Nunca fue tan rápido el tiempo
como este bólido del presente.
Corre veloz nuestra mirada
por los pasados siglos,
agrupamos las semanas
en suspiros y los sacos
de los años están llenos
de ligeras plumas,
llevadas sin resistencia
por el suave soplo de este existir.
Anónimas muchedumbres
tuvieron sus lunes y domingos
y, mucho antes, noches y días,
un sol dorado, luna y constelaciones,
un abismo infinito sobre sus cabezas.
Marcha al ritmo de su caminar el tiempo.
Se ajustaron nuestros pasos,
entre las sombras, ungidos por la luz,
a relojes de arena y agua,
de agujas segunderas que apremiaron
a las horas a rodar en esta noria
que nos conduce a la nada.
Hoy capaces somos del vuelo,
dejamos atrás el árbol de la prehistoria
pisamos la tierra firme,
aramos con nuestros pies los caminos.
Ahora, caemos en la trampa de soñar
con la ligereza de este cuerpo,
y trazamos la rayuela en el aire,
mientras el sentido de la vida
se nos escapa.
Nunca fue tan rápido el tiempo
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