En esta noche
miles de ojos me miran,
en esta noche
de soledad
un cosmos ignoto
me acompaña.
Quizá sea ignorada sustancia,
quizá me vigila
milimétricamente
y no escape
ni un mínimo resquicio
de mi ser
a su mirada.
En esta noche
llena de estrellas
mis ojos las contemplan
y por ellas soy contemplada.
En esta noche
A veces el sentido de las cosas
A veces el sentido de las cosas
no es inmediato.
Una ola se formó
en el piélago profundo
y desató su bravura
en espuma mansa sobre la orilla...
Se cansan las agujas del reloj
Se cansan las agujas del reloj
de dar los mismos pasos.
Segundo a segundo,
horas tras horas,
de días hacia el mañana.
Cansan las pautas
de un pentagrama con notas repetidas,
soportando pausas y silencios
por una melodía que sube
y baja de intensidad
hasta el final estallido
de platillos y bombo,
con un tachán rotundo.
Se cansan los pies
de hacer el mismo camino,
de ir a salto de mata,
siempre con la sombra
pegada a sus talones.
Tanto cansancio merece
el eterno descanso.
No hay laberintos en el cielo
No hay laberintos en el cielo,
incluso la gruesa nube
delata el brillo de un escondido sol.
No hay barreras en las calles,
son caminos que se abren
entre levantados muros.
No hay en los océanos desiertos,
sino islas que esperan a sus náufragos.
No hay olas tan orgullosas
que no acaben dóciles
en la orilla de una playa.
Quise retener un instante
Quise retener un instante
de gran belleza.
En un cielo de gruesas nubes,
fondo gris y blanco,
se abrió entre su espesura
la imagen azulada
de un ave con las alas abiertas.
Mas fue tan fugaz su vuelo
que, antes de hacerla eterna,
quedó difuminada su memoria.
La líquida sustancia
se escurrió
entre los dedos del tiempo.
Brotes de un jueves
Observar, mirar atento,
ensimismado, una hoja,
un insecto, una nube de pájaros,
un anónimo transeúnte
es intimar con el profundo secreto
del universo.
El fugaz encuentro sensual
traspasa los propios sentidos,
para introducirte en el útero del orbe
flotando en su líquido amniótico.
A punto de rozar tu simple entendimiento,
los rasgos del rostro de la vida,
ocultos tras una postiza máscara,
se esconden.
Un fragor, el esplendor
de un instante mágico,
y el bullir de una realidad domesticada
te expulsan con bruscas sacudidas
del embrujo de aquel silencio,
donde a punto estabas de rozar la verdad.
Es como estar dentro
de las entrañas del ser puro
y nacer con parto doloroso,
retoño desvalido,
faltos de algo,
faltos del maternal amor,
de la protectora eternidad.
Va en el viento tu silbido
Va en el viento tu silbido,
ese que proclamas cada día
y el aire lo balancea,
entrando su ternura
por mi ventana.
No hay brazos ni piernas
No hay brazos ni piernas
que se muevan
si la voluntad no quiere,
ni la voz esparcirá sus palabras
al viento,
si de su garganta no salen.
Todo el ánimo caerá de golpe
como si alma a los pies cayera
y convirtiera al cuerpo
en lánguido despojo.
Qué sentir tendría nuestra existencia,
si la voluntad de hacer
no fuese el impulso
que engendre
el fuego que ardiera
para dar luz al conocimiento
y a la ignorancia,
cenizas y muerte.
No se moverá el mundo,
si los párpados de la voluntad
se cierran.
En los espacios silentes
En los espacios silentes
hace falta el crujido,
a ratos olvidar el mundo,
acallar los rumores del viento,
deslizarse sin barreras,
desligarse de formas,
abarcar el infinito,
paraíso breve,
sostenido aliento.
Al principio del tiempo
Al principio del tiempo
este primate imitó a sus semejantes.
Después, declarado en rebeldía,
marcó su territorio.
Se mezclaba con la tribu
y, llegado un día, descubrió,
sin abandonar la aventura
por descubrir nuevas tierras,
que en reducida isla tenía
todo lo necesario,
un universo infinito.
Recreado, inventando paisajes,
galopaba libre por la extensa
pradera de los centímetros
entre sus neuronas y el espacio
donde las palabras y el entendimiento
se pierden el sentir
que ninguna mano atrapa
y promete un paraíso.
Deambula mi mirada
Deambula mi mirada
y encuentra estática,
vieja, olvidada, fría,
la tetera de lata roja.
En sus bordes mordieron
los dientes del óxido,
dejando negras huellas,
sus magulladuras de deterioro,
donde brillan aún más intensos
los recuerdos del pasado.
De regreso viene el corazón ligero
De regreso viene el corazón ligero,
abraza la tierna llama
del fuego creado.
Y araña la piel el tejido áspero
de la ausencia,
no la sustancia, sino el velo tenue
que la cubre,
pero guarda la esencia de su sabor
y la imprime en la memoria.
De regreso, habita el cuerpo
el alma liviana,
busca la carne retornar
al tiempo único,
entregado a dulces soledades
donde sentir la luz de los mañanas.
De regreso,
venido siempre de un ayer,
el hoy espera y busca encontrarse
en la plenitud eterna.
Aquello que fue roca
Aquello que fue roca
es insignificante grano de arena
en la urna de un reloj parado
¡Qué soledad más grande
esta vacía playa!
Está el sol acostado
Está el sol acostado
en el lecho blando de este cielo
cambiante.
Tan pronto se echa la manta,
haciendo penumbra,
que asoma su blanca desnudez
al retirar el pesado abrigo.
Y ciegos van los ojos.
Abre el día su luz intensa,
obliga a entrecerrar los párpados,
traspasa la piel la llama ardiente
como dulce beso maternal.
Y ciegos van los ojos.
Al instante una nube negra,
pasajera, cubre por entero
su bello semblante.
Y ciegos van los ojos
Entre la roca oscura,
brillan vetas de oro puro,
su luz deja un mar celeste
entre ese continente de tinieblas.
Y ciegos van los ojos.
Como un rayo fugaz
cruza el claro espacio un avión,
dejando el rastro de una línea recta.
Parece flecha que lanzó un arquero
dirigida hacia la diana
de un destino incierto.
Y ciegos van los ojos.
La tarde voluble deja en el interior
del ser sintiente
la belleza de su magia
que se vierte en el cuenco
de su horizonte
ocultando su secreto.
Y ciegos van los ojos
Hierve el corazón con inquietudes,
dudas y miedos laten
igual que burbujas de agua
en el cazo puesto al fuego.
Y ciegos van los ojos.
El alma intuye más allá
de una simple sospecha
el misterio que trasciende,
mas apenas saborea su fruto,
su gusto se le escapa.
Y ciegos van los ojos
La realidad de los sentidos
viene y va entre las brumas
de aquello que se palpa y huye.
Líquida verdad
que nunca será de nadie esclava.
Porque ciegos van los ojos.
Poner toda la certeza en la imagen
y subrayar con el índice
lo único posible,
enmarcar el espacio del sueño
y lo real.
Lejos de esta miope mirada,
¡tantos universos existen!
Lejos de la pequeñez
que la corta vista humana impone,
hay un infinito que solo a tientas
recorremos.
Ya sea en total oscuridad
como a plena luz
ciegos irán los ojos.
Entre los perfiles de claroscuros
un cielo revela otros mundos.
Su velo se desliza,
abandona por un instante
la sensitiva servidumbre,
entonces, tal vez, la consciencia
entre en un lugar sin forma
ni nombre reconocible.
Pero, nada verá.
Sí, ciegos van los ojos
del espíritu.
Y dejarán las manos
Y dejarán las manos
los días correr
y en las palabras,
entre sus sílabas,
ocultarán secretos,
y el corazón desencantado,
recogido en su clausura,
se entregará a la contemplación.
Ante mis ojos un mar de tejas
Ante mis ojos un mar de tejas
se visten de musgo.
El relente del alba
ha dejado el brillo de cristal
sobre su techumbre.
Bajan desde la cima
por su columna vertebral
ríos de caudal verde.
¡Qué bella espalda me mira
de frente y me embelesa
con sus encantos!
Arriba en el cielo,
potentes rayos de un sol
me deslumbran y ciegan.
El aire desdibuja nubes,
intangible, se escapa de los dedos
como humo de chimenea
con aroma de incienso.
Qué tristes palabras han aparecido
in memoriam
Qué tristes palabras han aparecido
sobre la pantalla.
En realidad, son dóciles fonemas
sin estallidos ni golpes
pero cortan la carne,
atraviesan las vísceras.
Sus afilados cuchillos
se hunden y rasgan las entrañas.
Su mazo de acero duro
rompe el esqueleto,
el cuerpo se deshace
y caen desparramadas sus tripas a tierra.
Quedan lejos de este corazón
sus sonidos.
Hieren a otro aunque es dolor de uno,
pues somos todos único órgano.
La muerte muestra su frío rostro,
nos tragan sus negras cuencas,
nos abre en canal
y escupe sal en la úlcera.
¡Ay, vivir duele tanto!
Y, en fin,
para nada.
Quiero pensar que la luz
Quiero pensar que la luz
sigue encendida
y que guardas
en el segundo cajón
los calcetines desparejados
junto a las primeras
cartas de amor.
La forjada idea se desmorona
La forjada idea se desmorona
como argamasa molida
entre los dedos.
Igual que se desvanece el reflejo
sobre la planicie del agua
al tirar la piedra
y desplegarse en ondas.
Dejo que el aire me envuelva
y lleguen a mis oídos
ecos que gritan las ramas
y también los murmullos
de la muchedumbre de hojas.
Acompaña el alba
Acompaña el alba
a las voces del día,
a la protesta ronca
de los motores,
un baile de notas
desafinadas.
Mucho antes que raye
la luz la noche
y comience la algarabía de aves,
el mundano despertar
da su primeros pasos.
Ya no deja oír
nuestro griterío constante
el sonido del cosmos,
cuando el bullicio
de las palabras dormían
y surgía en el silencio
de las calles,
el conversar denso
de la eternidad.
Ser un cuenco vacío
Ser un cuenco vacío,
un cristal transparente,
una casa llena de ventanas y puertas.
Que entre agua, aire, luz y vida.
No siempre cumplir años
No siempre cumplir años
tiene la triste recompensa
de cargar con el peso
de lo vivido.
Incluso, a su pesar,
puede ser un apreciable tesoro
tener la memoria de un mundo
ya irreconocible,
que son, en el presente,
imágenes borradas de fotografías
en blanco y negro.
Queda entre las brumas del olvido,
la vida caminada.
Entra sigilosa, espesa, viscosa
Entra sigilosa, espesa, viscosa
esta incómoda sustancia
que aprovechó los huecos abiertos
para colarse de incógnito,
fijarse por rincones y vericuetos
de la débil voluntad.
La pereza echó raíces en las entrañas,
rechazaba el cuerpo el movimiento.
Las alas se niegan a volar.
¡El cielo queda tan alto!
Reconocerán los sentidos
¿Reconocerán los sentidos
el entorno abandonado?
¿Sentirá el corazón un vuelco,
la tibieza o el desdén,
el olvido?
¿Verán los ojos volar
sobre los tejados
palomas, gaviotas?
¿Oirán los oídos
el piar de gorriones,
el gorjeo melodioso
de los canarios
del patio vecino?
¿Serán la misma pareja
o sus crías
los mirlos que buscarán hoy
el hogar entre las ramas
de un árbol seco?
¿Percibirán las papilas
la sal que sazona el aire?
¿Tocarán las manos
con añoranza los objetos
de la solitaria casa,
la arena y las piedras
de una playa reconocida?
¿Estará latiendo en el ambiente
el olor a algas de un mar
de fondo?
¿Levantará polvo y hojas
el viento de levante?
¿Será el recuerdo de voces,
calles, ruidos, los habituales?
¿Pasarán bajo la ventana
rostros conocidos
que conversarán el alma con el recuerdo?
¿Le hará el breve espacio justicia,
marcará el fiel de la balanza
el deseado desequilibrio
a favor de lo soñado,
o verterá sobre el plato
de la líquida realidad
la decepción constante?
¿Sentirán frío desapego
por el usado vestido?
Pronto tendrán respuesta,
a la espera andan los sentidos.