Un vacío llena mi estancia.
Hay un eco que choca contra las paredes,
comprime el aire y rinde
sobre un lecho hueco.
Es extraño todo a mi alrededor,
por los rincones quedan los sueños ofuscados,
balancea en el techo un péndulo
que amenaza el comienzo de una nada.
Desnuda y desatada va la conciencia,
no encuentra la causa ni su efecto.
La ausencia absoluta de anclajes
hace desaparecer el mundo cada vez más aleatorio.
Entre bruma vestida de noche
pierde razones la madrugada
y este náufrago llama a gritos un velero
que se balancea dulcemente sin tripulantes
sobre las aguas de un ancho océano,
ignorando mi llamada desesperada.
No hay consuelo ni remedio,
expiran sin dramas las ilusiones,
dejando este cuerpo ya marchito.
Reposa inerte sobre la arena del tiempo,
ese que oscila entre un mar de cristal
y vuelca su tremendo cansancio
de cuenco a cuenco.
Un vacío llena mi estancia.
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