Acompaña el alba
a las voces del día,
a la protesta ronca
de los motores,
un baile de notas
desafinadas.
Mucho antes que raye
la luz la noche
y comience la algarabía de aves,
el mundano despertar
da su primeros pasos.
Ya no deja oír
nuestro griterío constante
el sonido del cosmos,
cuando el bullicio
de las palabras dormían
y surgía en el silencio
de las calles,
el conversar denso
de la eternidad.
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