Lenta, como avanza el alba
o la oscuridad cae sobre la tierra
dormida,
así ha entrado mi tristeza.
Siempre respetuosa, sin que nadie
la advierta,
se esconde y deambula
tras las transparentes horas.
Su pesada carga hace que arrastre
mis pasos sin voluntad ni ahínco.
El ritmo y el empuje del reloj
los van llevando
a cumplir con sus asuntos
que la rutina les impone.
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