Esto es un teatrillo sin guion
formal ni profundo,
una mediocre tragicomedia
con actores sobreactuados,
sainete ridículo y soez.
Deambulan los actores
de un lado a otro,
diálogos absurdos,
vacíos y banales,
gritan sobre el escenario
que tiene mala acústica
y no llegan claros a la platea.
Esto es un teatrillo sin guion
Es un nudo apretado
Es un nudo apretado.
Es insistente, provocador, incisivo,
contumaz, agresivo, impío, ciego,
sordo, sin modales.
El dolor.
En la brevedad de un suspiro
En la brevedad de un suspiro
hay un largo lamento,
el pesado cansancio
de un resentimiento profundo,
el abandono de la paciencia,
la valiente rendición,
la sabiduría de un vivir,
el aliento cálido
entregado a la helada nada.
Ella es tierra
Ella es tierra, le brotan
yerbas y flores por la piel,
tiernas raíces y roca dura,
agua y fuego van por sus entrañas.
Bosques crecen por sus costados
con claros ocultos,
refugios de un sol naciente
y silencioso abandono
al atardecer, de sombras.
Ella es tierra y de piedra
son sus muros y pilares,
aunque es frágil su fortaleza
cuando su pesada carga
se estremece.
Tiene un corazón de matorral
de plantas aromáticas.
Ella se deja acariciar por las olas
de un mar caprichoso,
entregado amante
o arisco e hiriente
le araña y muerde con iracundo ímpetu.
Los vientos y aguaceros
son lametazos que la tumban
y la levantan.
Las nubes cuando se rompen
abren surcos sobre su cuerpo,
cauces de violáceos ríos,
aguas saladas y dulces.
Caen cascadas de sus brazos
y rocío de sus dedos.
En su vientre hay volcanes
y también escarchas,
derretido glaciar
de algún invierno.
Sobre su espalda se apoyan
montañas y colinas,
tienen una ladera frondosa,
regalo de un cielo generoso
y otra que el viento árido
la convierte en páramo hostil.
En su profundo valle habita
la fauna de variadas emociones
y el calmo reposo de un prado
con alegres cantos de aves.
Nada en ella es seguro ni eterno,
todo lo entrega y absorbe,
nace y muere.
Ella no es olvido,
sino desmemoria ignorante
de los que niegan o dañan su recuerdo.
Tierra pisada, suelo de un cosmos
surcado por estrellas,
celestiales ángeles,
súbditos de un dios ausente.
Ribera de arroyos,
playas de océanos.
Contorno siempre,
nunca frontera.
Tierra es carne de mi carne,
tengo sus aromas
y ella tendrá mis sabores.
Tierra conmigo siamesa,
moriré en ti,
morirás conmigo.
Renaceremos.
Desaliento de la hoja que cae al vacío
Desaliento de la hoja que cae al vacío.
Desolada flor sin sus pétalos.
Deslucido cielo sin un sol.
Despoblado corazón lleno de olvido.
Desorientada veleta por estos aires locos.
Deshabitada alma del dolor.
Desprotegido cuerpo a la intemperie de la vida.
Desatada ilusión de ser inmortales.
Desechos de rutina son los presentes.
Descrédito del amor por tanto odio.
Descansados pies de nuestros torpes pasos.
Deshago de humo para crear nubes de ilusión.
Desatino del destino es desobedecer su voluntad
y desfallece en el empeño.
Desconfía de aquellos que dicen saber,
desvirtúan la única verdad,
desolada existencia.
Desconsuelo de cielo es la lluvia.
Desesperado reloj de la impaciencia.
Desatado hilo del nudo es la muerte.
Desperezarse cada mañana de las pesadillas.
Desquiciado sin punto de apoyo, nuestro ser.
Desvencijada puerta entre nuestros días
y la eternidad.
Des-pacio
des-vario
des-pertar
de-ceso
de-cepción.
La vida sigue siempre para los otros
La vida sigue siempre para los otros,
otros pasos, otras voces
con otro lenguaje,
otro espacio y tiempo ajeno,
pero el mismo sentimiento de abismo.
Agua que fluye
Agua que fluye,
bebe mi boca,
pisa mis pies.
Agua que se desvanece
en la cuenca de mis manos.
Vacíos cántaros sin río
que los lleven al mar.
Cae tu lluvia desde mis ojos,
calma tu sal la sed.
Ven, agua bendita,
de tus montañas,
cubre mis valles,
siembra de flores
este jardín.
Agua, agua, eres luz y verso.
Se han colocado las baldosas
Se han colocado las baldosas
cuadrando el suelo,
alisando los picos,
limando las aristas,
buscando la belleza
para cumplir la función
de sostenernos en pie.
Aquello que fue tormento
Aquello que fue tormento,
aquello que hizo resistencia,
aquel rechazo y dolor,
aquel desierto sin oasis,
es calmado océano
donde el cuerpo nada libre.
Protégeme, Dios mío
Protégeme, Dios mío, de vengar
mi dolor contra otro,
protégeme de la ira, de la tristeza,
de la rabia de injusticia por sentirme reo
sin cárcel.
En este camino solitario
ofreces belleza a un ciego.
Protégeme, Dios, de sentir impotencia
o resignación,
pues temor no hay
frente a tu implacable palabra.
Protégeme, Dios, de esta falsa consciencia
que dicta un confuso texto,
deja la mente abrumada y al alma perdida
por vericuetos oscuros.
Protégeme, Dios, de envidias,
de recelos que son breñas
en un corazón seco
y prende rápido fuego en sus ascuas.
Protégeme, Dios, de esta condena,
de esta estancia vacía
que llenas con tus sencillos dones.
Pero mi boca ha perdido el gusto,
niega su dulzura y la escupe
como amargo hueso de un fruto jugoso.
Protégeme, Dios, de mis miedos
y dudas,
abrázame en este desamparo,
en el destierro de la alegría,
esta clausura de silencio.
Protégeme, Dios, soy frágil tallo
que se doblega a tierra
con la más leve brisa.
Dame tu mano cálida,
déjame reposar en tu sosegado pecho,
dirige mis pasos con señales claras,
échame el lazo para asirme
de este profundo abismo.
Protégeme, Dios, entre tus brazos,
que sienta en mi rostro tu aliento,
no siembres negrura en mi carne,
pon luz a mis ojos,
risas en mis labios,
arrastra y llévate al olvido
los malos pensamientos.
Dime qué hago, dime qué busco,
solo sosiego proclamo
y llevarme a la boca
un buen trozo de vida.
Estaban los relojes parados
Estaban los relojes parados,
por el suelo con las patas hacia arriba,
cadáveres de cucarachas,
el polvo había hecho nudos.
Bajo los asientos y las camas
buscaron lugares oscuros
para hacer piña contra sus miedos.
Recobraba la memoria,
los detalles de las cosas.
Las piezas queridas esperaban
el tacto de unas manos.
Descubrían los ojos lo ya hallado,
encontraban lo no perdido.
El tiempo abrió las alas de una ventana
para volver a cerrarlas de nuevo,
cuando empiecen a brotar
de la hierba verde
las margaritas amarillas
de polen negro,
con sus pétalos de esperanza.
Qué fuerte es esta ilusión profunda
Qué fuerte es esta ilusión profunda
y amplía su niebla que confunden
los contornos.
Puesta la fe en que serán gotas de rocío
al llegar la aurora
y entregará al paisaje
la luz de sus destellos.
A veces en la negrura, se abren
estrechos pasillos que solo
dejan ver
una oscuridad aún más grande.
Por suerte, pronto la cubre otra nube
que aunque gris soportaremos su lluvia,
mas qué terrible serán los aguaceros
que arrastran nuestras certezas.
Caminamos entre brumas,
cortina traslúcida de engaños,
arañamos los perfiles
de unos rayos entre sombras
y ciegos de un sol
caminamos aun sabiendo
que nuestra piel
acabará quemada.
Vamos entre herida y herida
lamiéndonos las cicatrices.
Qué bártulos dejaré
Qué bártulos dejaré en esta
maleta abandonada,
restos en un profundo océano
que la marea del tiempo
arrastre a la playa cubiertos de olvidos,
repetidos ecos anónimos,
rumor de olas.
A medida que los días dan
A medida que los días dan
sus cortos pasos
y el tiempo recorre millas
entre el ramaje de un denso bosque,
la memoria cavila y se perdona.
Reconcilias enfrentados enemigos,
abandonas afectos y apegos no recomendables
y, lejos de fuertes apasionamientos,
te encariñas con la imagen opaca
que camina a tu lado.
A la simple luz de la vela
distinguir lo elemental y verdadero,
tener la fuente cercana a tu boca
y brote su eco claro y transparente.
Añadiremos olvidos y otros detalles
de un paisaje que se transforma
con elementos añadidos o restados.
Arrastrará su caudal más o menos profuso
guijarros y hasta pesadas piedras,
ajenos al rencor o remordimiento
dejémoslas depositadas a los márgenes,
mas llevemos, en nuestro interior
el limo de la experiencia,
sin poner en el horizonte mayor esperanza,
que el yugo del dolor, por compasión,
no nos apriete demasiado.
Fluya este río con sosiego,
se reflejen en sus aguas
los tornasoles de un sol
y sus rayos no jueguen con las sombras
a crear fantasmas entre los árboles
si acaso, hadas de sueños.
En busca del mar voy
y de su abrazo.
Me encuentro en el confuso
Me encuentro en el confuso
flujo de la incertidumbre.
Me acompañan los miedos,
abrazada por los días oscuros
y la noche agazapada
entre las prendas
colgadas sobre los cordeles
de los sueños,
ligeros diablillos suspendidos
en un aire ámbar y amargo.
La muerte es sombra
La muerte es sombra
que va atada a nuestros pies,
hasta que el sol desaparece
y somos todo sombra.
Dejas el alma en reposo
Dejas el alma en reposo
sobre la mullida tristeza,
es blanda ahora.
Pinchaba y se clavaba en el costado
cuando se rellenó en el lecho.
La fuerza de la costumbre,
el peso del cuerpo,
la impotencia.
Asume todo lo que te deja, arañazos,
urticaria, el lomo dolorido.
Nada importa, sigues las horas,
has aprendido de esas agujas
que no preguntan,
que avanzan dando vueltas.
Oyes risas en otras bocas,
ves brillo en otros ojos,
tu lengua seca camina ese círculo
vicioso sin horizonte.
Ni los números necesitas,
ya conoces el espacio,
podrías ir a oscuras sin tropezar.
Darías la hora en punto y los cuartos,
su lugar, el perpendicular eje
trazado, la línea recta,
los ángulos llanos y agudos.
Bebe agua, el desierto da sed,
guarda en tu garganta este trago dulce
que baje la amarga pastilla,
suavice el mar salado.
¡Para! Deja ya descansar las palabras,
¿no ves que es la hora de la siesta
y la mayoría duermen en los diccionarios?
Tranquilo, corazón, tranquilo,
desnúdate de tu pena.
Cúbrete de arena cálida, dorada, fina,
en esta playa que vendrá a arrasar
de nuevo la tormenta y a caer la noche.
Con sus bravuras y rugidos
no será el mar de tu calma,
ni arrullos de suaves olas,
sino el feroz enemigo amenazante.
La indómita marea desbordará
por las comisuras de sus fauces
su densa espuma, rodará como piedras
a borbotones de una fuente
que rompe rocas.
Su abismo te somete, te castiga,
llena de horror tu mirada
y no sabrás dónde protegerte.
Pides ayuda de rodillas,
insignificante grano de arena,
clama al cielo un tierno abrazo,
el abrigo frente a ese gélido aliento.
¡No puedo más!, gritas entre lágrimas
que te ahogan.
¡Sálvame de tu ira o perezco en tu foso!
La fe es bálsamo para la herida
y da consuelo.
La tarde deambula, estos días nómadas
no toman asiento. Recorre
esta mínima distancia
que rueda sobre un punto.
Se llena de pájaros, de luz, de flores,
de palabras, de angustia encarcelada
para que no muerda la carne.
Y los ojos se detienen
en este mirlo que agita
sus alas negras.
Esta es la consecuencia de estar
Esta es la consecuencia de estar
despierta en este sueño.
Dormir y dejarse llevar
por la belleza sutil
de un engaño.
De qué sirve vislumbrar
una oscuridad aún más grande
que las sombras que nos habitan.
Al menos, esas
se deshacen de vez en cuando.
Y a pesar de ser incierto nuestro horizonte,
mañana que anhelamos y tememos
preferible nadar por este oleaje
y dispersas las brumas
dejarse acariciar por los rayos
de un sol benévolo,
con promesas de placeres,
mecidos por un océano calmo.
Dios es el instante
Dios es el instante,
el no tiempo,
que con insistente tozudez
dividimos en pasado
y futuro.
La eternidad es el instante
prolongado, sucesivo,
pero entero y simple,
el instante es la infinitud.
En cada ahora sin horas sumadas
en un frágil reloj,
hay uno sin fisuras.
Digamos del recuerdo
Digamos del recuerdo:
hechos ocurridos en un pretérito
imperfecto o perfectivo.
Digamos del recuerdo:
escenas que la mente consciente humana
mantiene a lo largo de un tiempo
determinado.
Digamos del recuerdo:
traer al presente, revivir
lo ya caduco o fenecido.
Digamos del recuerdo:
asunto sostenido por un discurso
verbal o no verbal,
en base a unas partículas combinadas
de realidad con imágenes,
atribuidas por el sujeto
con objetiva lógica ,
a través del mundo
sensible y conceptuado
con un poso de acervo atávico.
Digamos del recuerdo:
mezcla de una verdad relativa
con adherencias interpretables
de un ser particular y único
que sensorial e intelectualmente
capta sensaciones visuales,
auditivas, olfativas, táctiles,
asocia un sabor la boca,
al masticar el alimento
o escupe por rechazo
y hasta salive, por un pensar.
Digamos del recuerdo:
situación evocada junto
a un contexto físico
temporal, de frío o calor,
circunstancial y preposicional
así como complementada
la acción de modo directo
o indirecto,
con cierto orden y sentido.
Digamos pues del recuerdo:
que es algo que ya no existe
pero sigue existiendo,
quizá, con mayor fuerza aún
que el mismo instante
en el que fue parido.
Tan crecido que supera
en altura a su progenitor.
Digamos del recuerdo:
fantasma, monstruo, dócil
corderillo o cruel depredador
que se gesta en cálido útero
y engendra su propia mentira.
Pequeño psicópata
que se morderá a sí mismo,
comerá su propia carne,
cada día más fuerte,
dañino y destructor.
Digamos del recuerdo:
que, por exceso de gula
o falta de apetito,
quedó reducido a la fantasía
o al olvido.
Desperté y caían copos
Desperté y caían copos
de blanca nieve,
fríos cristales de infinitas formas.
Sobre mi mano cayó
su frágil cuerpo,
duró unos instantes
y se hizo agua.
Desperté del sueño
y aún soñaban mis ojos.
A pesar de saber que ese momento
(1)
A pesar de saber que ese momento
nos espera en algún lugar
en una hora precisa,
el segundo paralizado,
de un tiempo ya sin medida,
sin promesas de un horario.
Tu reloj roto, inútil
para contar otros mañanas,
dejará su ritmo y sus rutinas
siempre de improviso.
En la urna de tu pecho,
quedará el semblante grotesco
de una cáscara hueca,
sin aliento ni el fruto de la vida
en la boca.
(2)
Aunque te hayas ido de este mundo,
abandone tu cuerpo sus deberes
y placeres,
a pesar del adiós definitivo,
dejas en la memoria del teléfono
un perfil
a la espera de algún mensaje
con los restos guardados en la bodega
de ese barco varado.
No habrá más imágenes
en ese recuadro,
ni sonará el aviso de un whatsapp.
Fijas quedaron en su pantalla
los últimos mensajes,
tal vez, resistirá inmutable su huella
hasta que se borre el paso
de otros pies que aún caminan.
Ay, su sabor a fresa,
Ay, su sabor a fresa,
hielo dulce de la infancia,
lamido con la inocente avidez.
Era sorbido con la promesa del siguiente.
Ay, la tierna adolescencia,
abrazada a las inseguridades,
rodeada de una soledad fría,
que buscaba el calor ajeno.
Ay, juventud siempre tarde
en sus logros,
siempre escurridiza y tentadora,
estancia con tantas ventanas abiertas
por donde escaparán las ilusiones.
Vendrán los deseos a deshoras
a beberse tu aliento
y dejar la fuente seca.
Busco entre el lienzo sin formas
Busco entre el lienzo sin formas
el barniz que cubre un paisaje prometido.
Recuerdo el hostil brillo metálico
del instrumental,
la camilla con sábana blanca,
impoluta,
el cuerpo frágil, casi licuada materia.
Las pocas palabras,
alas de una esperanza latente
y el ancla pesada de los miedos.
Dejo ese velero naufragar
en este oscuro océano.
La mirada imagina el abismo
que flota en este frío habitáculo
donde se ahogan los sollozos
y la conciencia navega al mundo
de lo etéreo,
entre las brumas de un tiempo parado,
eterno, sin contornos,
el precario presente,
mano de lactante,
agarrada a la maternal mano
de la vida.
Agotado todo el aire
Agotado todo el aire
en la palabra,
quedó el vacío para el aliento.
El desahogo del suspiro
se entregó el secreto al susurro
y entró a bocanadas el silencio
desgarrado por el grito.
Si de esta noche salieran caracoles
Si de esta noche salieran caracoles
de nácar por tus ojeras,
si tu espalda en ese rincón se apoyara
como un pilar
y a tus brazos en cruz sellaran clavos
a esta locura,
yo diría: hay vida.
Si la blancura de plata
que un ángel esculpió sobre las cimas,
la primavera la fundiera en ríos
que a la mar prestaran su dulzura,
diría al gélido aliento
que me susurra,
sueña, aún hay vida.
En los verdes prados brotan
amarillas flores con sabor acre
que lamen insectos como si fuese
dulce almíbar.
Mientras aquella nube oscura,
sombra en el horizonte,
anhela robar el brillo de tu pupila.
Entonces, cuando tus ojos
cubra de noche,
diré, llegó la muerte.
Cuántas vidas he vivido
Cuántas vidas he vivido,
cuántas muertes y resurrecciones.
Dejé por el camino sus pieles
y la carne lacerada de fina membrana
engrosada con el tiempo con cicatrices.
Rellenas de polvo y arena sus flaquezas
fueron resistentes pilares.
Blando el corazón latía de recuerdos
por las mañanas
y fue vencido sol en el horizonte.
Mirar atrás y ver el bello paisaje
que se oscurecía a cada paso,
llevados en la memoria trozos rotos
de un cristal transparente.
Como las olas del mar suavizaron sus aristas
y con su bravura domó la violencia de sus cortes.
Y ahora adornan y dibujan el cuadro
a pinceladas de días partes de un cielo
que refleja un mar que sueña
con no sufrir tempestades
y mecerse dulce en calma.
Con la sabiduría que arrastra y lleva su fondo
soportar con paciente y apacible ánimo
la última vida, la última muerte
y la eterna resurrección.
Ay, sosiego que huyes
¡Ay, sosiego que huyes
presto a cualquier combate!
Bebe aire,
come cielo,
toca palma con palma,
saborea vacío,
huele la dulzura de la pereza,
abandónate al lento latir,
no sueñes, no hables
solo calla y escucha
más allá de tu voz,
tararea el silencio una nana,
¡bríndate en cuerpo y alma a su deleite!
Qué dulce arrullo de palomas
Qué dulce arrullo de palomas
en esta tarde cuando
mi ánimo anda inquieto.
Frena mi corazón su palpitar
agitado y me enredo en esta calma
de zureo y piar de pájaros,
de vuelos y voces cercanas
en la calle. Hoy es viernes
y la gente celebra
el descanso. Cruzan
alas oscuras esta pantalla
de tejados que me miran de frente.
Sobre sus tejas,
¡qué hermoso paisaje se ilumina
en este atardecer de claridad diáfana!
Miro estas palomas revolotear
y acicalar sus plumas.
Ellas están tranquilas y gozan
de un tiempo que no cuentan,
llevadas por la luz que dibujan
las cosas de este mundo.
Viven el ahora.
Estas aves me recuerdan
que fluir en el aire
es lo que la sostienen.
Más que agitar las alas,
es dejarse llevar y disfrutar
de un infinito horizonte.
Veo en tu rostro el tiempo transcurrido
Veo en tu rostro el tiempo transcurrido,
tu sonrisa es la misma
y tu mirada sonríe
del mismo modo.
Pero tu rostro lleva las marcas
de muchos años
desde aquel adolescente tímido.
¡Cuánto tiempo hemos vivido!
Cómo pasa por cada uno,
abandonando primaveras
por este sembrado de hojas secas
en este otoño.
Caminamos siempre al borde del precipicio,
miramos el abismo
y retiramos los ojos con espanto.
Sin embargo, parece que los vientos
han rebajado la altura de esta montaña
y aquel valle tan lejano
es cada vez más próximo.
Ya se distingue bien su fondo
entre las turbias aguas.
Uno aprende a perderle el miedo,
al menos, ya sabes que nadar no es útil,
sino dejarse hundir
cuando llegue el momento.