Escribo, junto palabras

 para aquellos que me ofrecen la generosidad de sus miradas



Escribo, junto palabras
con ufano esfuerzo
por atrapar la belleza
que, al final, se escapa de mi abrazo.

Creo que llama y, al abrir,
me encuentro un pétalo en el felpudo.
De la hermosa rosa
no queda ni su perfume.

Vislumbro entre visillos
formas que son sombras chinescas
de un cuerpo sagrado.
Si sigo en el empeño
es porque tengo hambre
y procuro llevarme a la boca
una miga de su pan.

Acumulo un pequeño tesoro
de baratijas y lo ofrezco
sin venta.
Quien lo estime,
puede quedárselo
y no me dé las gracias,
soy yo la que recibe
un regalo.

Dejo abierta la razón
como un sembrado
que no espera cosecha,
me basta abrir el hoyo
y meter la insignificante semilla.
Si es fruto maduro,
miro al cielo con gratitud,
pues sé que fue su lluvia
la que le dio el jugo.

Disfruté con tocar la tierra,
el cielo es para los mejores.

 Mundo

 Mundo,
te dejo que pierdas mi esperanza,
pero no la de la vida.

Si ven mis ojos el triste sino,
si cae en cautiverio la alegría,
si son los días un luchar constante
para adquirir un préstamo
que pagarás a alto interés;
si la realidad revela
la transparente oscuridad
que camina paralela a su paso,
dejaré el sueño de la promesa
de un mañana mejor,
perderé la confianza de niña
ingenua para adquirir
la máscara del desengaño.

Cuando dé todo por perdido
o lo poco que tenga
sea efímera riqueza,
aún, con ese regalo en la mano,
sabré que no podré protegerlo
y entonces te gritaré, mundo,
palabras de desprecio.

Mas no creas ser vencedor
pues muerta en mí la esperanza,
la esperanza seguirá en otros viviendo.

Dueño de sus palabras

 Animal reinventado
por el uso de herramientas,
para creer en un mañana
confabuló con el tiempo infinito
y creó la ilusión de un reloj.

Diseñó para la eternidad un paraíso,
para la tierra, placeres a su medida.

Dueño de sus palabras
y sus pasos,
sentía merecidos sus logros,
víctima del castigo del destino,
héroe por sus sufrimientos.

Al mirar atrás se reconoció artífice
de un largo camino trazado,
otorgándose ese triunfo para la historia.
Nombró ídolos para sus conquistas
pero, ¡quedaron en el olvido tantos anónimos!

Todo fue sueño
de una ameba en una charca.

El alba se presenta

El alba se presenta
con acumulado cansancio,
en su rostro se vislumbra
un desengaño inevitable.
No es hermosa su liquida claridad
que anuncia intensos colores.
Hoy nos despierta de este espejismo
donde creímos llegar a un oasis
tras cruzar un océano.
Aguas que no quitan la sed,
de tan sedienta boca.

Uno conoce su nombre y biografía

Uno conoce su nombre y biografía,
una parte contada, muchos recuerdos
que construyen un paño a trozos
con formas y texturas desiguales.
Cuando uno se mira en el espejo,
ajusta el reflejo a las líneas
que rodean y condensan su imagen.
Queda a la espalda el peso
de una carga que ignora.
Son bultos  que se acomodan
sobre una suave curva
y sirven de mullido apoyo
en el descanso de los días.

Sin embargo, cuando se hacen
nudos duros y apretados,
desajustan y descompensan el fiel
que mantenía el cuerpo en armonía.
El ánimo se irrita y pelea
contra este enemigo,
pierde la certeza de su identidad
y se pregunta, quién es este muerto
que lleva encima.
 

Cada instante es un nacer y morir,

Cada instante es un nacer y morir,
las horas dejan atrás
uno a uno nuestros pasos.
Fue ayer cuando mi risa
hizo eco entre piedras
de la torre de un campanario,
y mi mirada era luz
en  un brumosa mañana otoñal.
Han pasado horas tan solo,
y ya es pretérito en la nada.

En esta oscuridad navegan

En esta oscuridad navegan
ojos ciegos,
dedos congelados,
corazones rotos.
Entre la niebla de este enquistado dolor,
la voz se quiebra y la lengua rastrea
la negra piel del asfalto.
Grita una soledad solemne
en la catedral del silencio.
 

Ser mi poesía

 Ser mi poesía
vana gota en ese inmenso océano,
cristal opaco entre dorada arena
de su hermosa playa,
poro en la dura piedra,
simple vacío,
grito ahogado.

Sólo nos echarán en falta

Sólo nos echarán en falta
acaso unos amigos,
los más cercanos familiares,
aquellos vecinos con los que nos cruzamos
e intercambiamos palabras de saludo
y una mínima intimidad
que trasciende los tabiques
de nuestros secretos.
También grabarán cierta parte
de nuestra identidad
los documentos burocráticos.
Las cuentas bancarias
serán las primeras descastadas
una vez no adviertan nuestros ingresos.
Tan sólo cuatro o cinco
llorarán en solitario,
y hasta a ellos llegarán
también el pertinaz olvido
o la otra muerte.
 

Igual que desde esa ventana

Igual que desde esa ventana
reflejada sobre la pared
nuestra voluntad emprenderá el vuelo
de la eterna frustración,
así aquellos que se vanaglorian
de ser dueños de sus elecciones,
creyendo escoger el camino
sin sombra,
sueñan y viven en sueño
que vuelan.
 

Ser una simple hierba

Ser una simple hierba
en el campo,
expuesta a la intemperie
de la vida,
al sol y a las lluvias,
al feroz viento,
a la avaricia
de las demás hierbas.
Ser hierba verde
y que llegue un día,
ya sin sustento, ser paja
que arde en un fuego.

Llueve con dulzura

Llueve con dulzura
en esta clara tarde fría
que entrega al cobijo del hogar
mayor calidez.
La mirada se recrea
en el hermoso paisaje,
en el asfalto mojado,
en el ritmo armonioso
de la lluvia.

Los charcos son espejos
que, al reflejar las luces de las farolas,
dibujan siluetas extrañas
sobre los plásticos que cubren
un edificio en obras.
Las palomas abandonaron sus vuelos,
están a resguardo
por los huecos de los muros
y entre el denso ramaje.
Una solitaria fuente,
fiel como un reloj,
sigue con su cansino borboteo
el compás de las gotas.

A veces, en esta calma melodiosa
una racha de viento imprevista
agita los cristales de las ventanas
y el alma se sobrecoge.
Pronto vuelve el cuerpo
a sentirse protegido,
el mundo parece renacer
con esta pura transparencia
y sabe el aire a deliciosa felicidad.
Las tinieblas que se acercan
la abrazan con ternura
y dibujan en este presente
el espíritu de una época pasada,
como si atrapasen el ayer
entre los viejos edificios
y rondaran sus fantasmas
en este fulgor de ámbar.
 

Crecí con los prestados límites

Crecí con los prestados límites
de unas cifras con decimales
y los pocos vocablos de un alfabeto.
Ahora siento que todo eso
escapa de una conclusión
sobre esta materia que produce
una conciencia que lleva mi nombre.

Son efluvios extraños los recuerdos
que entran en un laberinto
e inventan una falsa salida.
Me hizo esclava una memoria,
intrusa y malvada,
que guardó silencio y contó mentiras.
De lo verdadero, nada hay cierto,
datos sin importancia.
Forjó en acero caprichosas formas,
clavando en mi membrana y citoplasma,
endurecidos núcleos.
Esta materia que mis sentidos
ponen de manifiesto en este instante,
se obstina en ser esencia
e inamovible idea.
Pero, de ser algo, es indefinible.

Me declaro inocente y víctima
de los objetos encontrados en mi casa,
abandonados por los ladrones
de la suerte
y, como nadie los reclama,
pasan a ser parte de mi propiedad.
Por ello, me hacen responsable
y pago los intereses por tenerlos
a costa de su perjuicio.

Todos nos creemos ser únicos
y todos vivimos engañados.
Esta multiplicidad de colores
es solo luz blanca.

Yo, nada soy.
 

Desde este diáfano lugar

Desde este diáfano lugar
donde me encuentro,
veo árboles que me ocultan el fondo.
Entre su penumbra atravesada
por escasos rayos de sol,
intuyo sinuosas sombras
a las que no puedo darles
una forma concreta.
Añado imaginación e interpreto
y comienzo a no saber
quién me contiene.

Me siento en este suelo
de tierra húmeda y apoyo
mi espalda sobre una gruesa
piedra para pensar.
Puedo distinguir lo cercano
y reconocer sus elementos,
darles su nombre y contenido,
mas, con aquello que mis ojos
no alcanzan,
pierdo la exacta definición
de la imagen,
parte divisible
en recuerdos que pasan
ante un espejo deforme.
La forjada idea se desmorona
como argamasa molida
entre los dedos.
Igual que se desvanece el reflejo
sobre la planicie del agua
al tirar la piedra
y desplegarse en ondas.

Dejo que el aire me envuelva
y lleguen a mis oídos
ecos que gritan las ramas
y también los murmullos
de la muchedumbre de hojas.
Son detalles de un ayer
sin cronología,
que a saltos vienen a estamparse
sobre la levantada estructura.
Entiendo, quizá, alguna palabra,
todo lo demás es un hilo confuso
con frágiles uniones que fácilmente se rompen.
¿Qué confusa identidad me describe?

Más dice lo que se calla

Más dice lo que se calla.
Hay más verdad
detrás de la palabra
que en la palabra misma.

Se dejan los oídos llevar
por el arrullo de los sonidos.
Se escuchará la melodía,
pero olvidarás las notas
que marcan los silencios.

Sin un quizá, la confianza

Sin un quizá, la confianza
lograría alcanzar el sueño,
imaginar su paisaje,
dibujar el cuadro,
borrados el miedo y la duda,
vaciada de vano ego y codicia.

Cuando el alma espera
el simple alimento,
te lo entrega la vida.
Viene a tu mano su regalo
sin obstáculo,
sumiso,
generoso.

Nunca fue tan rápido el tiempo

Nunca fue tan rápido el tiempo
como este bólido del presente.
Corre veloz nuestra mirada
por los pasados siglos,
agrupamos las semanas
en suspiros y los sacos
de los años están llenos
de ligeras plumas,
llevadas sin resistencia
por el suave soplo de este existir.

Anónimas muchedumbres
tuvieron sus lunes y domingos
y, mucho antes, noches y días,
un sol dorado, luna y constelaciones,
un abismo infinito sobre sus cabezas.

Marcha al ritmo de su caminar el tiempo.
Se ajustaron nuestros pasos,
entre las sombras, ungidos por la luz,
a relojes de arena y agua,
de agujas segunderas que apremiaron
a las horas a rodar en esta noria
que nos conduce a la nada.

Hoy capaces somos del vuelo,
dejamos atrás el árbol de la prehistoria
pisamos la tierra firme,
aramos con nuestros pies los caminos.
Ahora, caemos en la trampa de soñar
con la ligereza de este cuerpo,
y trazamos la rayuela en el aire,
mientras el sentido de la vida
se nos escapa.
 

Puertas

Recorro estas calles con ojos
recién abiertos a un nuevo día.
Va asombrada la mirada,
se recrea en las vetustas casas,
en los adornos de piedra
con el rostro cansado
de pasados siglos.
Exhiben algunas el realengo
de un tiempo remoto,
llevan tatuadas en su piel
el escudo de familia,
visten aún el lustre de su nobleza.
Otras, retando a la ruina,
en triste decadencia permanecen
cubiertas de abandono.
Entre las opulentas viviendas
porfían en firme orgullo
muchas de aspecto humilde,
de desconchadas paredes de cal,
que guardan en su decrepitud
una solemne belleza.

Descubro un tesoro
al recorrer los angostos callejones
sobre piedras limadas
por aguas de algún río,
son sus hermosas puertas de madera.
Madera noble y robusta,
con las arrugas de la vejez,
gruesas y torneadas aldabas
de ennegrecido hierro,
redondos clavos
como los de un crucifijo,
que, más que sostener
al herido cuerpo, lo embellecen.
Argollas fijas al muro,
reliquias de un pretérito acabado
donde se amarraban las bestias.
Mirillas cuadradas con reja,
siempre vigilantes
al desconocido que llama.

Firmes puertas que encierran frío y olvido,
puertas grandes y pequeñas,
puertas magistrales, propias de ser
admiradas como piezas de museo.
Puertas que gritan su pobreza
en su forma y endeblez,
en sus desvencijados marcos.
Puertas de doble hoja o estrecha
entrada y enormes cerrojos.
Puertas todas llenas de secretos,
embebidas de la profunda dignidad
que encierra la vida.

Cuánta verdad y mentira,
cuánto gozo y dolor
desterrados de estos ojos,
cuántas huellas
y sombras de nadies
están ocultas.
En el escalofrío
de sus estancias solitarias
se callan las voces,
cuchichean sus fantasmas
al resguardo,
detrás de sus puertas.
 

Contaré

Contaré mañana esta historia
a aquellos que habiten el futuro
que hoy yo ignoro.
Contaré lo que aún no sé,
el relato que hará el tiempo.
Mis ojos ven y mi mente
procesa lenta
los acontecimientos cotidianos.

Entre tal barullo nada oigo,
necesito el silencio, la pausa,
la reflexión, tomar notas,
y sacar alguna conclusión
una vez configurado
el cuadro completo.

Nada y todo es posible,
la verdad tiene sus escollos,
sus zonas oscuras,
deformidad en sus límites,
engaños de sombras,
negación o ceguera
de lo que está delante
de nuestras narices.

Contaré que hubo una vez
un periodo extraño,
una época inimaginable,
el cuento de un niño loco,
el sueño de un cuerdo
que al despertar se ríe
de su esperpento con asombro.

Contaré lo incontable
por otras voces,
sólo aquello que yo conozco
y dudaré si es cierto,
si fue real esto que le sucedió
al mundo,
o es una advertencia,
el balbuceo de un dios
que nunca habla claro,
niño egocéntrico
con mal perder
que paga su rabieta
al estilo bíblico
enviando una plaga.

Lo peor es la certeza
de que nunca sabremos más allá
de algunas partes
y tendremos que admitir,
humildes,
que este momento inscriba
en el libro de la humanidad
un hecho más, histórico.

Quizá sea el porvenir,
quién venga
a contarnos a nosotros
lo vivido.
Uno miente siempre,
tuvo con la realidad
un buen maestro.
 

Os he dado vida

Os he dado vida
en este instante del recuerdo,
unos fragmentos escasos,
sueltos del libro
de vuestra biografía,
para sacaros de la tumba
que sólo cubre ya polvo.

Viejo árbol

Por qué si el viejo árbol florece
cada primavera
y su tronco tiene bajo la corteza
madera húmeda,
ramas robustas y altas
siguen buscando el cielo,
cubiertas de hojas verdes
donde la lluvia juega con la luz
a hacer destellos brillantes
igual que estrellas en la noche.

Por qué entonces yo envejezco
cada día un poco más,
a pesar de que mis profundas raíces
buscan incasables la fuente
donde hallar el néctar de vida,
la frescura que no muere.

Hace tiempo que sus ramas
no echan flores
y ni en ellas anidan aves.
Dejaron de cantar sus hojas
con la brisa,
sólo tiritan ya con el viento.

La vida está aquí todavía,
¿por qué se niega a ser tierra fértil?
¿Por qué rechaza las gotas de lluvia
que resbalan sin quedarse?
No cala en mis entrañas
la alegría, cae de la comisura
de sus labios.
No se transforma la flor
en fruta jugosa,
sino que barre el aire,
una paja amarillenta
formando un triste y árido manto.

En el árbol está la poesía,
en mi cuerpo, la mortal materia.