Se ha ido esta tarde de sábado,
el día se fugó sin camuflarse.
Iba vestido de luz
paseando por los espacios,
con el descaro de seductora primavera.
Por suerte la tarde se alarga,
flexible y elástica
como chicle tierno en la púber boca.
Hacen pompas los instantes
y se explotan en los labios
pegados a la piel.
Transparente sustancia
de sabor dulce con fragancia a fresa.
Su esencia recién saboreada,
blanda en sus primeros mordiscos
se endurece bajo los dientes del tiempo.
Exprimido hasta el último jugo,
ya casi piedra mordida
con el regusto perdido en la lengua
hasta convertir en ansioso empeño
por retenerlo en el paladar
antes de que se haga insípido.
Esta tarde de sábado
es una tarde cualquiera
que marcha sin detenerse hacia
el ocaso
y el corazón siente un repetir
que el día ignora.
Mientras el devenir sigue al sol,
nosotros buscamos obtener y retener
su dorada riqueza.
Nos cuesta aceptar su efímero placer,
insistimos en hacer de las horas
una alegría perpetua.
Extraer del detalle más inútil
la proeza de logro.
¿Qué perseguimos?
¿Qué pretende la consciencia
sino crear una pompa que explote
en nuestra cara?
Ora triste, ora alegre,
ora desgraciado, ora jubiloso,
todo es burbuja llena de vacío.
¿Para qué tanto ritual
con elementos nimios?
y si es vacío,
¿por qué no llenar una pompa dentro de otra
y otra, y otra, y otra..,
hasta que rebose o reviente?
Se ha ido esta tarde de sábado
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