Vida, muerte
son palabras únicas
en boca de todos.
Y no es más
vida o muerte
por ser compartidas.
Acaso, ¿al cantar a solas
no hay canción?
¿No está la melodía en el alma?
¿Quién, al cantar, no se impregna
de vida, recorren sus entrañas
partículas reparadoras y es placer único?
Dirán, de otra voz vino.
Sí, con el aire.
¿Quién si con las palabras juega,
inventa o crea, no siente más allá
de hacer sentir a otro corazón?
¿Es menos deleite el recreo solitario?
¿Espera la risa a compartir para ser risa?
¿Quizá no disfrutó al romper
en soledad la carcajada?
No es más el todo por ser repartido,
ni quema más un fuego con otro.
El amor, como el tiempo,
es indivisible,
sólo nuestra incertidumbre lo encierra
en urna de cristal o pergamino sellado.
Corre libre la palabra
sin necesidad de firma y rúbrica.
El aire la recoge,
es polen que sobre la tierra cae,
el oído la escucha,
la boca la devuelve,
el corazón la siente y fructifica.
Los pies que caminen, ¿qué importa?
La verdad es el camino en sí mismo.
Habrá señales confusas,
trampas y engaños interesados,
serán parloteo de trileros,
semillas que la eternidad desprecia.
Pon la voz en el silencio.
Su vientre, tal vez, parirá mañana
o será embrión malogrado.
La voz es más que la palabra escrita,
es la emoción sin cárcel,
podrá ser murmullo o coro.
En el principio fue el Verbo
y habitó nuestra carne,
aliento de vida,
en el uno está el otro.
Hacerlo distinto es creer
que no somos un mismo respirar.
Un entero misterio nos contiene,
ser único que habla,
un sólo corazón que palpita.
No fue necesario compartir
lágrimas para ser llanto.
Todos llegamos a la vida
entre sollozos.
Vida, muerte son palabras únicas
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