Siento ternura de aquella niña
que paseaba triste y solitaria,
víctima de una guerra pequeña.
Su mirada ilusionada,
entretenida en sus juegos imaginarios.
Siento ternura de su vulnerable alma,
de sus piernitas débiles,
de su dolor tan temprano.
Siento ternura de su fuerza grande
en tan pequeño cuerpo
y sus alas soñadoras.
Siento ternura de cuán limitada agua
necesitan algunas plantas
y cómo les basta a sus raíces
tan poca tierra, a veces simple muro.
Siento ternura de aquella niña
que caminaba entre edificios derruidos
y admiro hoy a la mujer
que aún lucha apenas sin fuerzas.
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