Aprendieron mis ojos
a distinguir en los colores del mar,
su ánimo benévolo y su rebeldía,
en sus olas y espuma ver aproximarse
el melancólico septiembre.
Se llenaron mis ojos
de tantos azules y turquesas,
de ardiente brillo dorado,
bullicio y rumor de olas,
rumiar cansado,
violento bramar.
Peregrina, busco en este otoño
los infinitos verdes de un valle
de aquel horizonte llano,
sentir el abrazo de lejanas cimas
y al cobijo de árboles,
hacer la cabaña donde el cuerpo guarecerse
de los vientos áridos
que levantan las muchedumbres
y en soledad acompañarme
de sosegados deleites
arrullada por las voces de mi vida.
Aprendieron mis ojos
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