La vida que soñamos eterna

 La vida que soñamos eterna
es apenas la exhalación de un orgasmo,
una mota de polvo que el universo
se sacude de su inconmensurable hombro.

Son cuentos de vida nuestras historias

 Son cuentos de vida nuestras historias
de noches de aullidos de perros
con mordeduras de rabia,
sollozos de brazos implorando
que no sea real esta venganza.

Frágil presa de alimañas somos
que devoran la carne macerada
entre sus babas espesas.

Camina la vieja junto a la niña

Camina la vieja junto a la niña.
La niña juega, la vieja mira,
en los ojos acuosos la vieja dibuja
risas que el viento llevó a tierras perdidas.
Mezcladas fueron con polvo y lluvia
la vida da, la vida quita.
Descansa la vieja en su silla,
la niña la observa mientras dormita.
En sus ojos brilla la luz del día,
pobre vieja, piensa la niña,
tiene la tierra pegada a su carita
y en su boca sin dientes la tristeza musita.
Salta y corre la niña con dulce sonrisa,
entre sus dedos lleva como una cometa la vida,
fuente clara en la cuenca de sus manitas,
ave libre que bebe agua bendita.
La vieja despierta de su frágil sueño,
llama a la niña que viene ligero.
Vamos a casa, mi reina,
que la calle ya se cierra,
y los sueños esperan en tu camita.
Qué pronto llega, abuela, la noche fría,
suerte que después vendrá otro día
y el sol traerá la misma rutina.
Ya veremos, mi niña,
ya veremos si ese cielo mañana se ilumina.

Voy caminando por esta senda

Voy caminando por esta senda
acompañado por el eco de mis pisadas.
Me rodea un entorno familiar
que de vez en cuando me sorprende
con recovecos de extremada belleza.
Miro hacia atrás sin miedo
a convertirme en estatua de sal
reconfortado por el recorrido.

Qué han visto estos ojos


Qué han visto estos ojos que me miran.
En su brillo traslúcido intuyo soledades.
Cómo se puede escarbar en ese terreno,
arrancar las malas hierbas y extraer algún tesoro.

Cuánto ocultan y callan unos ojos,
cuántas estaciones han pasado por su córnea,
cuántas cosas buenas y malas escaparon a su retina.
Qué esconde una mirada cuándo su luz se apaga,
qué lleva en su nervio óptico a la otra estancia,
la imagen última, soñada o real, tal vez,
repentina, improvisada, inocua.
Esos ojos gritan tristeza esta tarde,
callan miedos, guardan dolor y rabia.
Fueron ojos infantiles, brillante ébano sobre su nácar.

Lloraron lágrimas que quemaban como hielo,
no aquellas de hambre y frío fáciles de calmar,
sino las clandestinas, bajando la vista,
al amparo de la noche, bajo la ducha,
callejeando por lugares solitarios,
tratando de no mostrar su desgarro,
la tormenta que horas antes en ellos se había desatado.

Pero hay excusas propicias para todo
y así nadie puede ver detrás de ese cristal opaco,
lo que hasta el fondo para sí se guarda,
allí donde la carne cede espacio
al alma y el alma riega la tierra donde se enraíza.
No sólo aquellas que manan de las entrañas de la roca,
las físicas, las cotidianas, las emocionales,
las de andar por casa.

Qué no quieren decir esos ojos que de frente
me atacan con toda su verdad silenciada.

Estío

En este día que dice llegar,
el verano viene vestido con traje gris perla
y una corbata de lluvia
que cae perpendicular a los pies,
cortina transparente que deja
ver el fondo con brillo de espejo.
Han bajado las nubes,
rendidas a los pies del asfalto,
y cubre las calles y edificios
su tenue velo de niebla.
Quedan ocultas a un palmo
las tejas de este templo.
Bandadas de alegres gotas,  
aves de alas líquidas,
se posan con alborozados trinos,
forman riachuelos que corren sin peces
a desembocar a las alcantarillas.
Descienden cascadas pletóricas
por las bocas de los canalones,
ruidosas como colegiales en el recreo.
Se pueden dejar las ventanas abiertas
y no se atreverá a entrar
ninguna gota al refugio de la casa,
ni una leve brisa las tuerce,
son dulces lágrimas de gozo.
¡Qué aire más puro se respira
y llena el alma su esencia!

Mas, como todo muere,
murió la lluvia.
Secas, las carnosas nubes
se quedan en los huesos,
parecen fantasmas que se enfundan
sus sábanas blancas.
Asustado, huye un cielo gris
y victoriosa llega la luz de un mar turquesa.
Fue a la hora prevista.
Hizo la entrada triunfal el estío
cambiando el espectáculo.
Mostró la otra cara de la moneda,
cambió de atuendo el protagonista.
El monarca alcanzó los territorios
de su reino entre retumbes de tambores
y fuegos artificiales .
Un firmamento de espumosas nubes,
un resplandor de oro,
eran las prendas que ahora le cubrían.
Al llegar a la ciudad ordenó silencio
y entró sobre andas doradas
engalanado de rayos de sol.
El populacho le rindió pleitesía.
Entra por la puerta grande
señor tan poderoso
para cubrirse de honores,
levantar murallas de arena,
castillos de sueños,
puentes que crucen la orilla
de lo terrenal al paraíso.

Marchó su antecesora
a la espera de un nuevo regreso.
Bajo el poder de las cuatro estirpes
está la tierra.
Este soberano instaura su cohorte
por un periodo breve de tiempo.
Se sube al trono,
promete desenfreno y grandes bacanales,
noches locas y días ardientes.
Más templado, con mayor sosiego,
aunque también impetuoso
y de carácter nostálgico,
vendrá a destituirlo el señor otoño.

Por qué no van a ser más auténticos

 ¿Por qué no van a ser más auténticos
aquellos lugares oníricos
que estos paisajes que palpamos
con manos de ciego?

La vida es


La vida es un paso aquí,
un paso allá.
La vida es un paso en el infinito,
un sendero sin horizonte,
un surco que recorren pies líquidos
sin dejar huella y de frágil memoria,
agua que fluye por el cauce de un río
que a un inagotable océano desemboca
en un retorno continuo,
en un morir constante.
Siempre un paso más, sin descanso.

Letanía


No se va esta oscuridad obstinada.
Quedó fijada a este pavimento.
Veo sus pesadas huellas de cansancio.
Cegadas las compuertas hacia alguna huida,
no queda más que seguir con estos pies
una dirección no señalada.
Lejos quedó la línea de salida,
nada se divisa de aquel principio
y no hay guía, ni luz, ni llama
en este camino sin reposo y aliento.

Qué imagen se ha roto en tu espejo

 Qué imagen se ha roto en tu espejo,
qué palabra se difuminó tras la gota de agua,
qué ojos te miran desde el reflejo callado
y gritan mentiras en tu boca.
Qué mancha de tinta calló
sobre tu inmaculada página.
Qué tormenta rompió tu cielo,
qué noche en tu hermosa mañana
y ciega la luz que brilla en tu esencia.

Nada


De nada sirven los días.
Se acumulan sobre la tierra
como gotas de agua
que vuelven a la mar
en su ciclo viciado.

Amor, hemos visto pasar

 Amor, hemos visto pasar
las horas por este reloj
que retrasa por puro cansancio.
No marquemos líneas divisorias,
dejemos avanzar las agujas
al son de su tictac.

Amor, no dejemos que el frío invierno
se instale en el recóndito espacio
donde hallaron refugio nuestros cuerpos.

Hay silencio


Suspendidas gotas de aire,
paralizadas en la atmósfera vacía de la mañana.
Van lentas las horas, abatidas deambulan
como pasos de damas románticas.
La vida se acorta y hay a la espalda
tanta historia.
Encuentras en esos negros ojos,
la ternura de la carne y el alma.
No nos envejecen los años
sino el polvo acumulado en la mirada.

No hay memoria más allá de la emoción

 No hay memoria más allá de la emoción
que te llena por dentro como un gas extraño.
A veces crees volver a percibirlo,
pero no puedes ponerle nombre
a un recuerdo cargado de sentidos.
Porque no vuelan los anhelos leves
como aves migratorias que se perdieron
por el horizonte de los años.

Tu rostro

para Leonor Izquierdo


¿Cuál pudo ser tu rostro
a través del implacable tiempo?
¿Qué luz de tus ojos se apagaría,
cambiando blanco nácar
por gris ceniza en las corneas
que devoró injustamente la muerte?

En tu boca impúber debieron nacer flores
y no ser fuente de larvas.
Esa sonrisa velada por tímidos labios
habría perdido su turgente finura y belleza,
al igual que tus mejillas de suaves óvalos
terminarían por convertirse
en pétrea calavera.

La vejez habría dibujado
surcos en tu semblante,
esculpiría mandíbulas angulosas,
labios consumidos,
ojos empañados.
Los años adornarían
la marcada cabellera negra
de tu infantil cabeza con una triste corona
de endebles hilos grisáceos.

Una imagen impropia
de tu cuerpo de niña.
El negro traje de desposada
al estrecho talle
ciñó con encajes de luto
tu juvenil figura.
Esas tiernas manos
que ocultaban guantes de tul
el invierno las convertiría
en sarmientos secos
cubiertos de escarcha.

Fuiste aleteo de mariposa tan liviano
como arcoíris fugaz,
apenas rozaste la primavera.
Cayeron al polvo del camino
tus frágiles alas de rocío
que el amor con tan efímero abrazo
dejó en sus pétalos mustios.

¿Qué líneas hubiera diseñado
ese tiempo injusto
en la natural belleza
de tu adultez temprana?

¡Tan breve espacio
para tanto olvido!

Lunar

Al traje negro de la noche
le han dibujado un lunar blanco
redondo y brillante.
Flota en su mar oscuro
una estela plateada
guía para piratas enamorados.

Qué


¿Qué dejamos tras nuestros pasos?
La ligera huella borrada
por el suave viento.
Nada más pisar la arena,
la peina la orilla
con su espuma blanca.

Acto de fe


Creo en tu verdad,
la que muestras
tras esa sonrisa
en una lágrima frenada.
Creo en el hombre,
en su vulnerable cuerpo,
en su cegado empeño,
en la voluntad empedernida.
Creo en la palabra aún
no mencionada,
en las intenciones y no las obras.

Creo en un espíritu carnal,
en la sangre y vísceras
que bajo nuestra piel se rebelan.
Creo en el todo poderoso,
en su redentor hijo,
que pone en nuestras manos,
a sabiendas, sus errores,
que a su imagen y semejanza
repetimos.

Ante él nos arrodillamos,
mientras nuestra boca blasfema.

Simple humo


Es el existir simple humo,
el lazo que envuelve vacío
y nada.
En nuestras manos ese presente
anuda, ciñe y abriga,
oculta, vela, viste
su cruel metáfora.
La vida,
así se regala.
 

Lenta, como avanza el alba

 Lenta, como avanza el alba
o la oscuridad cae sobre la tierra
dormida,
así ha entrado mi tristeza.
Siempre respetuosa, sin que nadie
la advierta,
se esconde y deambula
tras las transparentes horas.
Su pesada carga hace que arrastre
mis pasos sin voluntad ni ahínco.
El ritmo y el empuje del reloj
los van llevando
a cumplir con sus asuntos
que la rutina les impone.

Voy siguiendo los pasos del tiempo

 Voy siguiendo los pasos del tiempo,
llevados mis pies en volandas
apenas sin rozar la tierra.
Poco puedo retener de este paisaje,
el que me limita la maleta de mi memoria.
La velocidad de este vehículo
distorsiona los espacios y colores
no veo más allá de unos pocos metros
y sin embargo, la soberbia de mi esperanza
insiste en decirme que está por venir
las mejores cosechas.
Tal vez sea la voz de un loco,
que habita, sin pagar alquiler,
mi cerebro.

Vejez

 
No envejece el hombre,
sino la carne
y le arrastra su pasado
a la tierra.
No duele la rueda del tiempo,
sino sus cicatrices,
y en la piel marcan sus días,
calendario fiel
de nuestra existencia.

No es este mi lugar

 No es este mi lugar.
Aquí caí y aquí resisto.
Mas siempre estuve buscando
aquel de donde soy
y no puedo llegar a ser
si a él no regreso.

Un impulso me empuja
que la gravedad se empeña en frenar
y así en un avance
que continuamente retrocede,
me desespero, perdiendo la fe
de reencontrarme algún día,
con aquella tierra de la que partí
cuyo nombre no recuerdo.
Desconozco de dónde vine
y hacia dónde tengo que ir.

Continuidad


Y una vez más la luz cegadora
del nuevo día
viene como bendita agua
a bautizar un renacer.
Abre los brazos frente a ella
con la sumisa esperanza
que caiga su gracia sobre ti.

Quizás


Quizás sólo estemos ciegos y sordos
y ante nosotros la verdad se muestre
tras un transparente cristal.

Sin embargo,
vemos sólo nuestro reflejo.

Ahora eres una simple hoja seca

 Ahora eres una simple hoja seca
llevada por el viento,
sin más voluntad que la de aferrarse
a una esquina,
arremolinarse en un rincón,
y al final, arrastrada
como un desperdicio.

Fuiste verde en una rama,
cubrieron tu piel las gotas de lluvia,
resplandeciste al salir el sol
y en la madrugada cuajó el rocío
como perlas de plata.
No temías a los vientos,
pues era firme tu tallo
y con ellos te mecías.

Tuviste la irremediable esperanza
pegada a tu envés,
hasta ver a tu alrededor
sucumbir a las otras.
Poco a poco el polvo penetraba
en tus poros que perdieron su verdor,
palideció tu rostro
teñido de un tono pardo,
ya sin el brillo
de una estación más generosa.

Llegó el frío a calar tus frágiles huesos.
Secó la carne, antes lozana.
Como otras, languidecidas y extenuadas,
cayeron indefensas al foso terrenal
convertidas en húmedo detritus.
Viste en el destino de las otras
el tuyo propio.
Con las primeras señales,
te inundó la tristeza, la desilusión.
Cayó tu fe antes que tus propios brazos
se soltaran de la asida rama.
Ni el rocío ni el canto mañanero
de los pájaros, alegraban tu día,
pues una certeza se instalaba
en los nervios,
el helado convencimiento
de tu destino final.
Perderías primero tus venas,
la verde clorofila
y ya con fundida luz,
vagarías errante sin rumbo cierto
entre las tinieblas de los despojos.

Diálogo de sordos


Solo a mis oídos les importan
estas palabras que mi boca rumia.
Los diablillos invisibles del aire
las esparcen sobre la tierra yerma,
mientras caen como gotas estériles
entonando la melodía del olvido.

Ser aire


Quiero ser aire sobre tierra,
huir de las escarpadas colinas,
cruzar sin puentes ríos y mares,
llevar ligero peso
y no quemar las plantas de mis pies
con la caliente arena de un fuego íntimo.

Quiero ser aire sobre tierra,
para sentirla cerca, mirarla desde lejos,
reconocer todos sus contornos,
entender sus intenciones,
apreciar su piel sin apenas rozarla.

Quiero ser aire sobre tierra,
aunque así el tierno cuerpo se aplaste
llevado por la inevitable atracción
hacia su oscuro centro.

La soledad


El instante parado
en una habitación
silenciosa.
Un sujeto asiste
al paso de las horas.
Un reloj marca
en el vacío eterno
su cansino tictac.

Llueve


Han parido las nubes, son gotas de agua,
caídas del cielo llegan al lecho
del transparente cristal de las ventanas.
Su bullicioso compás
parece niños que juegan
inundando de estridente vocerío
el patio en el recreo.
Vida para futura vida,
serán alimento de nuevas plantas,
hoy brillan cual estrellas en este firmamento
con un verde de eterna primavera.

Hay una claridad gris
que circunda su explosiva energía
de rítmico y bello palpitar
y un silencio detrás de una mirada acuosa,
son los ojos de un mundo
ya viejo y desengañado.
La luz de un fuego que arde en el hogar
en la calmada espera,
frente a las impacientes perlas plateadas
sacadas de un mar salado
que aún desconocen el fango de la tierra.

Danzan las alegres gotas de lluvia,
frescas y joviales adolescentes
entonando canciones de amor.
Es la vida que renace inocente
de su interior siempre puro.
Flaquearán sus ánimos,
ajenas al fuego de un sol
que insensible secará
la frágil piel de sus deseos,
el sueño roto de ser ancho océano.
En tristes charcos,
perderán la fe.