Bajo la higuera el hombre descansa.
El sol arde a esta hora de la siesta.
Estuvo retirando rastrojos,
regó con un cubo cada planta,
aquella tierra seca bebió sedienta
como boca ansiosa por un beso.
Una fina película de polvo
cubre los higos escondidos
entre sus grandes hojas.
Quema el aire y la luz ciega
No hay más señal de humedad
que las marcas de sudor
sobre la camisa del hombre.
Un sombrero de paja
le tapa el rostro.
oculta las muecas de sus sueños
y evita las molestas moscas.
En el denso silencio la tierra vibra
con la danza frenética de las chicharras
y el pecho del hombre se inflama y cede
igual que olas rendidas a los pies de la arena.
Un reloj invisible lo despierta,
se retira el sombrero
y recoge con el puño de la camisa
un pequeño rio de baba.
Vuelve el hombre a su trabajo
y abandona a la sombra
la huella de su cuerpo
sobre la tierra.
Bajo la higuera
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