El relato se construye,
nada es fortuito.
Pertinaz, el espejo ajusta
el hoy.
El ojo, errado, persiste
en el ayer.
Miente la imagen
eterna de la fotografía,
los rostros miran
y sonríen
para demostrarle
al tiempo fugaz
que son felices.
La imagen tiene palabras
que gritan en su silencio,
un hábitat abandonado,
un quieto escenario
con sus atrezos,
siempre impertérrito y pretérito.
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