Dejemos a la suerte

Dejemos a la suerte
caer el esqueleto
de este viejo edificio
hasta que aguanten sus pilares.
Nunca fue ni demasiado fuerte
ni lo bastante hermoso
para que importe su ruina.

Dejemos que le inunden telarañas,
acumule polvo por sus rincones,
cuelguen como ahorcados
trozos de su noble techumbre
y venzan con los años
la firmeza de sus paredes,
desprendiendo sus miembros
sobre la lozas del suelo ya sin brillo

Romperán los vientos
los cristales de sus ventanas
y hará la carcoma astillas
con sus puertas.
Expuesto a la intemperie,
al capricho de las estaciones,
será témpano helado su vacío.
El aire aullará en su silencio
y se inundará de luz en los días claros,
harán nidos las aves
que llenarán de trinos
sus desolados espacios.

Al atento observador
no escapará su triste deterioro,
y no tendrá sino respeto
ante esa imagen de fracaso.
pues, aunque el cuerpo
está herido de muerte,
su alma sigue viva.
 

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