Escribo, junto palabras

 para aquellos que me ofrecen la generosidad de sus miradas



Escribo, junto palabras
con ufano esfuerzo
por atrapar la belleza
que, al final, se escapa de mi abrazo.

Creo que llama y, al abrir,
me encuentro un pétalo en el felpudo.
De la hermosa rosa
no queda ni su perfume.

Vislumbro entre visillos
formas que son sombras chinescas
de un cuerpo sagrado.
Si sigo en el empeño
es porque tengo hambre
y procuro llevarme a la boca
una miga de su pan.

Acumulo un pequeño tesoro
de baratijas y lo ofrezco
sin venta.
Quien lo estime,
puede quedárselo
y no me dé las gracias,
soy yo la que recibe
un regalo.

Dejo abierta la razón
como un sembrado
que no espera cosecha,
me basta abrir el hoyo
y meter la insignificante semilla.
Si es fruto maduro,
miro al cielo con gratitud,
pues sé que fue su lluvia
la que le dio el jugo.

Disfruté con tocar la tierra,
el cielo es para los mejores.

 Mundo

 Mundo,
te dejo que pierdas mi esperanza,
pero no la de la vida.

Si ven mis ojos el triste sino,
si cae en cautiverio la alegría,
si son los días un luchar constante
para adquirir un préstamo
que pagarás a alto interés;
si la realidad revela
la transparente oscuridad
que camina paralela a su paso,
dejaré el sueño de la promesa
de un mañana mejor,
perderé la confianza de niña
ingenua para adquirir
la máscara del desengaño.

Cuando dé todo por perdido
o lo poco que tenga
sea efímera riqueza,
aún, con ese regalo en la mano,
sabré que no podré protegerlo
y entonces te gritaré, mundo,
palabras de desprecio.

Mas no creas ser vencedor
pues muerta en mí la esperanza,
la esperanza seguirá en otros viviendo.

Dueño de sus palabras

 Animal reinventado
por el uso de herramientas,
para creer en un mañana
confabuló con el tiempo infinito
y creó la ilusión de un reloj.

Diseñó para la eternidad un paraíso,
para la tierra, placeres a su medida.

Dueño de sus palabras
y sus pasos,
sentía merecidos sus logros,
víctima del castigo del destino,
héroe por sus sufrimientos.

Al mirar atrás se reconoció artífice
de un largo camino trazado,
otorgándose ese triunfo para la historia.
Nombró ídolos para sus conquistas
pero, ¡quedaron en el olvido tantos anónimos!

Todo fue sueño
de una ameba en una charca.

El alba se presenta

El alba se presenta
con acumulado cansancio,
en su rostro se vislumbra
un desengaño inevitable.
No es hermosa su liquida claridad
que anuncia intensos colores.
Hoy nos despierta de este espejismo
donde creímos llegar a un oasis
tras cruzar un océano.
Aguas que no quitan la sed,
de tan sedienta boca.

Uno conoce su nombre y biografía

Uno conoce su nombre y biografía,
una parte contada, muchos recuerdos
que construyen un paño a trozos
con formas y texturas desiguales.
Cuando uno se mira en el espejo,
ajusta el reflejo a las líneas
que rodean y condensan su imagen.
Queda a la espalda el peso
de una carga que ignora.
Son bultos  que se acomodan
sobre una suave curva
y sirven de mullido apoyo
en el descanso de los días.

Sin embargo, cuando se hacen
nudos duros y apretados,
desajustan y descompensan el fiel
que mantenía el cuerpo en armonía.
El ánimo se irrita y pelea
contra este enemigo,
pierde la certeza de su identidad
y se pregunta, quién es este muerto
que lleva encima.
 

Cada instante es un nacer y morir,

Cada instante es un nacer y morir,
las horas dejan atrás
uno a uno nuestros pasos.
Fue ayer cuando mi risa
hizo eco entre piedras
de la torre de un campanario,
y mi mirada era luz
en  un brumosa mañana otoñal.
Han pasado horas tan solo,
y ya es pretérito en la nada.

En esta oscuridad navegan

En esta oscuridad navegan
ojos ciegos,
dedos congelados,
corazones rotos.
Entre la niebla de este enquistado dolor,
la voz se quiebra y la lengua rastrea
la negra piel del asfalto.
Grita una soledad solemne
en la catedral del silencio.
 

Ser mi poesía

 Ser mi poesía
vana gota en ese inmenso océano,
cristal opaco entre dorada arena
de su hermosa playa,
poro en la dura piedra,
simple vacío,
grito ahogado.

Sólo nos echarán en falta

Sólo nos echarán en falta
acaso unos amigos,
los más cercanos familiares,
aquellos vecinos con los que nos cruzamos
e intercambiamos palabras de saludo
y una mínima intimidad
que trasciende los tabiques
de nuestros secretos.
También grabarán cierta parte
de nuestra identidad
los documentos burocráticos.
Las cuentas bancarias
serán las primeras descastadas
una vez no adviertan nuestros ingresos.
Tan sólo cuatro o cinco
llorarán en solitario,
y hasta a ellos llegarán
también el pertinaz olvido
o la otra muerte.
 

Igual que desde esa ventana

Igual que desde esa ventana
reflejada sobre la pared
nuestra voluntad emprenderá el vuelo
de la eterna frustración,
así aquellos que se vanaglorian
de ser dueños de sus elecciones,
creyendo escoger el camino
sin sombra,
sueñan y viven en sueño
que vuelan.
 

Ser una simple hierba

Ser una simple hierba
en el campo,
expuesta a la intemperie
de la vida,
al sol y a las lluvias,
al feroz viento,
a la avaricia
de las demás hierbas.
Ser hierba verde
y que llegue un día,
ya sin sustento, ser paja
que arde en un fuego.

Llueve con dulzura

Llueve con dulzura
en esta clara tarde fría
que entrega al cobijo del hogar
mayor calidez.
La mirada se recrea
en el hermoso paisaje,
en el asfalto mojado,
en el ritmo armonioso
de la lluvia.

Los charcos son espejos
que, al reflejar las luces de las farolas,
dibujan siluetas extrañas
sobre los plásticos que cubren
un edificio en obras.
Las palomas abandonaron sus vuelos,
están a resguardo
por los huecos de los muros
y entre el denso ramaje.
Una solitaria fuente,
fiel como un reloj,
sigue con su cansino borboteo
el compás de las gotas.

A veces, en esta calma melodiosa
una racha de viento imprevista
agita los cristales de las ventanas
y el alma se sobrecoge.
Pronto vuelve el cuerpo
a sentirse protegido,
el mundo parece renacer
con esta pura transparencia
y sabe el aire a deliciosa felicidad.
Las tinieblas que se acercan
la abrazan con ternura
y dibujan en este presente
el espíritu de una época pasada,
como si atrapasen el ayer
entre los viejos edificios
y rondaran sus fantasmas
en este fulgor de ámbar.
 

Crecí con los prestados límites

Crecí con los prestados límites
de unas cifras con decimales
y los pocos vocablos de un alfabeto.
Ahora siento que todo eso
escapa de una conclusión
sobre esta materia que produce
una conciencia que lleva mi nombre.

Son efluvios extraños los recuerdos
que entran en un laberinto
e inventan una falsa salida.
Me hizo esclava una memoria,
intrusa y malvada,
que guardó silencio y contó mentiras.
De lo verdadero, nada hay cierto,
datos sin importancia.
Forjó en acero caprichosas formas,
clavando en mi membrana y citoplasma,
endurecidos núcleos.
Esta materia que mis sentidos
ponen de manifiesto en este instante,
se obstina en ser esencia
e inamovible idea.
Pero, de ser algo, es indefinible.

Me declaro inocente y víctima
de los objetos encontrados en mi casa,
abandonados por los ladrones
de la suerte
y, como nadie los reclama,
pasan a ser parte de mi propiedad.
Por ello, me hacen responsable
y pago los intereses por tenerlos
a costa de su perjuicio.

Todos nos creemos ser únicos
y todos vivimos engañados.
Esta multiplicidad de colores
es solo luz blanca.

Yo, nada soy.
 

Desde este diáfano lugar

Desde este diáfano lugar
donde me encuentro,
veo árboles que me ocultan el fondo.
Entre su penumbra atravesada
por escasos rayos de sol,
intuyo sinuosas sombras
a las que no puedo darles
una forma concreta.
Añado imaginación e interpreto
y comienzo a no saber
quién me contiene.

Me siento en este suelo
de tierra húmeda y apoyo
mi espalda sobre una gruesa
piedra para pensar.
Puedo distinguir lo cercano
y reconocer sus elementos,
darles su nombre y contenido,
mas, con aquello que mis ojos
no alcanzan,
pierdo la exacta definición
de la imagen,
parte divisible
en recuerdos que pasan
ante un espejo deforme.
La forjada idea se desmorona
como argamasa molida
entre los dedos.
Igual que se desvanece el reflejo
sobre la planicie del agua
al tirar la piedra
y desplegarse en ondas.

Dejo que el aire me envuelva
y lleguen a mis oídos
ecos que gritan las ramas
y también los murmullos
de la muchedumbre de hojas.
Son detalles de un ayer
sin cronología,
que a saltos vienen a estamparse
sobre la levantada estructura.
Entiendo, quizá, alguna palabra,
todo lo demás es un hilo confuso
con frágiles uniones que fácilmente se rompen.
¿Qué confusa identidad me describe?

Más dice lo que se calla

Más dice lo que se calla.
Hay más verdad
detrás de la palabra
que en la palabra misma.

Se dejan los oídos llevar
por el arrullo de los sonidos.
Se escuchará la melodía,
pero olvidarás las notas
que marcan los silencios.

Sin un quizá, la confianza

Sin un quizá, la confianza
lograría alcanzar el sueño,
imaginar su paisaje,
dibujar el cuadro,
borrados el miedo y la duda,
vaciada de vano ego y codicia.

Cuando el alma espera
el simple alimento,
te lo entrega la vida.
Viene a tu mano su regalo
sin obstáculo,
sumiso,
generoso.

Nunca fue tan rápido el tiempo

Nunca fue tan rápido el tiempo
como este bólido del presente.
Corre veloz nuestra mirada
por los pasados siglos,
agrupamos las semanas
en suspiros y los sacos
de los años están llenos
de ligeras plumas,
llevadas sin resistencia
por el suave soplo de este existir.

Anónimas muchedumbres
tuvieron sus lunes y domingos
y, mucho antes, noches y días,
un sol dorado, luna y constelaciones,
un abismo infinito sobre sus cabezas.

Marcha al ritmo de su caminar el tiempo.
Se ajustaron nuestros pasos,
entre las sombras, ungidos por la luz,
a relojes de arena y agua,
de agujas segunderas que apremiaron
a las horas a rodar en esta noria
que nos conduce a la nada.

Hoy capaces somos del vuelo,
dejamos atrás el árbol de la prehistoria
pisamos la tierra firme,
aramos con nuestros pies los caminos.
Ahora, caemos en la trampa de soñar
con la ligereza de este cuerpo,
y trazamos la rayuela en el aire,
mientras el sentido de la vida
se nos escapa.
 

Puertas

Recorro estas calles con ojos
recién abiertos a un nuevo día.
Va asombrada la mirada,
se recrea en las vetustas casas,
en los adornos de piedra
con el rostro cansado
de pasados siglos.
Exhiben algunas el realengo
de un tiempo remoto,
llevan tatuadas en su piel
el escudo de familia,
visten aún el lustre de su nobleza.
Otras, retando a la ruina,
en triste decadencia permanecen
cubiertas de abandono.
Entre las opulentas viviendas
porfían en firme orgullo
muchas de aspecto humilde,
de desconchadas paredes de cal,
que guardan en su decrepitud
una solemne belleza.

Descubro un tesoro
al recorrer los angostos callejones
sobre piedras limadas
por aguas de algún río,
son sus hermosas puertas de madera.
Madera noble y robusta,
con las arrugas de la vejez,
gruesas y torneadas aldabas
de ennegrecido hierro,
redondos clavos
como los de un crucifijo,
que, más que sostener
al herido cuerpo, lo embellecen.
Argollas fijas al muro,
reliquias de un pretérito acabado
donde se amarraban las bestias.
Mirillas cuadradas con reja,
siempre vigilantes
al desconocido que llama.

Firmes puertas que encierran frío y olvido,
puertas grandes y pequeñas,
puertas magistrales, propias de ser
admiradas como piezas de museo.
Puertas que gritan su pobreza
en su forma y endeblez,
en sus desvencijados marcos.
Puertas de doble hoja o estrecha
entrada y enormes cerrojos.
Puertas todas llenas de secretos,
embebidas de la profunda dignidad
que encierra la vida.

Cuánta verdad y mentira,
cuánto gozo y dolor
desterrados de estos ojos,
cuántas huellas
y sombras de nadies
están ocultas.
En el escalofrío
de sus estancias solitarias
se callan las voces,
cuchichean sus fantasmas
al resguardo,
detrás de sus puertas.
 

Contaré

Contaré mañana esta historia
a aquellos que habiten el futuro
que hoy yo ignoro.
Contaré lo que aún no sé,
el relato que hará el tiempo.
Mis ojos ven y mi mente
procesa lenta
los acontecimientos cotidianos.

Entre tal barullo nada oigo,
necesito el silencio, la pausa,
la reflexión, tomar notas,
y sacar alguna conclusión
una vez configurado
el cuadro completo.

Nada y todo es posible,
la verdad tiene sus escollos,
sus zonas oscuras,
deformidad en sus límites,
engaños de sombras,
negación o ceguera
de lo que está delante
de nuestras narices.

Contaré que hubo una vez
un periodo extraño,
una época inimaginable,
el cuento de un niño loco,
el sueño de un cuerdo
que al despertar se ríe
de su esperpento con asombro.

Contaré lo incontable
por otras voces,
sólo aquello que yo conozco
y dudaré si es cierto,
si fue real esto que le sucedió
al mundo,
o es una advertencia,
el balbuceo de un dios
que nunca habla claro,
niño egocéntrico
con mal perder
que paga su rabieta
al estilo bíblico
enviando una plaga.

Lo peor es la certeza
de que nunca sabremos más allá
de algunas partes
y tendremos que admitir,
humildes,
que este momento inscriba
en el libro de la humanidad
un hecho más, histórico.

Quizá sea el porvenir,
quién venga
a contarnos a nosotros
lo vivido.
Uno miente siempre,
tuvo con la realidad
un buen maestro.
 

Os he dado vida

Os he dado vida
en este instante del recuerdo,
unos fragmentos escasos,
sueltos del libro
de vuestra biografía,
para sacaros de la tumba
que sólo cubre ya polvo.

Viejo árbol

Por qué si el viejo árbol florece
cada primavera
y su tronco tiene bajo la corteza
madera húmeda,
ramas robustas y altas
siguen buscando el cielo,
cubiertas de hojas verdes
donde la lluvia juega con la luz
a hacer destellos brillantes
igual que estrellas en la noche.

Por qué entonces yo envejezco
cada día un poco más,
a pesar de que mis profundas raíces
buscan incasables la fuente
donde hallar el néctar de vida,
la frescura que no muere.

Hace tiempo que sus ramas
no echan flores
y ni en ellas anidan aves.
Dejaron de cantar sus hojas
con la brisa,
sólo tiritan ya con el viento.

La vida está aquí todavía,
¿por qué se niega a ser tierra fértil?
¿Por qué rechaza las gotas de lluvia
que resbalan sin quedarse?
No cala en mis entrañas
la alegría, cae de la comisura
de sus labios.
No se transforma la flor
en fruta jugosa,
sino que barre el aire,
una paja amarillenta
formando un triste y árido manto.

En el árbol está la poesía,
en mi cuerpo, la mortal materia.
 

Al menos, aguantar el tipo

Al menos, aguantar el tipo
hasta el último día.
En el postrero aliento,
aceptar sin lucha
la realidad de la muerte,
falsa, tal vez, como la vida.
 

Se advierten los pasos

Se advierten los pasos
de un invierno próximo
por los estrechos callejones.
Acaricia el cuerpo un denso silencio
y deja en el rostro su beso helado.
Trae este frío noches de una soledad
aún más grande.
Están las calles vacías.
La rasca llama a las puertas
de las casas, pero nadie le abre.

El paseante se cruza con otro solitario,
van acompañados de sus sombras.
Las lámparas de los hogares
tras los cristales de las ventanas
ofrecen a la mirada un paisaje cálido
y el corazón se estremece
de frío y de añoranzas.

Las hojas secas de los álamos

Las hojas secas de los álamos
parecen una bandada de palomas.
Abren sus alas en vuelo
y se posan a tierra dulcemente.
Son sus ríos de hojarasca
un profuso caudal ocre
que los pies pisan sin mojarse.
Deja al caminar su crujir tenue
y vuelve aquel recuerdo tan lejano
a llenar el alma de júbilo.

Son las hojas secas de otoño
un corro de niñas cantando
y el rodar del viento,
ecos de sus risas al jugar.
Hay una pequeña plaza de albero
con bancos de piedra,
en el centro un pedestal iluminado
donde se erige el héroe
impávido al tiempo que pasa.
Una ráfaga de aire
levanta las hojas caídas
y la luz de un foco
las hace brillar como llamas.

Dejemos a la suerte

Dejemos a la suerte
caer el esqueleto
de este viejo edificio
hasta que aguanten sus pilares.
Nunca fue ni demasiado fuerte
ni lo bastante hermoso
para que importe su ruina.

Dejemos que le inunden telarañas,
acumule polvo por sus rincones,
cuelguen como ahorcados
trozos de su noble techumbre
y venzan con los años
la firmeza de sus paredes,
desprendiendo sus miembros
sobre la lozas del suelo ya sin brillo

Romperán los vientos
los cristales de sus ventanas
y hará la carcoma astillas
con sus puertas.
Expuesto a la intemperie,
al capricho de las estaciones,
será témpano helado su vacío.
El aire aullará en su silencio
y se inundará de luz en los días claros,
harán nidos las aves
que llenarán de trinos
sus desolados espacios.

Al atento observador
no escapará su triste deterioro,
y no tendrá sino respeto
ante esa imagen de fracaso.
pues, aunque el cuerpo
está herido de muerte,
su alma sigue viva.
 

 Cuando la seguridad se tambalea

Este aire denso me roba el aliento,
la brisa fresca y amable,
el gozo y la tranquilidad
de mi refugio.
Pierdo el equilibrio,
vuelvo a dar un paso en falso,
esta descompensada balanza
desvía su eje por el peso,
excesivo y oculto
que sigue en mi ser arraigado,
vacío que esparció sus semillas
y trae estas cosechas.

Se agitan en mí demonios
que estaban adormecidos
y entre aullidos horribles
despiertan hambrientos,
exigen su ágape,
devoran todas mis certezas
almacenadas.
Después de saciar tan ávido apetito,
me dejan junto a sus sobras,
extraña, desamparada, perdida.

Cuántas cosas dejó atrás

Cuántas cosas dejó atrás
el tiempo
que otras quizá traiga.
De algunas entrega la seña
del recuerdo
y tal vez de otras
serán cuerpos
que crecerán
con los años.

 El no lugar

En el recuerdo los espacios
se vacían de medidas,
de tiempo y límites.
En el recuerdo el no lugar
lo llena la emoción
que quedó atrapada
entre sus invisibles paredes.

Que pase este viento frío

Que pase este viento frío,
vengan nubes con perfiles dorados
dibujadas sobre un cielo azul.
Sea el suelo firme sostén,
abiertas estén las ventanas
a un claro horizonte.

Espera el aliento
la bocanada de aire puro,
ser el cuerpo vela en un mar en calma.
El alimento está sobre la mesa
pero el gusto no está dispuesto.
Andan torpes los sentidos,
tropiezan con los días
y el silencio es dulce nana
para un bebé inquieto
que no está cómodo en su cuna
y sueña con aprender
a decir sus primeras palabras.

Ahora tiene miedo de las sombras
que se insinúan entre los espacios.
Alarga sus frágiles manos,
las agita para espantarlas.
 

Espera el peregrino bajo cobijo

Espera el peregrino bajo cobijo
a que pase la tormenta.
Se dejó mojar por la suave lluvia
pero arreció en este fuerte chaparrón.
Mira el cielo cubierto de nubes,
por algún resquicio
se cuela un rayo de sol.
Espera paciente y se desespera,
vienen oscuros nubarrones  desde el mar,
avanza su negrura tirada
por las riendas de un viento helado.
Espera el peregrino la promesa del dicho,
tras la tempestad viene la calma,
y pueda reanudar su camino
para descubrir hermosos parajes.

 Un día más

Un día más
cierro las ventanas,
echo las cortinas,
la azulada noche ha caído
sobre la tierra.

Un día menos para la rutina,
la sorpresas y los duelos,
el cielo parpadea
con lánguidas llamas
que parecen luces artificiales.

Quizá se despierte el día
vestido de colores,
nunca aprenderemos lo suficiente
y el libro que leemos
guarda fiel el secreto
que deberás descubrir
en cada página.

Cuando la palabra tiene un precio

Cuando la palabra tiene un precio
que compite con el pan,
uno duda si llena la boca
o su alma.
Cuando la palabra es sueño
de unos pocos,
tenemos la certeza
de que es insomnio de muchos.

¡Vuele la palabra sin mapas,
lejos de los que más saben de letras,
porque esos controlan el aeropuerto!

Sí al verbo plural y generoso
vertido sobre la tierra como agua de lluvia.
Rieguen todos los campos,
germinen sus flores en frutos
que puedan comer todos.
 

 ¿Adónde han emigrado aquellos pájaros?

 ¿Adónde han emigrado
aquellos pájaros?
Recuerda sus trinos distintos
la danza vespertina,
el bullicio entre las ramas
de un árbol,
el ritmo frenético,
el piar solitario,
un cielo cruzado por bandadas,
la muchedumbre sobre un tejado,
el nido en una chimenea,
el vuelo de unas alas blancas.

Aquellos pájaros surcan
el mismo paisaje,
fueron los ojos, que miraron
hacia otros territorios.

No hay voz más tierna

No hay voz más tierna
que la del niño,
ni nada más triste
que su llanto.
No cabe el dolor en cuerpo
tan menudo,
se desborda como río
de su cauce.

Qué felicidad más pura
la sentida en su juego.
El adulto se hace su cómplice,
exagera la regla,
disimula saber adónde se esconde.

El niño ignora que le delata su sombra,
piensa que le cubre la esquina,
que le oculta el tronco endeble del árbol.
A hurtadillas lanza la voz al aire:
¡No estoy!
 

Viene un rumor por la calle

Viene un rumor por la calle.
Se escucha desde lejos,
leve al principio,
intenso a medida que se acerca.
Asoman por la esquina un par de personas,
el murmullo ha llegado
a sus máximos decibelios.
Entra por la bocacalle un grupo
de estudiantes con sus profesores,
vienen a ver muros de iglesias,
arcos, cúpulas, pilares,
adornos tallados en piedra,
imágenes de madera policromada.
Señales de tiempos pretéritos,
el arte y el orgullo humano.

Todas las voces juntas son un coro
sin palabras distinguibles.
Es una apretada nota aguda
igual que trinos de pájaros.
Van los jóvenes a poner en práctica
sus conocimientos
con los restos que perduraron con los años.
Reseñan sus estilos, los sitúan
en pasados siglos,
hablan de las características
de una época.
Señalan con el dedo,
se extravía la mirada al antojo,
recuerdan y olvidan.

Mas, callan los muros
las voces de antaño,
cuerpos que sintieron
unas breves horas la vida
para guardar un silencio eterno.

¿Reirán las almas para adentro
como para adentro lloran los vivos?

Este corazón que palpita
será escombro mañana.
Levantada quedará alguna piedra
símbolo de nuestra brevedad.
 

Nunca fue tan grande

Nunca fue tan grande
el descosido de este traje
que el hombre no vuelva
a hacer apaño y costura.
De sus errores no aprenden,
de sus muertos
quedan sólo inútil memoria
de una biografía
que produce, tristeza, rabia,
compasión, desasosiego,
orgullo, fracaso y olvido.

Tras su lectura,
volvemos a nuestros asuntos.

Se desdibujan las formas

Se desdibujan las formas
entre las tinieblas de un ocaso.
Van quedando vacías de detalles
y son perfiles tan solo
de una realidad que es frágil reflejo,
contrastes de luz que la transforman.
¿Qué es más cierto, estos contornos
o aquellos cuerpos con otros ropajes?
Nada está agarrado,
todo es un fugaz invento.

Hay un mundo que existe

Hay un mundo que existe
para los otros.
Hay muchos mundos
que otros viven.
Hay mundos y mundos
que nunca alcanzan
los ojos que los miran.
Son mundos soñados,
reflejos de otros mundos.
Mundos posibles,
engendrados,
legitimados,
mundos inmundos y prodigiosos.
Hay mundos como este,
ingenio de un fundado absurdo.
Mundos equivocados, concebidos
por el espíritu santo.

Desde fuera de estos mundos,
el sujeto está inmóvil,
extrañado, hueco,
desencontrado,
descreído,
descreado.
 

Brota incansable la fuente

Brota incansable la fuente,
salpica su chorro de agua
el cuenco de piedra.
Su dulce canturreo calla
al pasar la muchedumbre
y vuelve a sonar su melodioso tarareo
sobre el silencio del mundo.

 

Agarrados a un hilo al nacer

Agarrados a un hilo al nacer
recorremos un espacio fluido.
Cometa sujeta a una mano invisible,
creemos volar un cielo
porque damos giros en el aire.
Soñamos con controlar el mundo
desde la pequeña altura
de nuestras perspectivas.
Somos aves solitarias
que se juntan en una celebración
ajena a sus intenciones.
Qué variedad de colores y formas
llena el horizonte de belleza.
Unas danzan con gracia y soltura,
otras en una simple voltereta
se precipitan al vacío.
 

El tiempo inmisericorde

El tiempo inmisericorde
ha roído el frágil papel
de la fotografía,
y sus ojos nos miran con lástima.
Muestra un instante feliz,
parado en la nada,
la materialización de un sueño.

Aquel reloj de continuo
se transforma para dar nuevas horas,
no frena su andar en ese punto,
bloquea la entrada de otros ayeres
y abre sus compuertas a los mañanas
para hacernos presente
de su fatalidad.

Locos aúllan desde los altos edificios

Locos aúllan desde los altos edificios
con ventanas sin rejas
donde quedan atrapados
sus sueños y vuelan libres los ecos,
cuerpos que se rompen en el vacío.
Cuando todos duermen,
salen de puntillas los lamentos,
bajan las escaleras, abren el portal
y se confunden entre maullidos
de gatos por las calles.
En las noches
todos los lamentos son pardos ,
solo los insomnes los distinguen
en sus desvelos .
Es fácil errar entre maullidos y gemidos
todo se convierte en ruido sordo
que nadie atiende.

Va en el viento tu silbido

Va en el viento tu silbido,
ese que cada día proclamas
y el aire lo balancea,
entrando su ternura
por mi ventana.

Gota

Soy gota que a un río cae,
fundida en un océano.
Sobre la tierra seca
un día, tal vez,
germinará semilla,
semilla que será árbol,
árbol donde broten frutos.

Soy gota que en un desierto
desaparece,
para resurgir quizá,
en un oasis,
que dará de beber
y sombra a los camellos.

Si hablamos de alma

Si hablamos de alma,
decimos suspiro,
aliento que escapa
del cuerpo que expira.
El alma representa del ser
su esencia pura.

El alma,
cuando se nos cae a los pies,
es la imagen del descendimiento
del Cristo de la cruz,
cuerpo inerte,
recogido en los brazos
maternales de la tierra.
Y resucita el alma
a una nueva vida.
 

La verdad es peregrina

La verdad es peregrina
en un tiempo sin cronómetro
cuya esfera contiene
infinitas agujas.

Nuestra ciega sabiduría
sueña con la verdad
dibujando relojes.

No es mala estrategia saltar

No es mala estrategia saltar
de un lado a otro,
no permanecer demasiado
tiempo en un mismo sitio.
Mira la mosca cómo escapa
a mi acecho,
saltando de la mesa al cojín,
del cojín al sofá,
del sofá al libro,
del libro al suelo.
Juega con mi impaciencia
que pierde ante su audaz recurso
y hábil se libra de mi golpe mortal.

Pero, ¡ay, cruel destino!,
durará poco su osadía,
la muerte aguarda el momento.

Se oscurecen los colores de ese cuadro

Se oscurecen los colores de ese cuadro,
entre manchas se ocultan los detalles.
Qué apagado azul tiene su cielo
y sus nubes blancas parecen ahora
avecinar una tormenta.
En el valle, el verdor de un prado
cubierto de flores
son trazos opacos sobre un manto turbio.
El bosque que lo rodeaba
con su gama de verdes y ocres
y los dorados destellos
de unos rayos de un sol
a través de sus troncos
son ahora lanzas abandonadas
a la herrumbre de un lejano combate.
Las montañas del horizonte
son rocas grisáceas
y la nieve de sus cumbres
derretido rímel de unos ojos llorosos.
Recorría desde la ladera
un río lleno de peces,
sin embargo, es una línea pintada
a grafito sobre el lienzo,
hollín salpicado
sobre su transparente superficie.
Unos puntos marrones en esa senda
fueron antes peces de brillantes colores.
Surcaban el cielo de antaño
aves luminosas de alas plateadas,
hoy, pájaros de mal agüero.
¿Nada se salva en este viejo cuadro?

Ni una silvestre flor guarda su encanto,
el tiempo ganó su pulso,
el curso de la vida todo lo transforma
en deteriorada belleza.
¿Por qué ruin razón el polvo
todo lo empaña y degrada?
¿Qué quedó de aquella estampa hermosa?
En su fuego se ha quemado
y convertido en cenizas
la fe de un sueño.
 

En el escenario del viento

En el escenario del viento
las hojas interpretan una tragedia.
Después del tumultuoso aplauso
vuelven exhaustas a sus camerinos,
se retiran la máscara grotesca
del drama y regresan de nuevo
a la tierra, al fuego, al mar,
al infinito cielo sin rumbo.
 

No es boca sin alimento

No es boca sin alimento,
es voz que el viento oye
que su ser habita y nutre.
Tantas voces repiten un eco
y se creen dueñas de su origen.
La verdad está bajo las piedras,
se levantan y salen los sonidos,
circundan todas las cosas.
Son buena reserva que madura
en la noble madera
de la cuba del cosmos.

Cuando las manos escarban
encuentran su tesoro
y se embriagan de su belleza.

Vida, muerte son palabras únicas

Vida, muerte
son palabras únicas
en boca de todos.
Y no es más
vida o muerte
por ser compartidas.
Acaso, ¿al cantar a solas
no hay canción?
¿No está la melodía en el alma?
¿Quién, al cantar, no se impregna
de vida, recorren sus entrañas
partículas reparadoras y es placer único?
Dirán, de otra voz vino.
Sí, con el aire.

¿Quién si con las palabras juega,
inventa o crea, no siente más allá
de hacer sentir a otro corazón?
¿Es menos deleite el recreo solitario?
¿Espera la risa a compartir para ser risa?
¿Quizá no disfrutó al romper
en soledad la carcajada?

No es más el todo por ser repartido,
ni quema más un fuego con otro.
El amor, como el tiempo,
es indivisible,
sólo nuestra incertidumbre lo encierra
en urna de cristal o pergamino sellado.  
Corre libre la palabra
sin necesidad de firma y rúbrica.
El aire la recoge,
es polen que sobre la tierra cae,
el oído la escucha,
la boca la devuelve,
el corazón la siente y fructifica.

Los pies que caminen, ¿qué importa?
La verdad es el camino en sí mismo.
Habrá señales confusas,
trampas y engaños interesados,
serán parloteo de trileros,
semillas que la eternidad desprecia.

Pon la voz en el silencio.
Su vientre, tal vez, parirá mañana
o será embrión malogrado.
La voz es más que la palabra escrita,
es la emoción sin cárcel,
podrá ser murmullo o coro.
En el principio fue el Verbo
y habitó nuestra carne,
aliento de vida,
en el uno está el otro.
Hacerlo distinto es creer
que no somos un mismo respirar.

Un entero misterio nos contiene,
ser único que habla,
un sólo corazón que palpita.
No fue necesario compartir
lágrimas para ser llanto.
Todos llegamos a la vida
entre sollozos.

¿Quién desea el invierno?

¿Quién desea el invierno?
La fuente estéril,
la tierra hambrienta de agua,
el desierto sin oasis,
un cielo que añore las nubes,
abandonar el mar el reflejo
de un sol por ser uno con la lluvia,
los niños para chapotear en el charco,
el aire abrazar la tormenta,
la vida recibir el bautismo,
volver a la pureza de un renacer.

Sabías que la noche

Sabías que la noche
cerraba el día
y vendría a llenar el aire
una danza de tinieblas,
entre nubes de pájaros
con algarabía de trinos,
buscando el refugio
por las oquedades de los tejados.

Sabes hoy que el mismo sol
se oculta tras esta cortina
del crepúsculo
anaranjado y púrpura,
de un hermoso cielo otoñal,
aún luminoso.

Mas no sabrás
en qué alba, cenit
o brumoso ocaso
se cerrarán para siempre
tus párpados
y te den la bienvenida
un reloj sin agujas
y un calendario sin meses.
 

Tierra, árbol, valle, montaña

Tierra, pisada, domada.
Tierra, sometida.
Tierra, arada, fértil.
Tierra árida y anegada
de soledades.

Árbol, invisible semilla
que brota en humilde tallo.
Árbol, vestido por capas de cortezas.
Árbol, fuerte, firme, torcido,
doblegado al suelo.
Árbol, orgullosa cúspide.
Árbol, cuyas ramas se funden
en apasionado beso con el aire.

Valle, profundo vergel.
Valle, habitado por muchedumbre.
Valle, abrazado por montañas
rodeado de bosque.

Montaña, solitaria y silenciosa,
tierna arena convertida en roca dura.
Montaña, eremita alejada del mundo
cuerpo que nadie cobija.
Montaña, pedestal recio
de helada cumbre.
Montaña, qué risa la brisa
que te acaricia.
Montaña, tú que eres lecho de nieve.
Montaña, de áridas laderas.
Montaña, sublime belleza.
Tu lucha contra el viento,
pretende morderte y solo es capaz
de arañar tu polvo de siglos.

La pequeña fuente borbotea

La pequeña fuente borbotea
y es murmullo en el dulce silencio.
En los bancos se besan parejas jóvenes,
unas mujeres charlan de sus cosas,
un viejo piensa y calla.
Hay un gato gris pacífico
que ha hecho su hogar
al cobijo de un muro de seto
que hacen senderos en cruz,
brazos que van a la fuente.
El gato bufa al perro
y olisquea la bolsa
de un carrito de bebé.
De un lado a otro se cruza gente,
miran iglesias cerradas.
Hay estrechas calles
de adoquines y piedras del río,
bares bulliciosos,
plazas llena de chiquillos, padres y abuelos,
perros y amos.
En las esquinas se pierden los rastros,
por eso los perros las marcan
con sus orines.

Es un día de un siglo
con largo pasado,
mañanas de otros trayectos. 

Amo el sueño de soñar dormida

Amo el sueño de soñar dormida
porque estoy cada noche
en su laberinto prodigioso.
Paraíso o infierno, no importa,
solo entonces y en la muerte
recorro la infinitud del espacio
donde somos tiempo eterno.

La belleza

 Es cuestión de belleza
más allá de la mostrada
ante un espejo.
El exhibido arte,
el encanto que rodean
a las cosas hermosas,
la armonía del mundo.
La belleza
trasciende la superficie,
traspasa la piel,
atraviesa carne y vísceras,
penetra el espíritu
que se entrega
a su bien y a su dulzura.
Es perfume etéreo,
melodía que baila con las palabras,
el amor que habita también
en las oscuridades.

Vivir en paz

 Vivir en paz
para morir en paz.

Vivir,
que palabra más grandilocuente
para tan breve y duro recorrido.

Cómo mirar de frente a la vida
y aceptar sus contradicciones,
acceder a sus consecuencias
con sumisa voluntad.

Vivir es un esfuerzo sobrehumano ,
no es simple supervivencia,
ni tiene sentido
a no ser que lo llenemos
de justificaciones.
La razón primordial, el amor,
la recompensa, los elogios en los logros,
las creencias que sostienen las dudas.

Al final, es una recreación este vivir,
el motivo impuesto,
la rutina de un caos
que tira por inercia
aun sabiendo que nos conduce
al precipicio.

Esto que llaman vivir,
es un tormento
si no es por engaños de ratos felices,
el peso para restablecer la balanza.
Pero es de ignorancia supina,
orgullo vencido en persistir,
a cambio de un miserable tiempo.
La vida es posponer la muerte
con días, alargar el contrato
hasta poner fin al arrendamiento,
préstamo caprichoso que selecciona.

Qué absurdo luchar y qué torpe
rebelarse contra la vida.
Ella nos regala con dulces instantes
y la promesa de futuros presentes,
la espera de lo venidero mejor,
llevados por una ingenua confianza.
Termina haciéndonos desaparecer.

¿Qué vas a conseguir que no pierdas?

Pobre humano, con el artificio
de tus palabras creas solo pensamientos,
cómicos o trágicos,
con tus sentidos, placeres y dolor,
y encima llevas la consciencia
siempre alerta,
aunque se hace la despistada
y mira para otro lado.

Vivir y saber de la vida
más de la cuenta es peligroso,
por eso vamos todos un poco inconscientes,
aletargados, ingeniosos, meditabundos,
filosofando sobre este desquiciado existir.

¡Bah! todo son teatrales ademanes
para estar vivos.

¿Hacen faltan más datos para rendirse?
De nada servirá decir carpe diem,
gocemos del aquí y ahora.
Otro engaño de párvulos.
Vivamos pues, tropezando,
errando el camino,
mintámonos anhelando la paz
de una mente maquiavélica.

A ratos buenos, casi siempre
torpes y dañinos parásitos.
Motivados al bien y por mal hábito,
penetramos a lo más oscuro.
Que es bella la vida,
que el mundo es maravilloso,
que el amor todo lo puede,
que el premio no existe
sino al hacer obras buenas,
que cuando dañas al otro
el castigo es la causa de tu mal,
que mañana empezarás de cero,
que pasado mañana volverás a caer
y al día siguiente levantarte.

No hay mayor demostración
de amor hacia un posible Dios
creador
que volver a la vida
una y otra vez cada amanecer
para complacer su propósito,
hasta sucumbir y penetrar
en la sublime hermosura
de las tinieblas de un ocaso
hacia un nuevo territorio.

Entremos a la pureza de su alba.

Todo esto es pura analogía
contagiada costumbre en el ser
que inventa sobre inventado,
sueña con sueños ajenos,
vive con prendas prestadas
y solo él muere su muerte.

El lenguaje de las campanas

 El lenguaje de las campanas
escapa a mis oídos,
tres toques y silencio,
dos y calla hasta llegar a uno.
Redoble fuerte y continuo
o el vaivén al compás
de un dos por dos.
Unas se responden a otras
o cada cual va a lo suyo.

No solo con palabras
nos habla el aire,
es transparente el gesto,
insinuada la mirada
y son ignoradas voces
hasta el cuerpo pétreo
de los vastos edificios
con sus carcomidas piedras,
por golpe o roce de viento,
por caricia de mano o pisadas.

Nos habla la vida
y vamos sordos
repitiendo un eco.

¡Qué placer la pereza!

 ¡Qué placer la pereza!
Afloja los cordeles
que sujetan nuestros miembros,
deja al cuerpo liberado,
flojo, ligero, sin gravedad.
Fluye un lento arroyo,
son rumor del agua
los pensamientos.
Qué placer mecerse
por los minutos,
abarcar sin prisas las horas
siempre y cuando
el apetito sacie
a los sentidos adormecidos
rodeando la nada.

Qué pesadez el tiempo
que es larga pausa,
obstinado pie
que no rompe a dar el paso,
atascadas agujas
del reloj del día,
con sus largos segundos.
Qué aburrimiento el tictac
que amenaza y grita
la letanía de su eco.

Ha amanecido el día frío

Ha amanecido el día frío.
Hay una claridad grisácea,
se escucha a lo lejos
el avance de la tormenta
con alardes de truenos.
Aparece una fina lluvia
que cae perpendicular a la tierra
sin mojar los cristales,
salvados por un pretil de ancho muro.
Dibuja formas oscuras
sobre la acera seca
y deja en su piel un lustre de charol.
Agradece el cuerpo su agradable frescura.
Sus gotas suaves
con ternura besan el suelo
sin hacer apenas ruido.
Son días de otoño
saboreados en la soledad
de la estancia en penumbra.
El corazón necesita de menor esplendor.
Es dulce su abrazo
en el refugio clandestino
de la sombras púberes.
 

La arqueología de la vida

La arqueología de la vida
indaga los territorios del tiempo.
Hablan la piedra, los objetos,
los restos de un pasado.
A veces sin palabras nos cuentan
un relato arbitrario,
vestido de certidumbres,
levantada sintaxis
con la gramática del presente.
Soberbios, creemos tener la verdad
sobre un suelo de frágiles pilares.
¿Qué habrá mañana
en los vertidos archivos
de la historia?

Soñamos que el progreso,
lleno de elementos consistentes,
dejará en un infinito futuro
el reflejo de su ayer.
Ilusos, ignoramos la fuerza del fuego,
la bravura del agua,
la convulsa tierra,
el viento iracundo,
la locura de una humanidad
capaz de borrar todos los cimientos.
Generaciones desaparecen
al leve soplo del cosmos
y el mundo, este conocido mundo,
será polvo de partículas en órbita
sin huella de nuestros pasos.

Aún soñamos, ¿nos guardará
memoria la eternidad?
Dicen orgullosos algunos
que un nombre nunca muere
cuando en su vida fue honorable y exitoso.
Ignoran cómo arrasa
toda la medida de siglos
el dedo de un gigante
y deja al ser mayúsculo,
en minúscula nada.
 

Nos mentimos

 Nos mentimos,
todos nos mentimos,
mirándonos a la cara,
sin bajar los ojos.
Mentimos sin intención,
mentimos porque,
cuando hablamos al otro,
miramos el ideal,
ignoramos los hechos,
borramos del recuerdo
las horas nefastas,
los días tristes,
el tiempo que es fugaz.

Mentimos y son todos los meses
primavera,
gozosos y alegres sus minutos.
Mentimos y en el cielo pintamos
siempre un sol falso reluciente.

Al mentir nos hemos creído
su mentira.

¡Habla, boca y escucha, oído!,

 ¡Habla, boca y escucha, oído!,
una misma voz que recorre
los oscuros espacios interiores,
iluminado por estas estrechas ventanas
por donde ve un paisaje
lejano y confuso.
Creemos oír otras palabras
fuera de esta cárcel.
Aferrados a la idea de un más allá,
buscamos las llaves que abran
este cerrado cofre.
Lástima, es solo nuestro eco
que retumba en el vacío
de nuestra angustia.

En la desesperación probamos
distintos itinerarios,
arrastrados por la locura
y el envanecido ego,
sombras que nos mienten
de la verdadera figura y esencia
de nuestro ser.
Nos rodean altos muros,
esquinas que a otros muros
nos llevan.
Hay un cielo que nos mira
y lanzamos de nuestras gargantas,
un grito de espanto.

Tranquilo, insignificante átomo,
deja que el privilegio de la palabra
construya la ilusión de este mundo,
levante castillos aunque sean
de arena protegidos por torreones,
almenas, murallas y fosos,
adornados palacios con hiedras
que lleguen más alto
que tus anhelos.

Admira la belleza reflejada en un cristal,
urna de esta prisión,
tendrás la equívoca imagen
en un traslúcido fondo,
fraude que alimenta los sentidos.

Goces o sufras, ¿qué importa?
Concluyes con la argamasa
de tus palabras,
quizá, obtengas premio
o algún día
tenga merecido castigo el deudor,
sea todo un sueño y despiertes
de sus frágiles límites
para entrar en la sólida realidad
convertido en piedra,
bestia llevada por impulsos,
mosca entre la podredumbre,
mujer y hombre que juegan
con un caprichoso Dios
sobre el que dejar la carga
de sus ignorancias y miedos.