El ambiente está fogoso,
van los ánimos alegres,
engrudo de voces que no dicen palabras.
Hay una música festiva,
juegos para niños,
reuniones en las terrazas,
gente que comen y beben.
Alimenta cuerpos y almas
este domingo bendecido
por un sol radiante,
con aire calmo y pesado,
un cielo de azules aguas,
sin rastro de nubes.
Brillan las tejas como espejos
bajo los rayos del sol,
hacen opacos los cristales
de una buhardilla.
Los muros de un templo
parecen más claros,
es playa de arena dorada.
Sus sillares apretados y firmes
no se doblegan al calor
de la forja del herrero.
Mis ventanas están abiertas,
entra el rugir de un mundo amable,
el goce de los otros se contagia.
Aunque ellos estén fuera
y yo dentro de estas paredes,
participo de sus ecos.
En esta fina distancia,
qué líquida se siente la vida,
con qué ansias a los sueños se agarra
como si fuera columna de mármol
y no polvo que lleva el viento,
ni granos de arena que arrastrará
la marea al fondo del océano.
El ambiente está fogoso
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