Llueve con dulzura

Llueve con dulzura
en esta clara tarde fría
que entrega al cobijo del hogar
mayor calidez.
La mirada se recrea
en el hermoso paisaje,
en el asfalto mojado,
en el ritmo armonioso
de la lluvia.

Los charcos son espejos
que, al reflejar las luces de las farolas,
dibujan siluetas extrañas
sobre los plásticos que cubren
un edificio en obras.
Las palomas abandonaron sus vuelos,
están a resguardo
por los huecos de los muros
y entre el denso ramaje.
Una solitaria fuente,
fiel como un reloj,
sigue con su cansino borboteo
el compás de las gotas.

A veces, en esta calma melodiosa
una racha de viento imprevista
agita los cristales de las ventanas
y el alma se sobrecoge.
Pronto vuelve el cuerpo
a sentirse protegido,
el mundo parece renacer
con esta pura transparencia
y sabe el aire a deliciosa felicidad.
Las tinieblas que se acercan
la abrazan con ternura
y dibujan en este presente
el espíritu de una época pasada,
como si atrapasen el ayer
entre los viejos edificios
y rondaran sus fantasmas
en este fulgor de ámbar.
 

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