En aquellos tiempos, cuando la distancia

 En aquellos tiempos, cuando la distancia
no era mayor que la puerta de frente,
la calle de al lado,
el piso de arriba,
los familiares y amigos
estaban próximos.
Bastaba llamar a gritos por la ventana,
encontrarse en la plaza o en el mercado,
subir o bajar unas escaleras,
desplazarse apenas algunos kilómetros
y poder informar de cualquier noticia,
conversar con alguien,
ponerse al tanto de la familia
de algún asunto más o menos importante.

En aquellos días, cuando la distancia
era tan larga que ni el eco
llegaba a ser oído,
cuando alcanzar la otra orilla
no se podía de un salto
y en la playa el naúfrago
quedaba a la suerte del azar,
guardaba la esperanza,  
la carta dentro de una botella.
La estructura del mensaje
se exponía de forma clara y definida,
el protocolo con sus mismas palabras
y repetidas perífrasis,
un Dios presente
y adecuado lenguaje según nivel de confianza
entre el remitente y el destinatario.
Partes de historias de vidas quedaban impresas,
sujetas por la tinta al papel
a lo largo de los años.
Patentes los encuentros y desencuentros,
los amores públicos y clandestinos,
las necesidades, las rogatorias,
hasta en aquellas con un formulismo oficial
decían tanto del solicitante
como del que concedía o denegaba
tal requerimiento.
Entre los renglones, en las tachaduras,
en los saludos y despedidas,
incluso a los márgenes
se mostraba la verdad,
hasta en lo callado.
Sutil omisión, repetición e insistencia,
anhelos y logros,
enemistades y pleitos,
palpitaban amor y odio de los corazones
en aquel pliego doblado,
manchado a veces con pintalabios,
perfumado, un retrato escondido,
un pétalo de flor, una palabra enigmática,
un encuentro apasionado sin piel,
un descarado vocablo,
ternura, ira, celos, engaños,
venganzas, confesión,
guardados como oro en paño
dentro de la frágil coraza
de idéntica sustancia al protegido.

Un sobre cerrado con las señas y sello
prometía guardar el secreto
hasta llegar a la mano de su dueña.
Esa paloma mensajera se sabía el recorrido
aunque, algunas veces se despistaba,
se perdía o en el intento desaparecía.
Seguía su rumbo por tierra, mar
y en altos vuelos ceñidas a las patas,
surcaban estas aves sin alas los grandes espacios
con la certeza de alcanzar su objetivo.

Qué letras hablarán de nosotros,
qué voces constreñidas
en códigos ininteligibles
para la humanidad del futuro
sobre un duro material
que fácil se quiebra
al roce leve de un dedo.
Sujeta su fortaleza
al caos de sus componentes,
resiste huracanes y aguaceros,
sin embargo, más delicada víctima,
sucumbe con inocencia
y cae presa de sus traidores.



(postdata)

Los pobres no tienen abrecartas,
rasgan con urgencia el papel,
buscan su veneno o tesoro.
Mientras el rico no tiene premura,
no teme ni ansía,
aquel que lo tiene todo
nada puede perder o ganar
por manchurrones de tinta.
Al enemigo reta a la cara,
el perdón lo compra
o lo niega,
la pasión con un reclamo
de susurro y caída de párpados.
La distancia no le supone engorro,
mas, cuidado,el material que ahora manejan,
arma de doble filo,
abre las puertas del maléfico genio.

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