Entra sigilosa, espesa, viscosa
esta incómoda sustancia
que aprovechó los huecos abiertos
para colarse de incógnito,
fijarse por rincones y vericuetos
de la débil voluntad.
La pereza echó raíces en las entrañas,
rechazaba el cuerpo el movimiento.
Las alas se niegan a volar.
¡El cielo queda tan alto!
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