Crecí con los prestados límites

Crecí con los prestados límites
de unas cifras con decimales
y los pocos vocablos de un alfabeto.
Ahora siento que todo eso
escapa de una conclusión
sobre esta materia que produce
una conciencia que lleva mi nombre.

Son efluvios extraños los recuerdos
que entran en un laberinto
e inventan una falsa salida.
Me hizo esclava una memoria,
intrusa y malvada,
que guardó silencio y contó mentiras.
De lo verdadero, nada hay cierto,
datos sin importancia.
Forjó en acero caprichosas formas,
clavando en mi membrana y citoplasma,
endurecidos núcleos.
Esta materia que mis sentidos
ponen de manifiesto en este instante,
se obstina en ser esencia
e inamovible idea.
Pero, de ser algo, es indefinible.

Me declaro inocente y víctima
de los objetos encontrados en mi casa,
abandonados por los ladrones
de la suerte
y, como nadie los reclama,
pasan a ser parte de mi propiedad.
Por ello, me hacen responsable
y pago los intereses por tenerlos
a costa de su perjuicio.

Todos nos creemos ser únicos
y todos vivimos engañados.
Esta multiplicidad de colores
es solo luz blanca.

Yo, nada soy.
 

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