¿Quiénes somos?


Sientes perder parte de tu vida.
Se escapan poco a poco los detalles de un pasado,
desdibujados quedaron episodios trascendentes,
borrados aquellos actos en los que entregaste
todo el ser. Apenas un resumen escaso queda,
una sinopsis defectuosa que transforma la película,
reduce el viaje a elementos caóticos,
confundidos pasos y  lugares.
Te altera el vacío que otros reconocen:
pasé por allí, te dices, lo confirman las fotografías.
Necesita la vida de la documentación
que certifique que hemos existido,
el camino que anduvimos y marcamos
con señales que fuimos dejando en los árboles,
por donde recorríamos con la guía de un hilo
que iba tirando de nosotros. A veces se rompía
y teníamos que hacer nudos, recomponer nuestra historia.
Quedaron los días cotidianos en un engrudo negro,
en algo apretado, imposible de deshacer
sin tener que romper, a veces, algunos trozos.
El pasado es un edificio en ruinas
donde entraron enredaderas rompiendo la piedra.
Sus ventanales tienen los cristales rotos
y el frío heló la vida que un día caldeó todos los rincones.
Las paredes con los colores perdidos
se agrietan y se levantan heridas en su piel.
Todo tiene un aspecto decrépito,
pero guarda el encanto de la recreación.
En ocasiones encuentras materiales
que no le pertenecen.
Metieron en sus estancias elementos ajenos.
Te preguntas qué hacen esas abandonadas barcas
ahí, fuera de su mar.
¿Quiénes somos realmente
si cuándo estábamos teníamos siempre al frente la mirada?
Fue el consejo que te dieron cuando
aprendiste a montar en bicicleta,
busca el punto en el horizonte,
la meta donde quieres llegar.

Eras entonces, tal vez, un extraño de ti mismo,
con una identidad hecha del fraude de muchos pasados.
¿Quién es éste que hoy te habita?
Quizá, un usurpador de aquel que tampoco fuiste.
Nunca somos nosotros mismos,
si nos construimos con andamios de falsas interpretaciones,
si el cemento de los recuerdos va
mezclado con demasiada arena.
¿Qué ser tenemos entre manos?
Ese que situado en un punto
toma referencia de una brújula desimantada.

Cada instante se imprime con la dosis de emoción
que cambiará la pócima y la bruja
se convierte en hermosa princesa o el príncipe en sapo.
Luego el tiempo, el implacable tiempo,
transformará el paisaje que ya no reconoces,
ni sus lugares que un día recorriste.
Sentado en una parada del autobús,
sin equipaje, tan solo una simple mochila
donde guardas un hatillo frágil.
Al final, qué simples somos,
cómo vamos perdiendo en este naufragio de la vida
todas aquellas pertenencias que creíamos
tenían tanto valor y sin embargo,
qué feliz si, al menos, alcanzas la isla
con lo verdaderamente importante,
eso que amas más que tu propia vida
y aprietas para que no se te escape
con el puño cerrado.

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