Divagas


Divagas a lo largo de la mañana,
estiras los movimientos por las horas
como un chicle estrenado.
Te entretienes, te recreas con los sueños
hasta que la hora punta explota
tu esfera de satisfecha soledad
y pone a la vista tu desorden.
De demasiado lento a demasiado aprisa,
deja en evidencia tu abandono,
ese anárquico deambular matutino
con fresco sabor a menta que al llegar la tarde
se endurece como pegamento
y cuesta hincar el diente al resto de día.
Te cuesta masticar los deberes,
tienes la mandíbula desacostumbrada
y deja en tu boca toda la apatía,
perdido ya el sabor y la textura agradable.
Cada día haces acuerdos
con esa voluntad indómita
y cada día fracasas en el intento
porque hace tiempo que necesitas
masticar un nuevo sabor.

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