Voy siguiendo los pasos del tiempo,
llevados mis pies en volandas
apenas sin rozar la tierra.
Poco puedo retener de este paisaje,
el que me limita la maleta de mi memoria.
La velocidad de este vehículo
distorsiona los espacios y colores
no veo más allá de unos pocos metros
y sin embargo, la soberbia de mi esperanza
insiste en decirme que está por venir
las mejores cosechas.
Tal vez sea la voz de un loco,
que habita, sin pagar alquiler,
mi cerebro.
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