para aquellos que me ofrecen la generosidad de sus miradas
Escribo, junto palabras
con ufano esfuerzo
por atrapar la belleza
que, al final, se escapa de mi abrazo.
Creo que llama y, al abrir,
me encuentro un pétalo en el felpudo.
De la hermosa rosa
no queda ni su perfume.
Vislumbro entre visillos
formas que son sombras chinescas
de un cuerpo sagrado.
Si sigo en el empeño
es porque tengo hambre
y procuro llevarme a la boca
una miga de su pan.
Acumulo un pequeño tesoro
de baratijas y lo ofrezco
sin venta.
Quien lo estime,
puede quedárselo
y no me dé las gracias,
soy yo la que recibe
un regalo.
Dejo abierta la razón
como un sembrado
que no espera cosecha,
me basta abrir el hoyo
y meter la insignificante semilla.
Si es fruto maduro,
miro al cielo con gratitud,
pues sé que fue su lluvia
la que le dio el jugo.
Disfruté con tocar la tierra,
el cielo es para los mejores.
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