Mi perro se ha hecho viejo,
camina como los viejos.
Está casi ciego y sordo,
como los viejos.
Lo mantiene aún alerta
al mundo, su olfato
para la comida y advertir
presencia amiga y enemiga.
Aunque, torpe, tropieza
contra un árbol, una esquina, una farola.
Mi perro tiene caprichosas manías,
como los viejos.
Le ha dado por comerse
las servilletas que se encuentra por el suelo.
Como los viejos, su salud flaquea
por el paso inevitable del tiempo.
Y como los viejos, duerme a todas horas,
se desvela desorientado
y se guía por la claridad del día
para sus horarios.
Solo quiere comer y dormir
y hacer sus pequeños paseos
para retomar su rincón,
enroscarse y soñar.
Mientras, como los viejos,
va muriéndose.
Le miro a los ojos y en su iris ya turbio
presiento la oscuridad
y en su ruina, la ruina de mi cuerpo.
Mi perro se ha hecho viejo
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