Estaban los relojes parados

 Estaban los relojes parados,
por el suelo con las patas hacia arriba,
cadáveres de cucarachas,
el polvo había hecho nudos.
Bajo los asientos y las camas
buscaron lugares oscuros
para hacer piña contra sus miedos.
Recobraba la memoria,
los detalles de las cosas.
Las piezas queridas esperaban
el tacto de unas manos.
Descubrían los ojos lo ya hallado,
encontraban lo no perdido.
El tiempo abrió las alas de una ventana
para volver a cerrarlas de nuevo,
cuando empiecen a brotar
de la hierba verde
las margaritas amarillas
de polen negro,
con sus pétalos de esperanza.

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