Cuando no me veas,
búscame en la ventana
asomada al mundo.
No te acostumbres
a verme en el rincón
de mis horas,
a veces cierro su puerta
de cristal
y en el aire me disuelvo
para jugar con sus eternidades.
Esa que ves es mi sombra.
En la claridad de afuera
se me confunde
con los rayos de sol
al bañar de perfiles la nada.
Voy enganchada al ala
de una paloma
por este cielo impenetrable,
me poso abandonada a mi sueño
sobre las tejas de una iglesia
al amparo de la torre del campanario.
Me sumerjo entre los resquicios
de grueso muro de esta quimera.
No serás capaz de distinguirme,
etérea sin la carga de esta carne,
estaré en el cobijo de mi soledad
en años que son segundos.
Cuando no me veas,
sigue los pasos de mi silencio,
me hallarás con la mirada
sobre los objetos que tocaron mis manos.
Marcadas llevan sus huellas
mientras cavo en esta tierra dura,
ablandada con agua de mar,
una profundidad sin nunca encontrar
su fondo.
Cuando no me veas
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