Mudanzas

Aquí dejo mis primeros pasos,
algunos miedos y me llevo otros.
Aquí dejo juegos, inventos
y vergüenzas de errores
y algún sincero perdón.
Me llevo sus recuerdos y olvidos.

Aquí dejo días de revuelto mar
y quietud de otoños.
Aquí dejo idas y venidas
y en cada adiós
nunca sabremos si habrá regreso.

Aquí dejo una casa vieja,
paredes de cal humedecidas
por muchas lluvias
de lejanas primaveras.
Guardan sus estancias
ecos infantiles,
riñas y llantos,
también risas,
un refugio entre literas
y un patio de vecinos.
Otros muros con cantos de gallos,
picoteos de gallinas,
zureos de palomas
y trinos de jilgueros y canarios.
Un huerto sembrado
con un limonero que daba sombra
y mucho fruto.
Bajo el cemento quedaron sus huellas.
Hoy una palmera es emblema
de un pasado.
Pero sobre todo dejo un hogar
que cogerá frío sin los alientos
y vacío de voces.
Me llevo las ascuas calientes
para avivar otro fuego.

Aquí dejo lágrimas de lluvia,
alguna tempestad del alma
y soles de sonrisas.
El rastro de unos pies
bailando mientras una escoba
barría suspiros y lamentos.
Canciones cantadas a dúo,
monólogos sin auditorio.
Entre soledad y silencio,
la vida y el amor.
Me llevo melodías de siempre,
un monótono tarareo.

Aquí dejo la playa
y su dorada arena de antaño,
la cambio por piedra
de gruesos muros.
Aquí dejo prendas colgadas
de un ropero,
tendederos vacíos,
mezcla de ayeres y un padre
en el cementerio.

Aquí dejo, después de transitadas,
calles, esquinas,
oscuridad y desierto de noches,
abrigo para el dolor
de hacerse grande y calzar
mayor número de zapato.
Aquí dejo plazas y bancos,
cielos cubierto de esplendorosos
ocasos y amaneceres,
aves de vuelo libre,
nubes generosas y blandas,
y negras llenas de temores.
Me llevo pájaros para un mismo cielo
con otros colores y brillo,
trozos de azulejos y cristales engullidos
por las olas y devuelto dóciles,
el regalo de una piedra
con forma de corazón.

Aquí dejo muchos años
que quisieron ser meses
pero sumaron días
sin mi permiso ni mi voluntad.
Tuve que aceptar el capricho
del destino.
Me llevo dudas e incertidumbre
y mucho deseo de gozo.

Aquí dejo las alas que nunca usé,
piso mejor la tierra
con las piernas que la vida
me ha dado.
Fueron marcando pasos
de una senda,
con un reflexivo andar
para evitar el tropiezo.
Me llevo el hábito
sin la molestia de la práctica,
sin poner impedimentos
de la mano del fluir del aire.
Aquí dejo grueso peso,
me llevo ligera maleta.

Aquí dejo lo que quiero
y no quise,
muebles llenos de polvo,
juguetes en cajas,
ropa vieja.
Aquí dejo una lejanía,
un paisaje dibujado
e imborrable.
Llevó trajes diferentes,
se queda el cuerpo desnudo.

Aquí dejo la niña de unos ojos
negros, la inocencia
y su mirada triste.
Aquí dejo las cáscaras secas
de mi piel.
Me llevo este vestido
remendado con duro esfuerzo.

Aquí dejo borrados ayeres
de una materia descompuesta
volvió a la tierra con su semilla
y avivadas llamas que deja
en la olla su hervor
de dulces vivencias.
Me llevo muchas páginas
de un tiempo pretérito,
la multiplicación de instantes
sumados todos en este total.
Resté algunas cuentas,
hice divisiones
que dieran de resto cero.
Me llevo un nuevo libro
con saldo de ganancias.

Aquí dejo una hucha vacía
con un agujero para nunca romperla.
Me llevo ropa limpia
y los bolsillos cosidos
para guardar otros tesoros.

Aquí dejo quién fui,
me llevo uno nuevo que soy
con algo viejo que sigue siendo.
Aquí dejo relojes parados
y un despertador con pilas
hasta que las horas lo agoten.
Me llevo el tiempo futuro
con la longitud desconocida.

Aquí dejo historias, castillos de arena,
campos y pozos ciegos.
Aquí dejo un mar ocultado
por edificios
y su olor profundo a seba.
Aquí dejo huellas de pisadas
y pisadas sin hacer.
Aquí dejo días rellenos
de un calendario
y huecos de partidas.

Aquí no dejo la verdad
que siempre llevo encima.
Tiene algunos rasguños, hilos
sueltos y algún agujero.

Aquí dejo un lugar
y me llevo el mundo.

Del camino, aceptar todo

Del camino, aceptar todo,
las piedras con las que tropezamos,
los frutos y cosechas baldías;
llevar de por vida un escrúpulo
en el zapato, un yugo al cuello.
En el camino solo se abandonan
las huellas, pero, los pasos van contigo.
No despreciemos la senda
ni la suerte que nos acompaña.

Nos toca vivir
sus buenas o malas artes.
Todo es uno.
Somos el ser que se forja
por el destino desde un nacer.
No hay justicia ni equidad
en su entramado,
tan sólo los hilos
que otros humanos tejen.
No pensemos que es un castigo
y busquemos el perdón por ser víctimas
de un invento impenetrable.
El dolor nos acompaña a un lado
y al otro nos lleva de la mano la muerte.

Vendrán a nuestros días
soles y lluvias,
tormentas y huracanes.
No siempre lucirá un horizonte,
azul lleno de nubes blancas
de mullido algodón.
No podemos escoger de este cofre
únicamente las bellas alhajas,
los brillantes diamantes,
esmeraldas y rubíes.
La bisutería viene engarzada
con eslabones de cadenas de oro
sobre plata grabada con tosco material,
alegóricas imágenes
de infierno y gloria.
A veces te golpean gruesos granizos,
te tambalean vientos rabiosos
y no encuentras cobijo para protegerte
y poner a recaudo tus más preciadas
pertenencias.
Todo en un instante puede
perderse o ganarse.
Así es el drama de esta obra
hecha sin guion, imitadora de otros,
escuchadas frases de algún apuntador
que ni siquiera tiene los papeles.

Hay a quienes la gracia del azar
les entrega un gran tesoro,
la felicidad, la riqueza, la seguridad,
la salud, el amor.
¡Bah!, efímero todo, aunque se agradece.
Hay muchos sin merecerlo,
muchos que lo han robado,
muchos que se creen superiores
y trabajan para crear
un sufrimiento a los otros.

Que la vida es cruel,
que te arranca a pedazos
y te deja desangrado en el suelo,
que la vida premia a muchos
por nada a cambio,
que los dones son escogidos
para unos y no otros.
Sin embargo, no hay mayor don
que el ser buenos.
Por ello, cojamos toda la alforja,
cargada con cada instante,
duela o nos produzca placer su carga.
Será nuestro presente
ante el paraíso de la eternidad.
No existe mayor gozo
que un alma en paz con la vida
y una muerte en paz.
Del camino y sus paisajes,
del tiempo que nos toque,
la duración de su trayecto,
tomémoslo todo.

Es inútil luchar contra lo imposible,
los caprichos de los segundos
y las horas de nuestros relojes,
de los días interminables,
tristes y oscuros como un abismo
sin fin
del que entran y salen risas y llantos.
De los pequeños contratiempos
no hagamos grandes desgracias,
de las verdaderas, procurar llevarlas,
no con resignación,
sino con la capacidad de nuestras enterezas.
Será un engrudo construido
por una memoria selectiva.
Dibujará una compacta imagen
de quiénes creemos ser.
Rechazar, quejarse es como dar brazadas
al aire y no por ello volar.

Aunque blasfemar está permitido,
de vez en cuando.
Si ofendemos a un Dios,
será comprensivo y bondadoso,
demasiado con exigirnos
este caminar a ciegas
y este cuerpo que piensa y siente.

Nuestros pies seguirán obedientes
al tramo de un mapa sin líneas,
ni señales, ni puntos de referencia.
Nuestra vanidosa voluntad
es una mentira, una ficción
de una entelequia.
Su fuerza fue prestada,
no lo dudes,
sus ramificaciones, aliento
de una planta cuya raíz la conduce.
Los muros la desviarán o no,
la oscuridad la pondrá mustia o no,
la falta de agua, siempre la mata.

De un cielo oculto viene todo.
El resultado no es mérito de uno,
si son sus hilos los que nos mueven.
No todos lo traen bien atados,
ni es igual de resistente o flexible.
No sabemos más que unos pueden
y otros no,
que unos sacan sus fuerzas
mientras otros languidecen
o sucumben sin luchar.

En este devenir nuestro
sobre este mundo,
bajo este cielo de infinitas estrellas
de una lejanía impalpable,
en esta tierra formada por partículas
de un universo ignoto,
sordo a nuestros deseos,
¿quién sabrá sus intenciones
ni conocerá nunca su mecanismo?
Su razón no son nuestras razones,
quizá, ni de dioses,
ni de tablas numéricas
de elementos químicos y fórmulas físicas.
Quizá, tal vez, nadie alcanzará su magistral sabiduría,
y sea todo el sueño de un monstruo,
el espejo donde una nada se refleje
y su blanca luz juegue a dibujar
arcoíris de infinitos colores.

El relato se construye

El relato se construye,
nada es fortuito.


Pertinaz, el espejo ajusta
el hoy.
El ojo, errado, persiste
en el ayer.


Miente la imagen
eterna de la fotografía,
los rostros miran
y sonríen
para demostrarle
al tiempo fugaz
que son felices.



La imagen tiene palabras
que gritan en su silencio,
un hábitat abandonado,
un quieto escenario
con sus atrezos,
siempre impertérrito y pretérito.

Aunque buscamos que nos quieran

Aunque buscamos que nos quieran,
amamos más nuestras soledades,
andar descalzos y desnudos
por la casa,
hablando con nosotros mismos
o en silencio,
cantar a todo pulmón,
improvisada torpe bailarina,
reír sin motivos,
llorar a conciencia,
sentir la temperatura de las cosas.

Los otros soy yo,
quizá yo sea de los otros.

Me acostumbro a este paso
y me cuesta seguir los ajenos.
Confunde la soledad
a los extraños y yo,
como pez en esta pecera,
soy feliz.

No es huida del mundo
es que hallé mi planeta.
Defino mi ser sin intención
de provocar daño a su órbita.

Y si se niegan las palabras

Y si se niegan las palabras
a brotar de la agotada fuente,
cubierta de óxido y hojas podridas,
enmudezca su boca y tape el desagüe
con lodo endurecido hecho roca.

Y si, acabada su singladura,
esta embarcación queda abandonada
en dique seco,
olvide la memoria de travesías
por un inmenso océano ignoto,
surcado a oscuras,
llevada por el viento y las olas
a lugares insospechados.
Desolado armazón de hierro
destinado al desguace,
quedará el vacío de su bodega,
la cubierta solitaria
será abatida por el tiempo.

La ira de vendavales
arrancará sus mástiles,
rasgará su lona ,
quedará deshabitada su torre vigía,
su madera carcomida,
convertida en serrín.

En el fragor de la lucha
se llenaban los espacios
de voces entregadas
a la aventura arriesgada y hermosa,
la emoción intensa
al descubrir nuevas islas.

En su desierto aullarán los ecos,
el desaliento de un corazón,
silenciado su latido,
agujereados los rincones
donde se refugiaban los enseres
de agitadas mareas.

Cuesta abandonar los miedos

Cuesta abandonar los miedos,
el obsesivo retroceder al pasado
con incisiva mirada,
analista pertinaz y cruel
que pretende corregir
palabras y hechos,
borrar su tinta indeleble.
No es lo acabado escritura a lápiz,
sino huella dura hecha sólida.
Nada la puede modificar
si no es con fantasía
y fabulado invento
de un autoengaño
o, tal vez,
la liberadora locura
y el olvido.

Cómo cambia el espacio

Cómo cambia el espacio
el paso lento,
dejar el movimiento perezoso
sobre manos y piernas,
permitir el suave fluir del aire
recorriendo tu cuerpo despacio,
letra a letra decir la palabra
o quizá callar
y que hable el silencio
que mejor se expresa.
Tener atento el oído,
sin ajustar los tonos,
ni atender a acostumbradas notas,
dejarse llevar sin resistirse,
permitirle a la vida que se abra
sin forzar la puerta.
No usar sortilegios,
ni inventos, ni consignas.

Si tienes ojos, mira sus detalles;
si tienes olfato, huele sus aromas;
si tienes piel, déjate acariciar
por sus delicados dedos;
si tienes tímpano, escucha su melodía;
si tienes papilas, saborea sus almíbares.

¡Entrégate, pura esencia,
sin condiciones!