos suspendidos
surcando los espacios como aves
vacíos para unos ojos
y sin embargo, tan llenos.
Cree el que mira ser especial
porque mira y ve,
porque diferencia
unas cosas de otras.
Cuán ciego está el que no entiende
que es parte del gran espectáculo
la magia que hace uno dentro de uno,
y este uno dentro de otro.
Así, un todo único
en un infinito universo
que no puede ser visto
en este mundo de ilusiones.
Entra la memoria en este brumoso cielo
Entra la memoria en este brumoso cielo
saturado de ardiente sol.
Van los ojos sin curiosidad,
el cuerpo se agita,
se tambalea la carga
de los acostumbrados espacios.
Teme la puerta abierta,
las ventanas cerradas,
la balanza sin equilibrio
por el peso de sus contornos.
Entra el alma asustada,
irritada la piel se cubre
de sarpullidos y costra,
de un hastío irremediable.
Clama el deseo de huida,
saldados todos los débitos,
abandonar el lugar oscuro
de un mundo foráneo.
No hay espinas en esta rosa
que lleva el aroma dulce
y la tez de terciopelo,
espera solo el reposo,
escapar al manoseo de manos
de narices metidas
entre sus pistilos y estambres.
Si te olvidan, qué importa,
no buscas aduladores.
Cada flor a su jardín
y esta rosa no necesita jardinero.
Le basta el aire que respira,
la lluvia de la nube generosa,
el beso del viento amable,
recibir la claridad y la sombra
de un protegido prado.
Con la paciencia del que nada espera,
dejar desprender sus pétalos
y en el útero de la tierra volver
a ser preñados en otro sueño.
Viene esta mañana envuelta
Viene esta mañana envuelta
con lazo azul,
la sorpresa de su regalo
alegra este triste otoño.
Ha florecido un hermoso jardín
de azucenas blancas,
ramillete de restablecida pureza.
En el aire denso ha entrado
su fragancia dulce,
el horizonte se viste
con brillo de estrellas
sobre el tejado de un templo,
donde ha reverdecido un mar
de manso oleaje.
Allí la mirada un día se nubló,
los rayos de un sol se fundieron
con la oscuridad de una tormenta.
Por la misma ventana que entraron,
los pájaros de alas negras emigran
hoy lejos, muy lejos,
y llevan sus temores
a otros nidos.
Vibra la campana de mi corazón
con la úvula de una lágrima petrificada,
celebra la vida,
la brisa está en calma,
deja en el firmamento nubes bondadosas,
nos abraza un sol cálido.
Los mustios pétalos recobran el color,
el paisaje queda sin brumas,
vuelve el orden sobre las cosas.
* * *
Sin miedo, con paso más seguro,
subimos los peldaños del desván
a buscar entre los tiestos
la caja donde guardamos la esperanza.