Desde este diáfano lugar
donde me encuentro,
veo árboles que me ocultan el fondo.
Entre su penumbra atravesada
por escasos rayos de sol,
intuyo sinuosas sombras
a las que no puedo darles
una forma concreta.
Añado imaginación e interpreto
y comienzo a no saber
quién me contiene.
Me siento en este suelo
de tierra húmeda y apoyo
mi espalda sobre una gruesa
piedra para pensar.
Puedo distinguir lo cercano
y reconocer sus elementos,
darles su nombre y contenido,
mas, con aquello que mis ojos
no alcanzan,
pierdo la exacta definición
de la imagen,
parte divisible
en recuerdos que pasan
ante un espejo deforme.
La forjada idea se desmorona
como argamasa molida
entre los dedos.
Igual que se desvanece el reflejo
sobre la planicie del agua
al tirar la piedra
y desplegarse en ondas.
Dejo que el aire me envuelva
y lleguen a mis oídos
ecos que gritan las ramas
y también los murmullos
de la muchedumbre de hojas.
Son detalles de un ayer
sin cronología,
que a saltos vienen a estamparse
sobre la levantada estructura.
Entiendo, quizá, alguna palabra,
todo lo demás es un hilo confuso
con frágiles uniones que fácilmente se rompen.
¿Qué confusa identidad me describe?
Desde este diáfano lugar
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