La vida no es poesía
porque la vida no contiene palabras.
El poeta solo presta la ilusión
de detenerla un instante,
echarle el lazo a la hoja
que se desprende de ese árbol
y atraparla entre las páginas de un libro,
derramada tinta sobre el papel,
lanzado eco al aire
que se diluye en el valle del olvido.
La vida está entre los dedos,
al borde de los labios,
en la mirada soslayada,
tras un velo se vislumbra.
Cuando la quieres sujetar
de las manos se escapa,
la encarcela la boca,
su luz ciega los ojos.
La vida es ave libre,
muere si está en jaula.
Solo tendremos un pájaro cantor
de tristeza y engaños,
de esperanza y promesas.
Nos deleitará con su sonora melodía,
su bello plumaje de colores brillantes.
La vida se respira, se siente,
es un don inefable,
regalo que se esconde
bajo las apariencias.
Escurridiza su piel,
nos llega su aroma indefinible.
Se presiente en el silencio,
detrás de la luz artificial del bullicio.
Ella es luminosa sombra.
La vida, eternidad dulce y salada,
siempre florece detrás de nuestras tinieblas.
Intuimos una mustia llama
y recibe el alma su calor
pero nunca será su fuego.
La vida no es poesía
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