El tiempo inmisericorde
ha roído el frágil papel
de la fotografía,
y sus ojos nos miran con lástima.
Muestra un instante feliz,
parado en la nada,
la materialización de un sueño.
Aquel reloj de continuo
se transforma para dar nuevas horas,
no frena su andar en ese punto,
bloquea la entrada de otros ayeres
y abre sus compuertas a los mañanas
para hacernos presente
de su fatalidad.
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