Al principio del tiempo
este primate imitó a sus semejantes.
Después, declarado en rebeldía,
marcó su territorio.
Se mezclaba con la tribu
y, llegado un día, descubrió,
sin abandonar la aventura
por descubrir nuevas tierras,
que en reducida isla tenía
todo lo necesario,
un universo infinito.
Recreado, inventando paisajes,
galopaba libre por la extensa
pradera de los centímetros
entre sus neuronas y el espacio
donde las palabras y el entendimiento
se pierden el sentir
que ninguna mano atrapa
y promete un paraíso.
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