Vivir en paz
para morir en paz.
Vivir,
que palabra más grandilocuente
para tan breve y duro recorrido.
Cómo mirar de frente a la vida
y aceptar sus contradicciones,
acceder a sus consecuencias
con sumisa voluntad.
Vivir es un esfuerzo sobrehumano ,
no es simple supervivencia,
ni tiene sentido
a no ser que lo llenemos
de justificaciones.
La razón primordial, el amor,
la recompensa, los elogios en los logros,
las creencias que sostienen las dudas.
Al final, es una recreación este vivir,
el motivo impuesto,
la rutina de un caos
que tira por inercia
aun sabiendo que nos conduce
al precipicio.
Esto que llaman vivir,
es un tormento
si no es por engaños de ratos felices,
el peso para restablecer la balanza.
Pero es de ignorancia supina,
orgullo vencido en persistir,
a cambio de un miserable tiempo.
La vida es posponer la muerte
con días, alargar el contrato
hasta poner fin al arrendamiento,
préstamo caprichoso que selecciona.
Qué absurdo luchar y qué torpe
rebelarse contra la vida.
Ella nos regala con dulces instantes
y la promesa de futuros presentes,
la espera de lo venidero mejor,
llevados por una ingenua confianza.
Termina haciéndonos desaparecer.
¿Qué vas a conseguir que no pierdas?
Pobre humano, con el artificio
de tus palabras creas solo pensamientos,
cómicos o trágicos,
con tus sentidos, placeres y dolor,
y encima llevas la consciencia
siempre alerta,
aunque se hace la despistada
y mira para otro lado.
Vivir y saber de la vida
más de la cuenta es peligroso,
por eso vamos todos un poco inconscientes,
aletargados, ingeniosos, meditabundos,
filosofando sobre este desquiciado existir.
¡Bah! todo son teatrales ademanes
para estar vivos.
¿Hacen faltan más datos para rendirse?
De nada servirá decir carpe diem,
gocemos del aquí y ahora.
Otro engaño de párvulos.
Vivamos pues, tropezando,
errando el camino,
mintámonos anhelando la paz
de una mente maquiavélica.
A ratos buenos, casi siempre
torpes y dañinos parásitos.
Motivados al bien y por mal hábito,
penetramos a lo más oscuro.
Que es bella la vida,
que el mundo es maravilloso,
que el amor todo lo puede,
que el premio no existe
sino al hacer obras buenas,
que cuando dañas al otro
el castigo es la causa de tu mal,
que mañana empezarás de cero,
que pasado mañana volverás a caer
y al día siguiente levantarte.
No hay mayor demostración
de amor hacia un posible Dios
creador
que volver a la vida
una y otra vez cada amanecer
para complacer su propósito,
hasta sucumbir y penetrar
en la sublime hermosura
de las tinieblas de un ocaso
hacia un nuevo territorio.
Entremos a la pureza de su alba.
Todo esto es pura analogía
contagiada costumbre en el ser
que inventa sobre inventado,
sueña con sueños ajenos,
vive con prendas prestadas
y solo él muere su muerte.