Ha amanecido el día frío

Ha amanecido el día frío.
Hay una claridad grisácea,
se escucha a lo lejos
el avance de la tormenta
con alardes de truenos.
Aparece una fina lluvia
que cae perpendicular a la tierra
sin mojar los cristales,
salvados por un pretil de ancho muro.
Dibuja formas oscuras
sobre la acera seca
y deja en su piel un lustre de charol.
Agradece el cuerpo su agradable frescura.
Sus gotas suaves
con ternura besan el suelo
sin hacer apenas ruido.
Son días de otoño
saboreados en la soledad
de la estancia en penumbra.
El corazón necesita de menor esplendor.
Es dulce su abrazo
en el refugio clandestino
de la sombras púberes.
 

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