¡Vengan, vengan, vengan!

¡Vengan, vengan, vengan!
Llaman las campanas
de la iglesia a misa.

¡Vengan, vengan, vengan!
Con sus miserias y pecados,
a sentir el miedo del infierno,
a rogar el derecho al paraíso.

¡Vengan, vengan, vengan!
Con sus temores
y la vergüenza de la culpa.
Aquí os abraza un cristo
cubierto de oprobios e injurias,
sufriendo dolor humano
que es injusto padecer.

¡Vengan, vengan, vengan!
Tú eres la mano ejecutora,
la lanza que lo hiere,
la piedra que le golpea,
las espinas que se clavan
en sus dulces ojos.

¡Vengan, vengan, vengan!
Repican las campanas
y yo sonrío cómo espantan
a las palomas de los tejados.
Llenan el aire de algarabía,
alzan el vuelo mis miedos
y me hacen alcanzar la gloria.

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